viernes, 26 de diciembre de 2014

Proyecto "Una película cada Viernes": Metropolis de Fritz Lang.





Hablar sobre películas que marcaron un hito en la historia del cine, es un tópico tan genérico como ambiguo. Y es que desde los primeros intentos de crear fotogramas en movimiento hasta las recientes maravillas técnicas, el cine es una ciencia arte en constante evolución, replanteamiento y transformación. Ya sea desde el punto de vista visual -  la construcción de la imagen como una forma de lenguaje - hasta la visión argumental - de la historia que se cuenta y se esconde entre imágenes - el cine es un planteamiento donde la visión del autor y sobre todo, la interpretación del espectador crean una visión única sobre lo que se muestra, se narra, se insinúa, se construye como metáfora visual. Por tanto, escoger una película que haya brindado una nueva interpretación a una idea con tan numerosas implicaciones es cuando menos osado, cuando no directamente sin sentido.

Aún así, hay algunos films que se conservan en la memoria del cine como únicos, poderosos, símbolos de las posibilidades del arte/técnica, un elemento originario de lo que vino después, de lo que se creó a partir de su legado inmediato. Y quizás uno de esas piezas inolvidables, imperecederas en la concepción del cine tal como lo conocemos actualmente sea "Metropolis" del gran maestro del cine alemán Fritz Lang. Porque no sólo se trata de una pieza visual única que renovó - y reconstruyó - el planteamiento de lo que el cine podía ofrecer como espectáculo, sino toda una original concepción sobre los alcances del argumento, la visión intrínseca de lo que es el cine y lo que le brinda su capacidad para asombrar: esa cualidad casi mágica de deslumbrar los sentidos del hipotético espectador.  Sin género de duda, podría decirse que buena parte del cine actual, del espectáculo hedonista que actualmente concebimos como cinematografia, es el resultado de ese gran triunfo de la imaginación, esa experimento de visiones y reflexiones  que es "Metropolis".

Y es que además de ser un extraordinario espectáculo estético (que lo es) "Metropolis" es también todo una reflexión sobre temas que hasta entonces no habían sido analizados en el cine. Para el año 1926, el cine aún era un rudimentario vehículo  de expresión visual pobremente explorado o al menos, limitado por una serie de restricciones morales e intelectuales que le conferían un cierto aire anecdotico e incluso, infantil. A pesar de las interesantes propuestas de un Hollywood aún recién nacido, carente de sentido y sobre todo, de verdadero objetivo, el cine era aún una mera proyección de imágenes atractivas e impactantes destinadas a deslumbrar a un espectador pasivo. Todavía era una ciencia muy reciente en su creación para ser considerara arte y mucho menos, un lenguaje lo suficientemente desarrollado como para ser comprendido a cabalidad. Y es por ese motivo que la obra de Lang sorprende, asombra y desconcierta. No sólo analizó y con una implacable profundidad tópicos como la lucha de clases, la alineación de las clases y la opresión del poder sobre el ciudadano sino que además, lo hizo creando un universo simbólico a su medida, una recreación de un futuro distópico elaborado a través de toda una serie de concepciones sobre la universalidad del hombre y su pensamiento que desconcertaron a la critica y al público de su época. El director, con una asombrosa capacidad para predecir una visión distante del futuro (o todo lo distante que pudo imaginar, situándolo en el año 2000 como limite del mundo conocido) creó una interpretación pesimista sobre la tecnología, pero también un profundo alegato sobre la capacidad del hombre para construir - y destruir - su futuro a través de sus decisiones y su visión sobre su identidad. La literatura clásica parece mezclarse con la objetividad y un punto de vista renovador sobre las relaciones de poder. Porque para Lang, lo inmediato es sólo un paso hacia el futuro, una promesa de lo que vendrá y sobre todo, una responsabilidad histórica sobre el porvenir. Una conjunción de valores que "Metropolis" logra captar y expresar con enorme precisión.

Pero "Metropolis" es también es un espectáculo visual a todo nivel: gracias a la genial labor del director de fotografía Karl Freund, la película no sólo es un fresco expresionista del cine Alemán, sino un prodigio de imaginación y recursos. Desde los paisajes urbanos, construidos a partir del mito de la Torre de Babel, hasta el magnifico uso del montaje, Lang crea un mundo efectista donde cada línea y juego de luz y sombra parece tener no sólo un sentido sino un importante papel en el desenvolvimiento de la película. Con una precisión que aún hoy en día resulta asombrosa, Lang crea una puesta en escena impecable y creíble, para su ciudad y su interpretación sobre el futuro. La mirada de la cámara estática - siempre objetiva, jamás protagonista - recorre construcciones urbanas hasta entonces consideradas imposibles: rascacielos y valles de pulido metal, que brindan un contexto idóneo a una historia basada en los contrastes. Recorremos como un ciudadano más la ciudad fantástica, asombrosamente hermosa, que parece existir por un esfuerzo de imaginación de su autor y brindarnos una perspectiva muy exacta de esa visión del cine sobre la realidad: fragmentos de un mundo posible.

El diseño de producción de "Metropolis" sentó bases además para lo que sería décadas después el cine de ciencia ficción propiamente dicho. La planificación de los espacios y ambientes, en beneficio de la historia que se cuenta, permiten a la película no sólo mostrar de manera impecable una interpretación de un mundo desconocido, sino además, sostener la idea que se plantea como esencial en la película: ese debate entre el pesimismo de la deshumanización y el temor a la tecnología como enemigo enigmático de la naturaleza humana. Hoy en día, continúa impresionando la magnitud del resultado fílmico, una audaz combinación de experimentación y construcción de un lenguaje visual asombroso que influyó definitivamente, en la manera como se concibió el cine después.


En más de una ocasión, Lang aseguró que "Metropolis" no era una imagen del futuro, sino de la promesa que sugería el presente, un enrevesado juego de palabras que no obstante, parecen definir mejor que cualquier otra frase la película. Y es que tal vez, esa sea la mejor manera de comprender esta profunda reflexión sobre el espíritu humano, los contradictorios abismos de la razón y la forma como el poder puede amenazar lo que creemos real y posible, sea a través de esa anuncio de la posibilidad, de lo que el futuro simboliza - o quizás representa - más allá de nuestros temores y esperanzas.  Porque Lang, desde los planos secuencias que muestran el futuro, también advierte, con la sutileza del buen creador, de los peligros del hombre que pierde su identidad en favor de la tecnología, e incluso ese temor perenne a lo desconocido, a lo que nos espera en el límite mismo de lo creemos habitual. Sin duda, ese es el mayor triunfo del director: Construir una fabula sobre el espíritu humano a través de sus temores, mostrando además los limites impredecibles de la imaginación y la capacidad para crear.


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