martes, 7 de febrero de 2017

La reina del Pop y el mal gusto ¿Qué es feo y qué es bonito en nuestra época?



A Beyoncé — reina de cultura pop por derecho propio — sólo le tomó once horas romper el récord de Instagram para la fotografía con más “Me gusta” en la historia, marca que ostentó Selena Gomez por más de dos años, toda una eternidad en redes sociales. Y lo hizo con un golpe de efecto que la catapultó al Olimpo de las tendencias virtuales y la convirtió en tema de conversación inevitable en la gran comunidad virtual: anunciar su embarazo con una fotografía. Pero no con una imagen cualquiera, sino con una que dio origen a todo tipo de discusiones, críticas y chistes. Una tan fuera de lo común — y quizás tan inesperada para el concepto comercial que suele relacionarse con la cantante — que de pronto, la historia de la conocido subgénero que inmortaliza los embarazos alrededor del mundo pareció obtener una nueva dimensión, cuando no otra forma de significado.

En la fotografía, Beyoncé tiene un aspecto rígido y extrañamente estático. Apoyada sobre sus rodillas, lleva un incongruente velo de una leve tonalidad verdosa y se arrodilla frente a un muro de flores que llenan el encuadre por completo. Con las manos sobre el vientre abultado, la cantante es parte de un extraño juego de referencias y visiones que no encajan entre sí. Se trata de un escenario en apariencia vulgar — o así se le tachó de inmediato — que intenta combinar todo tipo de simbología y además, crear una interpretación sobre la maternidad basada en la idealización forzosa.

De inmediato, hubo un considerable revuelo en las Redes Sociales, que atacaron a la imagen por “barata”. Se le criticó lo que se llamó su aspecto desordenado y extravagante — con fondos de brillantes colores primarios, profusión de motivos florales y detalles urbanos en apariencia incongruentes — e incluso, el mero hecho que una figura de la relevancia de Beyoncé decidiera por un estilo tan corriente para su celebérrima sesión materna. Más allá de eso, la discusión se enfocó en un satírico debate sobre lo bello y lo feo en nuestra época, basada en la estética pretendidamente rudimentaria que Beyoncé había escogido para uno de sus acostumbrados golpes de efecto publicitario.

Pero ¿es tan sencillo? A medida que la polémica avanzaba, quedó muy claro que la imagen publicada por Beyoncé en Instagram— y el resto de la sesión, incluídas poco después en la página web de la cantante — era mucho más que un error publicitario (cómo se le llamó) o un capricho visual de muy mal gusto. De hecho, las fotografías eran un compendio de información y planteamientos que podría analizarse desde numerosos puntos de vista y que además, dejan muy claro que la llamada Reina del Pop sabe muy bien lo que hace al mover las piezas en el tablero de la visibilidad pública. Una nueva forma de jugar no sólo con la curiosidad pública — y lograr un considerable éxito en crear un hito sobre el uso de la imagen y sus códigos — sino algo más elaborado que toca todo tipo de aristas.

Desde el simbolismo a la panacea visual: El marco de las redes sociales.
Para el fotógrafo autor de las fotografías, el escándalo que rodea a las imágenes de Beyoncé no resulta desconocido. Awol Erizku — nacido en 1988 y oriundo de Etiopía — es una criatura de redes sociales que utiliza las diversas plataformas sociales como una manera de analizar no sólo una serie de temas ideológicos, sino también una visión compleja sobre la identidad de la comunidad negra estadounidense. El artista visual basa su trabajo en el análisis de diferentes temas que desafían las nociones aceptadas de la pertenencia y la identidad a un grupo étnico — sobre el que suele reflexionar sobre la forma en que se relaciona con su entorno — , lo cotidiano y lo fantástico, por lo que todas sus obras tienen un alto ingrediente de performance y puesta en escena. Con una notable influencia del fotógrafo francés-senegalés Delphine Diawo Diallo, Erizku medita sobre la individualidad, los espacios sociales y la herencia cultural desde un punto de vista levemente burlón. En su obra, existe una profusión de vibrantes colores primarios — que sin duda provienen de la influencia del egipcio Owise Abuzaid — y sus fotografías callejeras tienen una evidente similitud con el humanismo desequilibrado de Daniel Arnold. Por otra parte, Erizku teoriza sobre la identidad africana a través de los ojos occidentales, a la manera en que lo hace el fotógrafo suizo-guineo Namsa Leuba. Todo lo anterior, analizado como una pieza de arte única que el artista maneja desde la percepción del espacio y lo urbano como un elemento visual que crea simbolismos esenciales sobre el endorracismo y el poscolonialismo con acento africano.

Sin duda, una combinación de cuidado y mucho más, si se adereza con códigos visuales del pop y lo que resulta aún más intrincado de comprender: la influencia del medio sobre lo que se muestra. No resulta casual que Beyoncé — cuya carrera ha tenido incontables giros exitosos al momento de manipular la atención mundial a conveniencia — escogiera a un fotógrafo cuyo ámbito natural es lo virtual para crear lo que parece ser un discurso elaborado. Para Erizku, las redes sociales son un entorno poderoso, al que saca provecho desde todos los puntos de vista posible. Su web oficial es un perfil de Tumblr y su cuenta Instagram es un diario visual cotidiano, tan recargado de mensajes y metáforas culturales como las que plasmó en las fotografías de la cantante. Ambicioso y decidido a mostrar su mensaje a través de todo medio posible, Erizku está obsesionado con la visión del arte como escándalo y como manipulación de masas a través de la vastedad de las plataformas virtuales. Artista pero también, miembro de una generación obsesionada por la visibilidad, el fotógrafo escogido por Beyoncé para su ya famosa serie de fotografías parece el reflejo de esa obsesión de la cantante por usar la popularidad como una herramienta sobre la cual maneja códigos muy específicos.

Recurro a ellas (las redes sociales) de un modo conceptual. Por ejemplo, mi proyecto #hoops show en Instagram. Busqué lo que se publicaba con la etiqueta hoop y comisarié una exposición basándome en imágenes que ya existían en esa red social. Uso las redes sociales como si fueran una galería de arte” confesó Erizku hace tres años a Vulture, la web cultural de The New York Magazine. Toda una declaración de intenciones que deja muy claro que el trabajo del artista es mucho más que una provocación o una búsqueda de atención basada en la poca sutileza. Para el fotógrafo, las redes sociales son de hecho, la atmósfera ideal para construir un lenguaje que se sostiene sobre la comprensión de lo que se muestra a través de ella como un discurso. Y Erizku se lo toma tan en serio como para llevar la idea a una dimensión por completo nueva: Por ejemplo, la cuenta Instagram del artista se mantiene privada la mayor parte del día. Erizku sólo la hace pública en determinados horarios (de 9 a 17 horas, de lunes a viernes)de la misma manera como si se tratara de un museo o un espacio artístico físico. La idea que trasciende la virtualidad para crear algo más elaborado a partir de ella.

¿Se trata de algo parecido la propuesta que subyace sobre las criticadas fotografías de Beyoncé? Después de todo y a pesar de su estética chirriante que tanto malestar y críticas provocó, hay un evidente código visual que refleja no sólo el punto de vista del autor sino una búsqueda consciente sobre identidad que forma parte de la más reciente propuesta artística de la propia Beyoncé. Además, Erizku no es sólo un fotógrafo, sino un artista que desarrolla su lenguaje artístico en combinación de medios alternativos. Convencido del poder de la forma — y de la anuencia del fondo — su ideario en una alegoría multiplataforma: desde la pintura, a la escultura hasta el videoarte, Erizku deja muy claro que lo que dice tiene trascendencia más allá de la pieza estética real.

Las fotografías de Beyoncé — con su carga de provocación, polémica y ambiguo lenguaje — son una pieza más en el complejo rompecabezas artístico que Erizku intenta mostrar. O al menos, esa ha sido la intención del artista, que abarrotó las sencillas fotografías de embarazo con todo tipo de simbología personal y una considerable dosis de autorreferencia. En el año 2015, Erizku mostró en el MOMA de Nueva York un manifiesto visual que llevó por nombre Serendipity y en el cual resumió su intención de revalorizar — al menos desde su punto de vista — la cultura afroamericana en las salas de arte del país. La presentación incluyó la destrucción de un busto del David de Miguelangel (símbolo del arte clásico) a la que luego sustituyó por el busto de Nefertiti, imagen que también incluyó dentro de las fotografías de Beyoncé. Con un evidente afán de reafirmar una serie de alegorías que forman parte profunda de su trabajo — y que ha profundizado a medida que su propuesta se hizo mucho más visible — Erizku abarrotó las fotografías del embarazo de Beyoncé con las mismas directas metáforas ideológicas que utiliza en su trabajo personal. El resultado es una mezcla indefinible entre álbum familiar, análisis de la identidad cultural y sobre todo, una búsqueda de sentido sobre una herramienta única: la capacidad de Beyoncé para transformarse en un mensaje en sí misma.

Por supuesto, no se trata de una casualidad que la cantante — que ha venido reforzando y ampliando su marco de referencias culturales y sociales en su obra — haya decidido que Erizku era la mejor opción para convertir el acto privado de documentar su embarazo en toda una declaración de principios e intenciones. Algo por completo válido si se reflexiona sobre el hecho que la propuesta de Erizku está muy relacionada con la cultura pop y la obsesión de nuestra época por el espectáculo. Además, no es la primera vez que el etíope utiliza a una figura pública para elaborar discursos creativos complejos: Con Rihanna - que fue la musa para uno de los cuadros — Erizku se atrevió a un análisis conjuntivo sobre los límites de la fama y la noción sobre el individuo.

No hay nada especialmente novedoso en la obra de Erizku, que fue asistente de David LaChapelle y que parece haber absorbido de su mentor, la noción sobre la celebridad y el poder de la noción sobre el arte como vehículo de un discurso concreto contra lo efímero. Y las imágenes que retratan a la llamada Reina de la música actual, no otra cosa que una reafirmación evidente de esa percepción de la fama como obra de arte. Pero ¿Lo es? al menos para Erizku, la búsqueda de escenarios en los que la visibilidad y la estética se confunden es una propuesta incompleta sobre códigos visuales no muy claros. Incluso las obras que expone en su galería Duchamp Detox Clinic (la mayoría suyas) son muy semejantes a las de Beyoncé. Una y otra vez, el artista repite la misma propuesta, en un ciclo interminable que resulta machacón por momentos.
A pesar de su pretendida complejidad, las intenciones de artista son del todo transparentes y enaltecedoras, aunque intenta trivializar gran parte de su discurso. En la mayoría de sus retratos — que incluyen versiones de obras Universales usado modelos de piel negra — defiende que la belleza de la mujer afrodescendiente sea reconocida por encima del canon occidental. Y lo hace con una inocencia casi conmovedora que logra profundizar su aparente banalización del mensaje central. Al final de todas las cosas, el objetivo principal de su mensaje es de pura representatividad e inclusión, sin mayores misterios. “No había personas de color en las galerías y museos a los que iba cuando era pequeño. Entonces me prometí a mí mismo que, cuando me convirtiera en artista, aportaría mi granito de arena al respecto”, declaró hace un par de años a la publicación online artsy.net

Un paisaje confuso: ¿Cuando es demasiado?
A pesar de sus buenas intenciones Erizku quizás llevó demasiado lejos su intención de utilizar las fotografías de Beyoncé como una plataforma pública para la discusión de una serie de planteamientos complejos. El resultado es una mezcolanza de todo tipo de interpretaciones que desbordan el mensaje central y que de hecho, han convertido en la que ahora es su más famosa serie, en una mirada muy debatible sobre la identidad cultural que pretende sostener y sobre todo, a la que intenta problematizar. El resultado es una disparatada búsqueda de sentido que hace correr ríos de tinta a expertos y que provocó todo tipo de análisis, sin que el contexto — o el fondo de la serie de imágenes — puedan aclarar la intención de Erizku y de su famosa modelo, con las fotografías.

Las declaraciones de Philip Prodger — director de fotografías de la National Portrait Gallery de Londres — dejan muy claro que si la intención de Erizku era un diálogo sobre la razón étnica y la visión de la identidad de la comunidad de la que insiste ser interlocutor, la propuesta falla en fondo y mensaje subsecuente. Para el experto, que reconoce la habilidad de Erizku para el uso de referencias y simbolismo asociado a la imagen, la serie de fotografías muestran un tipo de alegoría mucho más amplia, que no se detiene en reivindicaciones sociales y visuales que tienen poco acento en un tema específico. “Es una mezcla maravillosamente inteligente de referencias, que muestra a Beyoncé como una Madonna del Renacimiento” insistió el experto en una entrevista para TIME. “Las rosas son tradicionalmente símbolos de la Madonna, lo que sugiere fertilidad, pureza y castidad”, dice Prodger. “Curiosamente, el artista ha añadido algunas amapolas a la guirnalda también, que por lo general simbolizan el recuerdo y la pérdida, sólo puedo imaginar esto es una respuesta al reconocimiento público Beyoncé de que tuvo un aborto involuntario en 2013.” En su documental de 2013 de HBO, Beyoncé habló sobre un aborto involuntario que sufrió antes del nacimiento de Blue Ivy. No obstante, el mensaje se pierde y se neutraliza entre las decenas de imágenes que Erizku yuxtapone y construye con intenciones poco claras.

También se ha señalado que las fotografías tienen una serie de influencias notables del período rococó de finales del siglo XVII, con sus motivos levemente pastorales y bucólicos. Pero entonces es cuando Erizku da una vuelta de tuerca y lleva a Beyoncé a posar sobre un automóvil en medio de un paisaje urbano, al que añade un paisaje artificial. La combinación de elementos salta y choca, a pesar que sin duda, el artista se esfuerza por unir todas las ideas entre sí, sin lograrlo en realidad.




Nadie lo duda: Erizku es un artista de recursos y un profundo conocimiento artístico, pero aún así, el extravagante uso de elementos en las fotografías de Beyoncé — por las que será sin duda recordado más que por cualquier otra aproximación artístico — no termina de expresar un mensaje contundente. Convencido de la necesidad de la exageración y la opulencia, usa todo tipo de recursos para dejar bien claro que la imagen como producto pop soporta todo tipo de elementos o así debería ser. Siguiendo el ejemplo de LaChapelle — pero sin su perspiscacia visual y mucho menos, profundo conocimiento de la cultura pop — Erizku mezcla todo tipo de puntos de vistas artísticos en busca de subrayar el mensaje único. Hay un aire abigarrado muy semejante al retrato flamenco de finales del siglo XV, pero también que tiene evidentes reminiscencias en el exceso tan habitual en la tradición latinoamericana. Las flores que rodean a Beyoncé — artificiales, algunas secas, otras frescas — parecen tener una clara reminiscencia funeraria. Es entonces cuando Erizku da un nuevo salto y sumerge a Beyoncé en un paisaje onírico y acuático. La estrella mira a la cámara con el rostro hierático, atemporal y fresco, contradiciendo todo lo anterior.


¿Por qué la mezcla no funciona en las fotografías de Erizku para Beyoncé? Probablemente porque se trata de una propuesta sencilla que peca en exceso de simbología. Una mezcla poco atinada de todo tipo de metáforas visuales que no logra equilibrar en una única idea coherente. La sesión no logra — aunque intenta — expresar ideas claras. Erizku elabora un discurso visual ideológico sobre un género en esencia familiar e íntimo que se desvirtúa por la parafernalia ideológica. La disonancia creó piezas sin verdadero sentido ni tampoco profundidad, que intentan analizar la maternidad desde la noción de la madre nutricia y el poder de la fecundación. No obstante, la mirada no abarca el tema en general y se rompe al intentar expresar un mensaje elaborado. En otras palabras: el excesivo uso de símbolos en medio de una puesta en escena vacía, simplemente echó por tierra la intención del autor.

¿Y ahora qué? La cultura de lo fugaz:
No obstante, a pesar de cualquier análisis, con toda seguridad tanto Beyoncé como Erizku lograron la intención primaria de una serie de fotografías tan incómodas como llamativas: provocar polémica. ¿Se trata de algo tan simple? Sin duda hay un elemento sobre el uso y recurso de la popularidad visible en toda la propuesta de Erizku, que Beyoncé supo utilizar con su habitual habilidad. El resultado es una nueva de comprender incluso un acto tan simple como anunciar un embarazo, reconvertido gracias a las imágenes de Erizku en un acto de enorme potencial publicitario y comercial. ¿Hasta que punto se trató de un movimiento medido? Quizás la respuesta esté en los numeritos de la cuenta Instagram de Awol Erizku, cuyo vertiginoso aumento está convirtiendo al artista en una referencia inmediata a cierto tipo de arte muy visible. O el silencio posterior de Beyoncé, que asimila a través de una renovada ola de popularidad el efecto que su figura ejerce sobre el imaginario colectivo. Cualquiera sea la respuesta, es obvio que para ambos el objetivo de las imágenes se cumplió. Sólo resta analizar las implicaciones que ese triunfo — elemental y un poco a marchas forzadas — pueda tener en el futuro de la creación visual.

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Para ver:

Si te interesa el neo realismo visual con acento en lo étnico africano, te dejo aquí varios de sus exponentes:

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