lunes, 22 de julio de 2013

La Violencia y el temor: La cultura de la violación.





Hace unos días encontré, escondida entre la multitud de titulares de actualidad, la siguiente noticia: Mujer noruega violada en Dubai es condenada a prisión "por tener sexo fuera del matrimonio".  Me apresuré a leer la nota y al cabo de varios minutos, estaba lo suficientemente asqueada por para querer arrojar el periódico al suelo y gritar de cólera. Y no solo por lo que contaba la noticia - que ya sería suficiente - sino por sus implicaciones: al buscar la información vía web, encontré una serie de comentarios en foros y diversos blogs, donde justificaba la medida aduciendo que la Cultura Musulmana es por completo distinta a la Occidental, y por tanto, debíamos asumir que "sus decisiones legales no siempre serían comprensibles". Peor aún, dos anónimos usuarios de una página de noticias, insistían que la victima "probablemente se buscó la agresión, si las autoridades no encontraron una prueba para sustentar la acusación de violación". No sé que me produjo más terror: la idea que buena parte del mundo asume que una agresión sexual puede ser justificada o que aún hoy, la violencia sexual sea un delito donde la victima deba asumir que no se creerá en su palabra, hasta que se demuestre lo que padeció. Una idea preocupante, cuando no escalofriante.

La noticia - y todas las ideas al respecto - me hicieron comenzar una pequeña investigación. Y lo que encontré no solo asombra sino que además inquieta, porque demuestra que la sociedad y la cultura asume que la Violencia sexual  es un delito de interpretaciones, una contraposición entre la versión del atacante y la victima. Aún peor, existe toda Una Cultura de la Violación que fomenta la idea que la mujer puede provocar un ataque y que además, el agresor simplemente responde a un impulso primario imposible de contener y que la mujer debe procurar no despertar. No deja de preocupar, que esa visión  de la violación como una provocación de la Victima, esté tan extendida como para que distorsionar la interpretación de un hecho de violencia semejante: La agresión como excusa y más aún, como inevitable.


La cultura de la Violación:

La palabra "Violación" asusta a mucha gente: se pronuncia en voz baja, produce incomodad. Y tal vez debido esa percepción del miedo, es que se intenta atenuar, justificar, interpretar. Porque una violación parece menos terrible, menos cercana, si podemos entender que ocurrió, si somos capaces de asumir que pudo haberse evitado, que no es un acto de violencia gratuita, cruel y sin sentido. Por ese motivo, para mucha gente, una violación es un hecho sin matices, directo y evidente: la violación solo ocurre si el caso es extremo y demostrable. Que no quede duda, pues, que la victima fue maltratada, coaccionada, herida, violentada, aterrorizada. Solo así, la sociedad baja la cabeza, asiente con preocupación y murmura muy preocupada sobre lo salvaje del agresor, sobre el castigo que merece por haber cometido un crimen. Quizás por desconocer las numerosas posibilidades que supone un acto de violencia semejante, el ciudadano de a pie, siempre condenará una violación si puede asumirla como inevitable. ¿Pero que ocurre si la violación es algo más que una paliza y sexo forzado? ¿Que ocurre con las violaciones que no implican violencia física directa? ¿Que pasa con las mujeres violadas que no gritan, que no pueden defenderse, sino que aceptan, aterrorizadas y sumisas, un hecho de violencia que las supera? ¿Existe un perfil que haga válida o creíble una violación? ¿Cuando la violencia es menos o más directa? ¿Cuando el miedo es más destructor? ¿Que ocurre con la mujer abusada por el esposo? ¿Que pasa con la mujer que bebió y llevaba una falda corta? ¿Es menos violento y devastador el abuso sexual por que la mujer no gritó ni golpeó a su agresor? Es un pensamiento inquietante, porque asume la idea que existe violaciones "reales" y las que no lo son tanto. ¿Una cita que salió mal quizás?  Las que la victima soportó la violencia sexual por miedo, por angustia, por no tener otra posibilidad. La mujer que cree que es normal que el sexo sea violento, crudo. Las niñas que son obligadas a contraer matrimonio aún con muñecas en los brazos. ¿Es menos violento el sexo no consensuado si la victima no puede o no sabe como defenderse? ¿es menos cruel una agresión sexual por que la victima vestía de una manera especifica? ¿A donde conducen todas estas interpretaciones y justificaciones sobre la posibilidad de la violencia sexual? Un pensamiento inquietante, por donde se le mire.

Más angustioso aún, es que parte del debate sobre la violencia sexual parece insistir en restar responsabilidad al agresor, en cuestionamientos como los siguientes: ¿Cuando una violación deja de ser violación? ¿Cuando una violación es menos grave? ¿Cuando es provocada? ¿Qué ocurre si la victima propició el ataque? Son planteamientos que forman parte de lo se conoce como "Cultura de la Violación" y que insiste, en que una victima de violencia sexual pudo propiciar de alguna manera el ataque que padece. O que la violación es un término lo suficientemente ambiguo - o que puede serlo - como para que se dude sobre que pudo provocarla o que tanto pudo hacer la victima para evitarla. Encontré, incluso, una lista muy inquietante que define la Cultura de la Violación en una serie de ideas que propician la visión de la violencia sexual como un delito donde la victima puede tener responsabilidad en lo que ocurre:

La Cultura de la Violación es aquella que: 

La que favorece la violencia sexual.
La que ve la violencia como algo sexy y el sexo como algo violento.
La que usa la violación como arma (guerras, etc.).
La que culpa a la víctima.
La que exige que sean las mujeres las que prevengan la violación.
La que dicta que sólo un tipo de gente viola y sólo un tipo de gente es violada.
La que dice que las prostitutas o las esposas no pueden ser violadas.
La que defiende que es normal que “los hombres se comporten como hombres”, es decir, que es normal que no puedan / quieran controlar sus impulsos sexuales.
La que dice que si te violan “de verdad” tu reacción tiene que ser siempre la misma (no se admite que algunas mujeres se avergüencen, otras huyan, otras denuncien, otras se callen…).
La que favorece que no se hable de la violación.
La que condona los “piropos” ofensivos.
La que se niega a ver la diferencia entre persuasión y coherción.
La que excusa la violencia con alcohol o drogas.
La que se ríe con los chistes sobre violencia sexual.
La que dice que los que denuncian la violencia son demasiado sensibles y no que los que la perpetran no lo son lo suficiente.

( Fuente: Feminismo vivo ~ Ladran, luego cabalgamos )

¿Te sorprende lo que sugiere la lista anterior? A mi también. No obstante, son ideas bastante extendidas, con las que sueles tropezar quizás con demasiada frecuencia. ¿Cuantas veces no se insiste en que la victima pudo haber evitado la violación cambiando su manera de vestir? ¿Cuantas veces no se sugiere que la victima incitó al violador por su manera de hablar, de bailar o cuanto pudo beber antes de la agresión? ¿Cuantas ocasiones la victima debe demostrar que a pesar de su edad o lo que pudo hacer fue victima de la violencia? Son ideas culturales que parecen sostenerse sobre el estereotipo del instinto "irreprimible del macho" y la cualidad "tentadora" de la mujer. Y de nuevo, la gran pregunta que me hago es ¿Por qué un crimen de violencia sexual debe ser analizado como culpa y responsabilidad? ¿Que hace que un delito sexual sea menos absoluto, menos evidente? ¿Se debe a que la victima debe demostrar su miedo y angustia? ¿Hacerlo bien visible? ¿Y si no lo hace: es menos grave, más angustioso, menos doloroso?


La violación, la culpa y la responsabilidad en Venezuela.

Cuando cursaba el tercer año de mi licenciatura en Derecho, uno de mis profesores me envió junto  de compañeros, a una de las subdelegaciones de la antigua Policia Técnica Judicial - actualmente Cuerpo de Investigaciones científicas,  penales y criminalisticas -. La intención era que, como futuros abogados, conocieramos de primera mano como era el ambiente judicial del país. Fue la primera vez en que comprendí que era una violación, como crimen y como realidad, y más allá, la postura del sistema legal Venezolano al respecto.

Nos organizaron por turnos: cumplíamos funciones de pasante y algo menos que un aprendiz burocrático. En mi caso, trabajaba transcribiendo expedientes de los diferentes casos que llegaban a diario a la oficina, y una que otra vez, acompaña al oficial de guardia para atender a los denunciantes. Así conocí de primera mano, el caso de una de las tantas victimas que padecen violencia sexual en el país, y que son ignoradas por el sistema judicial Venezolano.

La muchacha llegó por su propio pie. No estaba golpeada, al menos de manera visible. Tenía la ropa limpia y ordenada. Cuando se sentó en la silla frente al escritorio del oficial de guardia, parecía inquieta, pero no asustada.

- Quiero denunciar una violación - dijo en un hilo de voz. Me encontraba a unos metros de distancia y levanté la cabeza, sobresaltada. El oficial, en cambio, no levantó la cabeza para mirarla. Tomó el cuaderno de novedades y lo abrió con un gesto perezoso.

Le hizo las preguntas de rigor en un tono duro, directo. Las mujer las respondió todas. Las manos apretadas sobre las rodillas. Los hombros encorvados. La observé con disimulo: era una chica joven y atractiva, de unos veintitantos. No lloraba. Pero cuando el agente le preguntó que había ocurrido, contrajo el rostro.

- Estábamos en una fiesta - contó - tomamos juntos. Me ofreció llevarme a mi casa. Pero me llevó a un callejón cercano. Estacionó el carro y empezó a tocarme. Grité, pero no me soltó.  Me arrancó la ropa a golpes y me...violó.

Apretó los labios. De pie, medio escondida entre los archivos, sentí miedo. Por lo que contaba, por ella, por mi. Recordé todas las veces que en la Universidad, un compañero que apenas conocía me había llevado a mi casa. Intenté imaginar el pánico de la muchacha, el horror, sus gritos. No me atreví a hacerlo.

El agente escribió todo. No levantó la cabeza para mirarla mientras lo hacia. Cuando lo hizo, arrojó el lápiz sobre el escritorio.

- ¿Lo conocía? - le preguntó. En el mismo tono duro e indiferente de antes. La chica se encogió un poco, como si las palabras la aplastaran.
- Sí, es un muchacho del trabajo.
- ¿Había hablado con él antes?
- Varias veces...pero...
- ¿Por qué se fue en el automóvil con él?
- Le estoy diciendo, lo conocía.
- ¿Le gustaba?
- No...pero...
- ¿Bebió?
- Un poco, unas cervezas...pero...
- ¿Hace cuanto ocurrió el delito?
- El sábado, hace cuatro días.
- ¿Por qué vino hoy?
- Tenía...tengo miedo.

Cuando ella comenzó a llorar, el oficial simplemente se levantó del escritorio. Creí que buscaría un vaso de agua para extenderselo o le daría una servilleta para se limpiara la cara. Pero simplemente se levantó y se fue. La dejó llorando a solas, con los hombros encorvados. Temblando de un miedo, a solas en medio de aquella oficina árida y helada, escandalosa.

Se sobresaltó cuando me incliné hacia ella. Le extendí uno de mis pañuelos y me senté a su lado. No sabía que decir, ni como empezar a calcular la magnitud de la angustia y el miedo que me transmitía su historia. Por entonces, yo era una chica de diecisiete años, que sintió miedo ante esa otra visión del sexo, de las imágenes que evocaba las pocas palabras de la muchacha, el llanto nervioso que la sacudía, los rasguños y las marcas violáceas en sus brazos, que me mostró sin dejar de llorar.

- Le dije que lo denunciaría - tartamudeó. Me dedicó una mirada extraviada y me pregunté si me veía a mí o  a lo que le había ocurrido - me empujó a patadas fuera del automóvil. Me dijo que nadie me creería. Y es verdad.
- Yo te creo - dije en voz baja. Pero ella no me escuchó. No esperó que le entregara la hoja oficial con su denuncia. Con los brazos apretados contra el pecho y paso rápido, salió de la oficina. La miré alejarse calle abajo, confundida entre la multitud. Doblé su denuncia y la archivé, aunque sabía que carecía de valor legal alguno. La muchacha no había llegado siquiera a firmar la hoja.

Cuando le hablé a mi profesor sobre la escena, no se sorprendió. Nos encontrábamos en el campus de la Universidad. Intenté explicarle el miedo de la muchacha, la humillación de las preguntas, la indiferencia del oficial. Pero no pude. Él asintió, sin embargo, captando lo esencial.

- Venezuela es un país donde el machismo incide en la formulación e interpretación de las leyes - dijo - una Violación en Venezuela solo es creíble, si eres una niña o estás muy lastimada. El oficial de policía intentará comprobar si te defendiste, si hiciste todo lo que pudiste para evitarlo. Y no siempre todo es tan sencillo. Una violación es un acto de violencia que no siempre es visible.
- ¡Pero eso es una idea horrible! - le reclamé. El miedo volvió. Esta vez más fuerte, más inquietante del que había sentido en la oficina de la policía: comprendí la real vulnerabilidad, la visión limitada de la ley que se supone debía proteger a la mujer de una agresión semejante  - Es como si la ley culpara a la mujer por no poder evitar la violación.
- Básicamente, en Venezuela es ese el pensamiento - suspiró. Me agradaba mucho aquel hombre de rostro arrugado y barba blanca: sus clases eran mis preferidas. Hablaba de justicia y de paz, cosas que yo podía entender. No obstante, en ese momento, me inquietó su resignación - en Venezuela la mujer debe demostrar fue violada para que la ley pueda creerle. De no ser así, se supondrá lo provocó.

La idea me produjo pánico pero aún peor, una sensación de profunda indefensión. Porque comprendí que en Venezuela,  la violación no es solo un acto de violencia, es una opinión social: una interpretación del papel de la victima dentro de la agresión que puede convertirla en provocadora. De hecho, hace unos cuantos años, el entonces gobernador del estado Carabobo Luis Felipe Acosta Carléz causó polémica por colocar en distintos puntos de la ciudad de Valencia, una serie de Vallas donde podía leerse: "Incitar al sexo genera violaciones". En la valla además, podía verse la fotografía de mujeres en Bikini, tomando el sol, en una clara demostración que en Venezuela - al menos en opinión de la Gobernación - el cuerpo de la mujer puede provocar un delito sexual.

Pienso en todas estas cosas mientras camino por la calle: Un grupo de niñas de colegio con una falda muy corta pasa corriendo a mi lado y se suben en desorden a un transporte público. Un hombre se detiene para mirarlas, sobre todo a una de ellas, que insiste en saltar en un pie. La falda se sube un poco sobre el muslo, mostrando piel y quizá un poco de intimidad. El hombre sigue mirándola. De hecho, se detiene, un poco asombrado. Y de pronto, siento miedo. Una extraña sensación de zozobra, por la mirada del desconocido - que puede significar cualquier cosa - y la muchacha, en su vulnerabilidad, en convertirse en objeto sexual solo por ser joven y hermosa, solo por provocar casi de manera juguetona. O tal vez ni siquiera se trate de eso, pienso, aún de pie, inmóvil en medio en la calle. El autobús se aleja entre el tráfico de la ciudad, envuelto en humo y el hombre sigue caminando, el rostro enrojecido, los ojos brillantes. Tal vez se trate de esa idea de la mujer como victima, o de la conciencia de la feminidad sumisa, resignada, pero el pensamiento de la agresión consensuada - si es que eso existe - parece formar parte de esa gran imaginaria del macho latinoamericano, de la sociedad hostil, que aún padecemos en latinoamerica, y quizás, forma parte de la sociedad Occidental.

Un pensamiento que me provoca - ¿y como evitarlo? - un enorme temor. La mujer al margen de la sociedad, la mujer en medio de un debate intelectual que no termina de completarse jamás.

C'est la vie.

Para leer: 

Les recomiendo tres artículos que me dieron mucho en que pensar:

En Feminismo vivo: http://feminismovivo.wordpress.com//?s=Cultura+de+la+violaci%C3%B3n&search=Ir
En Planeta Urbe: http://www.planetaurbe.com/cultura-de-violacion-te-la-explicamos-con-manzanitas-fotos/
En ProDavinci: http://prodavinci.com/blogs/tres-rounds-a-proposito-de-la-violencia-domestica-por-naky-soto/

2 comentarios:

Rancilyo dijo...

Solo quisiera complementar tu artículo con esta perla: en España solamente contabilizarán, en el caso de violencia de género, solamente los partes de lesiones que hayan requerido una hospitalización mínima de 24 horas serán contabilizadas. http://es.noticias.yahoo.com/blogs/episodios-nacionales/indignaci%C3%B3n-en-las-redes-solo-ser%C3%A1s-v%C3%ADctima-si-084027709.html
Recuerdo una anécdota que contaba una compañera, que cuando fue a poner una denuncia por acoso a su pareja de aquel entonces vio el caso de una chama golpeada que también fue a denunciar. La recibieron con "y que hizo usted para que ese hombre le pegara asì?". Ignoro si fue cierto o exageración, pero es tan descabellado que seguramente es cierto.

Luna~ dijo...

"¿Cuantas ocasiones la victima debe demostrar que a pesar de su edad o lo que pudo hacer fue victima de la violencia?", Cuantas veces no me pregunté eso sin tener respuesta. Un tema vulnerable para mi, pero tan acertado el pensamiento, tan compartido. Gracias nuevamente Aglaia.

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