viernes, 3 de febrero de 2017

Una recomendación cada viernes: ‘A Woman Looking At Men Looking At Women’ de Siri Hustvedt.




La escritora Siri Hustvedt suele decir que se toma “muy en serio”. Una frase que además suele acompañar con razonamientos muy precisos sobre el trabajo que le llevó hacerlo. Para Hustvedt se trató de un esfuerzo mental que implicó enfrentarse a lo que llama “la última especialización” y que no es otra cosa, en esa obsesión de nuestra época por lo puntual. “¿Por qué no escribir del conocimiento, en lugar sólo de disciplinas?” se pregunta en una de sus ensayos contenidos en el libro “A woman Looking at men looking at woman”. Un eco a la que años antes se formuló Charles Percy Snow: “¿por qué existe un abismo tan amplio entre el mundo de los intelectuales literarios y el de los científicos empíricos?”. En otras palabras, ¿Por qué nadie se atreve a ponderar sobre temas más allá de su conocimiento básico?

Sin duda inspirada y en franca rebeldía con la especificidad de nuestra época, Siri Hustvedt se atrevió a hacerlo. El resultado es una colección de ensayos sobre el arte, la creatividad, la sexualidad y el rostro intelectual contemporáneo. Una inteligente mezcla de tópicos que además, analizan nuestra cultura desde sus debilidades. La reflexión además es mucho más amplia que la simple reflexión sobre temas múltiples: hay una profunda búsqueda de significado, sentido y forma en estos pequeños análisis sobre la identidad y la expresión formal de un siglo plagado de contradicciones. Y Siri Hustvedt los analiza con precisión, con una profunda capacidad para desdoblar esa búsqueda de respuestas — ante todo, la escritora se hace preguntas — y también, del sentido real y complejo de la individualidad en una sociedad efímera que se transforma en búsquedas inmediatas.

Hustvedt divide el libro en tres partes y lo hace por mero instinto, en una composición lineal en la que las humanidades y las ciencias no se complementan sino que argumentan entre sí para definir la realidad. La primera sección del libro está dedicado al arte desde el punto de vista masculino y a través de los hombres. Pero no se trata de una crítica de género: la escritora analiza la obra y trascendencia de artistas tan diversos como Picasso, Mapplethorpe y Almodóvar desde su capacidad transformadora. Lo hace además, desde una mirada neutra que depura cualquier teoría filosófica basada en el sexo o la identidad sexual. Un logro que convierte a sus lúcidas reflexiones en algo más que teorías y análisis intelectuales y lo acerca a una expresión meditada sobre el arte como caja de resonancia de ideas universales. En cada uno de los ensayos Siri Hustvedt analiza el arte por el arte y medita sobre su capacidad trascendental con un pulso crítico que asombra por su flexibilidad. Se adentra en el análisis del arte y la percepción, preguntándose en voz alta que hace que una obra de arte lo sea y cuales son los elementos que lo hacen bello y significativo. Se trata de un mirada inquieta sobre ámbitos plagados de puntos bajos y blancos: ¿El arte es por completo subjetivo? ¿O hay algún punto parámetros estándar que pueda clasificar al arte de origen? Siri Hustvedt no sólo explora la posibilidad del arte como simple forma de hedonismo sino que se adentra en el hecho que su inmutabilidad y atemporalidad.

Por supuesto, se trata de preguntas que se han formulado una y otra vez a través de la historia, pero Siri Hustvedt decide hacerlas sin entrar en el terreno de la erudición sino desde la emoción y lo conmovedor, algo impensable en reflexiones y ensayos de la misma temática. Con una rara capacidad para profundizar en la complejidad desde la intuición Hustvedt abre un debate invisible con el lector, le invita a mirar las diferentes alternativas en temas en los que parece todo dicho. Es entonces cuando la escritora encuentra el sentido en su discurso elocuente. Todos los ángulos inéditos de sus lúcidos puntos de vista parecen enlazar entre sí para crear una única pregunta insistente: ¿El arte vive para reflejar nuestra cultura? ¿O la cultura avanza y se manifiesta a través de la evolución del arte?

Quizás por ese motivo, los mejores ensayos del libro, son aquellos en los Hustvedt mezcla sus historias personales como sus investigaciones, conclusiones y análisis sobre el estado del mundo, la tecnología y al intelectualidad de nuestra época. Con una habilidad que asombra por su pulcritud, la escritora saca provecho de su conocimiento del psicoanálisis y desmenuza nuestra época en sus pequeños dolores y tragedias desde la empatía. Hustvedt profundiza y crea paralelismos entre su vivencias y temas tan variados como la relación madre — hija, el viaje de la niñez a la feminidad plena y avanza para finalmente referirse a los patrones de género, siempre desde una distancia intelectual que brinda a la reflexión una singular fuerza.
En la segunda parte del libro, Hustvedt divaga con enorme libertad para analizar la certeza de nuestra época o lo que es lo mismo, la capacidad del individuo moderno para creer — asumir — la existencia de la verdad absoluta. Para la escritora hay una percepción dual en la idea del cuerpo contra la mente y lo engloba, esa noción tan occidental de intentar dividir ambas cosas en marcos de referencia evidentes y cruciales, sin lograrlo. Hay algo extrañamente lógico en su búsqueda del axioma del yo y del temor en medio de todo tipo de referencias a la literatura (posmoderna, post-estructuralista, post-feminista, post-colonialista) de finales del siglo XX. Como si piezas de un mecanismo incompleto se tratase, Hustvedt intenta abarcar el conocimiento intelectual como una forma de expresión de la identidad. Y de alguna forma, vincula esa percepción de quienes somos — o cómo nos comprendemos en todo caso — con la primera mitad de su libro, en el que el conocimiento avanza a través del arte y se manifiesta a través del cuerpo y la mente de manera conjuntiva. Es esta rica combinación de reflexiones y agudos puntos de vista lo que hace que por momentos, la voz literaria de Siri Hustvedt parece desbordar los meros planteamientos del libro. Hay un profundo conocimiento sobre los extremos y grises de nuestra sociedad de consumo, de la percepción del lugar del individuo frente a la maquinaria inmediata de nuestra época pero también, de esa combinación del conocimiento con una evidente frialdad, que la escritora ataca a través de una creación literaria a mitad de camino entre lo conmovedor y lo analítico.

La última y tercera parte del libro es quizás la mejor: Siri Hustvedt demuestra que además de ensayista y observadora es una gran novelista y lo hace dejando muy claro que tiene mucho que decir al mundo. Una noción articulada y consistente acerca de nuestra época, la realidad que nos rodea e incluso los pequeños dolores privados que la cultura manifiesta como pequeños espacios vacíos de significado. Hustvedt reflexiona sobre la sabiduría y lo hace a través de sus escritores y referentes favoritos: Sigmund Freud, John Dewey, Kierkegaard, Martin Buber y la poetisa y filósofa inglesa Margaret Cavendish, aparecen cada tanto en medio de las brillantes reflexiones de la escritora y lo hacen, como pequeñas llamadas de atención en medio del articulado discurso de Hustvedt sobre el conocimiento. Es entonces cuando la escritora se define a sí misma como una “extraña perenne que mira en varias disciplinas”. Como si se tratase de una percepción de la profunda soledad moderna — y sobre todo, de la aspiración de la belleza que forma parte de nuestra percepción más ideal sobre el conocimiento — la escritora concluye su obra con una mirada poderosa sobre la identidad universal, de los espacios inexplorados de nuestra mente y sobre todo, la fragilidad de esa intención de dotar de significado a lo que podría no tenerlo. En medio de todo lo anterior, Siri Hustvedt parece muy consciente de la necesidad de la literatura actual por asumir la condición humana desde su fragilidad pero más allá de eso, su infinita capacidad para construir y crear.

Hustvedt lleva a una nueva dimensión la llamada «mirada masculina literaria» y lo hace con una pulcritud de propósitos y una mirada objetiva sobre la creación de espacios intelectuales y emocionales que asombra por su precisión. Esta colección de ensayos crean un espacio tridimensional donde el análisis conceptual parece reconstruir la noción de la identidad y cómo la comprendemos a través de un frío cinismo y un extraño sentido del humor. Descarnada, en ocasiones en apariencia obscena en su crudeza, el libro que crea una brillante e inteligentísima mirada sobre nuestra época, reconvertida en una construcción complejísima sobre nuestros temores y absurdas batallas morales de corta o inexistente amplitud intelectual. La escritora se convierte entonces en una cronista de la condición humana con una habilidad única para elaborar una visión sobre el temor y la debilidad del hombre — como su propio dolor y reflejo — y algo más elocuente: una noción profunda sobre la identidad bastarda y disruptiva de nuestra cultura.

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