sábado, 3 de marzo de 2012

La confianza apesta: La nueva etiqueta de un Mundo globalizado.





Muchas veces, ocurren situaciones sociales que desconciertan, asombran, preocupan y en el peor de los casos, asustan. Me gusta pensar que no soy la única, que últimamente se ve un poco sobrepasada por una especie de "suprema confianza" que al parecer llena las interacciones más personales: Una especie de nueva "diplomacia absurda" que la mayoría de las veces me deja sin saber que decir, abrumada y casi siempre avergonzada. Y es que lo que antes era "etiqueta, educación y buenas costumbres" se transformó en algo tan difuso que genera toda una serie de situaciones extravagantes, que podrían ser divertidas de no resultan angustiosas - al menos en mi caso -. De manera que, decidí recopilar algunas anécdotas de lo que creo, es esa nueva idea sobre la comunicación, las relaciones humanas y el trato social.

De la neutralidad a "porque mejor no me quedo muda":

Es extraño, pero a medida que la tolerancia social hacia las relaciones homosexuales ha aumentado, las parejas se han vuelto más discretas al respecto. O quizá se trate que simplemente continúan haciendo lo que siempre han hecho a pesar de los notorios cambios sociales a su alrededor: Intentar no propiciar situaciones que podrían resultar incomodas para los cada vez más esporádicos intolerantes con que puedan toparse. Cualquiera sea el caso, en un mundo globalizado donde la decisión sexual forma parte de una idea cultural mucho más abierta, algunas costumbres continúan propiciando equívocos que muchas veces no solo sorprenden, sino que crean escenas desconcertantes como la que contaré a continuación.

Conocí a este chico en el mundo 2.0 y fuimos amigos durante casi un año debido a un proyecto fotográfico colectivo en el que participé. Nunca me preocupé por su tendencia sexual y tampoco hice preguntas al respecto. De manera que, cuando finalmente le conocí, no tenía mayor idea sobre su vida personal. Por supuesto, en una que otra ocasión había hecho veladas referencias sobre "su pareja", sin concretar mayor cosa. Y aunque debió ser evidente a que se refería - para la mayoría de nuestros conocidos lo fue - para mí no lo era tanto.

La noche en que finalmente pudimos estrecharnos las manos en el mundo real, le acompañaba un caballero de unos cincuenta o sesenta años, con aspecto simpático y un poco de calva, que sonrió cuando felicité a mi amigo por su participación en el proyecto y sobre todo, su trabajo fotográfico. El hombre sonrío, asintió complacido, miro a su acompañante y asintió a mis comentarios con evidente afecto, lo que hizo que yo soltara la bomba siguiente:

- Se debe sentir muy orgulloso de como su hijo a venido desarrollandose en la fotografía - dije con toda naturalidad. Por supuesto, creo que el hipotético lector de estas lineas - que debe estar riendo ahora - imaginará que sucedió a continuación: ambos hombres se miraron a la cara en un rápido gesto avergonzado, sacudieron la cabeza, murmuraron alguna cosa, me dedicaron una sonrisa torcida y a continuación corrieron a mezclarse entre la concurrencia. Y a mi me llevó todo un largo minuto comprender que había dicho y lo muy avergonzada que me encontraba.

De manera que, y digamos que casi por necesidad, me he obligado a comprender las sutilezas de lo que supone el mundo social de hoy en día, de manera que estoy mucho más atenta a esos mensajes casi siempre muy difusos sobre la situación sentimental de los demás. Y por supuesto, seguiré recordando la anécdota como el epítome de mi indiscreción.

Si te he visto no me acuerdo. No, realmente no me acuerdo.


Otra de las situaciones que suele propiciar el enorme poder de las redes sociales, es la falsa sensación de "Todos nos conocemos, todos somos partes de la misma tribu" cosa que podría ser cierta hasta algún punto, pero que resulta angustiosa cuando debe enfrentarse a la normalidad del trato social. De manera que ocurre más de una vez, que esos "grandes amigos virtuales" , o al menos "los de la gran comunidad" en el mundo 1.0 son apenas conocidos que no tienen una gran idea de quien es el otro. Y ocurre que esa situación da lugar a escenas muy extravagantes, cuando no completamente disparatadas.

Como la que viví hace poco más de seis meses. Venía caminando por un Centro comercial de mi ciudad, cuando un chico se acercó a mí sonriendo. Con la natural paranoia del caraqueño me detuve, mirándole con cierto sobresalto. Pero el chico extendió la mano, tomó la mía y soltó una carcajada.

- Que nerviosa! como estás bella? soy S.!

Ni remota idea de quién se trataba. Lo miré, hice un esfuerzo de memoria y aquel rostro regordete y amable no me sonó de nada. Pero me forcé a sonreír y le estreché la mano, sin saber que otra cosa hacer para salirme de aquella situación.

- Que bueno verte! - respondí entre incomoda e inquieta - ¿Todo bien?

- Claro! Como está la fotografía y tu trabajo? - me respondió. Me quedé de piedra. Evidentemente aquel sujeto no solo me conocía de nombre, sino que le había puesto el suficiente interés al asunto como para saber algunos detalles concretos de mi vida. Y la conversación siguió: el afable desconocido me hizo amables comentarios sobre mi trabajo, sobre mis chistes mañaneros por twitter y después se despidió, insistiendo en que volviéramos a reunirnos. Yo asentí a todo, sonreí, respondí a algunas cosas con un cabezazo. Y cuando se fue, seguía sin tener la más peregrina idea de con quien había hablado.

De hecho, sigo sin saberlo, lo cual resulta más inquietante aun.

Y es que este tipo de situaciones parecen repetirse con alarmante frecuencia: no solo el 2.0 nos proporciona la falsa sensación que todos somos "amigos íntimos" cuando apenas nos conocemos, sino además propicia este nuevo tipo de amistad de "sé de todo de ti" que resulta no solo engañoso, sino además preocupante. Porque cuando ocurren este tipo de circunstancias, te preguntas cuanta información ofreces sin querer, o cuanto de ti, es parte de esa enorme mezcla de información y certeza que forma parte de la red de comunicación mundial.

Desde luego, podría continuar contando pequeños fragmentos de locuras diarias: Como el día en que recibí un correo muy elocuente sobre las intimidades de alguien más, porque evidentemente el remitente había equivocado la dirección de correo electrónico. O la ocasión en que acudí con mi madre y unas amigas a un restaurante y recibió por el bluetooth de su teléfono una serie de fotografías cuando menos "picantes". Un mundo globalizado, la naturalidad sociabilidad de la cultura puesta a prueba. ¿Te has preguntado como será después? ¿La nueva manera de vivir las relaciones sociales que nos espera en el futuro?

Yo si lo he hecho. Y debo decir que la respuesta me ha inquietado un poco. Habrá que esperar que nos depara el futuro inmediato, que se construye aceleradamente hoy.





3 comentarios:

Jacobo Alonso dijo...

jejeje siempre tan asertiva con tus pots agli jajajaja lo de que te he visto y no me acuerdo me pasa con frecuencia.. pero a veces es por mala memoria, y pos la vida 2.0, 3, 5 y las que vengan creo que nunca se debe perder el compartir en vivo y directo las momentos bonitos y gratos que realmente importan en nuestra vida.. mira que cada dia que pasa.. es algo que no regresa

Carol Meza dijo...

Pense que era la única, me siento tan identificada. He llegado a pensar debo ser más extrovertida, abierta, redefinir los límites de lo personal y lo íntimo. Son cambios y debemos convivir con ellos, adaptarnos, jajajajajaja.

Miss B dijo...

jaja Bueno Chicos, el mundo avanza rápido y parte de la lección es habituarse rápido a esos cambios. Un besote a ambos, gracias por leer y comentar!

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