viernes, 4 de marzo de 2016

Proyecto "Un país cada mes" Marzo: España. Enrique Vilas-Matas.





Todo escritor suele ser un gran lector, pero pocos lo admiten. Incluso, son escasos los que asumen el hecho que los libros leídos - ese gran paisaje en palabras que los rodean - forman parte no sólo de su imaginario sino también, de ese tejido fértil del que se sustenta la creación. Como si la omisión lograra realzar el hecho artístico personal o proteger una idea conjuntiva que muchas veces define lo que se escribe y la manera en que se hace. Un secreto a voces de lo que hace ser al escritor quien es.


A Enrique Vilas-Matas  no le ocurre eso. Ni parece importarle pudiera ocurrir. De hecho, se le ha llamado un escritor que antes todo es lector, una denominación que parece resumir no sólo la perspectiva desde la cual escribe sino la manera como afronta el hecho literario. Y es que Vilas-Matas no sólo escribe por la necesidad impulsiva de hacerlo - como todo escritor - sino por esa noción del creador literario que asume la palabra como eje central de una idea mucho más amplia. Tal vez por ese motivo, todas sus novelas tienen una estructura en común: ese gran eje central a través del cual se construyen tramas falsas, historias a medio contar, pseudo autobiografías donde la fantasía y la realidad se mezclan en un estudiado mosaico de ideas planteadas de manera asombrosa y lúcida. Porque para Vilas-Matas nada es casual, mucho menos obra del azar. Cada elemento en sus novelas y artículos forman una intrincada e inteligente creación que crea un todo único y formidable. Una mirada a la literatura basada en la literatura.

De que Vilas-Matas es un rebelde, nadie lo duda. Pero no sólo por su partícularísima interpretación de lo que la palabra debe ser o mejor dicho, de como debe comprenderse lo que se escribe, lo que se narra, lo que se asume como producto literario. Lo es por que desde el comienzo de su carrera asumió el oficio de escritor no como una mera consecuencia de su talento, sino como una forma de reconstruir la realidad. Menuda labor para un hombre que comenzó su carrera literaria muy joven y que asumió de inmediato un estilo reconocible que perdura hasta hoy. Autor poliédrico, Vilas-Matas comprendió que el poder de las voces narrativas entrecruzadas y mezcladas para crear algo más y también, de la necesidad de retar al lector, una y otra vez, desde la confusión y el surralismo, a involucrarse en lo que lee, a formar parte de la experiencia en palabras con la misma noción de búsqueda de un investigador desconcertado. En cada novela de Vilas-Matas, quien lee acompaña al autor y a los personajes en un intricado recorrido no sólo por la historia que se cuenta, sino desde esa perspectiva profunda de lo que se sugiere, de lo que puede imaginarse, de lo que quizás no existe pero forma parte de la historia en general. Cada lector es protagonista  y a través creador, en esa insistencia de no sólo encontrar el sentido de lo que el autor cuenta, sino lo esencial de la historia. Como en su novela "La Asesina Ilustrada", que como cuento surrealista abre un compás de interpretaciones cruzadas sobre lo que parece ser una confusión de identidades para terminar siendo un sobresalto venial sobre la condición humana. Y al final, la novela tampoco será eso: se transforma de nuevo, se resconstruye para mostrar que la realidad no siempre es lo que se muestra, mucho menos el ámbito de la fantasia, la literatura pura. “Tan mezcladas y entrelazadas se encuentran en mi vida las ocasiones de risa y de llanto que me es imposible recordar sin buen humor el penoso incidente que me empujó a la publicación de estas páginas" insiste el autor, en la voz de uno de sus personajes. Una noción muy clara de lo que intenta crear y lo que logra, a través de su pluma.

Porque para Vilas-Matas la vida real puede ser a la vez fantasía literaria. Después de todo, parece ponderar el autor en cada una de sus inteligentisimas novelas e ingeniosos textos, una se nutre de la otra. Aunque nunca sepamos claramente bajo que aspecto puede aparecer en realidad esa visión encontrada de lo que es y lo que no es, lo que existe y lo que supone debería exsitir. Mezcla de risa y llanto, vida y muerte, imaginación y realidad descarnada, Vilas-Mata juega con símbolos a la sombra, crea metáforas sutiles que en ocasiones pueden pasar desapercibidas. Quizás por ese motivo, con Vilas-Mata el humor parece fundirse con el fondo de sus historias: nadie sabe bien cuando el autor - o el personaje, que en algunas ocasiones parece ser la misma cosa - está bromeando o cuando, analiza el mundo desde el cínismo más crudo. En el mundo de Vilas-Matas, nada es lo que aparenta, mucho menos lo que se supone. Y de allí su triunfo: la vida como arte, el arte como parte de lo cotidiano. Lo verdadero y lo irreal unidos y separados por un extraño hilo no siempre demasiado claro.

Como escritor Vilas-Mata construye su propia manera de asumir la literatura, tal vez porque como lector, añora ese entusiasmo de la experimentación, esa necesidad de construir página a página todo un nuevo planteamiento de la relación de quien escribe con quien lee. Cada uno de sus textos rompen ideas tradicionales, se transforman así mismo para cuestionar el deber ser literario. Tal pareciera que el escritor crea para destruir y a la vez, recrea para mostrar de manera directa una serie de ideas que siempre sobreviven a la periferia, que elabora y oculta a través de sus intricadas tramas. El narrador explorador, el narrador sinuoso, el narrador que muestra pero no señala, hace que las novelas de Vilas-Matas transiten en el fértil terreno de lo desconocido con toques de cotidianidad, de esa visión del ser o no ser que se mira así misma con cierta desidia. ¡Porque Vilas-Matas nunca se toma en serio! Una idea que puede resultar profundamente desconcertante para una generación de lectores educados desde Borges, desde Gabriel Garcia Marquez, incluso desde un Vargas Llosa cínico y puntilloso. Pero para Vilas-Matas la idea de la literatura no es tan sencilla como contar. Hay un elemento al trasfondo, que explota cada vez que puede y con una habilidad de vértigo: esa noción del yo fugitivo y el poder de la palabra que crea. Cada lector es para Vilas-Matas un cuestionador de origen, una mirada renovada de una idea que se ofrece en estado puro. Lo que ocurra inmediatamente después, lo que mire en ese reflejo de lo que se escribe - y que existe o no existe - es una pregunta sin respuesta. Una puerta entreabierta hacia un planteamiento más duro y abrumador.

Con toda probabilidad, ese juego de espejos entre lo ficticio y lo real es lo que mejor podría definir el estilo de Vilas-Matas, no sólo como escritor, sino constructor de la narrativa bajo una nueva perspectivas. La capacidad para subvertir el orden - o lo que supone debe serlo - entre la verdadero y lo imaginario, supone un golpe de efecto que estructura a otro nivel la historia que cuenta, esa mirada esencial sobre lo que muestra y a la vez, utiliza como elemento central de su obra. De allí que utilice escritores reales como personajes de ficción o mezcle datos reales con otros fantásticos, hasta crear un meta texto único, un planteamiento mucho más amplio de lo que se narra, de lo que se supone es el sentido último de lo crea. Vanguardista o simplemente, contrario a cualquier corriente alienante, las decisiones literarias de Vilas-Matas elaboran un universo a su medida, una realidad que posee tanto poder como sencillez. Ese arte de contar historias que se nutren de si mismas, que rebasan el límite de lo evidente para crear algo más consiste y poderoso que la mera estructura narrativa.

Lector antes que escritor, Vilas-Matas parece muy consciente que las antiguas reglas del juego de la Literatura desaparecieron o al menos se transformaron en otra cosa: una perenne búsqueda de un orden que puede o no existir, pero cuya decisión última recae sobre ese testigo silente, ese lector hipótetico que acepta la invitación del escritor para crear otras nuevas. El lector que se convierte en en “escritor in potentia” que re lee y re escribe lo que lee hasta crear algo nuevo, personalísimo, tan diferente a la novela original como semejante a esa noción de "la literatura por la literatura" en que tanto insiste su autor. Tal vez por ese motivo, el Vilas-Matas escritor se confunde con el Vilas-Matas escritor y se convierte en uno de sus personajes para insistir: “Ya que se han perdido todas las ilusiones de una totalidad representable, hay que reinventar nuestros propios modos de representación”

Una nueva manera de concebir lo que se escribe - lo que se asume como literatura, esa palabra libre e independiente, siempre creadora - y sobre todo, lo que ocurre más allá de la página abierta, del lector que participa en el juego del escritor e incluso, en su simple misterio de obra incompleta.

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1 comentarios:

Carlos Martínez Rodríguez dijo...

Le solicito lo que Ud. ofrece, mi dirección es:
cmtz012@live.com
Gracias

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