lunes, 21 de abril de 2014

Entre la confusión y el replanteamiento de la Noticia: La Venezuela que sobrevive a la censura.





Hace unos días, escuché el siguiente comentario: "Obviamente la periodista está muerta. La mató su amante y ahora el problema es que los periódicos no lo quieren publicar". Me encontraba en una librería de la ciudad y el comentario lo hizo un hombre que conversaba en voz baja con una mujer en un pasillo cercano. Los miré a ambos sobresaltada. Para entonces, la periodista Nairobi Pinto continuaba desaparecida y el comentario me hizo preguntarme si había filtrado alguna información sensible sobre su caso o se trataba de otro de los tantos rumores que proliferan en circunstancias semejantes.

El caso de Nairobi Pinto fue noticioso de origen: la periodista - jefe de redacción del canal de Noticias Venezolano Globovisión -  fue secuestrada a plena luz del día por un grupo de desconocidos. Una semana después de ocurrido el hecho, su familia continúa sin recibir la esperada llamada de negociación y lo que es aún más inquietante, sin tener ninguna noticia sobre el paradero o las condiciones en que se encuentra la victima. Como es comprensible, la inmediata reacción de la opinión publica Venezolana es la habitual mezcla de rumor, desconcierto y especulación. Y a eso hay que añadirle, pienso irritada, a la supuesta voz autorizada de una periodista que intenta convertir el crimen en algo mucho más complejo y perturbador de lo que podría asumirse en un primer análisis general.

- ¿No lo sabía? Lo comentan en internet - me explicó el hombre cuando pregunté acerca de su comentario  - una periodista renombrada insiste en dentro de poco estallará la bomba sobre la relación que tenía  la muchacha con...

Me negué a seguir escuchando. Me parecía escandaloso e incluso, directamente peligroso que la opinión publica pudiera hacer especulaciones semejantes en un caso donde se encontraba en juego la vida de una victima de secuestro. Cuando le agradecí al hombre la improvisada conversación, pareció preocuparle - e incluso irritarle - mi incredulidad sobre lo que me había contado.

- Lo dijo una periodista confiable - me insistió - además, puede ser ¿No? Aunque le parezca, puede ser una de las cosas que pasaron.
- Pero no hay nada que lo confirme - le respondí. El hombre se encogió de hombros.
- Mejor saberlo aunque luego resulte que no era verdad.  En Venezuela no hay quien confirme ni niegue nada, mejor que toda la información disponible se conozca, así no sea cierta.

Me preocupó su actitud, aunque de hecho, había escuchado razonamientos parecidos durante los últimas tres semanas, cuando la información veraz se sustituyó por una mezcla de rumor y realidad en medio del clima de censura que sufre Venezuela.  Más tarde, cuando investigué  el origen de aquella peregrina teoría sobre el secuestro de Nairobi Pinto, encontré que no solo provenía del TimeLine de una reputada periodista, sino que además, la profesional había continuado insistiendo en su versión en los días siguientes, añadiendo elementos que parecían convertir el secuestro en algo más extravagante y turbio. Como es de suponerse, la información se difundió de inmediato a través de las redes Sociales y como comprobé en mi breve conversación anterior, fue tomada por cierta por buena parte de los lectores que no solo la compartieron sino que debatieron sobre las implicaciones del posible "crimen pasional". En unas horas, el hecho real - el secuestro de Nairobi Pinto - se desdibujó en medio de la compleja red de información falsa y todo tipo de versiones que poco a poco, convirtieron el crimen en una especie de debate público sobre su sexualidad y otros temas sin la menor relación con su desaparición.

Y es que en la Venezuela del siglo XXI y sobre todo, en medio de la crisis coyuntural que padecemos, la afición al rumor de la sociedad Venezolana se transformó  en una medida de la temperatura de la opinión pública y lo que es peor, una versión de la realidad. Porque para el ciudadano, sometido a la censura previa y sobre todo, inexperto en el uso y difusión de la información, la noticia - lo que ocurre, lo que se muestra - forma parte de una complejísima combinación de variantes que no siempre conducen a la verdad. Sobre todo, con las redes sociales sustituyendo de manera casi sorpresiva a los medios tradicionales, la información en Venezuela parece encontrarse en ese punto difuso entre lo que se considera real, lo que podría serlo y la información concreta. Y el resultado de esa combinación no es otra cosa que un clima de desconfianza cada vez más dañino, preocupante y desconcertante.


La confusión como consigna: En medio del debate de la opinión ¿Que es cierto y que no lo es? 

El Gobierno Venezolano no se ha distinguido por ser especialmente tolerante con la crítica y mucho menos con la información. Tal vez debido a su corte militarista - cuartelero o al hecho que su visión ideología insiste en un control Hegemónico de la información como requisito para su viabilidad, la revolución Bolivariana ha procurado durante quince años ejercer control sobre los medios de la Comunicación y la información como valor social. Desde la tristemente célebre ley Resorte hasta la instancia de corte militarista - política CESSPA, el Gobierno oficialista ha intentado manejar los hilos de la repercusión de la información y su estructura para lograr un visión única de la realidad. Y lo ha logrado a medias: Con el control de casi el 70% de los Medios radioeléctricos del país y la complicidad silenciosa del resto, la información que se transmite y se divulga es poco menos que una versión reducida, simplificada y la mayoría de las veces politizada de la realidad. Una estructura de propaganda que se suele comparar - sin mucho acierto - con la monstruosa propaganda del Nazismo Alemán. No obstante, el Gobierno Venezolano no ha logrado que sus métodos de divulgación sean tan certeros y mucho menos, precisos como podría suponerse. Y tal vez son esas grietas en el inestable aparato de comunicación gubernamental, el origen de esa otra Venezuela, la que se debate entre la confusión y el rumor, pero que sobre todo la que insiste en comprender la realidad como dos aspectos del análisis noticioso. Una labor cuando menos compleja en medio de una diatriba política que parece someter a todo aspecto de la realidad a una amarga discusión pública.

Y no obstante, más allá del análisis teórico, lo que ocurre en Venezuela parece demostrar que el poder político prioriza el control de la información sobre otros temas de la realidad nacional de mayor importancia y gravedad. Para el gobierno, la necesidad de lo que se divulga - y la manera en que se hace - se ha convertido no solo en una demostración de control sino en además, algo más turbio, que elabora una nueva interpretación de lo que se considera verosímil.  Algo que ha quedado demostrado durante los últimos tres meses de manifestaciones y protestas callejeras. En una especie de movimiento concertado, la realidad en Venezuela sufrió un blackout informativo donde la creciente violencia en las calles se ocultó bajo la premisa de la "información responsable". Más allá, los medios radioeléctricos parecieron asumir una censura espontánea y voluntaria, minimizando la información y transformando la realidad del país en una versión consumible y directamente confusa. En más de una ocasión, me encontré abrumada por la extraña sensación que Venezuela tiene dos rostros, o mejor dicho, dos formas de interpretar la realidad.

- Para un gobierno que criminaliza la protesta, es necesario crear una matriz de opinión donde cualquier evento público de disenso sea considerado un atentado a la paz pública - me explica P., periodista uruguayo a quien conozco desde hace algunos años debido justamente a su interés sobre lo que ocurre en nuestro país. Al principio P. parecía incrédulo e incluso desconcertado, por esa dicotomía de la información cierta y la información aparente en nuestro país. Le llevó años de investigación comprender el precario equilibrio de la visión noticiosa Venezolana - y sin embargo, continúan permitiendo una rendija de información lo suficiente amplia para que una segunda versión de la historia oficial pueda acceder a medios de información masivos extra fronteras.

Se refiere, por supuesto, a la repercusión que ha tenido la fuerte presencia en redes sociales del Venezolano y sobre todo, la manera como en especial Twitter ha permitido la difusión de noticias e información inmediata, en un enfrentamiento directo contra la censura de los medios tradicionales. Y es que con los periódicos sufriendo una clara restricción en el acceso a la compra de papel para su impresión, las amenazas a periodistas, la persecución y represión de fotógrafos y periodistas gráficos, la verdad en Venezuela es poco menos que un privilegio en medio de un realidad cada vez más agresiva.

- Aún así, las redes Sociales no pueden sustituir por completo a un Medio de Comunicación tradicional, no al menos de inmediato y bajo las condiciones que vive Venezuela - me explica - un medio de difusión masiva con una capacidad tan enorme de difusión masiva, se transforma en un arma peligrosa. La información que se difunde es manipulable y puede ser utilizada para construir una matriz de opinión que haga incluso más confusa la información real. Que es el riesgo que se está corriendo justo ahora en Venezuela.

No puedo menos que darle la razón. Durante los últimos tres meses, el panorama informativo en nuestro país se ha hecho cada vez más intricando y difícil de comprender. Desde la difusión de fotografías falsas que terminaron formando parte de noticias publicadas por medios internacionales, hasta el habitual rumor transformado y construido como una versión de la realidad, las redes Sociales también parecen tener parte de la responsabilidad en el grave desequilibrio informativo que padecemos. Y aunque por supuesto, resulta comprensible - inevitable, quizás - una situación semejante,  el resultado es una peligrosa mezcla de desinformación, ignorancia y tergiversación que no solo aumenta la violencia de la censura como elemento de control, sino que transforma al silencio informativo en una preocupante forma de impunidad.

Un tipo de agresión cultural que el ciudadano sufre a diario, en menor o mayor medida. Hace poco en la calle donde vivo, hubo un violento enfrentamiento entre un asaltante y un grupo de funcionarios de Seguridad del Estado. Nadie supo muy bien que ocurría, a pesar de que hubo un violento intercambio de disparos que tuvo como saldo dos heridos de bala. Cuando pregunté a uno de mis vecinos que había ocurrido, resumió la experiencia en una sola frase: "No lo sé y supongo el único que lo sabrá con claridad será Dios en las alturas y el dueño de la pistola". 


Del Tubazo a la información Viral: De la Inmediatez a la veracidad. 

En Venezuela se le llama "Tubazo" a la primicia de la información. Se trata por supuesto, de una competencia común y de vieja data en el mundo periodístico. En nuestro país,  por años, la afición al "tubazo" y  más allá, a la inmediatez y monopolio de la Noticia fue un habito común entre los medios de la comunicación, a pesar de que eso significó, en más de una oportunidad, sacrificar en alguna medida, la estricta verosimilitud de la noticia que se comparte. No obstante, ese enfrentamiento singular entre fuentes y sobretodo, la necesidad de obtener la información a pesar - o no obstante - el rigor periodístico nunca trascendió los limites de lo que puede asumirse como el error humano. Un capítulo más en medio del debate sobre los medios y el control de la noticia fue sin duda ha sido parte de esa concepción de la información como una forma de poder.

No obstante, esa competencia entre fuentes parece haber escalado a otros estratos en medio de la censura legal que padecemos y lo que resulta más preocupante, heredando no solo sus peores características sino que en algunos casos, acentuándolas hasta crear un preocupante clima de confusión informativa. Una visión preocupante que parece convertir a Venezuela en terreno fertil sobre la diatriba del método y las reglas del periodismo tradicional y lo que resulta mucho más grave: los medios de divulgación de la información oportuna.

Un ejemplo evidente de lo que menciono es lo ocurrido el día 12 de Marzo de 2014 durante la cobertura de los hechos violentos ocurridos en la Isabelica (Valencia, Estado Carabobo) y que tuvo un preocupante saldo de heridos y victimas mortales. En mitad del cruce de información y de datos más o menos confiables, comenzó a difundirse la información de la muerte de una niña de seis años. La noticia, repetida desde varias cuentas periodísticas aseguraba que un colegio de primera enseñanza de la localidad había sido atacado en medio de la refriega entre grupos armados y fuerzas de seguridad del Estado. Abrumada por la noticia, intenté encontrar más datos sobre la niña o las condiciones en que había sido asesinada. Y lo que encontré fue una especie de mezcla de información vaga e insustancial y algo que juzgué más peligroso: una serie de rumores que parecían confirmarse unos a otros por el método simple de la insistencia.

Por casi cinco horas, batallé con las fuentes disponibles vía redes Sociales. Contacté vecinos de la zona donde se encontraba el colegio que supuestamente había sido atacado, algunos médicos de los hospitales circundantes e incluso periodistas. Todos insistían en una versión distinta que al profundizarse conducía de nuevo a la primera información difundida por la cuenta Twitter de un periódico de circulación regional. Pero seguía sin existir un indicio real que confirmara la muerte de una niña pequeña por herida de bala. Por si fuera poco, en mitad de la confusión, varios periodistas aseguraron haber conversado con médicos, enfermeras y en una ocasión incluso con un pariente de la pequeña victima, aunque no pudiera asegurar nombres y muchos menos datos comprobables acerca del suceso. La combinación de rumor, comentarios, opiniones e datos incompletos tuvo como inmediata consecuencia que siete horas después de conocerse la supuesta noticia, continuara sin confirmarse. Por último y casi a media noche, el periódico que había divulgado la información por primera vez, se retractó al admitir "no podía confirmar los datos disponibles" Un mes y poco más después del suceso, continúa siendo un capítulo confuso sobre lo que a la divulgación y veracidad de la noticia se refiere.

La noticia en la Venezuela muda: ¿Qué ocurre más allá de historia Oficial?

Despierto el lunes 14 de abril con la noticia de la liberación de la periodista Nairobi Pinto: fue encontrada sana y salva en las cercanías de Cua, Estado Aragua. Según las primeras informaciones que encuentro, la victima no fue herida ni tampoco maltratada. Y por supuesto, no hay ningún motivo para suponer un trasfondo "pasional" en medio de la circunstancia de su secuestro. De inmediato verifico la cuenta de la Periodista que echó a correr el rumor y no me sorprende no encontrar un desmetido público, mucho menos una aclataroria sobre la información que difundió y en la cual insistió durante días. Cuando más tarde le comento la omisión a mi amigo J., que como yo siguió el caso de Nairobi Pinto con interés, sonríe desde la imagen borrosa del Skype.

- Un periodista nunca admitirá publicamente un error de fuentes, a menos que se le obligue a hacerlo - dice - pero en realidad, aquí se trata de algo más: su versión es tan creíble como la oficial.

Es cierto. Durante el día, leeré la escueta información confirmada sobre las condiciones en que fue liberada la periodista y comprobaré que son tan poco claras con la multitud de rumores que corrieron sobre ella durante los días en que estuvo desaparecida. Sobre todo, me asombra el hecho que incluso el hermetismo de los funcionarios a cargo del caso, parecen acentuar ese extraño clima de confusión que rodea a toda la circunstancia. Finalmente, irritada y un poco decepcionada, termino por concluir que la versión real es tan poco creíble e inconsistente como todo el resto de las teorias que pululan en las redes Sociales, que siguen insistiendose como ciertas.

Y es que esta es la Venezuela que sobrevive a la censura, me digo leyendo las pocas hojas de uno de los periódicos de circulación nacional. Las escasas noticias que sobreviven a la censura oficial e incluso a la selección que asumo el periódico debe realizar sobre qué incluir - o no - en su reducisima versión impresa paracen mostrar un rostro deforme del mundo periodístico Venezolano. Esa otra realidad que apenas sobrevive a las presiones, deformaciones y confusiones de una noción social que asume la censura como inevitable y lo que resulta aún más preocupante, parte de la visión de la realidad. Y me pregunto otra vez, con esa sensación de profunda preocupación que suele despertarme el parorama nacional, hacia donde nos dirigimos, que ocurre con la percepción de esta Venezuela sin rostro y sin identidad definido, en medio de la batalla de la información.

Otra pregunta sin respuesta, de las muchas que forman el nuevo paisaje periodistico Venezolano.

C'est la vie.




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