lunes, 14 de julio de 2014

El mapa político de un país a fragmentos. ¿Quienes somos en medio de la debacle política?





Durante quince años, he sido opositora de conciencia al Gobierno Chavista, lo que equivale a decir que durante casi la mitad de mi vida, me he enfrentado de todas las maneras que he podido a la política del Gobierno Nacional. Me hice adulta en medio de la diatriba política, de un tipo de pugnacidad social cada vez más primitivo y violento. Pero insistí en comprender lo que vivimos como un proceso político y encontrar una forma de construir una solución viable a través de la participación y la comprensión de lo que vivimos como fenómeno social. He marchado en incontables ocasiones, asistido a Asambleas, participado en actos políticos de diversa índole, colaborado en eventos electorales, manifestado mi apoyo a lo que considero justo. En otras palabras, me he involucrado con mucha frecuencia en el acontecer político del país. No obstante y a pesar de lo anterior, no milito en ningún partido ni tampoco pienso hacerlo en el futuro. Defiendo a ultranza la independencia de mi pensamiento y tal vez por ese motivo, jamás me he unido a organización alguna que pueda representar mi parecer sobre lo que ocurre y ocurrirá en Venezuela. El mejor término que podría definirme por tanto es la de “ciudadano crítico”.

No es un término que en Venezuela se utilice con frecuencia: la ideologización del gobierno no sólo tuvo efecto en su electorado sino también en quienes le adversan, así que el radicalismo es un mal que aqueja a ambos extremos en disputa. Durante todo este tiempo, me he enfrentado a esa visión cortoplacista, conformista y sobre todo confusa de la oposición Venezolana no sólo por considerar que no canaliza el descontento genérico sino que en definitiva, perpetua los mismos vicios que llevaron a Hugo Chavez Frías al poder. Por todo lo anterior, me siento autorizada para analizar de manera crítica la actuación de la llamada oposición política, que dice representarme sin hacerlo a cabalidad y que de alguna manera, demuestra que la crisis coyuntural que parece Venezuela es una combinación de factores que parecen fomentar no sólo la división sino además, la desorganización de las bases ciudadanas que deberían ser el motor de cualquier transformación política en el país.

Por supuesto, lo que aquí expondré se trata únicamente de mi opinión: no es otra cosa que mis personales conclusiones con respecto a lo que ha ocurrido no sólo durante este año plagado de conflictos, sino a través de casi dos décadas de lucha política inútil y superficial. Una manera de organizar y estructurar mi experiencia no sólo como ciudadano sino como actor político en medio de una contienda dialéctica que no parece tener mayor resultado y fundamento.

Asi que, según lo anterior, ¿Cuales son los principales errores que ha cometido la oposición política al Chavismo? Podría resumirlo en cinco puntos muy concretos:

1.- Desorganización y confusión:

La oposición Venezolana es una mezcla de elementos políticos de diversas tendencias, ideología, formación teórica y visiones del país. Y no me refiero a la llamada “unidad”, fenómeno relativamente reciente, sino a todo el segmento político que se opone al gobierno Chavista. Se trata de una mezcla variopinta y poco congruente de motivos y razones que sólo parecen unidos por la necesidad de enfrentarse al poder por medio de los escasos medios a su alcance y que insisten en representar al descontento genérico del ciudadano de a pie.

Sin duda una plataforma política tan inestable es incapaz de enfrentarse de manera eficiente a una maquinaria construida y creada no sólo para triunfar electoralmente como lo es el chavismo, sino que tampoco puede ofrecer una interpretación viable sobre lo que ocurre y sus posibles soluciones. No sólo hablamos de una constante lucha interna por preservar y conservar segmentos de poder y espacios más o menos válidos frente a la arremetida de un Gobierno que no respeta límites legales algunos la oposición Venezolana carece de propuestas, estructuras y planes que permitan consolidarse como una alternativa frente al gobierno Chavista.

En otras palabras: La oposición política solo representa a una limitada porción de la oposición de calle, del descontento genérico que no se articula necesariamente en apoyo a cualquier opción que se enfrente al gobierno. Y es que probablemente, el mayor cuestionamiento que podría hacerse a la oposición, como factor político y como plataforma electoral, es su incapacidad para representar una expresión factible y concreta de esa conflictividad callejera que surge espontáneamente luego de quince años de desgaste natural de una propuesta política errática e inviable.

2.- Las Aventuras, los experimentos, los errores:

Cuando la oposición tomó las calles por primera vez, hará ya casi doce años, lo hizo debido a una necesidad irreprimible de ser escuchada y reconocida. El Difunto Hugo Chavez ya comenzaba a mostrar los rasgos de autocracia que luego definirían su mandato , enfrentándose a sus adversarios de conciencia a la manera de la izquierda histórica tradicional: los opositores fueron calificados como “enemigos” y lo que debió ser una diatriba política saludable, se convirtió en una batalla dialéctica cada vez más violenta y pugnaz. ¿El Resultado? dos bandos en disputa, irreconciliables y sobre todo, enfrentados por elementos de una supuesta ideología que parecía nutrirse justamente de la brecha histórica.

Tal vez, esa nueva manera de mirar la política, tomó por sorpresa a una sociedad infantil, desorientada y confusa. Eso podría explicar por qué ninguna de las acciones políticas llevadas a cabo tuvo verdadero efecto sobre la estabilidad política de un Hugo Chavez que jamás reconoció ninguna de sus peticiones, incluso su existencia. Hablamos de un Gobierno que basó sus interpretaciones sobre la conflictividad en el enemigo “invisible”, en la culpa histórica que achacó a una lucha de clases que reverdeció en un país tan desigual como nuestro. La oposición entonces insistió: Una y otra vez, desbordó las calles para ser reconocida, mientras el gobierno se limitó a ignorar cualquier tentativa política que pudiera contradecirle.

Y siguió haciéndolo sin un objetivo claro, sin una estructura social y estratégica que convalidara sus esfuerzos. Al “Chavez vete”, siguieron intentos fallidos de renuncia y de enfrentarse a la figura de Chávez por el método torpe de la descalificación. Los medios de Comunicación privados se llenaron de analistas y opinadores de oficio que intentaron dejar claro que la única posibilidad posible era desalojar del poder a Hugo Chavez. Nadie habló de mecanismos para lograr un logro político de tal magnitud, ni tampoco las consecuencias. Nadie analizó los pasos a seguir para enfrentarse a un gobierno que parecía nutrirse de la conflictividad para luchar contra ese enemigo a quien podía con toda facilidad achacar todos los problemas de una propuesta política poco clara, pero que aún así, resultaba popular en medio de un electorado enamorado de su lider político. Hablamos de una oposición que no supo interpretar las grietas del discurso, mucho menos ofrecer una respuesta a las primeras críticas y quejas, sino que se convirtió en el antagonista de una visión política basada en el arraigo popular.

Luego del fallido golpe de Estado del 2002, Hugo Chavez retornó al poder en tono conciliador. Alentado por su audaz olfato político, tuvo bastante claro que la crisis había dejado en evidencia las debilidades de su poder y aprovechó el momento histórico para justificar cualquier decisión que pudiera tomar de entonces en más. Es entonces cuando el Gobierno Chavista comenzó a construirse a partir de la no negociación y el cierre de filas. La peligrosa expresión “Rojo, rojito” llenó ministerios e Instituciones públicas y el Gobierno chavista se convirtió en una unidad de poder, corrupto y burocrático, inexpugnable para una oposición excecrada del poder desde el origen.

Pero la oposición no aprendió la lección: continuó atrincherándose en la improvisación y la torpeza política para enfrentarse a un gobierno cada vez más restrictivo y represor. En una jugada política previsible, el chavismo continuó radicalizándose y a medida que la renta petrólera continuó brindándole un cómodo piso para ganar elecciones sucesivas y estructurar misiones cosméticas que pudieran enaltecer su supuesta visión humanista, la oposición continuó aislándose, perdiendo validez y notoriedad. De nuevo, el descontento genérico continuó siendo el único rostro de una oposición sin dirección, desordenada y cada vez más fragmentada.

3.- Nosotros y ellos: La ruptura histórica.

Como dije más arriba, el gobierno no solo ideologizó a su electorado, sino también al contrincante. La oposición compró y promovió el lenguaje divisionista, de ruptura y de radicalización que permite al gobierno gobernar con comodidad. Y es que ninguna causa social, cultural o económica en Venezuela, escapa al color político. La disputa política jamás se mira así misma como una expresión del malestar nacional o de una reflexión ciudadana especifica. En Venezuela, todos los asuntos se discuten en el campo político, no importa cual sea su alcance y mucho menos, cual sea su visión de fondo. Lo político lo es todo, los extremos una herencia histórica reciente que aún no se analiza de manera suficiente y que convierte al panorama nacional en una disputa interminable y que sólo beneficia al poder.

La idiosincrasia del odio rebasó incluso el terreno político: la radicalización y el discurso político divisor forman parte de la interpretación del ciudadano común sobre aspectos tan básicos como la exigencia del derecho y la responsabilidad social. Más allá: el Gobierno promueve la idea de la obediencia debida, de la noción de la lealtad jerarquizada para comprender su estamento y relaciones de poder. Así que la polarización crea un terreno fértil para cerrar filas en torno a un “proyecto” y lo que resulta más preocupante “una visión del país”. La oposición, desconcertada y confusa, no sólo añade un elemento insistente de ruptura sino que además, acrecienta la brecha entre la militancia oficialista y opositora. Y entre tanto el poder disfruta de la inmejorable oportunidad de evadir cualquier responsabilidad sobre sus actuaciones. La oposición como enemigo.

4.- ¿A quién le hablas?

La oposición Venezolana sólo le habla a los convencidos, a los que miran al gobierno como el enemigo a vencer…y no a la porción de la población que apoya y por razones legítimas al Gobierno como opción política. Es esta disyuntiva, lo que hace que el discurso opositor sea tan vago como abstracto y que jamás pueda atravesar esa brecha imaginaria entre lo que ocurre en el ámbito político y más allá, el país real que existe más allá de la pugnacidad política. Probablemente el error más preocupante de la oposición, sea desconocer al contendor político, menospreciar al militante, disminuir la visión del otro en beneficio de la suya. Sin duda una reacción previsible en medio de un ambiente político tan conflictivo pero aún así, que no promueve otra cosa que esa limitada estrategia política que parece no incluir a buena parte de la población y mucho menos sus planteamientos y propuestas.



Por supuesto, en esta pequeña lista no incluí los errores más recientes, como las irresponsables promesas de una solución política inmediata o el hecho de que no exista una sola propuesta opositora que planteé un serio debate sobre los gravísimos problemas que padecemos. No obstante creo que resume lo que es en mi opinión, la brecha que separa no sólo a dos visiones de país encontrada sino también, a la mera propuesta política que podría brindar una solución a la incesante confrontación política.

Una visión del país coyuntural.

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