martes, 29 de mayo de 2012

La gran prueba: Del día en que decidí no tomar cafeína.




Soy una café maníaca irreprimible. Eso lo saben quienes me conocen y si alguna vez usted, querido lector, le ha dado una que otra ojeada a este blog. Amo el café con ese fanatismo un poco ciego del vicioso, y a pesar de mi recurrente gastritis, no he podido abandonar el hábito que me ha acompañado durante media vida: el café en las mañanas, el café de la tarde, el café con leche para consolar, el café muy espeso para despertar. Mi amor por la cafeína es parte de mi historia - la matutina, la de la locura personal, la de todos los días - y por ese motivo, lo considero una parte irrenunciable de mi cotidiano. Vicio lo llaman algunos. Yo simplemente placer.

El caso es que, siendo de todos conocidas mi adicción - placer, insisto - por el café, un amigo me retó a pasarme un día sin tomar una sola taza. Al principio se trató de una provocación pero después se convirtió en un reto. Me pregunté que tan arraigado se encontraba el vicio de tomar café en mis costumbres  y que tanta influencia tenía en mi vida. Así que decidí aceptar el reto y comenzar este pequeño experimento que no tenía idea muy clara a donde me llevaría.

Del café a un buenos días brumoso: la cafemaniaca irredimible.

7:25 a.m

Sufro de insomnio - muy recurrente y crónico - y mis mañanas suelen ser bastante complicadas. Tal vez por ese motivo, mi primer pensamiento matutino es el irrefrenable deseo de beber una taza del café más oscuro que pueda conseguir. Así que la primera hora de mi reto del día sin cafeína fue especialmente difícil: comprobé no solo que el pensamiento - deseo - de tomar un sorbo de café fue convirtiéndose de una mera intención a algo tan irreprimible como un impulso ansioso. De hecho, me llevó enorme esfuerzo contenerme y esas primeras dos horas luego de despertar, se convirtieron en una especie de mezcla inquietante de profunda ansiedad y mal humor. Probé a tomar leche con un poco de azúcar, agua, jugos naturales, pero tal parecía que realmente necesitaba la cafeína para poder sentir que mi día comenzaba. Con las manos temblandome de una mezcla de irritación y nerviosismo deambulé de un lado a otro de mi casa, sintiéndome ridículamente ansiosa y luego francamente disgustada.

* La explicación científica: Me sorprendió constatar que todos los síntomas anteriores, forman parte del conocido síndrome de abstinencia que cualquier adicto sufre cuando no consume cualquier estimulante. Consultando varios artículos médicos, comprobé que la ansiedad, el leve dolor de cabeza que estaba sintiendo y mi manifiesta torpeza motora  eran partes de un insipiente cuadro de abstinencia hacia la cafeína. Investigando un poco más - comiéndome las uñas y tomando vaso tras vaso de agua sin un propósito definido - aprendí que la cafeína como tal, no es tan inofensiva como solía pensar:  produce un efecto recesivo sobre el sistema nervioso que además, tiene efectos directos en nuestro comportamiento consciente. Sorprendida, encontré que una taza  de café normal, puede contener entre 60 y 110 mg de cafeína, y medicamente se considera que menos de 80 mg ya condicionan cambios de conducta y del espectro de comportamiento de lo que se considera normal.

11:50 a.m

Haber podido soportar toda una mañana sin tomar café, ya resultó para mí todo un logro. No obstante, continué sintiéndome descompuesta y mi mal humor empeoró a medida que transcurrió el día. Comprobé que mi torpeza habitual parecía haberse acentuado y de hecho, tropecé y caí al suelo un par de veces, como si realmente tuviera problemas para mantener el equilibrio. Pero el peor de todos los síntomas, continuó siendo la creciente ansiedad: perdí el apetito, y tuve la impresión que el sabor de la comida que tomé en el desayuno y la merienda a media mañana era menos suculento que lo habitual. Además, tenía serios problemas para concentrarme y mi capacidad para el desempeño de mis tareas habituales era bastante deficiente. Y no dejaba de pensar en cuanto necesitaba una taza de café, casi de manera obsesiva.

Pero nada como mi mal humor. Me encontré gritando por telefono a una operadora bancaria que hablaba demasiado lento - o así me lo pareció - , o discutiendo en terminos malsonantes con un amigo que expresó una opinión bastante sencilla sobre un asunto carente de verdadera importancia. Y es que la sensación de furia, de insatisfacción comenzaba a abrumarme. Estuve dos veces a punto de preparar una buena taza de café y dar por terminado el experimento, pero me pareció necesario - y algo de orgullo - comprobar hasta que punto influía la cafeína en mi vida.

* La Explicación científica: Como comenté antes, la cafeína produce una adicción muy semejante a otras drogas de manufactura. Comenzaba a padecer además, de casi todos los síntomas del llamado síndrome de abstinencia de la cafeína - hablo totalmente en serio, hay un término médico para mi locura - y que pueden resumirse en 10 síntomas: dolor de cabeza, disminución del estado de alerta, fatiga, disminución de la activación, humor deprimido, somnolencia, disminución de la satisfacción, dificultades de concentración, irritabilidad y obnubilación. La sensación general de irritabilidad dio paso a algo parecido a una leve depresión y a una sensación de cansancio cada vez más insoportable. Comencé a tener a sentir una concreta sensación de nauseas y malestar general. Me pregunté si me estaba volviendo loca.



3:48 p.m

Para entonces, con casi 9 horas sin tomar una taza de café, comprobé que todos los síntomas que estaban sintiendo eran eminentemente físicos, aunque tuviera la impresión que eran poco menos que una reacción inusitada de mi mente. Pero como me demostró la pequeña investigación que lleve a cabo para comprender que me ocurría, estaba sufriendo una especie de desbalance ciclotimico a menor escala. Para entonces, la irritabilidad y sensación de tristeza se habían transformado en un definitivo cansancio y me encontré tan somnolienta, que dormí un par de horas en algún momento de la tarde - algo que hago muy pocas veces -. Además,  leyendo literatura médica, comprobé que la cafeína produce un genuino efecto de rebote, por lo que los síntomas que padecían eran de alguna o otra forma, la reacción de mi cuerpo intentando sobreponerse a la ausencia de cafeína. Me pareció muy intrigante además, comprobar que la cafeína, como estimulante, produce un ciclo propio que puede llegar a ser preocupante:  tras la eliminación de la sustancia por el organismo (lo cual puede tardar de 4 a 6 horas), el proceso oponente (o efecto producido por el organismo para compensar el producido por la droga, y que va en la dirección opuesta) mantiene su efecto cierto tiempo produciendo la sintomatología antes descrita, lo cual obliga a tomar café para calmar la cada vez más insoportable ansiedad. Eso explicaría la insoportable sensación de angustia que sentí durante toda la tarde y sobre todo, el hecho que cada vez me era más difícil controlar el impulso de tomar un poco de café.

¿Y como afectó la falta de café mi cotidiano? Ni tengo que decir, que me llevó un esfuerzo considerable controlar la impulsividad, la irritabilidad - cada vez más punzante - pero aun peor, la sensación realmente física que necesitaba de la cafeína para soportar el malestar general que sentía. Tuve la sensación que el día parecía alargarse de una manera antinatural y en algún momento de esa interminable tarde, sentí deseos de llorar - de una manera muy patética e infantil - por la cada vez más incontrolable necesidad de beber café.

* La explicación científica: El síndrome de abstinencia en su máxima expresión. De hecho, mi organismo estaba sufriendo un clásico efecto de rebote que me produjo además, otra serie de síntomas más o menos inusuales por la ausencia de cafeína:, náusea y dolor y rigidez muscular. Según la media médica que consulté sobre la reacción a la cafeína del sistema nervioso, solo sería el comienzo de un proceso que empeoraría con las horas:  Los síntomas ocurrirían unas 12-24 horas después de la última ingesta, con picos de intensidad tras 20-50 horas, y con una duración de unos 2 a 9 días. Evidentemente, la severidad de los síntomas dependerá de la cantidad diaria ingerida, pero se sabe que a partir de 100 mg/día (¡menos de una taza de café!) estos síntomas puede ser plenamente verificables.

7:00 p.m

Me rendí, así de simple. Con las manos temblorosas y con una sensación de angustia irreprimible tomé lo que sería el primer sorbo de café del día. Y que sensación maravillosa fue esa! Sentí que casi como por arte de magia, todos los síntomas desaparecían y de hecho, fue así: me sentí más alerta, con mucho mejor humor y mucho más en control de los bruscos giros de temperamento que sufrí durante el día. Una sensación realmente extraña y peor aun, deliciosa que no supe muy bien si atribuir a mi mente o a una reacción fisica concreta.

* La explicación científica: Por supuesto, esa sensación de bienestar que sentí al tomar de nuevo café es totalmente física: mi organismo recibió de nuevo la dosis de cafeína a la que esta habituado y le proceso del cuadro de abstinencia se detuvo. Más inquietante aun, leyendo un poco estudios concretos sobre la reacción del cerebro a la cafeína, comprobé que lo que sentía era una masiva intoxicación de serotonina, la muy apropiadamente llamada, "hormona de la felicidad."  Y por supuesto, después sufrí un episodio de insomnio especialmente fuerte, producid, claro está, por la reacción fisica que la cafeína produce al cuerpo humano.


Consumir entre 75 y 150 mg de cafeína eleva la temperatura, el ritmo respiratorio y el nivel de ácido gástrico en el estómago. Cantidades más altas en el torrente sanguíneo pueden producir ansiedad, irritabilidad, insomnio, sudoración, taquicardia y hasta diarrea.

El uso prolongado de más 650 mg diarios de cafeína, equivalentes a ocho o nueve tazas de café al día pueden ocasionar úlceras gástricas, incremento en el nivel del colesterol, insomnio crónico, ansiedad y depresión permanentes. Este tipo de consumo también parece estar asociado con disfunciones cardíacas y la aparición de ciertos tipos de cáncer asociados a los alquitranes del café.

De manera que, la experiencia, este largo día alejada de mi bebida favorita, tuvo algunas cosas buenas: además de verme obligada a a aprender una serie de datos y apreciaciones científicas sobre sus efectos en mi organismo, aprendí que podría sobrevivir - con dificultad - a un día sin café. Ahora, la pregunta que me hago, mientras bebo una taza de un café negro muy fuerte y espeso, con apenas azúcar...es si querré hacerlo.

C'est la vie.


3 comentarios:

kamihacker dijo...

lo más rudo de dejar el café, como en cualquier adicción, es mantener la decisión

he dejado el café de manera infructuosa un par de veces, sustituyéndolo con café, el problema es cuando sientes que lo necesitas para terminar un proyecto o por ansiedad :S

Miss B dijo...

Es terrible Carlitos, además que tienes la impresión que es una dependencia meramente psicológica y en realidad no lo es, sino algo más concreto que te resulta muy complicado manejar. El café adicto sin remedio, sin más :(

Gracias por leer y comentar!

Rubén Pérez dijo...

Te cuento algo que a lo mejor te sorprende, tal vez no: Es mucho más sano y con menos cafeína tomar café expreso que colado o que el popular guayoyo.

Tal vez ese placer que sientes -y que comparto- está asociado además, al tiempo que toma libarlo y disfrutarlo. Por lo que entonces es probable que lo expedito de un expreso no haga mucha gracia; sin embargo, si haces de ese ritual de tomarse un cafecito un acto cognitivo y menos instintivo tomándolo expreso, con toda seguridad percibirás mucho más sabor y aroma. Y por supuesto reducirás la cantidad de cafeína; que probable e inconscientemente, al decidirte a vivir un día de autoflagelación inhibiendote de tomarlo, es lo que en el fondo te preocupa.

Por supuesto, tendrías que dejar atrás nuestras raíces rurales y botar esa manga percudida, o si es el caso, la práctica y urbana Greca. Tendrías que invertir en una maquinita de café expreso.

Con seguridad lo conoces o has visto algo sobre el mundo Nespresso; pero por si acaso no lo ha hecho: http://www.nespresso.com/us/en/

Siendo idealista como eres, no le tengas prejuicios a esa horrible transnacional. Créeme, es una locura que puede llevarte a la perdición!

Muy divertida la narración de tu día de sufrida y tortuosa abstinencia.

Saludos!

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