viernes, 11 de mayo de 2012

De esas cosas que he descubierto en plena locura: El ABC del saboteo a la dieta.




Como he comentado varias veces,  poseo lo que podríamos llamar redondeces corporales un tanto incomodas. No es algo que realmente me atormente, pero en ocasiones, perder esos seis o siete kilos se convierten en una especie de objetivo personal: Comienzo a preocuparme por lo que como - y cuando lo hago - y me dedico con algún mal humor a llevar de manera errática algún programa de ejercicios improvisado. Pero, ya sea por falta de voluntad o simplemente que el tema no me interesa lo suficiente, lo cierto es que me niego a restringir un placer que aprecio tanto como es el de esos pecadillos del buen comensal. Con todo, estoy bastante consciente que además del tema estético, hablamos sobre salud, pero aun así, continuo resistiéndome un poco a esquematizar mi vida entre lo que puedo o no puedo comer. Malcriadeces mías, quizá.

No obstante, de tanto intentar una y otra vez, controlar mi apetito y también, ese natural inclinación mía por los carbohidratos, he aprendido algunas cosas sobre alimentación, formas de controlar el apetito y también por supuesto, manera de relacionarme con mi propio cuerpo. No obstante y en un ejercicio puramente burlón, comencé a preguntarme que hacia exactamente para sabotear buena parte de las dietas que sigo, y como descubría siempre la rendija que me permitía saborear un trozo de pan a horas equivocadas o paladear mi trozo de chocolate favorito, a pesar de saber que no debía hacerlo. Y comprendí que era más útil saber como me saboteaba que como mantener mi decisión de comer de manera saludable. Una idea que puede parecer extraña - lo es - pero que me hizo entender algunas detalles sobre mis hábitos alimenticios.

De manera que, ¿Como he logrado durante casi quince años, sabotear de manera exitosa una gran cantidad de dietas? No es sencillo, y no solo se trata de comer descontroladamente. Es un arte de la trampa alimenticia que podría resumir así:


1) El desayuno errático: Toda dieta saludable lo insiste, el desayuno debe ser copioso, lleno de proteínas y a ser posible, cuarenta minutos después de despertar, para activar el sistema metabólico y permitir al cuerpo,  un perfecto equilibrio entre los azucares y el gasto de energía. De manera que, encontré que aunque no tenía ninguna queja con aquello del desayuno abundante, si la tenía con el momento cuando debía tomarlo. Probablemente debido a mi natural insomnio, al momento de despertar no me encuentro especialmente hambrienta, de manera que dejo correr el tiempo entre taza de café y taza de café, hasta que llega el apetito. De manera desordenada claro: nunca estoy lo suficientemente hambrienta para comer hasta "saciarme", como recomienda mi nutricionista, sino para mordisquear una galleta y un trozo de queso que nunca termino.

Ley del saboteo: Una dieta jamás funcionará si no desayunas, y hablo de un desayuno sustancioso. Nada de Galletas, ni tampoco interminables tazas de café. Me refiero a pan - integral o blanco, caloricamente es lo mismo -, huevos revueltos, jamón o queso. Como lo desees, mientras proporciones a tu organismo la cantidad suficiente de calorías y proteínas como para permitir a tu metabolismo un buen funcionamiento.

2) El azúcar: Lo sé, soy una adicta a los carbohidratos, y eso pasa por azúcar blanca, harinas y maravillas de repostería en general. Y de hecho, una de las maneras más concretas de sabotear una dieta es saborizar todo lo que comes o tomes con azúcar refinada. ¿Por qué? simple: el azúcar no permite al cuerpo quemar las grasas, además de crear una fermentación ácida que puede afectar tu digestión. De manera que aunque intentes comer de manera saludable, el azúcar siempre será ese elemento desconocido que no te permite perder peso. 

Para mí, la cosa está en ser solo selectivamente ciega: endulzo mi café mañanero con azúcar, convenciéndome que solo la primera taza llevará azúcar refinada. Por supuesto que, también le añado azúcar a mi cereal y es bastante probable que mi merienda a media mañana se componga de alguna fruta...espolvoreada de azúcar. Así que, a pesar de mis buenas intenciones - reconozcamos o, no tan buenas - mi gasto calorico continua siendo altísimo, amén del peligro que representa para mi salud mi afición al azúcar blanca.

Ley del saboteo: Hay que prescindir de la azúcar desde el primer día. Y me refiero completamente: no combines sustitutos de azúcar con la real para endulzar. Simplemente prescinde de ella e intenta en lo posible, comer la menor cantidad de la combinación harina y dulces durante el día. ¿Te suena obvio? No lo es tanto: revisa los alimentos que comes y la gran mayoría tienen un menor o mayor grado de azucar, desde la barrita de energía dietética hasta el  jugo "0 calorias". Si deseas que la dieta comienza a funcionar realmente, tendrás que prescindir de tu dulce tormento por completo.

3) Comer poco: Debo confesarlo sin tapujos. Odio a comida de dieta. La odio con esa agresividad casi infantil del malcriado. Me molestan las ensaladas, las carnes asadas a la plancha y los aderezos desabridos, de manera que siempre que comienzo a llevar una dieta, comienzo a dejar de comer. Ya sea porque mis habilidades culinarias son escasas o que las primeras semanas siempre son las más duras, pierdo el apetito y me encuentro luchando por cubrir la cuota de seis comidas diarias. Casi nunca logro completarlas. Porque aun me aseguro de comer las tres comidas principales, las meriendas me parecen sin sentido y las salto sin el menor remordimiento. ¿Resultado? Termino cansada, debil y un poco deshidrata. Y por supuesto, subitamente hambrienta, pero de comida "real"

Ley del Saboteo: come con  frecuencia alimentos bajos en grasa. En mi caso, aprendí que mi gran problema es que estoy definitivamente obsesionada con las comidas carbohidratas, grasas y azucares, y para saciarme, mis comidas deben contener algún elemento frito o endulzado. Claro está, una vez que identificas el problema, es mucho más sencillo intentar comprenderlo y tal vez manejarlo. Con todo, nunca he podido comer - de manera saludable - las seis veces que insiste mi buen nutricionista. Simplemente se trata de la costumbre - terrible costumbre - que atenta no solo contra mis intenciones de bajar de peso sino sentirme saludable.

4) Beber agua: Bebo café. Ya todos lo saben: soy un cafemaníaca irreprimible. Pero el café no es un sustituto adecuado para una hidratación efectiva. De hecho, lo que hago al tomar mis acostumbradas tazas de café - no diré cuantas para evitar el pánico - lo que estoy haciendo precisamente es deshidratarme porque el café, como tal, es un diurético. Y no hablar de los efectos que tiene para mi gastritis o mi ansiedad. Pero continuo tomándome una tacita y diciéndome "solo por hoy serán cuatro" y así, continuo saboteando cualquier régimen alimenticio que implique hidratación. Que son todos, por cierto.

Ley del Saboteo: para estar hidratado hay que beber agua. Sin más. La clásica botellita, que se lleva a todas partes. Un sorbo de vez en cuanto. Ni refrescos, ni jugos azucarados, ni café - insisto - son sustitutos viables para la correcta hidratación.

5) Las combinaciones: En algún momento de todas mis dietas, sufro una crisis de orgullo y comienzo a ordenarme lo mejor que puedo. Renuncio con esfuerzo a la azúcar, desayuno copiosamente, bebo agua... y hago combinaciones alimenticias sin el menor sentido. Hablo, que a veces bajar de peso tiene mucho que ver en COMO comes, más que CON lo que comes. De manera que me preparo un suculento bistec a la plancha y lo acompaño...con una papa al horno. Solo con sal. ¿Que sano no? Puede parecerlo, pero no lo es. Ambas comidas son un desastre alimenticio y de hecho la combinación de proteínas y almidones son el motivo de mis dolores de estomago posteriores y mal humor. Y así, se multiplican los errores: Yogurt para cenar, cereal con leche como merienda después del mediodía y un sin fin de pequeños traspies que envian al hoyo de las buenas intenciones incumplidas mi regimen alimenticio.

Ley del Saboteo: Combinar las comidas es lo primero que aquel que desee seguir una dieta debe aprender. De manera que, en el desayuno siempre come proteínas y carbohidratos, durante tu primera merienda una fruta como manzana o pera. Durante el almuerzo comienza el declive de energía, de manera que come proteínas y verduras - que no incluyan azucares compuestos - y dos veces a la semana, proteínas y carbohidratos en forma de arroz. Pero SOLO dos cucharadas. Al final del día, aliméntate con proteínas y procura que lo último que bebas antes de dormir no contenga absolutamente nada de azúcar.


¿Complicado? Por supuesto que no. O al menos visto así, no me lo parece. Pero son errores tan comunes, que probablemente los has cometido y seguirás cometiendo todas las veces que decidas llevar a cabo una dieta por motus propio. En mi caso, esta vez si lo tengo decidido: la dieta comenzará hoy...bueno, después de tomarme mi última taza de café muy azucarado y darle un mordisquito al pan dulce que "casualmente" anda rodando por mi anaquel. Solo un último pecadillo ¿Verdad?

Que incorregibles somos, la verdad. 

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