martes, 29 de julio de 2014

La historia reciente de la estafa histórica Revolucionaria: Entre la diatriba y la ideología fallida.




Hace unos días, y luego de renovar la Póliza de seguros que protege mi apartamento, recibí la noticia que su costo se había multiplicado casi cincuenta veces con respecto su valor original. En cualquier otro país del mundo, la noticia me habría emocionado, pero en Venezuela, solo significó una cosa: que lamentablemente, todas mis aspiraciones a futuro, cualquier plan o proyecto también había encarecido su costo en la misma proporción. La sensación fue tan dura como dolorosa y me llevó unas horas asimilar que cualquiera de mis aspiraciones inmediatas carecen de valor en un país donde la ideología se basa en mutilar las expectativas del ciudadano y enaltecer la carencia con nociones ideológicas. La sensación de frustración me sofoca, me deja tan agobiada que me lleva esfuerzos reponerme y analizar la situación de manera lógica.

- Es el método habitual en cualquier régimen que insista en la estandarización de la sociedad para prosperar - me explica Juan Alfonso, sociólogo y que durante una década se ha dedicado a interpretar la "Revolución" bolivariana como fenómeno social. Acudo a su oficina, asombrada y pesarosa, con la sensación que soy incapaz de comprender el país donde vivo, de identificarme con sus valores e interpretaciones. Juan me dedica una mirada comprensiva.

- No sé en qué se convirtió el gentilicio Venezolano - le digo - es dolorísimo no sólo no comprender al país donde naciste, sino perder el sentido de la pertenencia. ¿Que es el gentilicio más allá de la noción del país donde naciste? ¿Cómo te identificas con un país que no te reconoce como ciudadano y aún peor, no reconoces como propio?

- Sin duda, el proceso Chavista ha dejado muy claro que lo autóctono se identifica con la ideología que promulga - me responde - eres un "verdadero Venezolano" en tanto seas "chavista", compartas las aspiraciones de esa aparente mayoría electoral y política y comulgues con su percepción país. Eso deja en el extrarradio a todos los que se oponen, a los que critican, a los que contradicen o simplemente a los indiferentes. La ideología convertida en identidad emocional.

Sus palabras me sobresaltan, quizás porque parecen resumir ese sentimiento de puro desarraigo que he padecido durante los últimos quince años. Y es que no debe haber sentimiento más duro y doloroso que saberte extranjero en tu propia tierra, huérfano de identidad nacional, un extraño en el país que te vio nacer. Más allá, la diferencia se hace incluso más complicada de definir: de pronto Venezuela parece ser un escenario del desastre, una visión de quienes somos y quienes seremos basada en la incertidumbre. Y de nuevo, surge el tema de este futuro fragmentado, de este presente borroso, de la ausencia de planes inmediatos. La ruptura de esa noción pertinente de construir lo que aspiramos como ciudadanos a partir de nuestra relación con el país, su realidad y sus vicisitudes. Pero en Venezuela, la razón esencial parece resumirse a una destrucción progresiva de la identidad nacional. El pais roto a fuerza de una ideología fallida que es incapaz de subsanar la carencia, esa noción de sobrevivir con esfuerzo al día a día de una realidad confusa.

- Necesariamente Venezuela, como proyecto político, contradice su historia reciente y de allí, el gran fallo de perspectiva y de planteamiento del chavismo - me dice Juan - Venezuela fue un país en pleno auge del crecimiento social durante casi cuarenta años. Era una sociedad con diversas oportunidades, que ofrecía todo tipo de elemento que propiciaban la competencia económica, el consumismo y por supuesto, las opciones de desarrollo. Nadie niega claro, el anquilosado aparato burocrático, mucho menos los problemas de corrupción y abuso de la democracia anterior a la propuesta Chavista. Pero era un sistema perfectible, que podía mejorar a fuerza de planteamiento social y contralor.

Hace veinte o treinta años, adquirir un inmueble era un plan mayor que todos los venezolanos jóvenes intentaban cumplir a corto o mediano plazo. O en esa noción crecí: nací en una familia de Clase media donde la principal aspiración era la independencia económica o al menos el proyecto futuro que implicara serlo. Una idea que sin duda, se fundamentaba en esa motilidad social que por entonces, era habitual en un país en desarrollo. Crecí de hecho, con la seguridad que cualquier plan a mediano o largo plazo, implicaba esa visión necesaria de aspirar a una serie de elementos productivos, a esa capacidad de cada ciudadano podía tener de construir un futuro a su medida.

Me llevó casi década y media asumir que en la Venezuela chavista, la noción de guerra de clases parecía presuponer que cualquier plan o proyecto futuro debía restringirse y limitarse para beneficio del proceso ideológico que se llevaba a cabo. Una idea inquietante que sin embargo pareció hacerse cada vez más evidente, a medida que el Gobierno cercenó cualquiera posibilidad de elaboración de planes y proyectos individuales: Desde la compra o alquiler de inmuebles hasta la mera visión de la independencia económica. Según cifras recientes, el deficit de vivienda entre la clase Media Venezolana es el mayor de su historia reciente: La construcción de viviendas y soluciones habituales ha sido insuficiente, por lo que el precio y el valor - aunado a la inflación, la escasez de materiales de construcción - han encarecido el coste de cualquier inmueble. En el estudio "Vivienda en Venezuela: un problema con solución" del economista Ángel Alayón y el ingeniero José María de Viana, se indica que la producción de viviendas ha sido mucho menor al crecimiento exponencial de la población, por lo que la problemática habitacional no ha hecho más que aumentar. Basados en el promedial de las cifras del deficit y las proporcionadas por el censo del o 2011 del INE (Instituto Nacional de Estadísticas), el texto revela que  7,5 millones de venezolanos requieren de vivienda. "Solo para cubrir el crecimiento poblacional tienen que construirse 118.572 viviendas al año, y si se quiere cerrar el déficit en 15 años, tienen fabricarse 275.000 casas anuales y urbanizar 3.832 hectáreas", indica Alayon. Por lo que en Venezuela, la compra y venta de cualquier inmueble se convierte en un complejo proceso que además de atravesar el altisimo costo de la oferta, también debe enfrentarse a las leyes restrictivas y punitivas que convierten cualquier compra venta en un riesgo legal no solo para quien adquiere sino para quien oferta.

- Indudablemente, para el Gobierno la propiedad privada es un obstáculo para el colectivismo que desea implantar como premisa para visión socialista. El gobierno promueve y proclama la necesidad de la propiedad comunal, la Tierra que pertenece a todos. En principio la idea parece una respuesta inmediata al latifundio y al monopolio empresarial sobre la construcción, pero en realidad se trata de una visión elemental sobre control y presión sobre el sector privado, el enemigo tradicional del socialismo - explica Juan. Me muestra el extenso documento fotográfico que ha recopilado a lo largo de casi veinte años de investigación: de un parque de construcción en vias de crecimiento, las zonas urbanas en el país se han convertido en zonas depauperadas por expropiaciones e invasiones. Casi el 30% de las zonas de construcción de Venezuela han sido ocupadas ilegalmente e intervenidas por grupos de choque en exigencia de propiedad. El 45% de las construcciones de carácter privados se encuentran detenidas e incompletas. La cifra se hace incluso más preocupante cuando se analiza a futuro: las construcción de viviendas parece encarecerse y disminuir a medida que transcurre la década y las estimaciones más optimistas indican que para el año 2020, el deficit habrá aumentado en más del 40% con respecto al actual.

Las conclusión es obvia: en Venezuela, la aspiración de progreso se segrega y se limita a una visión ideológica que cierra espacios, limita la idea de prosperidad a una concepto político primitivo. Una construcción social que depende y más aún, se desmorona bajo el peso del poder administrado como arma que se empuña y no una idea de construcción social idónea. ¿De qué otra manera puede llamarse a la limitación exponencial de mis proyectos, planes y aspiraciones debido a la presión de un gobierno deficiente e inútil? porque actualmente trabajas - y mucho, casi con desesperación - para sobrevivir. No para ahorrar, no para construir un futuro acorde a tu visión sobre el mundo, sino para satisfacer las necesidades mínimas - y ni siquiera lo logras, en ocasiones - que debes afrontar como adulto.

Más tarde, mientras camino por esta Caracas árida, violenta, en escombros, me pregunto a donde puede conducir una visión de nación cuyas expectativa de futuro sean la incertidumbre y la confusión. Porque más allá de la amarga diatriba, de la lucha política incesante, de las contradicciones sociales y culturales, Venezuela no es otra cosa que un fallido experimento ideológico, la combinación de los peores aspectos de una sociedad de consumo empobrecida, la interpretación de un país a medio construir. Y es inevitable, que la realidad hiera, que te deje en mitad de una árida sensación de desamparo cuando comprendes que vives en un país que se desploma bajo el peso de sus propia negliencia. Un país sin esperanzas.


C'est la vie.

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