jueves, 1 de septiembre de 2011

Proyecto 30 Libros: Un libro que se leyó en una sentada.



Hoy comienza lo que espero que sea un proyecto fructifero, divertido y sobre todo, que me brinde la oportunidad de recorrer ese camino tan personal como lo es el de recordar los libros favoritos, esos pequeños mundos que nos han acompañado durante toda nuestra vida como lectores. ¿La idea? Recopilar durante un mes entero los libros preferidos, los olvidados, los extraños, los odiados, para crear una especie de mapa mental que nos hable sobre nuestra relación con el mundo de las palabras.
Y la lista comienza así:

1.- Un Libro que se Leyó de una sentada:


Fue uno de los primeros libros adultos que leí. Tenía unos 8 años, lo encontré en la biblioteca de mi abuela y a la primera lectura, no lo entendí. De hecho,  solo me aterrorizó. Sentí un temor por la realidad inquietante de la maternidad, la soledad y el dolor que se expresaba en sus páginas. Me llevó dos relecturas - ambas en una única sentada, noches de insomnio donde recibí el amanecer leyendo -  para comprenderlo a cabalidad.Un bellisimo y duro manifiesto sobre la libertad del espiritu femenino y su poder para crear.


Oriana Fallaci, reconocida periodista y cronista, escribió en 1975 lo que se considera una de las historias más duras y a la vez sensible sobre la maternidad, la soledad, la espiritualidad femenina y el controvertido tema del aborto. Carta a un niño que nunca nació es un libro de apenas 100 páginas en el que Oriana Fallaci consigue condensar las reflexiones de una mujer ante una maternidad inesperada. Es un libro complejo cuyo título sugiere ya el dramático desenlace. El lector puede llamarse a engaño y creer que desde la primera página se asiste a un desahogo feminista de quien quiere hacer valer e imponer su propia postura. Nada más lejos. El interés del libro reside en que trata un tema como el del aborto dejándolo en el fondo y haciendo emerger como tema central el de la maternidad, que se desarrolla a través del diálogo de una mujer con el niño que lleva dentro. La autora no toma partido y con ello, insta al lector a enfrentarse a su propia conciencia y a meditar su propia postura.

Siguiendo este hilo conductor, como si fuese un cordón umbilical, se reconstruye la vida, los miedos y la alegría de una mujer, sin rostro ni nombre, encarnación de los sentimientos de quien como ella ha tenido que enfrentarse a la elección de ser madre. Aceptar este papel no siempre es fácil. Para una mujer el descubrimiento de llevar dentro a un hijo puede suponer un obstáculo. Así es para la protagonista que inicia un extenuante y doloroso monólogo con el hijo- y sobre todo consigo misma- en busca de una respuesta.

Es así como se enfrenta a su propia mente y sobre todo a su propio corazón que de pronto la obliga a una elección: Aceptar un hijo y comprometerse a crecer con él. Entre los dos, se establece un vínculo particular: Por un lado hay afecto, amor, complicidad y por otro, discusiones, contrastes y añoranzas de dos seres distintos pero unidos en una única persona.  La mujer se descubre madre siguiendo con la mente cada minúsculo cambio del propio vientre y del hijo.  Pero de pronto, surge el miedo y la necesidad de que la ayuden para continuar eligiendo la vida a la muerte: “¿Cómo sé yo que no sería justo tirarte?”  […] daría tanto, mi niño, porque me ayudaras con un gesto, un indicio”. Y el niño elige: No vendrá al mundo, dejando que el remordimiento y la angustia lleven inconscientemente a la madre a seguir un destino igualmente cruel, a renunciar a la propia existencia.

Durante los interminables diálogos, Oriana Fallaci logra hacer emerger el miedo de una mujer frente a la propia vida y a la sociedad. A través de siete personajes de su día a día, se desmenuza la realidad cotidiana: a través de la hostilidad del médico, la cobardía del padre del niño, el feminismo de la amiga, la compresión de sus propios padres, el respaldo de la doctora y la superficialidad de su jefe.  Un mundo entero al que enfrentarse. Cada personaje encarna un fragmento de una verdad que no duda en minar la certeza de la elección inicial e insinuar la duda.

En el libro, aparece así también un filón ético. Una interminable secuencia de preguntas que la protagonista se plantea a sí misma de forma obsesiva: ¿Qué finalidad tiene sufrir?  ¿Por qué razón el derecho a existir de un ser apenas esbozado debe prevalecer sobre quien ya está en el mundo? ¿Cuándo la vida comienza a ser vida? El libro de Oriana Fallaci no toma ningún partido y en esto reside su mérito. Aunque ya anunciado en el título, el desenlace final crea suspense gracias a la capacidad de la escritora de afrontar un tema como el aborto sin imponer una clave de lectura.  Más bien al contrario, al final, la escritora parece querer interrogar al lector.

De hecho, el nudo del libro es el proceso al que se enfrenta la mujer en un sueño alucinado, después de haber perdido para siempre a su hijo. Se encuentra proyectada en el interior de un tribunal, tras los barrotes de una celda, mientras su propia conciencia es procesada. Entre los jueces se encuentran los siete protagonistas de su vida y su hijo, ya adulto. Se vuelven las tornas: Ahora es el hijo quien tiene entre sus manos la vida de su madre y debe emitir la sentencia.

2 comentarios:

Rao dijo...

No me imagino como una niña de 8 años se enfrenta al, siempre controvertido, tema del aborto, cuando aún hoy muchas personas ni siquiera lo comentan...

Tengo un gusto especial por los relatos epistolares... Gracias por compartirlo, desde ya incluido en la lista de pendientes...

Señorita Cometa dijo...

Ya veo que es un proyecto personal! muy bueno e interesante. Me pusiste a pensar. A mi me pasó de chamita lo mismo con el libro Sybil de Flora Rheta Schreiber, creo que tenia como 8 años también...pero el libro me lo tuve que leer escondida, porque se lo robé de la biblioteca a mi mamá...;)

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