miércoles, 14 de septiembre de 2011

Proyecto 30 Libros: Uno que haya odiado hace años y hoy admira



Creo que mi animadversión por el libro "Un Mundo Feliz" de Aldous Huxley se debe unicamente al miedo que me inspiró la primera vez que lo leí. Recuerdo que atravesaba mi época, digamos que contracultura y era muy asidua a libros que hablaba sobre rupturas sociales, revueltas culturas e incluso, los manifiestos extravagantes de Alan Moore como "V for Vendetta". Pero en "El mundo Feliz" me aterrorizó por su tristeza, su pesimismo y sobre todo, ese realismo de la probabilidad cierta que parece dibujarse entre sus páginas. Porque "El Mundo Feliz" no es solo otra aseveración simple sobre un futuro dictatorial y terrible, sino una muestra de los temores, paradojas y sobre todo la posibilidad de la cultura como forma de control. Y esa idea, ese angustiante futurible, me desconcertó, me hirió y me hizo sentir un rencor casi inevitable por la visión de Aldous Huxley sobre el Porvenir.

Aldous Huxley imagina una sociedad que utilizaría la genética y el clonaje para el condicionamiento y el control de los individuos. En esta sociedad futurista, todos los niños son concebidos en probetas. Ellos son genéticamente condicionados para pertenecer a una de las 5 categorías de población. De la más inteligente a la más estupida: les Alpha (la elite), los Betas (los ejecutantes), los Gammas (los empleados subalternos), los Deltas y los Epsilones (destinados a trabajos arduos). "El mundo feliz" describe también lo que seria una dictadura perfecta que tendría la apariencia de una democracia, una cárcel sin muros en el cual los prisioneros no sonarían en evadirse. Un sistema de esclavitud donde, gracias al sistema de consumo y el entretenimiento, los esclavos "tendrían el amor de su servitud".

Una imagen inquietante, sin duda, que me atormentó por años. Pero a medida que fui creciendo - y supongo Madurando - la comprendí no solo como una profecia trágica del futuro, sino como una critica social extraordinaria sobre el presente. Y analizar esa idea me permitió admirar y aceptar la novela en su justa dimensión: Huxley encuadró en la tradición de las narraciones utopistas; sin embargo, y de alli la paradoja del título, Huxley plasma una realidad en la cual la felicidad se deriva de una parafernalia científica concebida para ahuyentar las tribulaciones de una masa ciudadana organizada según un sistema de castas regulado genéticamente. La ciencia como parámetro cultural y moral, la ciencia como limite evidente entre lo verídifico y lo aparente. Una dualidad tan común como evidente en el mundo en que vivimos y que el autor pudo predecir hace casi seis décadas.

Un libro extraordinario, que de alguna manera me demostró - de nuevo - la capacidad de la literatura para crear mundos totalmente inquietantes, realistas y aleccionadores.

0 comentarios:

Publicar un comentario