domingo, 31 de marzo de 2013

De la belleza a la realidad: ¿Quién eres frente al espejo?






Cuando era niña, quería ser como Anouk Aimée. En realidad quería ser como Susan Sontag, pero todavía, con diez años, no tenía una idea muy clara que era lo que hacia que aquella mujer extraordinaria, me resultara tan cautivadora. Había leído unas cuantas cosas suyas, no entendí ninguna, pero la tenía clara: quería saber usar las palabras como ella lo hacía. ¿Y en que consistía eso? Pues no lo sabía. Tendría que pasar algunos años para que comprendiera que Susan Sontag tenía la capacidad de crear mundos y pensamientos a través del lenguaje.

Pero con Anouk Aimée la cosa era más sencilla: quería ser tan bella como ella. A los diez años, era una niña flacucha, pecosa, dientona y con mucho cabello que lo más que deseaba era parecerse a esa mujer de belleza tan reposada, con sus grandes ojos tranquilos, su rostro exquisito y esa expresión de comprender el mundo de una manera que no podía ni empezar a entender como era. La miraba en sus películas - que no entendía - y me asombraba la sonrisa de aquella mujer, su belleza clásica, casi misteriosa. Por aquel tiempo, estaban de moda las rubias tetonas - siguen estandolo, claro - y me aterraba un poco comprender, ya desde tan niña, que jamás sería como esas beldades rubias y radiantes, con sus sonrisas perfectas y sus ojos azules. De manera que Aimée para mi, era perfecta. Se parecía a la idea de mi misma que podía construir en el futuro.

Tal vez, crecer en el país de las "mujeres más bella" - o al menos, bajo ese mito - contribuyó a que desde muy pequeña, fuera muy consciente de mi imagen. Siempre me sentí un poco inadecuada, con mi cuerpo delgaducho y sin curvas - y más adelante, con unos cuantos kilos de más - o con mi cabello rizado, desordenado e incontrolable, que jamás obedeció por las buenas, la moda de las largas melenas sedosas. Era muy incomodo, esa sensación de no pertenecer, de no encontrar ningún rostro con el cual identificarme. Y la cosa se puso peor al crecer: En plena adolescencia irregular, con la piel grasosa, granitos de ocasión y ese asombro del cuerpo que cambia sin atenerse a otra cosa que a su impulso natural, me sumí en la soledad del distinto, en la confusión de quién no comprende su propia identidad física  Mis autorretratos de esa época no tienen rostro. Resulta curioso que todas las fotografías, muestran la figura borrosa de una muchacha delgaducha que parece desaparecer entre las sombras, que apenas puede distinguirse entre objetos y su propia necesidad de esconderse. Y es esa imagen, oculta y temerosa  la que mejor define esa sensación de aislamiento corporal de la adolescencia que viví, que me sumió en una tristeza muy joven. Y quizás, bastante ingenua.

No olvidaba a Aimée, por supuesto. Continuaba deseando ser como ella, pero nunca lo decía en voz alta. Ahora sí, proclamaba a los cuatro vientos que deseaba ser como Susan Sontag, con sus palabras duras y precisas, preciosas. Amaba que una mujer pudiera escribir de una manera tan brillante, con una inteligencia tan exquisita. Pero, la niña secreta que aún era yo, la que intentaba domar la melena rizada y se impacientaba porque los pantalones y vestidos de moda nunca le quedaban demasiado bien, continuaba mirando las fotografías de la bella Aimée con añoranza. ¿Sería así algo una vez? Me preguntaba casi con inocencia. ¿Y como era así? Probablemente ni yo sabía la respuesta entonces, confusa y ofuscada, atormentada por esa fealdad diminuta. Lo que sí sabía, era que deseaba sonreír como ella, sentirme en la perfecta libertad de mirar mi cuerpo sin vergüenza y comprender mi rostro como parte de una idea profundamente personal.

Fue por esa época dura, que descubrí una vieja tradición mágica que me cautivó. Obsesionada por comprender ( me ) más allá de esa inseguridad fastidiosa que parecía seguirme a todas partes, comencé a buscar un medio de expresar esa sensación de dolor de manera concreta. Lo busqué en la fotografía, y me decepcionó no encontrarlo. Lo busqué en los libros, pero las historias de doncellas medievales atrapadas en el fuego del amor no me dijeron gran cosa. Y de pronto, la respuesta pareció surgir de esas viejas costumbres que parecen estar siempre allí, sin que nadie las note hasta que se necesitan. Lo encontré en el libro de las sombras de mi abuela: Existe una vieja costumbre dentro de varias tradiciones paganas, llamada el "manto expiatorio", que consiste en detallar - quizás contar -  mediante imágenes  escritos y toda una variedad de objetos prendidos y cosidos a un pedazos de tela, el concepto que tenemos sobre nuestra vida y la perspectiva que tenemos acerca de nuestras experiencias más personales. Es una manera de mostrar - para asimilar, para construir, para brindarles un lugar en el mundo - las vivencias más importantes, las ideas más significativas que en conjunto representan nuestra identidad. Me fascinó la idea. Me la imaginé como una especie de enorme declaración de intenciones, una revisión a las claras y de la manera más evidente posible, de lo que hemos vivido y más importante aún, de quién somos. Según lo que escribió mi abuela, a veces bastan sólo uno o dos días para confeccionar esta idea concreta de nuestros pensamientos más privados, otras veces se necesitan varios meses. Pero resulta extraordinario detallar nuestra vida emocional e intelectual a través de una idea tan material. Tan nuestra.

De la misma manera que los lakotas pintaban imágenes en pellejos de animales para señalar los acontecimientos invernales. y al igual que los Nahualt, los mayas y los egipcios tenían sus códices en los que anotaban los grandes acontecimientos de la tribu, las guerras y las victorias, las mujeres de mi religión tenemos nuestros mantos de batalla: el triunfo de nuestro valor personal sobre la superficialidad de un esquema de valor dioclesiano.


De manera que me dediqué a confeccionar mi manto de expiación. Al principio, pareció sencillo, solo se trataba de coser en un trozo de tela, pequeños trozos de mis fotografías, las páginas favoritas de mis libros, quizá, algún recuerdo digno de formar parte de ese gran anecdotario con el que intentaba mirarme con mayor profundidad. Pero pronto descubrí que no lo era: Los dedos me temblaban cuando comencé a dar puntadas a mis fotografías, esas, las mudas, las de la mujer que se cubría el rostro con las manos, la que aparecía de espaldas, las que solo fotografiaba sus manos y pies. Fue doloroso y lloré de angustia, coser sobre la tela mi soledad, mi confusión, la sensación de miedo que en ocasiones me hacia sentir el pensamiento de no pertenecer a ningún lado. Varias veces lo deshice, puntada por puntada, porque simplemente consideré que no tenía aun un concepto claro sobre mi vida y sobre lo que deseaba hacer con ella. Lo abandoné una y otra vez, enfurecida, preguntándome porque tenía que mostrar el dolor para que fuera bien visible - y hasta vergonzoso -, que me impulsaba a llevar adelante aquel proceso sin otro sentido que el de mirarme de una manera dura, casi hostil  Pero siempre continuaba. Otra vez. Angustiada, con los labios apretados, cosiendo sobre la tela las lágrimas, las sonrisas escondidas, las pequeñas lecciones, las ideas enredarse unas con otras. Y algo ocurrió, en mitad de todos aquellos meses - que luego fueron años - de coser y descoser: Las fotografías en blanco y negro, mudas y pesarosas, se convirtieron en paisajes de color, en mi rostro abierto y franco. En paisajes coloridos de mi cuerpo y el mundo.  Las palabras "esperanza", "Fuerza", "sonrisas" "creación" zigzaguean entre las imágenes casi infantiles. Las hojas de los libros, cada vez más ricas en palabras. Todas hermosas. Después, fueron las mías. Y siempre las fotografías:  Rostros, siempre los rostros. El mio, el de cada persona que formó y forma parte de mi vida. Edificios brillando bajo la lluvia radiante de Caracas, esta ciudad niña que es mía en contraste con su montaña paciencia.. Y las palabras, siempre palabras,  contando  puntadas tras puntada, el renacimiento, el sentimiento, el deseo, el temor y la incertidumbre, la fuerza de mi espíritu, la esperanza en mi mente, la posibilidad entre mis dedos.

No me parezco a Anouk Aimée. Tampoco escribo como Susan Sontag. No he terminado mi manto de expiación, luego de catorce años de sonreír y llorar sobre su tela. Pero aún así, el milagro está hecho: Sonrio, por supuesto, mientras con gran torpeza, continuo cosiendo una fotografía a la tela de arpillera que sostiene mi manto de expiación. No sé que pensaré en el futuro, de esta manera de reseñar mi vidas. Lo que yo he aprendido hasta hoy, es que mi vida es el reflejo de toda esa luz y esa oscuridad que forma parte de mi manera de comprender el mundo, que se crea asi misma a diario. Y es esa conciencia - de crear, construir, amar, soñar - lo que hace que cada experiencia que vivo, que vivo y de la que aprendo, sea de inestimable valor.

Una pequeña puntada en este gran manto de ideas que imagino para mi vida. Una forma de imaginar mi propia incertidumbre y valor.

C'est la vie.

De la Luna a la Rosa: el Sexo en la Brujería





Hace poco alguien me comentaba que en numerosas ocasiones, había escuchado que en la brujería el sexo era "libre", aunque por lo visto, el concepto de "libertad" que intentó explicarme tenía que ver un poco más con cierto caos sexual que con otra cosa. Como sea el caso, comprendí su comentario: la historia ha insistido en montones de ocasiones que las brujas eran cuando menos "puta" o así lo afirmó el honorable y misógino Santo Tomas de Aquino en otra de sus floridas frases "Santas". En realidad, para la brujería el sexo es creativo, una manera de comunicarse, una forma de construir lenguajes espirituales y corporales, por lo que sí, comprendo el planteamiento. ¿Es ese un concepto caótico con respecto a la sexualidad? Si y no: para la brujería, la sexualidad es parte de la necesidad física de cualquier ser vivo de expresar ideas con su cuerpo. Y sí, probablemente ese fue - y es - un concepto desconcertante. Culturalmente, el sexo está oculto bajo una gruesa patina de temor, probablemente de confusión y tabues, así que propugnar el sexo por placer, por necesidad, por comprensión de si mismo, colocó a las brujas - y sus creencias - en tela de juicio por siglos enteros.

Pero sí, las brujas durante mucho tiempo fueron las confidentes naturales de todo aquel que comprendió el sexo más allá de la idea lineal y moral de la época. Debido a eso, las brujas del renacimiento aconsejaban a las Grandes cortesanas de Venecia y Florencia para el ejercicio de su profesión. Los príncipes y grandes señores que la protegían y mantenían no abundaban, por lo que la competencia entre ellas se basaba en en seducirlos y después conservarlos como amantes el mayor tiempo posible. Tanto las que atacaban como las que defendian esa privilegiada posición recurrían todos los trucos afrodisíacos que las Antiguas Tradiciones de magia ponian a su alcance. Por largo tiempo, hubo toda una comprensión del sexo a través de la magia, de la idea del sexo sagrado y más, de la percepción de la idea sexual como creación sensorial. Por ello, existen una serie de rituales donde el sexo es una forma de expresión ritualista, como el siguiente_


Materiales:

Un espejo de cuerpo entero, si es posible ovalado.
Tres velas: una roja, una naranja y otra amarilla.
Tres conchas de mar.
Tres rosas, de mismo color que las velas
Un frasquito de agua de Azahar.
Un puñado de albahaca.

Disposición:


Coloca cada vela sobre una concha, tras derretir un poco de cera para sostenerlas. Forma un triángulo con las velas en el suelo y frente al espejo: la roja delante, la naranja a la izquierda y la amarilla a la derecha.

Ponte las tres rosas en el cabello, a tu gusto, pero bien enganchadas, y desnúdate por completo. Enciende las velas y entra dentro del triángulo. Mira tu cuerpo en el espejo, mientras te concentras para entregarte a la fuerza del ritual.

Suspira, toma una larga bocanada de aire para equilibrar tu energía y realiza la siguiente invocación con estas u otras palabras que conserven el sentido:


"Madre de todo lo creado 
Madre de la belleza y el sueño de la piel
te invoco en nombre de mi cuerpo y de mi sangre 
donde escucho tu voz 
que el tesoro de mi intimidad
y el canto de mi sentidos 
sean ofrendados en tu nombre 
Así sea"

Ahora, moja los dedos con el agua de Azahar; unge tu frente con el índice y pulgar con la mano izquierda y tus labios con la mano derecha. Mientras lo haces entrega tu mente y tus palabras a la fuerza de tu sexualidad, a la Diosa fuerte y energética que habita en tu cuerpo, a la maravillosa energía que te rodean y te inflama en la belleza y la armonía de tu feminidad. A continuación, baja ambas manos para ungir los pezones y las ingles, y déjalas cruzadas sobre el pubis. Concéntrate en sentir que tu cuerpo y tu persona se impregnan del erotismo astral.

Toma un puñado de albahaca y espolvoreala sobre el cabello y la piel, para que canalice las vibraciones astrales del interior de tu cuerpo.

Finalmente, alza los brazos separados con las manos abiertas hacia arriba, cierra los ojos y concéntrate profundamente en sentir el poder sensual que recorre tu cuerpo por la gracia de las Diosas.

Sonrío, mientras leo el ritual completo: la Mujer como Diosa y aún más, dueña de su propia necesidad de crear.

C'est la vie.

sábado, 30 de marzo de 2013

Delirios Sabatinos: Cuando hablo de Brujeria ¿A qué me refiero? ¿Por qué me llamo bruja?





He contado la experiencia varias veces en este, su blog de confianza. Ser bruja en esta época no es algo sencillo. Y no lo es, esencialmente, porque en un mundo práctico y la mayoría de las veces cínico, una creencia minoritaria es poco menos que un reliquia cultural. E incluso menos que eso. Porque llamarse bruja en una época donde la fe es moneda falsa, no es tarea sencilla. La cosa es más o menos así: menciono la palabra "bruja" y lo que ocurre a continuación, es una especie de reacción que ya me resulta más o menos familiar: mi interlocutor me observa - ¿estará loca o no? - asume que hablo en serio, y después silencio. Un silencio incómodo, de hecho. Aguardo, con toda la paciencia que he aprendido a tener en estas situaciones.  Que no es mucha, en realidad. Finalmente, surge la pregunta:

- ¿Como que bruja?
- bruja, como suena. 
- Eso es supercheria.
- Son mis creencias.
- ¿Basadas en qué? 
- En mitos, leyendas e historias que heredé oralmente. 
- ¿En esta época?
- ¿Por qué no?


Silencio otra vez. La mayoría de las veces, mi interlocutor decide no continuar preguntando, pero en otras, lo hace. En ocasiones las preguntas son pura curiosidad - que siempre me resultan entretenidas y las respondo con gusto - , en otras, una manera de intentar convencerme de lo equivocada que me encuentro en mi punto de vista sobre la vida, mi manera de creer y crear. También me resulta entretenido, aunque no tanto claro. Procuro comprender ese otro lado de las cosas, esa visión que la cultura ha dejado sobre lo que creo, sobre esa visión de la fe que debe resultar tan desconcertante para una sociedad Patriarcal, para una forma de ver el mundo por completa contraria a la mia. Lo he logrado, casi siempre. En otras no tanto. Igualmente, el mero hecho de poder discutir mi punto de vista, es un gran paso. Es una manera de mirarme, más allá de quién soy y de analizar esto que llamo "mi visión de las cosas" desde otra perspectiva.

Pero volvamos a la conversación que se quedó a medias. Mi interlocutor me observa, y al parecer se está preguntando con genuino interés ¿Por qué no realmente una creencia como la de Aglaia en esta época?. Por último, se inclina, observándome como si lo hiciera por primera vez.

- Una bruja, entonces.
- Ni más ni menos.
- No vuelas.
- Ni como niños, tampoco.
- ¿Que haces entonces?
- Creo.

Porque en resumidas cuentas, la brujería es sin duda una manera de creer.

De la Luna al sol: La creencia como forma de crear. 


Cuando hablo de Brujería, no me refiero por supuesto a esa idea que engloba cualquier creencia no católica o Cristiana bajo una misma denominación. De hecho, es el error más común que se comete: Confudir la brujería o mejor dicho, la Creencia en la Diosa, en cualquier manifestación de fe que no tenga relación con el monoteismo establecido. Por supuesto, la brujería tiene su identidad propia y una forma de comprenderse así misma por completo autónoma: En la religiones más antiguas - en las que por supuesto, se cuenta la Brujería - poderosas y salvajes divinidades femeninas presidían las tradicionales ceremonias de iniciación femenina y enseñaban a las mujeres todas las fases de la vida creativa natural, desde la doncellez a la maternidad, hasta la vejez. Lo primitivo, lo originario, lo brutal y lo crudo era aceptado como parte de la vida - de hecho lo era - y comprendido como parte de una idea general de todas las cosas: una estructura de la memoria universal totalmente válida, portentosa, inabarcable por la mente humana. Sin embargo, esa percepción sincrética y profundamente espiritual terminó convirtiéndose en un estigma: En muchos casos, las mujeres que amaban y adoraban a la Madre Naturaleza tuvieron que proteger cuidadosamente su vida. Al final,la sabiduría de quienes comprendían la memoria natural como una voz cruel y pura, violenta y maternal - la eterna dualidad incontestable del Universo - se transformó en un mito de la memoria y tomó la forma de los cuentos de hadas, el folclore, los estados hipnóticos y los sueños nocturnos más antiguos. Gracias sean dadas a esa idea cultural destructora e intolerante que insiste en una única creencia.

No obstante, con el correr del tiempo, los sistemas religiosos han enterrado esa venerable deidad salvaje - que no obstante, persiste en nuestro espíritu - en la busca de orden, valores morales accesibles, una cierta coherencia en medio del valor humanista de la vida y nuestra comprensión del mundo y la realidad. Por supuesto, ninguna creencia moral actual tiene como uno de sus preceptos adorar y venerar a la Gran Madre Oculta, esa fuerza furiosa y  que se vincula directamente con nuestra forma de pensamiento más proverbial y profunda. Todas propugnan e insisten en la sumisión del poder espíritu a una Divinidad  que juzgara o perdonará nuestros errores, creacionista pero a la vez mecanicista, que a su vez deriva en un pensamiento filosófico que propugna la verdad absoluta.

Sonrío, mientras enciendo las velas de mi altar, repleto de flores, los símbolos de las deidades en las que creo, la Luna brillando en medio de la estrella de cinco puntas. La libertad de un pensamiento personal, de un principio personal que ningún dogma podrá doblegar jamás. Me dejo caer ante el circulo de luz, que danza e ilumina la oscuridad, dándole sentido a un mundo intimo. Extendiendo las manos y por un momento, toda palabra y todo pensamiento pierden sentido, en la  sensación que palpita en mi pecho. La hija de la Diosa, la Bruja, la niña que fui, la mujer que soy, la ciudadana corriente, el espíritu libre que aspiro ser. Las manos extendidas sobre el calor del fuego, la sensación de puro poder personal que me abruma, que me envuelve y otorga sentido y valor a cada una de mis convicciones, esa comprensión de la tolerancia hacia mi propio rostro en el espejo. El viento golpeando la ventana, la tierra Madre sosteniéndome en su regazo. Palpita en todo mi cuerpo la fervorosa sensación de una creencia más antigua que mis pensamientos, solo una sensación oblicua y poderosa.

Porque en mi caso, tal vez el nombre de bruja resuma ese poder que adquirí a medida que comprendí el poder de pensar y crear como una manera de crear:  entregada a la tarea de la profunda iniciación y el desarrollo de la conciencia. Me cuestiono una y otra vez, en busca de la nutritiva naturaleza salvaje, la antigua sabiduría que es una sabiduría Universal, un conocimiento eterno y perdurable, atemporal, magnifico, sin nombre ni voz. Un conocimiento arquetípico, sin medida ni confín.

La necesidad de un tiempo nuevo, la fuerza de la Diosa secreta en mí.

Así sea.

viernes, 29 de marzo de 2013

Proyecto Un libro cada Viernes: Rebecca de Daphne du Maurier






Una vez escuché que Daphne Du Marier escribió el libro "Rebecca" para comprobar si realmente podía escribir una historia sin nombrar jamás a la protagonista. Y lo logró. También intentó contar una historia donde otra de las protagonistas estuviera muerta pero apareciera en cada escena. Y lo logró también. De manera que "Rebecca" no es una historia sencilla, aunque parezca serlo. Porque lo singular - lo inquietante - de esta novela no solo lo que se cuenta - que ya podría serlo por si solo -  sino la manera como la escritora supo crear un ambiente oprensivo para contar lo que parece ser un juego de espejos donde lo terrorífico se confundirse con normalidad quebradiza y por momentos asfixiante.

Y es que en "Rebecca" nada es lo que aparenta: Hay una dualidad casi desconcertante en cada elemento de la historia, en cada uno de los personajes. Desde la pareja que protagoniza lo que por momentos parece ser una típica historia de amor - y que terminan siendo blanco de una malsana obsesión - hasta el mismo trasfondo ambiguo de una historia donde nada se comprende a una primera lectura. Y es que el lector se encuentra en la disyuntiva de decidir cual es la historia que se cuenta, y quién la cuenta. ¿Es el relato de la obsesión por la memoria de Rebecca? ¿Es la visión de esa inquietante ama de Llaves que intenta mantener vivo su recuerdo de una manera casi retorcida? ¿Es el miedo de anónima narradora, atrapada en una circunstancia que le supera, que apenas comprende y no puede controlar? Las tres visiones parecen confundirse por momentos, para crear algo más y quizás, convertir al lector en parte de la narración  en otro personaje anónimo dentro del inquietante mundo de sombras y confusión creado por la autora.



Tal vez por todo lo anterior, "Rebecca" fue un libro innovador para su época: con su prosa elegante y precisa, mezcla lo intimista, el drama psicológico, la acción y la intriga para crear una atmósfera abrumadora, por momentos aterrorizante. Porque el triunfo de "Rebecca" - como novela y como ejercicio creativo -, reside justamente en que es indefinible, una serie de hilos narrativos cuidadosamente ordenados para contar una historia que se diluye por momentos en la perspectiva de sus personajes para luego, encontrar la manera  de construir su propia atmosfera.  Muy probablemente por ese motivo, Alfred Hitchcock decidió llevarla al cine en una película tan intrigante como su gemelo literario. Brillante, metódica pero sobre todo, brillante en su manera de recrear el clima malsano y desconcertante de la novela, el director comprendió que el mayor secreto de "Rebecca" no es el que se esconde en las habitaciones cerradas de la enorme Mansión misteriosa, si no en ese fino hilo que une la historia entre sí para crear algo por completo inesperado.



¿Donde puedes comprar la novela en Caracas?

Lamentablemente, no he visto el libro en ninguna librería desde hace unos seis años.

Como siempre, si deseas leer la novela en formato digital, déjame tu correo electrónico en los comentarios y te la envío!

miércoles, 27 de marzo de 2013

Brujear para crear: Luna Llena de Marzo.





Todavía me hace sonreír, el recuerdo de la primera vez que celebré Luna Llena con mi abuela - la bruja, la sabía -. Tenía unos seis años y estaba todo lo asombrada que puede estar una niña de participar en un ritual que me parecía tan misterioso. Por supuesto, fue algo sencillo: sentada con mi abuela en la oscuridad, con una vela blanca entre ambas y la ventana del balcón abierta, la Luna brillando en una noche tan clara como olorosa a promesas. Pero para mi seis años fantasiosos, era todo un acontecimiento, aquel rato donde la magia parecía tan real, tan cercana. Recuerdo haber cerrado los ojos para escuchar el sonido del viento y sentir casi miedo por su belleza. Y más allá, la sensación que me acompaña desde entonces cuando pienso en mi tradición, en esa herencia que llevo a todas partes como mi lenguaje más privado: Maravilla y amor. Tanto amor.

El poder de crear.

De la Luna y otros misterios: Luna Llena de Marzo.


Tradicionalmente, durante la luna llena, se realizan rituales con la intención de favorecer las percepciones psiquicas, lo que es llamado por algunas tradiciones "La naturaleza Lunar". Muchas de las manifestaciones de energía que las brujas realizan durante este período lunar, están destinadas a acentuar el yo intuitivo, el instinto e influencias subconscientes. No obstante, no necesitas ser bruja o pertenecer a una tradición mágica para llevar a cabo un ritual sencillo que te permita entrar en contacto con esa parte más profunda de tu visión de las cosas, esa aspiración de construir ideas y mundo a través de tu mente y que tan ingenuamente, llamamos imaginación.


Materiales:

Cera de vela o en su defecto, tinta negra.
Hojas de Laurel.
Te de Saúco ( o en su defecto te negro)

Disposición:

Toma las hojas de Laurel y trituralas lo más que puedas. Mezcla el resultado con el té negro y déjalo descansar durante el día que anterior a la noche de luna llena.

Durante la noche de Luna, toma la mezcla y viertela en un recipiente de color claro. Ahora, toma entre tus manos la cera de vela o la tinta y realiza la siguiente invocación, con estas palabras u otras, mientras mantengan el sentido:

" Invoco el poder de la Gran Diosa Blanca
para que a través de su energía los símbolos de mi mente me sean claros y cercanos
en el claro de luna canto su nombre secreto
en la noche de celebración
invoco el poder del mar, la montaña el canto del viento
y el fuego purificador.
Otorgame el poder de ver
permiteme comprender
crea poder en mí
crea sabiduría en mí
Así sea"

Deja caer un poco de la cera ( derritela previamente sobre la llama de una vela ) o la tinta dentro del recipiente. Cierra los ojos y rodea el recipiente con tus manos mientras piensas:

"Que lo oculto se revele
Todo lo que fue y será
Desde mi mente y mi corazón
que pueda ver lo invisible"

Focaliza tu energía en el propósito de descubrir mensajes o señales de tu subconsciente a través de los simbolos que formará la cera de vela o la tinta sobre la superficie del liquido. Concéntrate todo lo que puedas, y luego abre los ojos y mira las formas que ha adoptado la cera o la tinta. Percibe todos los sentimientos que tengas en ese instante. Intenta interpretar lo que vez respecto a tu concepto personal de las cosas, a tu propia perspectiva de tu entorno y tus circunstancias.

Sí lo deseas, anotas tus impresiones en una hoja de papel y la última noche de luna llena, quémala en la luz de una vela blanca, invocando el poder de la Diosa para impregnar tu mente de una mayor percepción de ti mismo.

Desnuda y junto a una única vela encendida, miro la noche a través de mi ventana. La niña que fui aún sonríe asombrada por esa conexión con la fe, con lo eterno y lo intimo cada noche de Luna Llena. La mujer que soy sonríe también, emocionada y honrada de continuar construyendo su propio camino, de aspirar a esa comprensión profunda de mi propia fe y más allá, de mi capacidad para soñar. La verdadera magia.

C'est la vie.

martes, 26 de marzo de 2013

Delirios y reflexiones: ¿Cuales son los conocimientos imprescindibles que todo fotógrafo debe tener?



Cuando los fotógrafos se reúnen hay un par de temas de conversación en común: equipo, por supuesto - el más novedoso, reciente, el más necesario - y uno un poco más abstracto, pero igualmente inevitable: El conocimiento fotográfico. Porque con mucha frecuencia, un fotógrafo se pregunta ¿Que hace a un profesional de la fotografía serlo? ¿Que lo define como parte de una comunidad? ¿Existe de hecho una identidad fotográfica? Más aún ¿Existe un conocimiento básico que defina al fotógrafo en formación? Por supuesto, se trata de un tema ambiguo, un poco complicado y que la mayoría de las veces carece de verdadera respuesta. Porque admitamoslo: la fotografía es una disciplina en constante crecimiento, un arte que evoluciona y se crea así misma a través de la práctica, la evolución y la comprensión de su metodología y más allá, se cuestiona una y otra vez, como técnica, como arte, como simple hecho documental. De manera que, no hay una respuesta sencilla a todas las interrogantes, y de hecho, dudo que exista solo una. Quizás, el constante cuestionamiento forma parte de la juventud de la fotografía como visión de la realidad. O solo parte de su concepto más general.

Cualquiera sea el caso, todo fotógrafo continúa cuestionandose, encuentre respuestas o no a sus inquietudes. Y no soy la excepción: la mayor parte de mi vida he fotografiado y crecí haciéndome todo tipo de preguntas sobre el hecho, la visión y la perspectiva de la creación visual. No recuerdo una sola vez donde haya tomando una fotografía y no me haya preguntado cual es el valor de la imagen que creo, de la idea que aspiro expresar, de ese documento creativo y artístico que construyo con esfuerzo cada vez que sostengo una cámara. Y es esa necesidad siempre insatisfecha de respuestas, lo que me ha hecho siempre intentar encontrar no solo una manera nueva de mirar la fotografía - un hecho concreto que brinde sentido a lo que es la imagen como forma de expresión - sino de mi misma, como apasionada de lo que se cuenta a través del mundo visual. Sobre todo, durante muchos años me obsesionó saber que necesitaba saber para convertirme en una fotógrafo o que conocimientos me harían ser una. Con los años, la pregunta se hizo menos método y mucho más reflexión y es lo que hoy, me hace escribir este artículo: ¿Que conocimientos son imprescindibles para el fotógrafo?

Por supuesto, no es una idea sencilla, y me llevó algunos días de investigación encontrar una respuesta. Me dediqué a preguntar, a leer y sobre todo, a analizar mi trabajo fotográfico hasta llegar a una conclusión, o mejor dicho, algo parecido a una síntesis de todo lo que ha sido para mi la experiencia detrás del lente. Claro está, de inestimable ayuda, las respuestas de mis profesores, colegas, amantes de la fotografía o simplemente, ese apasionado anónimo que me respondió intentando comprender el cuestionamiento como una manera de analizar lo que es la fotografía a través de un concepto general. Una experiencia extraña y enriquecedora, comprender la fotografía a través de otra perspectiva. Y esto fue lo que encontré:

¿Cuales son los conocimientos básicos que todo fotógrafo debe tener? Según varios profesionales y apasionados que consulté, esta es la respuesta:


* Una amplia  Cultura general:

Porque un fotógrafo, es ante todo un gran observador: de su historia, de su realidad, del mundo que le rodea, de manera que un amplio conocimiento sobre arte e historia, le brindará la suficiente amplitud de miras para interpretar el mundo a su manera. Un buen fotógrafo siempre buscará referencias, compondrá la realidad a través de sus experiencias, conocimientos e interpretaciones y esa visión única, esencial e individual lo que le brindará poder y coherencia a su lenguaje visual.  Una fotografía, es en esencia, la consuencia del mundo que el fotógrafo comprende como propio, su experiencia entre el concepto meramente introspectivo de lo que intenta mostrar y lo que muestra, así que es esa capacidad para comprender - comprenderse - el mundo lo que hace el documento visual meritorio.  Ya lo decía el fotógrafo Pavo Vera:  "Vaya mucho al cine, vea muchas obras de arte, lea mucha poesía y después en dos horas yo le enseñaré a hacer fotos"


* Comprender la luz:

Y no me refiero a principios básicos de iluminación, como me insistieron varios fotógrafos. La comprensión de la luz - y su relación con la imagen - es un conocimiento básico que el fotógrafo obtiene a través de la observación, de su capacidad para interpretar la luz como un medio de creación, quizás la herramienta más poderosa al momento de expresar las ideas visuales que desea construir. La luz es de hecho, el elemento primordial en toda construcción visual: es la que define una escena, la que brinda dramatismo, la que construye una idea básica a través de su relación con el objeto, el ambiente, la misma percepción del fotógrafo sobre ella. De manera que la comprensión de ese delicadisimo equilibrio entre la luz y la sombra, es de hecho, uno de los conocimientos esenciales que todo fotógrafo debe poseer. Y es un conocimiento que solo se obtiene con la experiencia, con la observación sensible, con la necesidad de asumir la fotografía como un hecho introspectivo y más aún, una manera de crear.


* Contacto con la realidad:  

La fotografía es una interpretación del mundo real, como lo es cualquier arte. Pero quizás, debido a su inmediatez y su caracter de documento, se necesita un profundo conocimiento del mundo real - del diario vivir, del día a día - para crear un lenguaje visual coherente que pueda expresar la perspectiva personal del fotógrafo sobre lo que está viviendo o al menos, como lo concibe. Varios de los fotógrafos a quienes pregunté sobre el particular, me insistieron que una buena manera de concebir la fotografía como un hecho personal, es comprender que no necesitas una cámara para captar el mundo. Caminar por la calle donde vives, tu ciudad, recorrer lugares que ames o aquellos que te sorprendan o te sean desconocidos, te brindará una experiencia de inestable valor, una manera de asumir el hecho visual como una consecuencia de ese análisis interminable que hace el fotógrafo de la idea del mundo que construye con su opinión en imágenes y más allá, su comprensión de si mismo.


* Mensaje fotográfico: 

Todos tenemos algo que decir, y la fotografía es sin duda, es una poderosa manera de hacerlo. No obstante, la imagen necesita componer un mensaje, construir una idea a media que evoluciona más allá de la idea pura, del concepto sin más. Y es por ello que el fotógrafo, necesita encontrar ese objetivo verbal traducido en imágenes, esa idea perenne que subyace más allá de la forma fotográfica simple - tomar fotografías solo por el gusto de hacerlo - para encontrar un meta lenguaje que le permita no solo comprender su mundo, sino además construir una manera de mirar lo que le rodea, personal e intima.

Una lista sencilla, pero que creo resume la manera como el fotógrafo actual concibe la fotografía: esa curiosa combinación de arte, comprensión y consecuencia. ¿Y tu, que me lees, que piensas? ¿Que otro conocimiento esencial debería tener el fotógrafo actual? Nos leemos en los comentarios!

De la Biblioteca del Fotógrafo: Los cinco libros que creo, todo fotógrafo debería leer al menos una vez.






Hace unos días, y mientras ordenaba la Biblioteca EFA - a propósito de hacerlo, sin duda - me pregunté, cuales libros habían marcado un antes y un después en mi visión sobre la fotografía. Me asombro, que de pronto, el pensamiento pareció flotar no solo sobre mi concepto fotográfico, sino a través de mi manera de concebir el arte de crear imágenes. Por unos días, me dediqué a analizar la idea desde todos los puntos de vista, y más allá, comprender el hecho de la fotografía como una idea en sí misma.

A la fotografía - como ciencia, como arte - se le suele menospreciar muchísimo. Tal vez se deba a que es una disciplina relativamente nueva o que la técnica suele confundirse con lo esencial. No lo sé. Cual sea el motivo, con frecuencia suele confundirse el arte de la fotografía con la mera técnica, con el hecho concreto de fotografiar  Una idea lamentable sin duda, que disminuye el valor esencial, creativo de la fotografía como forma creativa. Porque lo es: No obstante que el oficio del fotógrafo depende de una herramienta mecánica, es también un lenguaje creado a partir de la experiencia sensorial y emocional de quién sostiene la cámara. Y es que la fotografía es sin duda una forma de expresión artística tan contundente y compleja como puede serlo la pintura, la música o la escritura. Una buena fotografía - esa, que te roba una mirada, que detiene el tiempo - es una manera de concebir el mundo profundamente intuitiva. Es una creación perentoria, una necesidad insatisfecha. Una fotografía, es sin duda no solo el documento que cuenta, sino también, la perspectiva de quién lo cuenta.

Por ese motivo, cuando me pregunté cuales son los libros de fotografía que más han influido en mi manera de crear - fotografiar - escogí cinco que son, en si mismos, un debate semiológico y simbólico sobre la imagen. Porque la técnica fotográfica puede aprenderse - de hecho, se aprende casi por esa inercia de la práctica, de la curiosidad - pero ese método emocional, es lenguaje en imágenes, es un proceso tan personal como intimo, tan profundamente poderoso que resulta ilimitado en sus posibilidades. Y ese poder de creación, lo que hace a la fotografía una perspectiva única de mirar el mundo.

De manera que, ¿Cuales podrían ser esos libros que considero indispensables en mi educación fotográfica? Los siguientes:


La cámara lúcida de Roland Barthes:

Publicado en 1980, es uno de los ensayos más completos sobre el aspecto emocional de la fotografía que he leído. Como autor y fotógrafo  Barthes recorre con opinión critica y creativa su propia mitología personal y gracias a este meticuloso análisis, crea teoría diversas sobre la motivación del fotógrafo  su aspecto creativo y sobre todo, su capacidad para expresar ideas conceptuales e intimas a través de la imagen. Recomendados para todos aquellos que desean comprender no solo el como fotografiar, sino el porque hacerlo. Además, Barthes posee la enorme sensibilidad del observador desprejuiciado, de quién crea un lenguaje en favor de las ideas antes que la técnica. Uno de mis favoritos de siempre.



El Beso de Judas, Joan Fontcuberta:

En el mundo contemporáneo las apariencias han sustituido a la realidad. No obstante la fotografía, una tecnología históricamente al servicio de la verdad, sigue ejerciendo una función de mecanismo ortopédico de la conciencia moderna: la cámara no miente, toda la fotografía es una evidencia. A partir de vivencias personales, Joan Fontcuberta critica esta creencia y reflexiona sobre aspectos fundamentales de la creación y la cultura actuales.


La fotografía como Documento Social de Gisele Freund:


La fotografía, puede ser interpretada como documento y como obra de arte: la información y la estética son documentos históricos que parecen recorrer el mismo camino en cuanto a lo que a la imagen se refiere. De manera que, la historia de la fotografía no puede ser solo la historia de una técnica, sino como documento social. Y es por ese motivo, que el Libro de Gisele Freund es en mi opinión, indipensable, al momento de construir un criterio válido sobre lo esencial - lo que crea, lo que elabora - en un lenguaje fotográfico. Puede afirmarse que La fotografía como documento social (Photographie et Societé, 1974) es, no sólo el trabajo más importante de la autora, sino indudablemente el más ambicioso y profundo, por el tono del análisis de los hechos que nos relata a modo de historia sociológica, política y artística de la Fotografía, desde sus precursores hasta nuestros días.


Sobre la fotografía de Susan Sontag:

Sontag, con su enorme capacidad para el análisis y la reflexión sobre sucesos sociales abstractos, nos ofrece en "Sobre la Fotografía" un concepto refrescaste sobre la fotografía  su relación con la sociedad y el sujeto cultural que intenta recrear a través del lente. Aunque durante mucho tiempo, se criticó el texto por su carencia de uniformidad y consistencia - la estructura toca en ocasiones puntos extremos y los puntos de vista de la autora se imponen sobre las ideas principales, más allá de la visión fotográfica - el libro posee una visión única y valiosa sobre la fotografía como documento histórico y cultural. Sontag, con su enorme necesidad de cuestionamiento, crea un debate particularmente interesante sobre la belleza, el simbolismos, los aforismos visuales y sobre todo el poder evocador de la fotografia.


Fotografiar al Natural de Henri Cartier Bresson:

Cartier Bresson creó una manera única de construir un lenguaje visual: construyó alrededor de su propia capacidad de observación un estilo fotográfico único. Critico y un extraordinario filosofo de la capacidad visual del fotógrafo  sus obras sobre la fotografía y su forma más esencial son una influencia decisiva dentro del mundo del creador visual contemporáneo.

Fotografiar al Natural recopila sus textos principales y más debatidos, como lo son "El Instante decisivo", "Los Europeos" y numerosos relatos sobre sus distintos viajes a diferentes partes del mundo. La intensidad de la narrativa así como sus certeros análisis visuales constituyen un documento único sobre el mundo visual contemporáneo.

¿Una lista corta? Tal vez, pero aún así, una revisión a la manera como concibo el mundo de la fotografía y sobre todo, la imagen como documento creativo, social y estético. ¿Quieres recomendarme algún libro? Nos leemos en los comentarios!

Recuerda: Si deseas leer cualquiera de los libros que menciono, déjame tu correo electrónico en los comentarios y te lo envío!

lunes, 25 de marzo de 2013

Delirios y manias: Las cinco películas que me dieron lecciones sobre fotografía, sin cámara de por medio.






Hace pocos días, conversando con mi amigo @JhGarcia, surgió un tema muy interesante que pocas veces había analizado con seriedad: Si tuviera que escoger ¿Cuales serían las cinco películas que todo fotógrafo debería ver sin que su tema sea la fotografía? Hablamos de películas cuyo peso visual sea el suficiente como para mostrar una nueva manera de comprender la imagen, y sus recursos visuales sean tan poderosos como para dejar una impresión perdurable en la mente de un fotógrafo. Durante un par de días, me pasé revisando mi colección de películas favoritas, preguntando por aquí y por allá y aunque la lista es enorme, decidí hacerla muy corta y resumirla en los cinco film  que me permitieron aprender algo sobre fotografía mientras las disfrutaba. Y ellas son:

Apocalipsis Now: de Francis Ford Copola:

Considerada una de las películas más complejas e importantes del cine de la década de los '70, es también un prodigio visual: Su director de fotografía - el magnifico  Vittorio Storaro - creó para historia un mundo de colores y sombras que escenificó esa idea insistente del descenso a los infiernos de los personajes, el temor, la locura, la crueldad. Basándose en una paleta de colores muy saturada y el dramático uso de la luz para brindar tensión a las escenas, Storaro construyó una atmósfera sorprendente realista para historia. Asombroso, la impecable belleza de las escenas, meticulosamente planeadas para recrear el ambiente opresivo de la Guerra y poco después, de una angustia casi existencialista. Desde sus primeras imágenes la película cautiva con una estética única y sobre todo, su capacidad para recrear la tensión densa e insoportable del libro "El corazón de las Tinieblas" en el cual está basada la película.


¿Quieres verla online? Te recomiendo este link: http://www.peliculasyonkis.com/pelicula/apocalypse-now-1979

El Portero Nocturno de Liliana Cavani:

Esta película - la obra cumbre de la directora italiana Liliana Cavani -  siempre será controversial, no solo a nivel argumental - que ya bastaría para asombrar al espectador más ecuánime - sino por su poderosa puesta en escena. Una historia compleja y durísima, cuya estética deja una huella perdurable: El uso del color para acentuar el dramatismo de las escenas, la luz como herramienta para brindar carácter a los personajes y escenarios. Con una iluminación  increíble, la estética de la película fluctúa entre lo retorcido y lo bello, en un raro equilibrio visual muy bien logrado. ¿ Para el recuerdo? La manera como el juego de luces y sombras recrea la dualidad del personaje femenino principal - Lucía, cuyo nombre significa "luz" - y su desconcertante temor a la luz. Un juego de ambigüedades con una estética magnifica.

¿Quieres verla online? Aquí una recopilación bastante aceptable en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=Ar_nMR624nU


El Padrino ( Primera parte ) de Francis Ford Coppola: 

Un clásico siempre lo será, y más aún si ha envejecido de una manera tan digna como esta gran película. Con una producción de Lujo, el Padrino - al menos su primera parte - tiene mucho de cine independiente y experimental, con este joven Coppola creando en imágenes toda una lección de ritmo. No obstante, la estética de la película brilla por si sola: con sus altos contrastes de luz y de sombra, sus planos cenitales que sugieren una dureza visual inusitada y esos inquietantes primeros planos a los personajes en sus momentos más críticos, el director de fotografía Gordon Willis logró una estética entre lo urbano, lo clásico y una depuración del tradicional cine de gangster. No obstante, en El Padrino hay mucho más que un ejercicio de estilismo: hay un tipo de elegancia muy cuidada y sobre todo, una atención al detalle que convierten cada imagen en una documento visual inolvidable.

¿Quieres verla online? Te recomiendo este link: http://www.peliculasyonkis.com/pelicula/el-padrino-1972

Chinatown de Roman Polanski: 

Siempre he pensado que Roman Polanski es un artista incomprendido: considerado genio y a la vez una gran decepción como director y creador visual, esta a medio camino entre la admiración y el repudio. Tal vez se deba a su turbulenta vida personal o al hecho de tener una desigual carrera fílmica: cualquiera sea el caso Polansky creó todo un nuevo estilo visual en su celebrada Chinatown y demostró, que al margen del prejuicio es un director muy conciente que toda buena historia, debe tener también, un considerable peso visual. Y que clase de lección de estética y de belleza visual nos brinda en "Chinatown": Asombroso la manera como las escenas - cargada de pequeños juegos de luz y de sombra - parecen definir a los personajes y más allá, crear un nuevo discurso visual dentro de ese cine negro tradicional donde todo parecía estar dicho. Porque Polansky demostró que el cine es una cuestión de atmósferas y es en ChinaTown donde encontramos una verdadera lección sobre esa especial  idea estética de la imagen al servicio de la narrativa cinematográfica.

¿Quieres verla online? Te recomiendo este link http://www.peliculasyonkis.com/ficha/pelicula/chinatown-1974

American Beauty de Sam Mendes: 

Sin duda, el director Sam Mendes siempre sorprenderá con una estética visual depurada, milimétrica y llena de un simbolismo casi hipnótico. Tal vez se deba a su buen hacer como director Teatral o a su instinto como creador visual, el hecho es que el director ha sabido encontrar en la creación de atmósferas y una estética casi minimalista, su propio lenguaje visual. Y tal vez la película "American Beauty"  - curiosamente su primera incursión en el Hollywood comercial - sea donde mejor se demuestra ese gusto de Mendes por hablar en imágenes, por transmitir ideas complejas a través del lenguaje visual: American Beauty es una película de una belleza sobrecogedora, de un poder visual apabullante, y de una contundencia basada principalmente en su capacidad para sorprender a través de giros estéticos tan bien pensados como hermosos. ¿Para el recuerdo? La capacidad de Mendes para trascender lo cotidiano y expresar lo introspectivo a través de imágenes muy concretas: La adolescente y tentadora Mina Suvary envuelta en pétalos de rosas o la bolsa solitaria, danzando en el aire, toda una metáfora de la circunstancia visual. Una película que desconcierta, no solo por su extraordinaria utilización del color, luz y sombra sino además, de la simbología como lenguaje filmico puro y duro.

¿Quieres verla online? Te recomiendo este link: http://peliculas21.biz/american-beauty.html


Una lista muy corta sin duda. Y es que probablemente sea casi imposible resumir todas las películas que han creado, a través del lenguaje cinematográfico, toda una nueva estética. ¿Cual crees debería incluir en esta lista? ¿Cuales son tus cinco películas imprescindibles? Nos leemos en los comentarios!

domingo, 24 de marzo de 2013

Del Simbolo a la creencia: La Simbologia de la Luna en diferentes culturas.






La mitología que rodea a la Luna es tan antigua como intrigante: prácticamente no existe cultura o creencia que en algún momento, no haya adorado o mitificado a la célebre Dama nocturna. Por supuesto, en las creencias donde la figura femenina es parte importante,  existe una gran variedad de leyendas e historias relacionadas con la Luna, algunas de las cuales tienen su origen en mitos e historias mucho más antiguos. Muchas veces, son simples apreciaciones exageradas, en otras ocasiones se encuentran vinculadas a una percepción de lo desconocido muy primitiva y esencial. Todas sin embargo, ensalzan la importancia de nuestro vinculo con la Luna, el símbolo de la Gran Madre Secreta en numerosas creencias paganas.


Del velo del misterio al Sueño nocturno. 

Al investigar un poco sobre los orígenes de la adoración a la luna, sorprende un poco encontrar que no es una visión nueva, sino que de hecho, forma parte de un grupo de creencias ancestrales más o menos rastreables a través del tiempo hasta sus orígenes más remotos. Entre los mitos más antiguas se encuentran, de  hecho, los de Israel y Babilonia, que por mucho tiempo profesaron adoración a a Luna como símbolo femenino e incluso, como representación celeste del misterio y el enigma. Por supuesto, la costumbre era foránea - al menos en el caso Israelita, que ya por entonces daba sus primeros pasos hacia el monoteismo -  y tal vez heredadas de culturas mucho más antiguas. No en vano El profeta Jeremías predicaba en contra de la adoración a Luna que los antiguos hebreos habían copiado de los fenicios y los babilonios: "Observan lo que hacen en las ciudades de Judea y en las calles de Jerusalén. Los niños recogen la Leña, los padres encienden el fuego y las mujeres hacen los bizcochos para la reina del cielo". Esta reina del cielo a la que se refería Jeremías era probablemente Ashtoreth, la Diosa de la fertilidad y de la Luna entre los fenicios, más tarde identificada como Isthar en Babilonia.

Con el correr de los siglos, sin embargo, la creencia en la Diosa que la Luna representaba perduró en el tiempo, a pesar de contradecir la mayoría de los cultos Patriarcales y monoteístas que comenzaron a prosperar en diferentes culturas. Por ejemplo: Jericó, la famosa ciudad Bíblica cuyas paredes fueron destruidas  por el mítico Josué y los israelitas, estaba dedicada a la Diosa Lunar Jerah a quien también se le ofrecían bizcochos y otras delicadezas. Muy probablemente, la leyenda entera tenga algo de simbólico, de esa lucha ancestral que comenzó a sucederse en las tribus entre las deidades femeninas y masculinas. Resulta curioso encontrar numerosas referencias a la "Diosa ímpia" representada en ocasiones por mujeres poderosas y crueles y a la vez, por la Luna, siempre considerada un simbolo auspicioso entre las sociedades más primitivas del medio Oriente y otras regiones meridionales asiáticas.


De la costumbre al mito: La visión de la tierra y el tiempo. 

No obstante, la creencia en la Luna - como metáfora y símbolo de la Diosa Madre primigenia - no se limita a una contradicción de la idea con su contraparte masculina.  Existe una clara preeminencia de la figura femenina en culturas donde lo sagrado por mucho tiempo fue considerada un concepto más relacionado con  creacionismo que con el Mecanicismo  La Diosa era la madre, amante y cruel, que daba la vida y otorgaba la muerte. Y tal vez, esa metáfora del poder divino y también terrenal se tradujo en la insistencia de tribus y otros conglomerados culturales en jerarquizar la linea matrilineal sobre la patriarcal al momento de nombrar heredero real. También sorprende, que la mayoría de las festividades relacionadas con rituales de poder, tenían una estrecha relación con el ciclo lunar. ¿Una manera de venerar a la Diosa sin nombre o reconocer su existencia de manera tácita?

La costumbre de ofrecerles bizcochos a las Diosas Lunares - que aun conserva buena parte de la Tradición mágica Europea y oriental - también se practicaba en Egipto, la China y la India. Esta costumbre persistía aun en Lanchashire, Inglaterra en el siglo XVIII. Y se cree que los panecitos de frutas con cruces de azúcar populares en los Estados Unidos durante la celebración de la Pascua Florida, provienen de costumbres paganas asociadas con la Luna.

En la China aun se preparaba bizcochos lunares los cuales se hornean en moldes redondos con diseños lunares en formas de crisantemos. Estos bizcochos están rellenos con maíz, nueces, almendras, pedacitos de albaricoque secos y pasas. Se preparan durante el festival de la Luna en la mitad de agosto que es la época de la vendimia en la China. Estas ofrendas lunares se hacen para obtener de ella el don de la fertilidad y de la vida y ayuda durante las cosechas.

En el Japón, la Luna de la cosecha se conoce como la Luna del Boniato o patata dulce. En esa noche, que tiene lugar en el octavo mes del calendario japonés, se acostumbraba poner ofrendas de la planta conocida como susuki en los balcones de las casas para asegurar una buena cosecha. El Susuki se usa porque se parece a la raíz del arroz. Los japoneses acostumbran observar a la Luna en determinadas fechas. Observar a la Luna se conoce como Tsukimi y la fecha ideal es la noche de Luna llena de la cosecha, llamada Jogoya.

Un pensamiento intrigante, ese de analizar la simbología de la Luna más allá de su mera idea romántica y tratando de encontrar sus raíces históricas. No deja de preguntarse el curioso, el que investiga por mera y pura curiosidad - como una servidora - hasta donde llega esta influencia secreta, sutil pero evidente de la Diosa, esa figura femenina ambigua, mortal y amante, que forma parte de la mayoría de las creencias actuales. Una idea para analizar, y quizá para debatir, en esa región abstracta de nuestra mente que con tanta ingenuidad llamamos convicción.

C'est la vie.

sábado, 23 de marzo de 2013

Celebrando la hora de la Tierra a la manera de las Brujas: Brujeando!







Camino por la calle, a paso rápido, abrumada por el ruido y ese agotamiento inevitable del peatón. Me tropiezo con alguien más, insulto por lo bajo, sostengo con fuerza mi morral. Sigo caminando. Y la sensación de sentirme un poco fuera de lugar bajo ese sol radiante del mediodía  entre la multitud de rostros que me rodean es casi insoportable. Inclino la cabeza, miro al suelo, y tomo una larga bocanada de aire. Intento calmarme. Me siento indefensa, tan solitaria, Quizá simplemente triste.

Me sobresalto. Sin que lo note, alguien se acerca y me extiende un papel. Con la paranoia del caraqueño veterano, miro a la mujer con desconfianza. Rostro regordete, grandes ojos amables. Y una gran sonrisa. La sonrisa de los valientes, de los que sobreviven al día a día. ¿Que me entregas? Tomo el papel.

"La hora de la Tierra. ¿Cuantos minutos dedicas a la Gran Madre durante tu vida?

La mujer continúa de pie, aguardando quizá. Y de pronto, tengo ganas de sonreír. De sonreír con todos los dientes, a pesar del calor, de la incomodidad general de un día cualquiera en esta ciudad caótica y árida. Porque de pronto, ese sol que quema, radiante y metálico, no me desagrada. Levanto el rostro, tomo una bocanada de aire - de luz - e intento calmarme. Cuando miro de nuevo a la mujer, ella también sonríe. Ella me entiende. Sin decir nada más, vuelve a la multitud, repartiendo al resto de los transeúntes distraídos y malhumorados su pequeño mensaje. Continuo caminando. Aprieto entre las manos el papel. No dejo de sonreír.

Sesenta Minutos para la Tierra: Un pequeño milagro.


Investigando un poco, encontré que la iniciativa de Fondo Mundial de la Naturaleza ( WWF, en inglés ) no es nueva: desde hace cinco años, miles de personas se han sumado a La Hora del Planeta,  que se lleva a cabo cada día  23 de marzo a las 20:30 horas, hora local de cada país.

La premisa es tan sencilla como contundente: "El mundo entero está ocupando los recursos naturales equivalentes a un planeta y medio para substituir". Una idea preocupante, si tomamos en cuenta que el medio ambiente es incapaz de sostener una demanda de recursos semejante por más tiempo. De manera que esta campaña - la más grande del mundo en su tipo - busca concientizar al público sobre el poder de conservar la naturaleza por medio de un pequeño gesto simbólico que se hizo universal: Dedica una hora a la  posibilidad de crear, a cuatro manos un mundo mejor.

De la Tierra al Sueño: todos construyendo el futuro.


Decidí entonces, celebrar mis sesenta minutos por la Tierra a la manera de las brujas. Y es que para la Tradición de la Antigua Religión que practico, la figura de la Gran Madre, esa Tierra redentora y creadora, posee una enorme importancia, como símbolo no solo de nuestras creencias, sino de esa visión unificadora del mundo, de la capacidad que todos tenemos para transformar lo cotidiano a partir de un acto de fe, por pequeño que este sea. La representación de la energía que todo lo une, esa gran Madre misteriosa y sin nombre, que engendra, sostiene y alimenta,como una profunda y valiosa expresión del yo.

Así que celebraré esos 60 minutos para la Madre Tierra, de la mejor forma que sé hacerlo: Soñando en magia. ¿Quieres hacerlo tu también?

Necesitarás:

Una vela Verde.
Un pequeño espejo.
Un vaso con agua ( nunca fría )
Un cuenco con tierra fértil.

Disposición:

Para llevar a cabo este ritual necesitamos encontrarnos junto a una ventana abierta donde podamos tener una visión  del cielo nocturno. Si no encuentras algún lugar donde hacerlo, intenta al menos realizar el ritual junto a un lugar donde puedas sentir las ráfagas del viento.

Coloca la vela frente el vaso con agua, a la derecha el espejo y a la izquierda el cuenco con tierra fértil. Ahora, cierra los ojos y toma una larga bocanada de aire. Siente que todos los miembros de tu cuerpo se relajan, comenzando de los pies hasta alcanzar el cuello y tus hombres. Imagina que una luz radiante te cubre de arriba a abajo, progresivamente, relajando cada uno de tus músculos. Cuando sientas que toda tensión te ha abandonado, abre los ojos y enciende la vela verde, realizando la siguiente invocación:

"Que el tiempo sea en mi
Que el nombre de la Madre
sea el mio
Soy el tiempo y la sabiduría
el Nombre de la tierra en mi voz
Así sea"


Ahora, toma el vaso con agua y alzalo:

"Que la voz de la sangre de la Diosa
Sea mi fuente de sabiduría
que irradie sobre el cosmos de mi mente
la paz
Así sea"

Toma un sorbo del agua, sintiendo como el liquido se desliza por tu garganta, analiza las sensaciones, disfrutalas, siente el placer sensual de apreciar las sensaciones más allá del mero limite sensorial. Imagina que el agua es parte de tu cuerpo, que se funde con tu pensamiento y se transforma en pura energía.

A continuación, toma el cuenco con tierra y alzalo diciendo:

"Señora del recuerdo
Dueña de la memoria de las Montañas
Creadora del rayo
Dama de la Luz
Que sea tu energia y tu fuerza mi nombre
Que se la rutilante comprensión de la verdad y la razón
mi voz
Asi sea"


Hunde los dedos en la tierra y aprecia su textura. Cierra los ojos e imagina que tu energía se une a la de la Madre primigenia. Visualiza la forma como tu mente se alimenta de la fuerza universal que representa tu unión con la más intima cosmovisión personal. Instintivamente sabrás cuando debes culminar esta corta meditación. Entonces, toma el espejo y mirate en él diciendo:


"Que la creación de la Diosa
sea en mi
Soy la forma más excelsa de inspiración
Me reconozco en el rostro de la Diosa
Y soy la fe
soy la nueva era
La voz del secreto en mi
Asi sea"


Observa tu refleja en el espejo. Descubre tus expresiones más intimas a través del lenguaje de tus muecas y pequeños gestos. Mira bien el conjunto de rasgos que te hacen hermosa (O), disfruta de las imperfecciones que te hacen unico y las virtudes que acentuan tu concepción de la belleza. Siente como la energia de la Diosa es parte de ti, una forma de muy intima. Porque tu también eres la Tierra, formas parte de ese gran organismo vivo que es nuestro hogar y también, una parte de nosotros mismos.

Para culminar el ritual que llevaste  a cabo, realiza una pequeña meditación mientras la vela se consume. Luego, come y bebe algo para equilibrar el ciclo energético en tu interior.


viernes, 22 de marzo de 2013

Proyecto un libro cada viernes: La última tentación de Cristo de Nikos Kazantzakis






Cuando libro es considerado "Controversial" ocurren varias cosas a la vez: Su lectura se hace obligada o el lector comienza a cuestionarse sobre ese elemento polémico que convierte la historia que narra en paradigma. Tal vez por ese motivo, cuando leí "La última tentación de Cristo" de Nikos Kazantzakis me preocupó que el elemento controversial fuera más poderoso que la historia que se cuenta, la que intenta expresar una idea.

Me alegra decir que me equivoqué.

Porque "La última tentación de Cristo" no es solo un libro asombroso en su temática - un Jesuscristo acosado por dudas, con una visión desconcertante sobre su naturaleza divina y su Misión Sagrada - sino que además, tiene el poder de cautivar la imaginación del lector. Permitirle cuestionarse. Asustarlo un poco. Y eso siempre será extraordinario, una manera de comprender el mundo que dibuja el autor más allá de si mismo. Inevitable, por supuesto, que lo polémico impregne la historia por los cuatro costados, interfiera de alguna manera con ese mundo de palabras que crea el escritor para que sus criaturas de tinta le habiten con comodidad. No obstante, para Nikos Kazantzakis, la historia es aún más importante que esa necesidad de impresionar. Bordea un tema complicado, duro y sensible con una inteligencia sutil y precisa. Su prosa - elegante, rápida y rica en matices - dibuja esa otra realidad de un hombre Sagrado con una sensibilidad que desconcierta, que humaniza, tan dura como elemental. Porque el Jesús de Kazantzakis no es infalible ni intenta serlo: atormentado por sus propias dudas, herido por esa naturaleza humana que le resulta tan cercana como tentadora, es un personaje complejo, profundamente existencialista. Como observadores - testigos incomodos quizás - de esta historia dentro de otra, el lector tiene la sensación que lo que cuenta el escritor, el análisis singular de la visión de lo sagrado y lo divino a través de un Jesús dividido por la incertumbre, es en realidad una justificación para comprender una nueva forma de santidad, otra manera de concebir lo divino.

Parte de esa aguda visión sobre lo sagrado, lo obsceno, humano y lo divino de la novela, proviene de la critica visión de Kazantzakis sobre la religión en la que se educó: el escritor  realizó sus primeros estudios con sacerdotes católicos, en la Escuela Franciscana de la Santa Cruz en Naxos. Posteriormente ingresó al Gymnasium de Herakleion, para más adelante cursar estudios de derecho en la Universidad de Atenas, donde obtuvo un doctorado en Leyes en 1906.

No obstante, más significativa que su educación formal, fue su formación como filósofo y libre pensador: desde 1907 hasta 1909, estudió filosofía, bajo la dirección de Henri Bergson, en el Colegio de Francia. De hecho, mucho se ha dicho que Kazantzakis, con su narrativa a medio camino entre el existencialismo, la critica y una compleja visión de la teología es, en ciertos aspectos, más un filósofo que un poeta o novelista, y en sus obras aparecen claras influencias tanto del pensamiento de su maestro Bergson como de Nietzsche (sobre cuya filosofía escribió un estudio) o William James; o de las ideas implícitas en diferentes concepciones religiosas (entre ellas el Budismo).

Y esa manera de concebir el mundo, a medio camino entre lo profano y lo devoto, lo que convierte el libro "La última tentación de Cristo" en una forma de comprender la religión y el mundo del hombre que busca lo divino, en una singular joya de la literatura contemporánea. No en vano, es un libro que causó inmenso revuelo desde su publicación. El Vaticano lo prohibió en 1954 y la Iglesia Ortodoxa griega incluso excomulgó a su autor. Ciertamente esto nos plantea un problema en sí, pues es evidente que, al margen de nuestra visión personal, algo existe en este libro que altera profundamente a ciertos lectores del mismo. El análisis más superficial nos muestra que se trata de una obra curiosamente compleja, donde el autor retoma una gran cantidad de tradiciones culturales y religiosas y las integra para producir un texto de ficción.

Una manera de comprender nuestra visión de la fe o mejor dicho, analizarla desde el punto de vista de la incertidumbre, la duda y ese elemento tan humano como misterioso que llamamos con mucha inocencia, creencia.

¿Donde puedes comprar el libro en Caracas?

Lamentablemente, nunca he visto el libro en ninguna librería de la ciudad.

Como siempre, si quieres leer el libro en formato digital, déjame tu correo en los comentarios y te lo envío!


jueves, 21 de marzo de 2013

Una estrella en el firmamento: Adios a mi Princesa





Mi amada Princesa:

Te fuiste al Infinito el primer día de la primavera y eso, en medio de lo duro que es perderte, tiene algo de auspicioso: te recordaré en cielos azules y olor a tierra fresca, a hojas recién nacidas, a los días dulces de un nuevo despertar. Pero sobre todo te recordaré por el milagro que fuiste siempre:   Fuiste mi primera perra. En realidad, nunca pensé tener una: Soy una señora de los gatos, Princesa. Te lo conté una vez, en esas tardes lentas y radiantes de la terraza de Escuela FotoArte. Apoyaste tu bella cabeza en mi rodilla y me escuchaste muy atenta, toda ternura, tus enormes ojos color bronce mirándome con adoración.

Porque si algo aprendí de ti, Princesa, fue como querer: ese amor incondicional, que rebosaba las esquinas del día a día, que me hizo sonreír cuando ninguna otra cosa podía hacerlo. Aprendí esa alegría de correr bajo el sol, tan radiante, tan cegador de la inocencia. Aprendí el valor  de un ladrido, a comprender tu voz. Porque dicen que los perros no hablan, pero tu lo hacias. Y que claro y que fuerte. Que elocuente ese ladrido, ese gruñido, ese jadeo de emoción. Aprendí ese silencio del amigo fiel, de caminar juntas en las noches muy estrelladas, en los días anónimos donde sonreiste siempre para mi.

Ahora que te escribo esto, sonrío. Lloro y sonrío. Sabes que soy de lágrima fácil. Y sabes también lo mucho que te extrañaré, como será ese silencio de añoranza donde habitarás siempre mi niña. Pero sonrío, porque te imagino corriendo bajo un sol eterno, blanco de tan radiante, ladrando a todo pulmón, tan feliz como siempre lo desee para ti. Una estrella te pertenece mi niña. Y siempre habitarás en ella.

Te extrañaré Princesa, en cada momento que necesite sentirme querida, en cada día de sol y mariposas que no estés. Te extrañaré en los silencios del corredor, en los ladridos felices de la noche, en el mordisquito de amor en la mano en las mañanas. Te extrañaré cada día cuando mire el jardín y no te encuentre, cuando extienda la mano para entender los pequeños milagros del mundo, en ti, en tu nariz cariñosa, en tus orejas amables. Te quiero tanto.  Te lo dije tantas veces ¿Verdad?, abrazada a tu cuello, acariciando tu hocico cariñoso, como te conté tantas cosas. ¿Te agradecí, mi niña, alguna vez lo que vivimos juntas?. Te lo digo ahora: gracias por ser mi maestra en tantas cosas, de las importantes, de las esenciales, de las que se conservan entre las manos, brillantes y frágiles. Siempre te guardaré aquí, en mi corazón, en esa habitación de las cosas inolvidables, las más valiosas, las más irremplazables. Y cada vez que quiera sonreír para soñar, que quiera recordar esa esencia de lo hermoso, de lo que es cada día una forma de crear, vendré para visitarte. Para escucharte ladrar, sí, feliz y llena de energía, en ese Universo infinito donde habitas ahora.

Gracias, mi niña, por ser parte de mi vida. Para siempre, en mi.

Tu bruja que te ama, A

miércoles, 20 de marzo de 2013

Delirios fotográficos: Mis cinco directores de Fotografía favoritos. Creando cine desde la fotografía.




Hace pocos días, leí en el estupendo blog "Asuntos de fotografía" de Carlos Spottorno, que hay una ingrata tendencia en el mundo fotográfico de olvidar a los directores de fotografía, los artistas anónimos del séptimo arte. Su razonamiento brillante y muy duro, era una crítica a ese olvido injustificado del trabajo, obra y legado de grandes artistas que no solo brindan a las películas esa identidad visual que las hace inolvidables, sino que además crean a fuerza de luz y sombra, el rostro de esas grandes escenas que forman parte de la historia cinematográfica. Tal vez un poco avergonzada por el pensamiento, me dediqué a investigar quienes son -y fueron - esos grandes artistas detrás del lente en los 24 fotogramas, que no solo crearon grandes escenas visuales sino que a su modo, escribieron la historia el cine a través de la fotografía.

¿En que basé mi criterio de selección? Basicamente en las escenas fotográficas que nunca olvidé. Analizandolas, descubrí que la mayoría tenían un enorme atractivo visual y que justamente, me causaron un enorme impacto emocional gracias a su poder para contar historias solo a través de una imagen precisa. Como siempre, utilicé mi método acostumbrado de hacer algunas preguntas y escuchar las respuestas con atención.

Esta es mi lista, tal vez un poco corta, pero lo suficientemente sustanciosa como para resumir el arte de crear un lenguaje visual a través de una profunda atención al detalle y sobre todo, una manera singular de analizar el mundo fílmico:




Vittorio Storaro: Original, extravagante y sobre todo, consciente del poder de la experimentación, Storaro es uno de los grandes directores de fotografía de la historia del cine actual.  Su lenguaje visual - duro, metafórico y basado en una imaginativa utilización de las luces y sombras - le ha dado la oportunidad de crear un estilo propio.  ¿Para recordar? su inteligentisima puesta en escena visual para la película "Apocalipsis Now" donde además de innovar con técnicas desconocidas para la época, logró plasmar el horror, la violencia y el miedo a través de una estética dura, hermosa y desconcertante.

Nestor Almendros: El director Terence Malick tiene un difícil lenguaje cinematográfico y Almendros, con su estilo casi documental pero impregnado de un lirismo casi doloroso, ha sabido interpretarlo de una manera magistral. Con una visión dura y casi cruda de la realidad, Almendros logró recrear de manera casi exquisita esa idea del mundo de Malick, tan cerca del delirio como de la simple locura. ¿Su mejor trabajo? Sin duda "Dias del Cielo" ( Days of Heaven, 1978 ) por la que ganó un premio Oscar.

Gordon Willis: Varias veces he pensado que esa célebre visión Urbana, lírica y casi melancólica de Woody Allen de la ciudad Nueva York, es gracias a la visión estética de Willis. Con sus blancos y negros muy marcados, las largas sombras y esa ligera sensación visual de decadencia, el artista logró recrear la ciudad entre la melancolía, la belleza y una cierta dureza que pasó a la historia filmica.

Gregg Toland: Para este artista visual, la composición fotográfica es una manera de crear un lenguaje certero dentro de la narración cinematográfica. Con su manejo impecable de la luz como elemento esencial en su manera de construir el lenguaje visual, elaboró magnificos escenarios donde la iluminacin dramática fue la protagonista indiscutible y quizá, la mejor muestra de su particular estilo estético. Por supuesto, será recordado para siempre por su magnifica interpretación de la ruidosa caida a los infiernos del célebre "Ciudadano Kane".

John Alcott: Como "culpable" de la estética depurada, inquietante y minimalista de la obra cinematográfica de Stanley Kubrick,  Alcott brindó al cine una prodigiosa visión sobre el uso de la luz como elemento narrativo secuencial. Con un estilo exquisito, que bordea lo meramente estilístico para crear un lenguaje visual consistente, el autor creó toda una nueva manera de utilizar la técnica fotográfica como parte del planteamiento cinematográfico. ¿El mejor ejemplo? La película Barry Lyndon:  Usando objetivos de satélite con aberturas de diafragmas imposibles e iluminando en ocasiones solo con velas y luz natural, Alcott consiguió una textura visual inolvidable - y quizás irrepetible - que imita los frescos y lienzos de la época de una manera sublime.

Sven Nykvist: La obra de Ingmar Bergman es conocida por su poderosa estética y visual, y el responsable de esa belleza depurada, dura y meticulosa es un artista que apuesta por lo intuitivo y la introspección antes que por la técnica: Porque para Nykvist la visión cinematográfica tiene  mucho de discurso visual personal y es así como plantea el dilema habitual de la narración evidente, y la belleza sutil que se percibe bajo el discurso meramente estético. ¿Para el Recuerdo? el film "Persona" de 1966 donde consiguió recrear el duro planteamiento intimista de Bergman a través de cerrados y muy cuidados primeros planos.


Una lista muy corta sin duda, que supongo olvida - de manera totalmente involuntaria - una gran número de artistas visuales responsables de escenas memorables de la historia del cine. ¿Recuerdas alguno? ¿Deseas hablarme un poco de él? Nos leemos en los comentarios!