viernes, 23 de marzo de 2012

Micromundo: #BabySitterWeek




Una vez leí una frase que decía algo más o menos como: "Del pequeño oficio, de la gran construcción", haciendo referencia supongo a los pequeños gestos que levantan grandes ideas. O tal vez no fuera algo tan metáforico y tuviera relación con esa idea tan medieval del mundo que aun subsiste: "pequeñas cosas que obtienen grandes resultados. Cual sea el caso, el hecho es que esa sensación del oficio humilde con enormes consecuencias, subsiste en el subconsciente general, como una especie de máxima silente que permanece en algún lugar del cotidiano. O al menos siempre me pareció tan ilusoria como cualquiera de esas certezas más o menos abstractas que toda cultura suele tener.

Hasta esta semana.

Y es que ser madre ficticia, ama de casa torpe, me ha demostrado el poder de los pequeños actos. Hablo claro, del hecho que durante toda mi vida menosprecie - como creo un buen porcentaje de mujeres de mi edad  - ese oficio humilde de llevar el hogar con buen pulso. Esa habilidad del " Todo en su lugar, todo en su momento" que sin duda mantiene cierto equilibrio en el mundo doméstico. Y descubrir su mecanismo, su funcionamiento, me hizo experimentar un renovado respeto, una nueva manera de comprender y analizar el tema que me ha sorprendido no solo por su consistencia, sino su humildad.

Porque no hay nada de sencillo en ese elemento de lo habitual que predomina en el ambiente hogareño. Ni mucho menos de fácil, intrascendente, poco importante. Y quién tenga esa impresión, da muestras de desconocer los rudimentos de esa amplia dimensión de pequeños detalles que crean el día a día que vives. Nadie esta exento o mucho menos, alejado de la realidad de ese  esfuerzo silencioso del que obviamente disfrutas a diario. Porque eres hijo de alguien, o empleador, hermano o simplemente debes buscar ese equilibrio necesario de las cosas sencillas: disfrutas de la sensación de encontrarte cómodo y seguro, del sabor de tu comida favorita, o la sensación agradable de llevar ropa recién lavada. O tenderte en la cama entre sábanas limpias. El baño con el jabón al alcance de la mano. El café humeante que necesitas al despertar. Todas esos pequeños gestos diminutos, todos esas imprescindibles formas de crear eso que tan ingenuamente llamamos hogar, es lo que al final de las cosas, determina algo tan amplio como personal. Paz. Quizá un poco de felicidad.

Pero que ocurre al otro lado? el lado de quién debe llevar a cabo todos los pequeños oficios que sustentan esa enorme circunstancia que llamamos "casa, "lo habitual, "lo de todos los días"? Pues allí, es donde comencé a pensar que hay mucho de arrogancia social y poco de comprensión, cuando "ama de casa" se usa como apelativo de cierta inutilidad, falta de objetivo, una simplicidad alarmante. Porque un "ama de Casa" - su sentido al completo - es probablemente la idea más agobiante de las muchas que forman esa dimensión de lo hogareño. 

¿Parece que exagero verdad? ¿Estoy dandole demasiada importancia a tareas sencillas que cualquiera puede realizar no es cierto? Si reconoces estas palabras, es que como yo, las has pronunciado tantas veces que parecen ser ciertas. Pero una vez que entras en ese ritmo trepidante del micromundo hogareño, comienzas a entender que bajo esa superficie simplisima, encuentras toda una serie de estructuras que levantan algo enorme. Porque no se trata de lavar los platos, o de mantener en orden la casa, sino ese entramado de circunstancias que crean lo domestico. Me refiero a esa labor silenciosa, agobiante, infinita, de cada día recordar todos los detalles que estructuran lo real, lo más allá de lo que consideramos "realmente importante", de cada cosa que construye un momento concreto de esa serie de cosas que al final se traducen como un espejismo de lo fácil, lo cómodo, lo de todos los días. 

Y sí, sé perfectamente que los tiempos del contrato matrimonial exclusivo, ese que obligaba a la mujer a sostener el hogar como unica definición de vida en pareja terminaron o que nadie se toma tan en serio esa necesidad de "vivir bien" dentro de esas cuatro paredes que habitan nuestro micromundos. O menos aun, que mi escasisima experiencia de tres días llevando las riendas de una casa que no me pertenece, a medias, con desgana y con más interés en evitar pequeños desastres que avanzar, pueda ya proclamarme experta en el tema, haber comprendiendo los pequeños misterios de este deber habitual. Pero si puedo decir, aun desde mi ignorancia, incluso desde esta idea que aun conservo de "esto no es para mí" que creo hay un esfuerzo de profundo, simple amor en todo el esfuerzo del día a día que alguien, cualquiera sea tu nombre, lleva a cabo para ti. Porque es tan simple como eso: amor. Amor y ternura. Un obsequio tan personal como transcendente.


Lavo los platos del desayuno que compartimos mi hija ficticia y yo, pensando en todas estas cosas. Abrumada por todas estas pequeñas ideas que no dejo de analizar desde que llegué aqui. Y pienso que está bien, que es perfecta, esta incomodidad, esta angustia, esta simplicidad en el asombro que siento hacia esta rutina que se repite, que requiere de esfuerzo, que se perfila a diario. Esta bien, porque parte de esa arrogancia del observador, del hijo, del hermano, del que disfruta del equilibrio del micromundo doméstico, comienza a resquebrajarse. Comienza a tener otro sentido. Comienza a enseñarme que no había esperado aprender aquí.

Humildad. Respeto hacia la simplicidad. 

C' est la vie.

Más tarde:  Y más desastres hogareños: me quedé sin bolsas plásticas para la basura, el perrito de la casa decidió marcar territorio en todos los alrededores, un alma caritativa tuvo que señalarme la diferencia entre la secadora y la lavadora - habrá un post sobre eso, lo prometo -, aprendí a coletear por el método sencillo de comente todos los errores posibles. A ratos,  tengo una sensación de casi pánico de todas las pequeñas cosas que olvidé o que no me resultan importantes. Y el ritmo de este pequeño micromundo continua, trepidante, incansable, infinito. Y de pronto me detengo y casi sonrío, de mi suprema, enorme ignorancia sobre él, lo que simboliza, lo que realmente abarca en su simplicidad.

1 comentarios:

Jacobo Alonso dijo...

tu experiencia de babysister jajaja no pare de reir por tus ocurrencias.. pero nada mas cierto con la realidad.. lo bueno es que lograste llegar al resultado esperado.. tu hija ficticia sobrevivio jajaa, el perrito vivio (posiblemente yo lo hubiera arrojado por la ventana) jaja y lo mejor de todo.. es creo que te sirvio para emprender un poco mas de este mundo tan loco y extraordinario q es el ciclo de la vida =)

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