jueves, 5 de septiembre de 2013

Proyecto "En Los ojos de Otro" con Naky Soto @Naky





A Naky Soto ( @Naky ) la precede su ingenio, su elocuencia y su franqueza. De hecho, así la conocí, mucho antes que coincidiéramos en cualquier lugar. Durante los largos meses de este año amargo y complicado para mi país, Naky fue muchas veces la voz de la cordura, el comentario conmovedor, la visión analítica de una sociedad que parece avanzar dando tumbos en la oscuridad. Y es que Naky además de ser un espiritu inquieto, independiente y original, es también una mujer que se construye así misma con opiniones, con la argumentación inteligente del que busca una respuesta en medio del caos. Por ese motivo, este intercambio de opiniones entre lo divino y lo cotidiano, lo aparente y lo evidente, es tan enriquecedor como singular: Una manera de comprender el mundo a través de dos visiones contrapuestas y más allá, una forma de interpretar la realidad - lo que emociona, lo que enaltece - como una opinión moral. Un sueño de la razón, quizás.

Estas fueron las preguntas que Naky me hizo:


1. "Creo en ti" de Rubén Blades me parece un ejercicio fantástico de afirmación de fe, ¡te invito a que me narres -en una zambumbia-  las personas, acciones, prácticas y amores en los que crees, así, con ritmo y todo ;)


Para responder tu pregunta encendí la radio en cualquier emisora, y comenzó a sonar "viviré para ti" de los Amigos Invisibles. Y decidí pensarme la pregunta como una canción a medio cantar ¿En que creo? en la vida y lo inevitable de la muerte, y el espacio entre  ambas cosas. Creo en cada cosa que me hace sentir un deseo inenarrable - incontenible - de aprender. creo en el arte, en el que te hace llorar y reír, en el que te ensucia las manos, el que te hace gritar. A todo pulmón. Con los ojos cerrados. Creo en el amor, pero no en el romántico - no únicamente - sino ese otro tan potente que experimentamos por todo lo que nos otorga identidad. Creo en esa visión de todas las cosas, en ese poder de crear que habita en el deseo. Creo en la palabra, con una devoción que duele y que consume. Creo en la imagen, en robarme todos los momentos del presente porque en el mismo  momento en que lo hago, ya forman parte del pasado. Creo en mis padres, que me educaron como un quijote torpe, uno vacilante, muy vulnerable, que se tropieza siempre, que siente un profundo dolor y una felicidad igual de aguda, en las venas. Creo en mi, ciegamente, casi con arrogancia. creo en todas las carcajadas, las que te dejan sin aire. Las que perfuman cada momento. creo en el sexo, el calor entre las piernas, en la piel caliente y húmeda, en el silencio entre las sábanas, en la complicidad de mirarte en la
oscuridad, en abrazarte al desenfreno. Creo en el poder de asumir tu responsabilidad, de aceptar el peso de tus ideas. Creo en cada cosa que construye un mundo intimo, que analiza la visión personal a través del poder que te confiere el pensamiento. Creo en lo imaginario, creo en lo imperfecto. Creo en el amor a primera vista, que es un riesgo, y en el espíritu roto, porque ese cicatriza y te recuerda el poder de vivir. Creo en cada cosa que te hace suspirar, pero no un suspiro lento, azaroso - aunque esos también - sino el suspiro a brazos abiertos. De puro poder. ¿Lo has sentido? Tomar una bocanada de aire tan larga, tan extraordinaria, que el pecho se
te abra en dos regiones misteriosas. Sentir que puedes contener el Universo, en la sonrisa de ojos cerrados, en esa manifestación  sencilla que te brinda creer que un momento de felicidad es real. Creo en el dolor, inevitable. Creo en los pequeños milagros diarios. Creo en el sabor del dulce, ese pequeño éxtasis infantil de recordar el mundo de una manera muy sencilla. Creo que siempre seré niña y que a medida que crezco no me hago más mujer: agradezco el poder de mirar cada cosa y vivir cada experiencia con ingenuidad.

Dejo de bailar. Estoy temblando de esa rara felicidad de sentirte único e individual. En eso también creo.



2. La sincronía me resulta una de las posibilidades más impresionantes de la vida, ¿te ha ocurrido alguna en particular que haya conectado una necesidad imperiosa con su solución inesperada? ¿Se la atribuirías a tus prácticas de fe?

No se la atribuyo en las ocasiones en que me ocurre -  en que las disfruto, más bien -  porque creo que la sincronía es una muestra de esa conexión invisible que existe entre cada espíritu que habita el mundo. Una conexión que no pertenece a ninguna creencia o que se atiene a una definición única de la Divinidad. ¿Suena romántico? Quizás lo sea, pero pienso que la sincronía es esa huella casi invisible de lo que nos une, de esa acción - creación que ata y nos sujeta a una idea de comunidad universal. ¿Sabes como lo imagino? Como una sinfonía: un ritmo propio, una especie de música entre las esferas celestes, como diría Galileo, que mantiene y sujeta el
delicado equilibrio entre todo lo creado y lo imaginado. Y cuando ocurre, considero que es demasiado valioso como para juzgarlo como algo menos que un pequeño prodigio de lo cotidiano.



3. La fe, la creencia, la armonía y la paz, son femeninas, por eso me encantó tu narración de la feminidad implícita en el desarrollo de la espiritualidad, amén de tu corporalidad, ¿qué te define mujer?, ¿qué potencia tu feminidad?, ¿qué te acerca a la Diosa?

Te contaré otra anécdota para explicarte mejor mi concepto de lo femenino: Cuando me inicié en brujería, lleve a cabo un ritual que insiste en que la bruja debe confiar en el corazón, escuchar el viento y fortalecer su espíritu con conocimiento para comprenderse así misma. Una vuelta al origen. Consiste en caminar con los ojos vendados en una habitación a oscuras y confiar en que encenderás las 7 velas que simbolizan los 7 años de aprendizaje que esperan por ti. Obviamente, el ritual que yo realicé fue en el jardín desordenado de la casa de mi abuela, bien protegida por mis tías y primas. Pero hace siglos, la bruja debía andar en el bosque, conteniendo el impulso de descubrirse los ojos y confiar en que podría superar los obstáculos: la piedra con que tropezaba, el animal al acecho, su propio miedo.

En mi caso, caminando con las manos extendidas, temblando de miedo, aprendí que el poder de tu ideal te supera. Una idea profundamente femenina, porque somos espíritus esencialmente creadores. No creo que se deba solo a nuestra capacidad de dar vida - que es, claro, uno de los motivos más evidentes - sino esa convicción que el mundo puede reconstruirse, mejorarse, enaltecer las convicciones. Caminé con la boca seca de miedo, pensando en la oscuridad que me rodeaba, en el silencio de mi abuela y del resto de las parientes que me acompañaban, quizás recordando su propia experiencia o asumiendo que somos parte de una misma idea del mundo que ahora me heredaban. No sabía porque sentía tanto miedo: no había motivo para experimentarlo con tanta intensidad. Pero lo sentía: un escalofrío helado, el corazón palpitandome muy rápido. Tan pequeña y torpe. Tropezando. Preguntándome si podría lograr encender las siete velas sin quemarme los dedos, si podría dejarme guiar por lo que había aprendido meses haces sobre ese ritual. Y me imaginé solitaria, al borde mismo de mi identidad. Con once años no lo pensé de esa manera, pero si sentí que era anónima, que era poderosa por esa misma ausencia de nombre y significado. A solas, en la oscuridad, con la esperanza de recibir un aprendizaje que consideraba muy valioso y meritorio, caminé descalza sobre la tierra húmeda, aspirando su olor. Y sentí la cercanía de la Diosa. No una figura distante, una divinidad misteriosa emergiendo en la oscuridad, sino esa convicción que era perfectamente capaz de continuar, a pesar del miedo. Me caí un par de veces. Me levanté. La saya blanca que me quedaba un poco grande se me enredó con las ramas secas de las plantas que se enroscaban entre el muro. Pero continué, imaginando el camino, sintiendo a la Diosa en mi piel, a esa energía de creer y confiar con pasión. Extendí las manos y tomé las cerillas, y recordé haberlas visto en la cocina de mi abuela. Una cajita pequeña, de cartón, con la imagen de una Virgen cuyo nombre no conocía impresa. Y reconocí esa extraña sincronía - otra vez la palabra - de las cosas que ocurren por su propio impulso, que son, que existen. El chisporroteo del fósforo contra la yesca. El color del fuego. Pequeñito, recién nacido, como mi fe. Extendí la mano temblorosa y lentamente encendí una vela. Escuché el siseo del fuego, paladeé su olor. Me moví, con lentitud, encendiendo cada vela, cada vez más consciente del poder de creer y confiar. De esa intima satisfacción de construir mi propia visión de la realidad. Siete velas encendidas en mis párpados cerrados. Cuando encendí la última retrocedí y me tropecé con mi abuela. Estuvo allí todo el rato, pensé, sintiendo tus manos callosas, fuertes y cálidas, de curandera, de cocinera, de mujer fuerte y espléndida, acariciándome la cara.

Cuando me quité el trapo que me cubría los ojos estaba llorando. Renacida. Y ella también lloraba, porque comprendía lo que significaba para mí aquel momento extraordinario y diminuto que recordaría para siempre.

Así me concibo, así me siento conectada a la Diosa. La niña temblorosa que triunfa por voluntad y por sobrevivir a su propio temor, soy yo.


4. Mi abuela Julia Dolores decía que hacer el bien es el único mandamiento que necesitamos para vivir, ¿cuáles son los mandamientos de tu vida?

Solo dos: aprender y crear. Es la manera como concibo cada momento de mi vida, mi forma de interpretar el mundo. Aprender de cada cosa, asumir cada error como aprendizaje, comprender el valor de mi responsabilidad en cada una de mis decisiones. Y crear, siempre. Para elevarme por encima de mis propias limitaciones y soñar.

5. L@s amig@s son la familia que vamos configurando, y de buena forma confirman nuestras creencias o nos transfieren otras: ¿cuáles son los legados más importantes que tus amig@s te han brindado?

Creo que cada persona, incluso las que las que te hieren, te dejan un aprendizaje. No, no soy una mártir de mis principios pero si estoy convencida que incluso las heridas más profundas y dolorosas sanan si les brindas el tiempo suficiente. Y la cicatrices que te dejan a cambio es la historia que puedes asumir como propia, la que construyes cada día. De manera que el legado más importante que ,e ha dejado cada persona que ha sido parte de mi vida es la capacidad de mirar el mundo a través de sus ojos y comprender la diferencia, como parte de un lenguaje universal, mi madurez intelectual y algo mucho más difícil de asumir: lo vulnerable que nos hace confiar.

La fe como una búsqueda constante de significado, un concepto privado acerca los temores y dolores del espíritu humano. Incluso, una necesidad de comprendernos a través del reflejo de las ideas y ese limite difuso entre lo que asumimos real y lo que no lo es.

Estas fueron las preguntas que le hice a Naky:


1. Somos mujeres que crecimos y pertenecemos a una sociedad variopinta y ecléctica. En Venezuela la religión tiene mil nombres y la creencia todos los rostros posibles. ¿Cual es la mejor herencia de esa mezcla en ocasiones chocante de visiones de la fe, la creencia, lo sagrado, lo simple y lo trascendental? Del indígena al afrodescendiente, del europeo al sudamericano, ¿que nos obsequió esta gran combinación de visiones de la realidad?

Los venezolanos encontramos nuestro mejor resumen en el plato típico de la navidad: la hallaca. Por definición era un simple bollo de harina de maíz que condensaba todas las sobras de la comida principal, acobijados en hojas de plátano para que hirviendo fundieran sus sabores. Dependiendo de la región, las encontramos con huevos sancochados, caraotas, encurtidos avinagrados o una sencilla almendra, lo que marca el valor de la localidad en su elaboración, y aunque haya gente que argumente muy bien porque le gustan unas más  que otras, el refrán que define nuestra relación con este plato, explica igual cómo somos: "digan lo que digan no discuto más, la mejor hallaca la hace mi mamá".

Pensar en los rituales que ha adquirido su elaboración, es acercarnos a cómo nuestra propia movilidad social complejizó nuestras relaciones, haciéndonos profundamente mestizos e igualados. Somos sincréticos, y a los bebés se les hace un bautizo de agua antes que uno formal, se les coloca una cinta roja o un azabache con peonía para evita el mal de ojo, pero igualito les compramos medallas con vírgenes o Cristos, que le identifiquen católico por el rito, que no por la fe.

Probablemente el despunte de religiones diversas, desde la muy costosa santería, hasta la Nueva Era, habla de la asunción de la fe en la adultez, pero inevitablemente, llevarás alrededor el pabilo que sujeta tus memorias de un papagayo tanto como el resumen de creencias de propios y ajenos, en esta hallaca que seguimos siendo.

2. ¿Que consideras puede ser una manifestación divina? ¿Podría catalogarse de esa manera a lo misterioso, lo inconcluso, lo que no comprendemos muy bien, lo que se manifiesta sin explicación pero que podría tenerla?

Leyendo tu pregunta pensé en mi sobrinito que este año superó la AH1N1. Ante ese evento hubo dos grupos familiares claramente diferenciables: los de ciencia, que agradecieron tener el seguro para pagar el montón de medicamentos intravenosos que le colocaron, entendiendo en ellos "la fuente de su sanación"; y, los de fe, que le endilgaron su absoluta mejoría a la intervención de su dios. Lo que me lleva a afirmar que toda manifestación de amor es divina, porque dudo que haya algo más misterioso que el encuentro de semblanzas dispares, que por amor se conjugan, dirimen dferencias u obvian lo irresoluble.

Igual pasa con lo incomprensible, tendrás a un gentío Discovery Channel, tratando de meterle explicaciones alternativas -desde los mayas hasta Rosswell- y otro contingente, que prefiere dejar eso en manos de Dios. De lo que sí estoy convencida es que sólo nuestra propia concentración energética, meditando, orando u obrando, marca la posibilidad de mezclar lo que esperamos con lo que ocurre; si vencemos nuestra pasividad, descubrimos alcances fascinantes.


3. ¿Para expresar la fe es necesario creer en el misterio y lo desconocido? Me explico, se insiste muchísimo que un mundo racional destruye a sus Dioses porque la razón supera la deducción. ¿Qué opinas a ese respecto? ¿La fe es necesita la inocencia o la fe se manifiesta por instinto?

La fe necesita amor y sólo el amor entrena en esa rara fórmula de creer. Mientras fuimos pequeñas, no importa cuántas veces nos mandaran a persignar, no había Dios más poderoso que mamá, papá o cualquier miembro de tu familia que te hiciera sentir amada y segura.

Mi querido Willy McKey escribió un tuit que decía: "Dios son las abuelas", lo creo a plenitud, porque quien conoce a su abuela y está cerca de ella, descubre el amor más trascendental que tendrá, a dos bandas: sabiduría y desprendimiento.

Luego, la racionalidad no tiene por qué negar la fe. Nuestro desarrollo espiritual es personalísimo, aunque las religiones homologuen los rituales, no hay manera de intervenir en el propio ordenamiento que le brindamos a esos contenidos, en lo que sí crees y las razones por las que lo haces, desde las ingenuas hasta las elaboradas. Toda creencia necesita del amor del ejecutante para ocurrir, para sembrarse, para intervenir.


4) ¿Cual es el poder de la creencia actualmente? Entendiéndose como creencia nuestra manera de asimilar e interpretar lo sagrado y nuestras relaciones con lo desconocido.

Igualito que Venezuela, el poder actual es megabiodiverso ;) La espiritualidad ha ganado terreno en esa necesaria evolución que supone trascender de los traductores/intérpretes y ejercitar nuestro propio desarrollo. Las increíbles ventas de Paulo Coelho no se explican por ser el mejor escritor de todos los tiempos, pero sí ha tenido la capacidad de gestar historias con contenido emocional entremezclado con sopotocientas frases citables. Y citables en cuanto reflexivas, no importa que se le hayas escuchado a tu mamá, o al sacerdote de los domingos, la ventaja es que con el libro, el regente de esas reflexiones eres tú.

Tratemos, Aglaia querida, de explicarle a un extrajero que tenemos una "Corte malandra" para ejercer la fe y que el finado Chávez forma parte de ella, y lo hace incluso antes de morir. Que un líder político alcance amor fanático, el suficiente para trascender el rol social y convertirlo en un dios, es un fenómeno que se ampara en lo diverso, pero que se explica desde cada biografía que ha decidido elevarlo a un altar.

El que hace yoga, independientemente de la religión en la que haya sido bautizado, descubre otros espacios de elevación espiritual. Como lo puede hacer el que repite mantras, ora con devoción o encuentra causas para su vida. La fe se entrena de muchas maneras y creo que ha ganado fortalezas impresionantes en nuestro sincretismo cultural y simbólico.


5. ¿La divinidad puede tener rasgos humanos o el propio hecho divino la aleja por completo de cualquier definición que podamos comprender? Hablo de un rostro humano y verídico, con emociones y pensamientos. ¿La divinidad para ser justa debe ser por complejo amoral?

La divinidad necesita de lo humano para ser creíble. Complejo lo tiene el que monta una iglesia de extraterrestres, porque el crédito depende de la persuasión para el propósito, tanto como el signo de la fe.

Creer en la concepción de una virgen, es complejo, pero al menos parió al muchacho. Y el muchachito creció, y al margen de sus milagros, no contó con un poder más arrasador que su propia palabra reflexiva y su posterior sacrificio. La resurrección es el origen de esta iglesia a la que pertenezco, y después de 12 años formada por las Hermanitas de los pobres, entendí que el evento era accesorio en su veracidad, pero maravilloso para comprender que si yo lo creo, entonces es. La divinidad necesita del pasaporte humanizador, para esos viajes de ida y vuelta, en los que pido algo mientras me comprometo a hacerlo bien; en los que recibo y doy a otros, en los que hago iglesia porque la iglesia va conmigo.

La justicia de lo divino sí me resulta un tema complejísimo, y te prometo reflexionarlo con calma para tomarnos un café y discutirlo, ¿vale?

La Divinidad como un reflejo de lo humano, del valor de la interpretación que damos a lo desconocido. La fe como esa expresión del yo tan sutil como determinante de nuestra visión más amplia del mundo y de ese limite entre lo humano y lo extraordinario, que forma parte de nuestra necesidad de soñar y crear.

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1 comentarios:

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

Es interesante ver un par de espejos, uno frente al otro.
Sus reflejos irradian tantos matices como interesantes son los personajes que se reflejan.

Gracias.

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