domingo, 28 de julio de 2013

Brujeando en Domingo: De la creación y la Sabiduría, Celebración a Palas Atenea.



Fotografía de Aaron Sosa. 


La primera vez que vi el monumento de "La India" ( en la Vega, Caracas ) era una niña. Y como a cualquiera, supongo, me impresionó su majestuosidad: La enorme escultura se alza en medio de cuatro avenidas concurridas, como una isla de belleza en medio del tráfico de la ciudad. Me detuve a mirarla, mirando hacia el cielo como quién ve una aparición celestial: la figura desnuda en la punta parecía alzarse sobre el mundo, contemplarnos en un severo silencio. Mi abuelo soltó una carcajada cuando se lo comenté.

- Quién sabe si es así. La escultura la hizo construir el Presidente Cipriano Castro, que era un hombre muy severo y serio - me explicó. Mi abuelo era un hombre que amaba la historia de Venezuela con esa pasión del hijo adoptado por la historia que recibe en herencia circunstancial. Español emigrado de las canarias en su adolescencia, quería al país que lo vio hacerse hombre con el amor tierno y devoto del corazón agradecido.

Nos acercamos a la base del monumento. Tres mujeres enormes se tomaban de la mano rodeando el tronco del árbol de metal bruñido que se extendía hacia lo alto. Un frondoso racimo de granadas de bronce se alzaba entre ellas,  con los redondos frutos lanzado destellos metálicos a la luz del mediodía. Tres aves de aspecto misterioso las custodiaban, apoyadas en gigantescos trozos de roca donde en letras relieve, se contaba la gesta independista Venezolana.   Miré todo boquiabierta. Había algo salvaje en aquella escultura, a pesar de su aspecto clásico. Un elemento inquietante, en las mujeres de rostro sereno que parecian mirar el caos vehícular a su alrededor con la indiferencia atemporal de los Dioses. En el plumaje de metal de las Aves - Cóndores, descubriría después - que las rodeaban.  Entonces, le eché un vistazo a la mujer desnuda en la punta de la escultura, a unos cuantos metros de distancia. No podía distinguir la figura con claridad al contraluz del reflejo del sol, pero si pude ver lo suficiente para reconocerla de inmediato: Altiva y esbelta, sostenía un ramo de Olivo con el brazo y llevaba un yelmo cubriéndole la cabeza.

- ¡Atenea! - exclamé señalando la escultura. Recordaba la imagen de la Diosa en varios de libros que mi abuela me había mostrado y varios otros que había visto en el colegio. Mi abuelo levantó los ojos también, bizqueando también por el sol.
- No, pero si se le parece mucho - me explicó -  Eloy Palacios, el escultor, quiso representar la libertad con una imagen. Y probablemente pensó en la Diosa Griega al hacerlo.

Continué mirando la escultura de la mujer anónima que coronaba el monumento. Con el brazo en alto llevando una hoja de Parra, parecía anunciar alguna batalla mítica.  Había algo poderoso en su gesto, extraordinario. Cuando me acerqué a leer la placa conmemorativa del Monumento y que contaba que había sido erigido para homenajear la gesta independentista de Simón Bolívar, volví a pensar en la Diosa: la personificación de la inteligencia, el valor y el poder del espíritu. Comprendí porque el escultor había escogido su imagen - de eso no tenía duda - para coronar su homenaje al espíritu aguerrido del Venezolano.

Cuando se lo conté a mi abuela, sonrío. Sabía que estaba muy obsesionada con Palas Atenea y los símbolos que la representaban, de manera que no debió sorprenderle mi perorata sobre la escultura y los motivos de su autor para representar la libertad con la imagen de la Diosa.

- Me molesta que se insista que solo es "una representación de la libertad" - comenté por último - el escultor debió explicar que era Palas, que la Diosa Guerrera bendecía a Caracas.
- Sin duda - me respondió - pero me gusta más que no lo haya hecho.
- ¿Por qué?
- Atenea es la personificación del conocimiento, la fuerza de voluntad y todas las formas de sabiduría. Pero también es la de los Guerreros victoriosos, que atraviesan grandes gestas para triunfar. De manera que el hecho que su imagen no lleve nombre, obliga a quien la mira a especular, hacerse sus propias conjeturas, debatir ideas...
- Pensar - completé. Mi abuela me hizo un guiño.
- Ningún conocimiento es sencillo ni se adquiere con lo evidente. Ninguna batalla se gana a la primera, de manera que el conocimiento, necesita de un proceso, de un esfuerzo sostenido por comprender.

Recordé la imagen de la mujer de la escultura: airosa, poderosa, alzándose por encima de la ciudad que había visto crecer, un testigo impasible de la historia de Caracas: la había visto hacerse cada vez más caótica y compleja. Un pensamiento hermoso. Imaginé a la Diosa, impertérrita y serena, contemplando los pequeños triunfos de nuestra historia de todos los días, esa transformación lenta de lo cotidiano, la batalla de lo usual. Y me gustó pensar que esa mujer sin nombre, que podría o no ser Atenea, podría haber admirado a esta Ciudad siempre joven, a esta Caracas niña que quizás, se refleja en ella.

Conocimiento. Una manera de soñar.

El valor del conocimiento: Palas Atenea.

La Tradición de Brujería que practico, conjuga de alguna manera, todos los rostros de la Diosa Palas Atenea en una única visión: el poder del conocimiento, la voluntad de la razón y la capacidad que nos permite interpretar de manera correcta el lenguaje de nuestro espíritu. También se le considera una fuerza protectora y magnánima, que ofrece su consuelo a quienes así lo solicitan. En su nombre se realizan rituales que celebran su capacidad el triunfo del conocimiento, pero más aún, el poder de nuestra mente para comprender nuestro mundo interior. Mi ritual favorito de todos los dedicados a Palas Atenea y que llevo a cabo con cierta frecuencia, es el siguiente:


Necesitarás:

2 velas blancas.
Una copa con agua ( nunca fría ).
Un puñado de sal marina.


Disposición:

Coloca las velas a tu derecha e izquierda respectivamente, la copa con agua frente a ti, junto con el puñado de sal marina. Ahora cierra los ojos y toma siete profundas bocanadas de aire. Relaja todo tu cuerpo y siente que tus brazos y piernas se relajan paulatinamente con cada inspiración. Imagina que la energía a tu alrededor toma un tono nacarado y el aire se hace cálido y acogedor. Cuando sientas que tu nivel de energía es idóneo para continuar el ritual, abre los ojos, enciende la vela a tu izquierda e invoca:


"En nombre de la Diosa Blanca
Pido al tiempo y al fuego
a la tierra Madre
Al viento secreto
A la fuerza enigmática del mar
Que la energía de Palas Atenea
sea mi guía en las sombras del conocimiento
Que sea la fuerza en mí voz
que sea mi norte y determinación"

Ahora enciende la vela a tu derecha:

"Deseo la sabiduría
Deseo la paz
Deseo la comprensión
Deseo el poder y la fuerza para luchar por mi ideal
Que Palas Atenea sea mi guía,
Sea el horizonte de luz
más allá de mi temor y desconcierto
sea su trono la voz.
Así sea"


Ahora, toma la sal marina y has un pequeño circulo a tu alrededor mientras invocas:

"Que la energía que he recibido de la Diosa Palas Atenea
permanezca en mí
Sea mi Baluarte
sea mi estandarte
En medio de la oscuridad de la Ignorancia
y la promesa cierta de conocimiento
y fuerza de la razón
Así sea"

A continuación, toma la copa con agua y sostenla entre tus manos. Cierra los ojos e imagina que te encuentras en medio de un valle a la luz de la Luna. Su luz plateada te rodea. Visualiza que todo su resplandor se concentra en el recipiente que sostienes. Siente que a tu alrededor el viento comienza a soplar con fuerza, mientras la luz aumenta de intensidad y la copa resplandece en medio de la oscuridad. Finalmente, sentirás instintivamente que tu energía se encuentra en un nivel alto. Regresa a tu estado de conciencia habitual y toma un sorbo de agua. Siente como tu todo tu cuerpo responde al estimulo, como el liquido se desliza por tu garganta, refrescando tu organismo. Siente como el impulso sensorial se extiende por todo tu cuerpo, llenándote de una deliciosa sensación de vitalidad.

Por último, apaga las velas ( comenzando por la derecha ) diciendo:

"Soy la fuerza y la creación
crea poder en mí
crea fuerza en mí
Así sea"


Come y bebe algo para equilibrar la energía que has obtenido mediante este ritual.


De vez en cuando, regreso al pie del monumento a la India - sigo sin saber porque le llaman así - y contemplo a la hermosa mujer sin nombre que custodia la historia de la ciudad. Como cuando era una niña, la contemplo asombrada: el gesto firme, el cuerpo desnudo elegante, brillando a la luz del sol. Y pienso en la Diosa que pudiera ser - y tal vez lo es - y en todo lo que representa. En el símbolo del pensamiento que crece y se transforma, que se eleva y se hace cada vez más poderoso y personal. El poder de la fe.

C'est la vie.

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