domingo, 13 de julio de 2014

De la sonrisa entre sueños al cielo infinito: Luna llena y otros pequeños misterios.



- Bruja.
- Así es.
- ¿Cómo la de los cuentos?
- Como las de mi casa.

El salón al completo me escucha el silencio. Alguien suelta una risita, hay un ligero carraspeo. Yo continuo de pie, con la blusa un poco arrugada, la falda del Uniforme sucia de barro y el cabello despeinado. Desde luego, no tengo el aspecto de una bruja, de esa criatura fabulosa y melancólica que la maestra de Castellano acaba de describir. Sólo soy yo, de diez años, con las rodillas salpicadas de raspones, las uñas sucias y la cara pálida llena de pecas.

No sé porque me empeño en decir esas cosas en voz alta, piensa una parte de mi, sin duda la más sensata y discreta. Debería quedarme callada, mentir, quizás. No tengo que responder todas las preguntas ¿Verdad? no tengo que decir la palabra que parece asustar tanto a las niñas de mi edad y hacer que los adultos sonrían con esa...¿Suficiencia? ¿Comiseración? no sé aún cual es la palabra correcta. La sabré muchos años después: Incredulidad. Y probablemente burla. Pero la niña de diez años que soy, no le importan esas cosas.

Porque esa niña, piensa en que la palabra sólo describe cosas buenas. A la abuela que rie a carcajadas, con el cabello cobrizo y los ojos color miel. A las tardes aterciopeladas con olor a galletas de avena. A la tia oronda y simpática, que le trenza el cabello mientras ambas cantan viejas canciones a la Luna. A la prima hermosa, con el cabello largo y oscuro como el suyo. Incluso a su madre, que aunque no le gusta tanto esa palabra como al resto de las mujeres de su familia, también sonríe al pronunciarla. De manera que ¿Por qué no decirla? ¿Por qué mumurarla en voz baja, con verguenza? ¿Por qué fingir que no existe, cuando creo que es la palabra más bella del mundo? Porque ser una bruja es un Privilegio. Es ser una hija de la Tierra, el sol y las estrellas. Es atesorar sabiduría de las plantas, es escuchar al viento cantar. ¿Por qué ocultar, entonces, quién soy?

- Bruja.
- ¿Lo dices en serio?
- Completamente en serio.
- No me lo esperaba de ti.

Me encuentro en la Universidad. Una adolescente libre y asombrada por el mundo nuevo que se abre ante ella. Una adolescente delgaducha, de mirada ardiente y cabello despeinado que comienza a comprender el valor de lo que aprende, de toda esa nueva experiencia que comienza a vivir. Mi amigo más querido por entonces, se sobresalta con la palabra, aprieta los labios se encoge de hombros.

Sé lo que piensa. Para él las cosas son simples: Las brujas simboliza una mitología perdida, vieja y arcaica. O quizás nada. La bruja sólo es una mujer de espalda retorcida y piel verde, en un libro de cuentos, con las mejillas arrugadas y los ojos duras. Bruja para él es una mujer ignorante, que corre por los bosques, aullando y gritando. En el mejor de los casos, bruja para él, es una mujer enloquecida, que se tira de los cabello, que se debate con la mirada extraviada. ¿Donde encajo yo en esa imagen? ¿Donde encaja la chica que discute y debate ideas? ¿La lectora voraz con quien comparte el gusto por los clásicos rusos? ¿Por qué me empeño en llamarme de esa manera, como si afeara mi capacidad para creer y confiar? Cuando me suelta de la mano, miro nuestros dedos sobre la hierba verde y fresca del campus de la Universidad. No lo entiende aún ni lo entenderá.


- Bruja.
- ¡Baja la voz! ¿No te averguenza decir eso en voz alta?
- ¿Por qué podría hacerlo?
- Ya sabes lo que podrian pensar sobre tu familia e incluso, sobre ti.


Lo sé, por supuesto. Mi amiga Flor no tiene que explicarme, que en Venezuela, ese crisol ecléctico de religiones y creencias, la palabra brujería parece abarcar toda una serie de visiones de la superstición, lo atemorizante  e incluso lo directamente desconcertante. Porque bruja se le llama al Santero, al Palero, al que fuma tabaco oloroso frente a pequeñas tiendas abarrotadas de botellitas de cristal. Y también se le llama así a la mujer que grita, a la discutidora, a la dificil. Porque bruja es el epíteto, el insulto, el estigma pequeño. Bruja es la insoportable, la gruñona, la insolente. Bruja es la anciana desgrañada, esa que vive en la imaginación popular. Pero Flor no entiende aún los dos rostros de esa visión de una misma cosa: eso a pesar que visita mi casa desde que era niña y ahora que somos adultas, lo hace incluso con mayor frecuencia. No lo entiende a pesar que quiere y respeta a mi abuela, de se asombra con los ojos muy abiertos por los Libros de las Sombras, por los pequeños altares repletos de piedras y flores. Aún así, la historia pesa mucho, pesa tanto. La bruja continúa atemorizando.


- Bruja.
- ¿De verdad?
- Así es.
- ¿Sobreviviente?
- Creyente.

Sonrío, frente al grupo de oyentes. Los que aceptaron la invitación de escucharme. Los que quieren saber. pronuncio la palabra, frente a sus ojos asombrados, mostrándole mis libros de las sombras, las plumas que decoran cada hoja, las cartas del tarot que yo misma confeccioné. La pronuncio levantando la daga que heredé y mi pentáculo. ¿Quieres eres? me pregunto, radiante y fresca. ¿Quién eres? me cuestiono, mientras respondo sus preguntas, mientras le hablo de mi historia. ¿Quien eres para soñar y creer? ¿Quién eres para desear y construir? ¿Quienes eres para esperar el futuro que se crea y se construye entre mis manos? ¿Quienes para soñar y aspirar? ¿Quien eres para conservar la esperanza? ¿Quien eres para crecer con humildad, como el tallo del árbol verde y joven que brota de la tierra fértil?

- Soy una bruja - repito - y todas las mujeres de mi familia, también lo son.




De la danza de las sonrisas al recuerdo que nace: Luna Llena. 

Para la tradición de la Diosa que practica mi familia, la Luna Llena de Julio simboliza un momento para analizar y reflexionar sobre nuevas ideas. Un renacimiento que conlleva además, esa necesaria reflexión sobre lo que hasta ese momento del año hemos hecho y sobre todo, como asimilar el conocimiento que hemos obtenido. Los rituales dedicados a su celebración siempre brindan la oportunidad de construir una nueva visión sobre nosotros mismos y quienes somos, como el siguiente.

Necesitarás:

Un puñado de Sal marina
Un puñado de granos de mirra
Dos velas azules
Un cuenco para quemar

Disposición:


Toma la sal marina y crea un circulo con ella en medio del cual te sentarás. Coloca las velas a tu derecha e izquierda y frente a ti, el cuenco para quemar con los granos de Mirra en su interior.

Cierra los ojos y toma siete largas bocanadas de aire. Concéntrate en el ritmo de tu respiración. Ahora recréate en la sensación de bienestar que te produce comprender a tu cuerpo: la forma como la tensión abandona tus músculos cada vez que expulsas el aire de tus pulmones, el silencio de la habitación donde te encuentras, la manera como tu cuerpo se impregna lentamente de tu energía personal. Imagina que un circulo de luz blanca te rodea. Con el ojo de tu mente, disfruta de su resplandor, de la manera como su brillo se extiende por todo el lugar, haciendo retroceder las sombras. Cuando sientas que tu nivel de concentración ha llegado a un punto óptimo, enciende la vela a tu izquierda invocando de la siguiente manera:

"Sea la Madre Plata
La voz de la Tierra
Sea su mano fecunda
el nacimiento de la idea"

Enciende la vela a tu derecha:

"Nazco y vivo cada noche
en mi capacidad de creación
Me elevo sobre las sombras y el temor
Soy en la Diosa
la pura convicción
La luz y la oscuridad
la noche y la verdad
Que sea en la energía Universal
la fuerza y la determinación
para comprender el magnitud del poder de mi voluntad.
Asi sea"

A continuación, enciende los granos de mirra procurando que ardan en un buen fuego, hasta que su exquisito aroma se extienda por toda la habitación donde te encuentras. Cierra los ojos y aspiralo lentamente, sintiendo como todo tu cuerpo se impregna de su  calidez. Imagina que te encuentras en un valle amplio, cubierto al completo de hierba verde. El sol se encuentra alto y brillante. A tu lado, se encuentra un cuenco con semillas y frente a ti, un tiesto de barro con tierra fertil en su interior. Comienza a excavar en la tierra con las manos desnudas, sintiendo su textura, la manera como el contacto con la madre Universal te llena de una energía nueva y portentosa. Disfruta de ese contacto intimo, personal, ese lenguaje más antiguo que la memoria, que se expresa a través de ese vinculo primigenio que construyes a medida que sientes el poder de la Tierra. Ahora, tomas las semillas y plantalas en el tiesto, y cubrelas. A medida que lo haces, la luz del sol se hace más brillante, cegadora, un estallido raquídeo que cubre todo el cielo. Apoya las manos sobre la tierra y siente como cada parte de tu cuerpo y espiritu se impregnan con una sensación de bienestar y pertenencia profundamente sentida. Entregate a ella, permite que la tierra y el fruto de tu conciencia purifique tu intención, tu pensamiento y convicción. El antiguo lenguaje de la fe divina en ti.


Para completar el pase de energía que has llevado a cabo, permite que las velas se consuman y luego, apaga el fuego que arde en el cuenco para quemar diciendo:

"Crea poder en mí
Crea fuerza en mí"

Come y bebe algo para equilibrar la energía que has obtenido mediante el ritual.



En el jardin tibio y resplandenciente, las escucho reir y cantar. Juntas, bajo la luz de la luna, celebramos ese raro privilegio de recibir como herencia un nombre, una creencia, una tradición. Y bailamos juntas, las manos entrelazadas, el rostro vuelto hacia el infinito. Una plegaria de sonrisas, una profunda visión de la fe.

Así sea.


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