viernes, 30 de septiembre de 2011

Proyecto 30 libros: Uno que pueda salvar vidas





Podría decir que todos  los libros poseen la cualidad de salvar vidas. Esa enorme capacidad de crear mundos y brindar respuestas que tal vez puedan brindarte paz, o una exigua tranquilidad en momentos especialmente duros. Sin embargo, en mi caso, el enunciado tiene un titulo especifico: De Profundis, de Oscar Wilde.

Todos vivimos momentos de ruptura, epocas donde lo que conocias como cotidiano se fragmenta y se destruye. En mi caso, ese periodo de transformación - doloroso, inquietante e irreversible -, ocurrió cuando tenia 21 años y mi abuela murió. Hasta entonces, Celia habìa sido mi punto de referencia, mi amiga - complice - y perderla significo para mi una tragedia personal de proporciones inquietantes.  Recuerdo que de alguna manera, senti que el mundo se paralizó y mucho de quién era para ese momento, la mujer joven que comenzaba a afrontar los primeros retos de la adultez, perdió parte de su identidad.

Y fue Oscar Wilde, entristecido, meláncolico, duro, desprovisto de sus máscaras favoritas, el interlocutor que pareció traducir mi desesperanza en un texto estremecedor, simbolico y lleno de poder de expresar en un dialogo intimo, el arte como forma de expiación. Lo leí entre lágrimas, luego asombrada por la profundidad inustiada de un Wilde roto y desesperado y después profundamente conmovida por su capacidad para trasncender el sufrimiento y transformarlo en uno de los libros más exquisitos que he leído jamás.

El dolor y la palabra:

De profundis (De profundis) es una larga epístola -de más de 50.000 palabras- que Oscar Wilde escribió durante su cautiverio en la cárcel de Reading Gaol -sobre la cuál escribió un bellísimo poema- a lo largo de 1897. Su título original fue: Epistola: In carcerere et vinculis (Epístola: en prisión y en cadenas); y su versión sin censuras recién apareció publicada en 1962.

La carta está dirigida a Lord Alfred Douglas: su amante.

Más allá de su esencia epistolar, De profundis posee un atractivo particular, y es el de haber sido compuesto en un momento de gran tensión y angustia; con lo cual nos enfrentamos ante un narrador descarnado, alejado de las comodidades y sumergido profundamente en los abismos de la soledad. Tal como lo prefigura el título de la obra: De profundis, Desde las profundidades; en alusión al salmo 130: De profundis clamavi ad te, Domine...

Oscar Wilde fue encarcelado por alterar el orden público; pero lo cierto es que fue su conducta homosexual -al menos con Douglas- la que alteró al público. El padre de Douglas fue quien impulsó aquel juicio ridículo y desproporcionado.

Años después los espejos del destino se reordenaron para crear un reflejo deformado: cuando Alfred Douglas cumplía seis meses de cárcel por haber denigrado a Winston Churchill, escribió un modestísimo soneto titulado: In Excelsis, En las alturas.

Leer De profundis me supuso una experiencia hermosisima y dolorosa. De hecho, es uno de los pocos libros que no he reeleido jamás. Sin duda alguna apunta una serie de ideas que no sólo no han envejecido sino que mantienen su vigencia en nuestros días. Deslumbra la conciencia de su destino de artista, el aprovechamiento vital que extrajo de todas su experiencias, y conmueve su dolor, su desgracia. Es el texto de un hombre humillado y envejecido. Es la verdad de una vida en medio de una historia que arrastra a los hombres. Aún así posee el canto de la esperanza, la fuerza de un espíritu elevado, indómito y original, de un pensador lúcido y brillante, las palabras más cercanas que jamás compuso, el testimonio de un escritor magnífico. Cómo él dijo una vez: El filisteo es el que sostiene y secunda las fuerzas mecánicas, pesadas, lerdas y ciegas de la Sociedad, y no reconoce la fuerza dinámica cuando la ve en un hombre o en un movimiento.


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