miércoles, 11 de marzo de 2015

Venezuela y la ruptura histórica: ¿El enemigo imaginario se hace real?



Mi amigo F. es chavista, aunque en más de una ocasión suele insistir que “no madurista”, como si el matiz pudiera tener algún tipo de importancia ideológica que no comprendo bien. No obstante, durante los últimos días ha declarado su apoyo “ciego” no sólo al gobierno del presidente Maduro sino también, a sus decisiones con respecto a lo que llama “la agresión imperialista” contra Venezuela. Cuando me burlo de la expresión, me mira irritado.

— Tu país es objetivo de invasión ¿Y te parece motivo de risa?

No respondo de inmediato. Por años, F. y yo hemos debatido de manera bastante racional sobre la ideología chavista, sus aparentes aciertos y sus errores, su forma de concebirse así misma. El tema de la supuesta “injerencia” externa siempre ha sido un punto algido, no resuelto. Sobre todo, con respecto a su percepción sobre las relaciones internacionales del país y su manera de concebir su independencia política. Para F. todo se trata de un asunto de percepción y de ideales compartidos. Al respecto soy mucho más cínica, por supuesto.

— Cuba tiene una enorme influencia sobre Venezuela y eso no parece molestarte — digo por último — pero sí te molesta que funcionarios específicos sean sancionados.

— Me molesta que Obama utilice a Venezuela como excusa en las negociaciones de política interna — dice con súbita lucidez — Cuba es un aliado ideológico y eso nadie lo niega. Norteamerica se encuentra en el otro extremo.

Por años, F. ha sido un apasionado de la reflexión y el análisis política desde que ambos eramos estudiantes de leyes en una Universidad privada. Según su punto de vista, Venezuela es el punto central de una serie de novedosas interrelaciones ideológicas y filosóficas impulsadas por el difunto Hugo Chavez. Cuando le pregunto si no le parece una exageración y dramatización de una torpe política internacional, sacude la cabeza, incrédulo.

— No puedes negar que Chavez puso a Venezuela en el ojo del Huracán político. Nos convirtió del patrio trasero del Imperio a un país de decisiones independientes — dice — Chavez creó una nueva polaridad del poder mundial.

— Simplemente alineó sus aspiraciones personales con un tipo de postura política muy concreta — respondo — no se trata de grandes movimientos internacionales buscar apoyo en los grandes polos con los que tiene afinidad económica. El mito del Imperio agresor es tradicional de la izquierda histórica e igual de inutil e inucuo ahora que como lo fue hace veinte años.

— Se trata de una cuestión de lealtades y de compromiso político — argumenta — me hablas de EEUU como si se tratara de un gigante bondadoso cuando sabes que no lo es. Cuba, China, Rusia y otros tantos países decidieron no retomar la visión del Imperio unificador. Y Venezuela fue el promotor de esos cambios, gracias al liderazgo de Chavez.



Lo dice con absoluta convicción, con ese entusiasmo del creyente. Me pregunto que pensará sobre el hecho que China simplemente disfruta de una relación comercial provechosa con un mercado fértil y dependiente como Venezuela, que Rusia mueve algunos engranajes de aparente apoyo oficial mientras intenta solventar su propia crisis coyuntural y que Cuba, el primer exportador de ideología del mundo, sobreviviente gracias a la credulidad de Chavez, de su completo apoyo a Fidel Castro, convertido en una reliquia histórica sin mayor influencia, a no ser para los románticos ideológicos de siempre. Para F. la cuestión es algo más ideal, mucho más poderoso. Incluso determinante.

— Chavez utilizó su chequera de petrodolares para asegurarse el apoyo de los países caribeños y también, de toda una serie de posiciones ventajosas con respecto a la política internacional — le recuerdo — utilizó los recursos del país como una panacea, moneda de cambio, por votos, apoyo, declaraciones a favor. El liderazgo no se basó en su gran y prominente influencia, sino en los manejos de un astuto Fidel Castro y una buena cantidad de dolares para hacer funcionar un mecanismo de opinión muy concreto.

— Chavez tuvo la iniciativa de reconstruir el poder de latinoamericano y hacerlo representativo — me insiste — e incluso, desde el cinismo de la oposición Venezolana, eso es evidente. No sólo creó un bloque de naciones que se oponen francamente a la dominación imperial sino que tienen su propia identidad política. Por ese motivo las sanciones.

Aguardo la explicación a continuación. Para F., Barak Obama no es otra que un habil jugador político que está tomando decisiones para salvaguardar su legado posterior, lo cual no deja de ser cierto pero tampoco es definitivo. Para nadie es un secreto que el presidente Norteamericano debe enfrentarse a un entorno hostil, con los republicanos siendo mayoría en el Senado y que probablemente, su renovada intención de recrudecer y aumentar las sanciones contra funcionarios norteamericanos, sea una manera de congraciarse con los indispensables simpatias de la mayoría que podría necesitar en el futuro. Aún así, el chavismo no es sólo un objetivo en una complicada mesa de juego: durante años el Chavismo ha maniobrado entre los intereses comerciales del país y también, entre el tradicional enfrentamiento contra el llamado “Imperio” norteamericano, en un espacio neutro que permite que a pesar de las tensiones, continúen existiendo extensos vínculos comerciales entre ambas naciones. No obstante, la nueva categoría de dada al estatus internacional de Venezuela por Barak Obama resulta novedosa y preocupante: El gobierno norteamericano deja muy claro que considera a nuestro país “una inusual y extraordinaria amenaza a la Seguridad Nacional y a la política exterior de los Estados Unidos”. Además, deja claro que la política interna y sobre todo, los últimos acontecimientos políticos de orden doméstico en el país son considerados por el presidente Obama como “inadmisibles”. Sobre todo, lo que considera la reiterada desintegración de los derechos ciudadanos: “la erosión de las garantías de los Derechos Humanos por parte del gobierno de Venezuela, la persecución a políticos de oposición, las restricciones a la libertad de prensa, el uso de violencia y violación de los derechos humanos y el abuso como respuesta a protestas antigubernamentales, con arrestos arbitrarios y detención de manifestantes contrarios al gobierno, así como la exacerbada presencia de corrupción”, puede leerse en el documento firmado por Barak Obama el nueve de marzo.

— Hablamos que Obama está opinando y además, dirigiendo directrices desde suelo norteamericano contra Venezuela — insiste F. con aparente preocupación — es un hecho. Las sanciones están intentando presionar al gobierno para tomar decisiones sobre política interna.

— Las sanciones sólo afectan a siete funcionarios y sus bienes. Además son sanciones de orden personal contra líderes chavistas, que sólo se esgrimirán dentro de suelo norteamericano — le respondo — no entiendo por qué debería preocupar a ningun miembro algo semejante. ¿No se supone que ningún Revolucionario tiene bienes o dispone de dinero en tierra Americana?

Me refiero en concreto a que la declaración de “emergencia nacional” permite a EEUU decidir cuales y que tipo de sanciones aplicará a determinado país pero únicamente dentro de su suelo y bajo la jurisdicción estadounidense. El supuesto se encuentra contenido dentro de la declaratoria que incluye “Ley de Emergencia Internacional de Poderes Económicos y la Ley de Emergencia” que se extiende hasta la posible confiscación de bienes de los funcionarios — e incluso países — en suelo norteamericano.

— En socialismo, los funcionarios políticos no son solamente miembro de gobierno, sino vanguardia — me explica — de manera que está sancionado al país, como idea ideológica. El Chavismo representa a la mayoría del país y por supuesto, representa al hecho concreto que somos una visión legal e ideológica especifica.

— ¿No te preocupa el motivo de las sanciones?

F. suspira, irritado. Hablamos de las cientos de denuncias sobre violación de los derechos humanos, de la larga lista de nombres que incluye victimas de la violencia política y extrajudicial, secuestro, desapariciones. Me refiero al hecho que las sanciones se basan justamente en que la mayoría de los casos son ignorados por las instituciones encargadas de desempeñar un rol determinante en la obtención de justicia. Me pregunto hasta que punto F. es consciente que hablamos sobre ciudadanos Venezolanos que fueron asesinados durante hechos confusos, por armas del Estado, bajo la mirada permisiva de una autoridad que asume la impunidad como beneficio ideológico.

— En Venezuela hay toda una estructura legal que se está encargando de las sanciones y penas — me responde — no necesitamos que ningún país nos diga que hacer.

— No te lo dicen. Sancionan en su suelo.

— Casos de los que no tienen conocimiento — suelta una carcajada — ¿De verdad te parece que a Obama le importa un muerto Venezolano? Los usa como excusa para agredir.

No dudo que todo lo referente a las sanciones sea una maniobra política, pero lo que continua desconcertándome es que el Chavismo insista en asumir las decisiones EEUU como injerencia, mientras que acepta intervención directa de otros tantos países e incluso, lo ocurrido en Guyana. Durante los últimos años, los límites limítrofes de Guyana se han encontrado bajo reclamación legal Venezolana. De pronto, el país ignoró todo tratado y decisión previa en la franja de 50.000 millas cuadradas de terreno y permitió una plataforma petrolera de la compañía estadounidense Exxon Mobil inició operaciones de extracción a principio de marzo. La acción ocurre inmediatamente después que Maduro visitara y según algunas opiniones de conocidos internacionalistas, reconociera de facto el gobierno y soberanía Guyanés, incluso en la zona en reclamación. ¿Hasta donde llega el concepto de soberanía Chavista? ¿Hasta que punto reviste de verdadero interés e importancia la idea sobre la identidad Nacional en medio de una disputa eminentemente política?

— Por ahora, Obama lo único que logró fue que latinoamerica entera se levante para apoyar a Venezuela — dice F. con un tinte de inconfundible orgullo en la voz — no puede enfrentarse a todos, al mismo tiempo.

No respondo. Pienso en la cercanía reciente de Cuba y Estados Unidos, en la bonanza Ecuatoriana, donde Rafael Correa gobierna con enorme tino económico y con cierta distancia económica. En la Bolivia de Evo, que disfruta de una improbable prosperidad gracias a su distancia de la retórica chavista. El apoyo del hemisferio ha sido nominal y sobre todo, profundamente precavido. Y es que luego de la muerte de Chavez, la caída de credibilidad de Venezuela como lider regional ha sido estrepitosa. Eso, a pesar de los intentos de Maduro por continuar la política de Chavez y sobre todo, prolongar su liderazgo. Pero más allá de eso, Venezuela parece transitar a solas un complicado terreno político.

— ¿Realmente crees que habrá una invasión? — pregunto por último. Mi amigo se mira las manos, aguarda. Ocupa un prominente cargo en la administración pública, disfruta de la bonanza económica, a pesar de la crisis que atraviesa el país. No me sorprende que sonría cuando me mira de nuevo.

— Quizás no es tan importante lo que yo crea, sino lo que el país crea — me dice.

Es quizás lo más sincero que me ha dicho durante la conversación. Y de pronto soy muy consciente de que Venezuela es victima de un enfrentamiento entre lo aparente y lo real, entre la propaganda y la idea chavista que intenta traducir el país a través de la ideología. Y siento una profunda tristeza, la acostumbrada incertidumbre cuando no encuentro la manera de definir el país más allá del patriotismo y de un juego de poderes que ignora al país victima, al país tragedia que debemos enfrentar a diario y que avanza a tropiezos en medio de la desazón.

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