lunes, 19 de septiembre de 2011

Proyecto 30 libros: Uno que le haya Sorprendido por bueno




La primera vez que leí un libro del autor Federico Andahazi, sentí muchisima desconfianza: se había convertido en un fenómenos editorial y su libro "El Anatomista" no me había parecido tan extraordinario como las voces entusiastas anunciaban. De hecho, me pareció una obra menor, llena de momentos estupendos pero sin la suficiente cohesión para lograr realmente que la historia se convirtiera en algo más que una excentricidad literaria. Por ese motivo, cuando me obsequiaron "Las Piadosas" me llevó unas semanas comenzar a leer el libro. Pero cuando lo hice, me sorprendió - y de la manera más grata - su historia: de inmediato el libro se convirtió en uno de mis favoritos y en mi personal opinión reinvidicó el género gótico más actual a través de la pluma de su autor.


Un Vampiro inusual.


Andahazi no se la pone sencilla al lector: La historia de las Piadosas, compleja, dura y tensa, no se prodiga con facilidad y aunque la prosa del autor es lo suficientemente fluida para sostener el relato sin perder el pulso, tampoco muestra lo suficiente para saber que nos encontraremos a medidas que avancemos en la lectura. Y tal vez esta reticencia, esta resistencia a descubrir su historia con facilidad, hace que el lector se encuentre atrapado en la circunstancia sin saberlo. Las Piadosas, como historia y como mundo creativo de su escritor, produce Una sensación de opresión, emoción y desconcierto que he encontrado en pocos libros de género.  No obstante, una vez entrevisto ese propósito, el núcleo argumental se desarrolla con rapidez, dando origen a una simetría llena de aristas.

Las primeras páginas de la novela nos remiten al verano de 1816, cuando en Villa Diodati, cerca de Ginebra, Percy Bysshe Shelley, su futura esposa Mary, Lord Byron y John William Polidori organizan una galería fúnebre de la cual han de trascender dos obras, Frankenstein o el moderno Prometeo (1816), de la Shelley, y El vampiro (1819), de Polidori, inductor de piezas corno Varney the vampire (1847), de James Malcolm Rymer, y el antecitado Drácula.

A tan gozosas metamorfosis de la pesadilla gótica, Andahazi añade, por vía epistolar, la presencia de tres hermanas: las hermosas e idénticas Colette y Babette, y su implantación teratológica, un engendro llamado Annette que, destinado a lo prodigioso, logra sobrevivir al parto, estableciendo un extraño vínculo con las dos mellizas.

Annette acaba siendo partícipe del desfile de fantasmas que plantean Byron y los suyos por una circunstancia precipitada.

Y es que, dotado de un sorprendente talento, el freak tienta al inseguro Polidori con ofrecerle un manuscrito que pueda atribuirse, siempre y cuando éste le provea del fluido que cristaliza su vida y la de sus hermanas.

La novedad, morbosa pero nada sepulcral, es que el trío se marchita cuando Annette incumple la clásica hemoterapia del vampiro, si bien esta vez el reflujo en las venas del monstruo y sus pares no se debe a la ingesta de sangre, sino a la de otra sustancia, fecundadora y masculina.

Curioso es que Andahazi identifique las raíces del relato vampírico que firma Polidori con un cuerpo fragmentado, habitual en la narrativa fantástica del XIX, pero cuya nebulosidad romántica se pierde, por decisión de su autor, en goces propios de un cuento libertino.

Hipérbole del erotismo, el regalo sanguíneo que recibe Drácula se convierte para Annette en desahogo fálico, sin franja de misterio ni cajas chinas.

Polidori fue un médico «más apto para producir enfermedades que para curarlas» –eso decía Byron– y su construcción literaria lo presume quizá más inestable que la ofrecida por los biógrafos.

Como en cierto modo lo fue Stoker, el secretario de Byron es para Andahazi un impostor sepultado por la emersión de una figura que lo vampiriza sin permitirle siquiera el amparo de la gloria.

En esto al menos coincide con el punto de vista del cuento de miedo, donde la nocturnidad en la creación recibe una merecida condena más allá de la tumba.


Y tal vez Andahazi, vitalista, furiosamente personal, un poderoso autor de género, encuentra en Las Piadosas esa capacidad de crear el miedo a su medida, de levantar una idea a partir de una imagen y construir un lenguaje propio que bebe de infinitas influencias, como el Vampiro secreto de su historia o el viejo mito que subyace más allá.

0 comentarios:

Publicar un comentario