martes, 29 de noviembre de 2011

Fin de ciclo: Un sentido adiós.





Hace tres años, sufría de agorafobia. Y no hablo de manera metafórica: Por una serie de problemas personales que no forman parte de esta historia, sufría de una real aversión a salir de mi espacio personal, de simplemente mirar el mundo más allá de una frontera imaginaria de puro miedo. Tal vez, sobrevivía un poco gracias a la fotografía - eterna pasión, mi rostro en el espejo - o a esa necesidad pura de creer en la esperanza. Cualquiera sea el motivo, me encontraba en una coyuntura de mi vida tan pesarosa como agobiante.

Y un día, ocurrió una de esas pequeñas circunstancias que mirando atrás, te resultan milagrosas. Simples coincidencias, que no son tales, que van construyendo el futuro aunque no lo sepas. Por mero tedio, ocio tal vez, comencé a interesarme en un grupo fotográfico creado en la todavía muy nueva  - para nosotros - red social Facebook: Fotógrafos de Venezuela y su pequeño proyecto: 52 semanas y media. ¿El reto? Fotografiar un tema semanal distinto, propuesto por un administrador y de esa manera, incentivar no solo el aprendizaje fotográfico, sino la educación fotográfica en Venezuela. La idea no era nueva, en la plataforma Flickr, la experiencia parecía repetirse hasta el infinito, pero en esta ocasión, se llevaba a cabo en Venezuela, con fotógrafos Venezolanos. De manera que, y luego de luchar un poco con mis propias reticencias, decidí unirme. Para entonces el proyecto llevaba más de seis meses construyéndose y lo que encontré, fue una puerta abierta hacia un lugar de mi mente que hasta entonces, era totalmente intimo.

Mi necesidad de expresarme por medio de los imágenes.

Me explico: he fotografiado toda mi vida. Desde los once años de edad, he documentado cada día de mi cotidianidad de una manera meticulosa, casi obsesiva. Primero con film, después en digital, cada momento de mi vida tuvo una imagen que la simbolizara, una metáfora de luces y sombras que tenía un peso especifico, sustancial en mi mente. Pero esta necesidad - vicio -, obsesión - maravilla -, era de tenor completamente privado. Salvo un par de experiencias en redes sociales pocos usuarios, mis fotografías siempre me habían pertenecido, un jardín de imágenes construido afanosamente durante años. De manera, la idea de mostrar ese diario de horas, esa historia mil veces contada sobre mi misma, me resultaba incomoda, aterrorizante. A punto estuve de retroceder y continuar con ese dialogo infinito de espejos, con cámara en mano, soñando en privado con mi propio lugar en medio de un mundo visual.

Pero no lo hice.

Y ese castillo de imágenes, de palabras, sombras y luz, cambió para siempre.

Unirme a Fotógrafos de Venezuela, participar en Proyecto 52 y medio semanas, continuar en Retos FDV fue una de las experiencias capitales de mi vida. Me arrolló, me obligó a salir de mis propias fronteras. Me hizo tener mucho miedo, llorar, reír, sentir un dolor insoportable, una furia angustiosa. Me empujó a vivir. Porque el arte cura, la fotografía es magia y todo se hizo simple, una vez que comencé a correr en compañía de un inolvidable grupo de hombres y mujeres que ahora, forman parte de mi familia espiritual. De alguna manera, la mujer joven aterrorizada por lo que había más allá de su puerta, el espíritu angustiado por una serie de historias que empezaban a pesar tanto como para dejarme abrumada, sin respiración, encontró que había una manera de comenzar a paladear esa diminuta libertad de las ideas. Esa infinita capacidad de creer y confiar que solo puede otorgar la voz más privada.


Arte puro.

Han transcurrido tres años. Cuatro exposiciones. Dos libros publicados y vendidos. Veintisiete fotos vendidas. Un cúmulo de experiencias extraordinarias. Un momento nuevo en mi vida. Y de pronto miro atrás y me pregunto donde comenzó todo, una maleta llena de sueños que se abre en una calle de imaginación. Y miro atrás y siento que esa niña aterrorizada dejó de existir y ahora soy solo yo, esta mujer que es capaz de correr y gritar, que encontró su centro, que sabe de temer y de reir, y que ahora busca vivir.

Pequeños milagros. Pequeños sueños. La discreta belleza de la fe.

Gracias a todos los que hicieron posible una experiencia de casi tres años que enriqueció a todos los que tuvimos la oportunidad de participar en ella: Un trabajo de equipo, que se convirtió en un sueño de muchos y finalmente, un bello recuerdo de lo que podemos hacer cuando tienes la irrevocable fe de construir una forma de esperanza tan pura como personal: la capacidad de crear.




4 comentarios:

Evelyn Ranauro-Borges dijo...

¡Uy, qué cosa más bella!!! Haz crecido mujer... Me encanta leerte y saber que ERES... Un abrazo amoroso para ti =)

Karnicos dijo...

te entiendo y me siento igual que tu, yo hoy puede decir que la fotografìa me salvo la vida... gracias al P52 1/2 mi vida dio un cambio que no me esperaba pero que necesitaba con urgencia!!! eres una mujer bellisima y una artista fenomenal digna de mi admiración y respeto! te quiero mucho amore!!!

Tete dijo...

Caminos transitados, caminos por construir. Esa es la vida mi niña. La seguridad que cada huella, cada tropiezo, cada evento valió la pena permite avanzar áun mas en el reto de vivir. Un beso y gracias por conocerte.

Unknown dijo...

Lamento que nuestras distintas formar de percibir el "orden económico" del mundo, nos hayan separado. Perdón por ello. Pero mi respetuoso cariño y admiración por tu creación visual nada podría cambiarlo. Ni mucho menos mi gran agradecimiento por tantos momentos hermosos compartidos en esta experiencia que recorrimos juntos. Este camino de muchas cosas comunes, pese a aquellas diferencias, lo seguiremos recorriendo, porque todos los días me solazaré con la magia de tus realizaciones, todas ellas hermosas. Gracias por hacer este mundo mejor, que al fín y al cabo, en mi forma de pensar, es lo único que cuenta.
Me uno a cada palabra y a cada sentimiento expresado en esta pieza sublime, Miss Aster. Que la Luz siempre sea contigo!

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