miércoles, 31 de julio de 2013

De la mirada y el dilema: La polémica de la Fotografía del Cadáver que no lo era.


La fotografía que suscitó la polémica.



Recibí el primer correo una media hora después de haber publicado la entrada del blog donde hablaba sobre mi visita al Cementerio General del Sur. Me intrigó un poco el titulo -  "Un poco de respeto"  - y cuando lo leí, me quedé sin saber que pensar sobre el contenido. Palabras más, palabras menos, el autor me pedía respetara lo que llamó "El Sacrosanto descanso de los difuntos":

"Aunque me gustaron mucho las fotos, no me parece que debio ser tan amarilliasta ( Sic ). Debe respetar el Sacrosanto descanso de los difuntos". 

Desconcertada, releí la entrada y revisé las fotografías que había incluido como contraparte visual de lo que deseaba contar. Ni una cosa ni la otra me pareció podrían herido sensibilidades sobre el tema de la muerte y mucho menos o irrespetado la llamada "Paz de los Difuntos". De manera que asumí, se trataba de otro de los habituales fanáticos de cualquier índole que suelen pulular en la red y que suelen enzarzarse en polémicas absurdas con respecto a temas álgidos. Decidí no preocuparme demasiado por el asunto y traté de olvidar el tema.

Pero recibí un segundo correo electrónico. Este, en términos mucho más claros y casi agresivos, me acusaba de "profanadora de tumbas". Me pregunté si mi exaltado interlocutor virtual, le molestaba el hecho que fotografié tumbas y Mausoleos de una manera clásica y casi cinematográfica - al menos, fue mi intención - o el hecho, de incluir una anécdota persona para explicar el motivo por el cual había decidido visitar, cámara en mano, el Campo Santo. Pero la acusación era muy concreta para tratarse de un idea tan abstracta y aun más, cuando el autor del correo, parecía sentirse genuinamente ofendido por mis imágenes:

"Da un asco tremendo ver algo así. Ya no se respeta nada, nisiquiera ( Sic ) los muertos. Que vulgaridad y que groseria lo que usted hizo". 

Preocupada, comencé a preguntarme si el tema de la muerte era tan sensible en la imaginaria popular como para sucitar una reacción semejante, si el llamemosle subconciente cultural era incapaz de digerir por las buenas un acercamiento a la muerte humana directo. Porque quizás, me dije, la muerte siempre es una idea que le ocurre a otro, que aislamos y miramos con precaución desde una relativa distancia, que intentamos ignorar la mayor parte de las veces, que incluso, nos sacude por el mero hecho de manterse al margen de lo que llamamos, con tanta ingenuidad, normalidad. ¿Lo que había molestado tanto a varios lectores era que había cruzado una linea imaginaria entre lo aceptable y lo recurrente con respecto al tema de la muerte? ¿Había infringido algún tipo de norma sutil sobre lo que podemos expresar sobre la muerte? La idea me hizo reír, casi irritada. Mi aproximación a la muerte había sido tan sutil como casi alegórica. Intencionalmente, había mostrado una visión melancólica de la ausencia y la perdida, omitiendo detalles sórdidos e incluso alguna insinuación de ellos. Entonces ¿Que había ocurrido?

La respuesta era mucho más sencilla - y por ese mismo motivo,  sorprendente - de la que pensaba.

A media mañana, una amiga muy querida me escribió el siguiente comentario en una de las fotografías de la serie que había tomado durante mi visita al Cementerio y que incluí en Facebook el día anterior:

"pero ya va.. eso es parte de una estatua o parte de una cadaver?? porque parece un cadaver D:"

Me quedé sin saber que decir: tuve la exacta sensación que una serie de piezas desordenadas encajaban en mi mente. Comprendí de inmediato la molestia de los autores de los correos que había recibido y los comentarios desconcertados de varios amigos y conocidos en la fotografía ¡Mucha gente había tomado la imagen - que en realidad se trataba de un detalle de una de las esculturas que había fotografiado en mi recorrido por el cementerio - por la de un cadáver!

Incrédula, miré la fotografía por un buen rato: en ningún momento, ni cuanto la tomé ni más tarde cuando la escogí entre el grupo de imágenes que había obtenido sobre el trayecto, habría podido suponer provocaría semejante polémica: se trata de una imagen intima, casi personal. La mano de un ángel de marmol, cubierto de moho y hierba salvaje, parece representar la memoria que se niega a morir a pesar del Olvido, luchando en medio de ese silencio árido que tanto me había sorprendido del Cementerio por hacerse escuchar. Pero era una opinión personalísima: en realidad la fotografía tenía mucho de romántica, casi simple. No obstante, había logrado traspasar el sutil velo entre el autor y el espectador para comunicar algo más, impensable. Porque no se trataba solo que pudiera confundirse con la fotografía de un cadáver - lo que personalmente, ya me parece sorprendente - sino que además, despertar toda una serie de emociones desconcertantes en el observador. Para mi sorpresa, seguí recibiendo correos en el transcurso del día, que meditaron desde la ética del fotógrafo hasta la belleza de lo corrompido, en esa especie de antropia imposible que la muerte evoca en su expresión más visceral. Leí cada correo y comentario, sin explicarme muy bien el revuelo pero aún más, admirada de nuevo por la capacidad de la fotografía por construir lenguajes propios, por permitir al espectador expresar opiniones y expresiones personales a través de símbolos ajenos. Leí, con una sensación de confusión, el esmerado correo que me escribió un profesor Universitarios a quien solo conozco desde la virtualidad y con muy buenas intenciones supongo, intentó comprender que me había llevado a fotografiar un cadáver y mostrarlo como pieza de ocasión:

"Le tengo como persona curiosa e imaginativa, o eso he podido concluir a través de la lectura de su blog. Así que supongo le debió resultar irresistible la posibilidad de irrumpir en la última intimidad al fotografiar un cadáver, al simplemente desdeñar esa mínima dignidad humana del cuerpo muerto para comprender mejor sus procesos mentales. Todo lo cual, lo encuentro muy loable, pero no deja de ser asintomático de esta sociedad del desvelo y la poca importancia, que todo trivializa. Pregúntense usted: ¿Tomar esa fotografía fue un acto de convencida observadora o de necesaria expresión?"

Me lo pregunto, desde luego aunque por supuesto, no por las razones en que mi buen amigo me insistió. Me pregunto que nos lleva a levantar la cámara y a captar un momento, un espacio, una idea, una linea difusa entre la imagen en nuestra mente y esa porción de realidad que robamos a través del lente. Me pregunto, que me hizo enfrentarme a mis temores apretando la cámara entre las manos, con los dientes apretados, intentando no perder la respiración mientras entraba cada vez más profundo en mis propias ideas sobre la muerte, la fragilidad y el temor. ¿Por qué la cámara me protegió? ¿Como miré la muerte y las ideas que tengo sobre ella con mayor claridad a través del visor? ¿Por qué escogí luchar contra la penumbra que habita en mi mente a través de las imágenes? Hubo un momento que sentí un terror tan real, tan hiriente que casi me echo a llorar: en mitad del Campo Santo, encontré la tumba de alguien que había muerto a principio de la Treintena, hace cuarenta, cincuenta años atrás. Casi mi edad, pensé de pie dentro del ruinoso mausoleo, rodeada de ramas secas y desperdicios.  La lápida estaba rota, un ángel meditabundo custodiaba aquella desolación, el mutismo de las hojas secas, esa soledad absoluta donde no hay otra cosa que nuestros pensamientos. Y fue a ese ángel, que miraba el mundo con ojos meditabundos al que fotografié. Muchas veces, detalle a detalle. Al que me obligué a captar una y otra vez, hasta que el temor dejó de lastimarme y pude respirar con tranquilidad de nuevo. Y una de las últimas fotografías que tomé, fue la de su mano entrecerrada, con los dedos cubiertos de musgo. El olvido y el dolor.

La fotografía como un espejo. Como una idea que migra de un lugar a otro de nuestra mente para construir espacios propios. Que en ocasiones tiene una vida independiente a nuestras intenciones y visiones, que se entrecruza con esas sutil necesidad de expresar, comunicar y quizás de elevarnos sobre la simplicidad de lo evidente para construir un mensaje en particular. Y seguramente, allí reside su poder y su magia.

Antes de irme a dormir, recibo un último correo. Este es muy corto. Solo un par de líneas. Sonrío al leerlo:

"La muerte puede ser bella. Eso no lo había pensado antes. Pero hoy miré tu fotografía y lo pensé. Gracias"

De nuevo, pienso en ese poder de la imagen, en su cualidad irredimible y transgresora. Pero sobre en todo en su capacidad para crear. Un sueño de la imaginación creándose así mismo, leí una vez o como diría mi queridisimo Cortazar: "Una manera de combatir  la nada"

Una profunda mirada a nuestro interior.

C'est la vie.

2 comentarios:

Gaby dijo...

Me gusto mucho esta historia. Me encanta la fotografía y el arte por eso mismo cada quien interpreta las imágenes como quiere.
Me impacta que hayan confundido esa foto con un cadáver, pero es porque en algún momento de mi vida traslade a mi abuelo del cementerio del sur y vi como se descomponen los cuerpos, pero igual respeto a los que confundieron la imagen porque cada cabeza es un mundo :)
Felicidades, me encanta como escribes ;)

Comiendo en Valencia dijo...

Pues si la imagen tomada causa impacto creo que el trabajo es satisfactorio. Con tu foto removiste sentimientos a los espectadores, los hiciste aflorar sentimientos fuentes, desde mi punto de vista metiste un jonron y no te diste cuenta.
P. D. Disfruto mucho tu arte, tu composición es magnífica, saludos

Publicar un comentario