lunes, 27 de octubre de 2014

Lento pero seguro: Un árbol de imágenes. ¿Que he aprendido en el mundo de la fotografía luego de veintitantos años fotografiando?



Comencé a fotografiar a los once años. No tenía mucha idea sobre lo que hacía, pero si sabía que quería continuar haciéndolo. Y es que de inmediato, me apasioné por la capacidad de la fotografía para atesorar momentos, para convertir un instante corriente en algo mucho más poderoso, inolvidable. Una instantánea de la realidad, de la identidad de quien sostiene la cámara. Su capacidad para evocar y crear.

Pero, como comenté más arriba, no tenía mucha idea de qué hacía aunque sí, una noción muy profunda de por qué quería continuar haciéndolo. Pero no tenía ninguna noción básica y mi conocimiento se limitaba a lo que lograba aprender gracias al ensayo y el error. De manera que comencé a buscar opciones para aprender lo elemental sobre la técnica fotográfica. Un largo y tortuoso camino que me llevó años — y muchísimo esfuerzo — recorrer.

Porque en Venezuela la educación fotográfica no es frecuente ni tampoco barata y mucho menos hace un par de décadas atrás. Para el momento en que comencé a intentar buscar opciones que me permitieran estudiar fotografía, encontré que las pocas escuelas disponibles eran lo suficientemente costosas para desanimarme. Tanto como para que mis padres se negaron de plano a invertir en mi “hobbie”, así que tuve que recurrir al viejo método de aprender a través de los libros o la poca información que podía encontrar navegando en Internet, por entonces un servicio lento y limitado que me ayudó muy poco. Aún así, continué fotografiando, intentando aprender con la experiencia lo que no podía en un aula de clase. Poco a poco, crecí y maduré como creadora visual, aprendí algunas lecciones por cuenta propia, recibí otras de profesionales generosos, leí la historia de la fotografía y aprendí de ella que la creación visual es un arte de perseverancia, capacidad para construir ideas y sobre todo, insistir incluso a pesar del desaliento. Porque lo hubo: en más de una ocasión y a pesar de mi empeño por aprender, me sentí perdida, sin las herramientas intelectuales o técnicas para obtener el resultado que aspiraba y mucho menos, sin saber si lograría aprenderlas alguna vez. Aún así, insistí y continué fotografiando, siempre que pude y por todos los motivos que siempre lograron consolar esa ausencia de dirección y de objetivo.

Finalmente, a los veintitantos años, recibí mi primera clase formal de fotografía. Desde entonces, me he esforzado por invertir en mi educación como una manera de elaborar un lenguaje visual consistente sino de comprender la fotografía como una visión artística con peso propio. He dedicado buena parte de los últimos diez años a aprender lo que siempre quise y necesite. Una experiencia que me ha hecho mucho más consciente del privilegio de fotografiar y sobre todo, de la capacidad de la imagen para transformarse así misma como un vehículo de expresión estética formal. Un largo camino personal que me ha brindado tanto satisfacciones como un profundo aprendizaje personal, pero sobre todo, me dio la oportunidad de madurar como amante de la fotografía y fotógrafo en constante formación.

La experiencia ha sido enriquecedora y sorprendente: a través de los años, he aprendido que varias de las cosas que aprendí por cuenta y riesgo propio, forman parte de la educación fotográfica formal o mejor dicho, son conocimientos esenciales de la creación fotográfica. Sin embargo, los aprendí casi de manera espontánea, tropezando con el conocimiento de una manera casual que en ocasiones me parece casi prodigiosa. Sin duda, un recorrido que enriqueció mi crecimiento visual, pero que resulta tan trabajoso como aleatorio. En ocasiones, me pregunto que tanto habría cambiado mi manera de comprender la fotografía de haber tenido el consejo justo en el momento más indicado. ¿Un consejo oportuno me habría hecho más sencillo el aprendizaje? ¿Me habría facilitado el lento camino hacia esa conclusión visual que aspiro obtener? No lo sé. Lo que es evidente, es que muchas veces, el aprendizaje depende de como miremos nuestra necesidad de crear y aún más, de construir una experiencia visual propia.

De manera que ¿Cuales serían los consejos que me habría gustado recibir cuando comencé a estudiar fotografía? Podría resumirlos en los siguientes:

* La fotografía se aprende fotografiando:
Por muchísimo tiempo, me obsesioné por el hecho que no tenía una educación fotográfica formal. No obstante, con el transcurrir del tiempo aprendí que la mejor educación que pude tener fue insistir en fotografiar: Hacerlo por pasión, por necesidad visual, por esa intención profunda y personal de construir un mundo de imágenes propios. A pesar del desaliento, nunca dejé de fotografiar, de aprender con mis propios errores y sobre todo, asumir mi experiencia fotográfica como un lento pero provechoso proceso de crecimiento y aprendizaje sobre mis símbolos visuales privados y mi manera de comprender el mundo que me rodea. En suma, descubrí que la perseverancia era probablemente mi mejor maestro y que fotografiar, es un tipo de conocimiento que se adquiere con la progresiva convicción que avanzas hacia una manera más clara de mostrar la manera como miras el mundo o mejor dicho, como lo interpretas.

* Continúa fotografiando en film siempre que puedas:
Cuando comencé a fotografiar, la era de la imagen digital era relativamente de nueva, así que durante casi diez años fotografié sólo en film. Poco después y debido a la necesaria evolución de lenguaje y medios, comencé a hacerlo en formato digital, pero conservando el aprendizaje que me brindó la experiencia en negativo. Y es que la fotografía tradicional educa al fotógrafo de un modo metódico que beneficia considerablemente la perspectiva del trabajo fotográfico que se crea y la forma como se analiza el resultado visual que deseamos obtener. El film, además, crea una visión única del mundo fotográfico: obliga al fotógrafo a pensar detenidamente cada toma que obtiene y sobre todo, a crear la imagen que desea desde mucho antes de hacer el click en la cámara fotográfica. Un proceso privado, emocional y estético que asegura que la imagen sea parte de un concepto estructurado y muy personal.

* Una gran fotografía comienza en la mente del fotógrafo:
Durante años, utilicé un equipo fotográfico muy básico: Una cámara de gama media con una óptica sencilla y un flash de poca potencia. Lo usé para todo tipo de situaciones y en cualquier circunstancia. Y gracias a esa limitación en la herramienta técnica, que aprendí las infinitas posibilidades de creación y concepto que ofrece la imagen cuando se crea como una expresión artística antes que un mero resultado técnico. De hecho, aprendí bien pronto, que la gran diferencia en una fotografía extraordinaria, no es la cámara que toma la imagen, sino el fotógrafo que la sostiene. Y es que ninguna cámara, incluso las más avanzadas, pueden tomar decisiones subjetivas y estéticas que convierten a una fotografía en una obra perdurable y memorable. La verdadera esencia de la fotografía reside en la capacidad del fotógrafo para traducir en imágenes significativas el mundo que le rodea.

* Cuida tus equipos lo mejor que puedas:
Parece una idea básica pero no lo es tanto. Por mucho tiempo, literalmente maltraté mi escaso equipo fotográfico, lo que provocó que su funcionamiento no fuera óptimo y afectara su desempeño técnico. Sobre todo, no me preocupé por asegurarme de brindar el cuidado mínimo y básico a un equipo que debido a su alta precisión, suele ser delicado y necesitar un manejo cuidadoso. De manera que un consejo que me habría gustado recibir es que el equipo fotográfico debe cuidarse con mimo y sobre todo de manera responsable, si es que deseamos obtener el máximo provecho y los mejores resultados de su funcionamiento.

* El lenguaje fotográfico no tiene nada que ver con lo atractiva que resulte una fotografía:
En una ocasión, debatí con una amiga sobre la importancia del lenguaje fotográfico — ese estilo único e individual de expresar ideas visuales — y ella me insistió que cada fotografía tenía su público porque se trataba de un arte esencialmente subjetivo. Me desconcertó la confusión, sobre todo porque el lenguaje visual no depende de la opinión del espectador sino de la manera como el fotógrafo elabora ideas visuales y construyes nuevas interpretaciones no sólo de lo que le rodea sino de su opinión sobre sus símbolos y metáforas visuales. Por un tiempo, me dediqué a analizar la idea del lenguaje visual como una construcción privada del fotógrafo y encontré que la gran mayoría de los fotógrafos célebres, consideran que es mucho más importante lo que se dice y el como se dice, que la reacción inmediata del observador, que después de todo es completamente visceral, emocional e individual. Así que me esforcé por construir una manera de expresar mis ideas lo suficientemente personal y esencial como para resumiera mi punto de vista, sino también mi opinión sobre el mundo y la manera en que lo comprendo. Una experiencia profunda y esencial que me hizo madurar como creadora visual.

* La opinión no es crítica, la crítica no es opinión:
Cuando comencé a fotografiar, no solía mostrarle a nadie mis fotografías. Me aterrorizaba la opinión que alguien pudiera tener sobre algo tan privado, sobre todo porque estaba muy consciente de mis errores, carencias y poca experiencia. Con el tiempo, mostré algunas imágenes a parientes y amigos, que me dedicaron palabras amables y entusiastas, pero ninguna crítica real que pudiera permitirme mejorar o crecer como fotógrafa. Eso me preocupó: no tenía mucha idea si lo que estaba haciendo era un ejercicio compulsivo de imágenes y conceptos, o algo más concreto, más cercano a lo que aspiraba a crear como futura fotógrafa. La disyuntiva me obsesionó por años.

De hecho, recibí mi primera crítica fotográfica real casi a los veinte años, cuando decidí participar en un proyecto de colaboración grupal en Internet, en las que incluí varias de mis imágenes. Una fotógrafa que mucho después se convertiría en mi profesora favorita de fotografía — no sólo analizó formalmente mi fotografía, sino que además, me habló sobre los posibles errores que estaba cometiendo y me señaló con mucha propiedad y objetividad los problemas que había encontrado en mi imagen. Me entusiasmé: por años, había necesitado justo esa interacción, esa conversación formal y profunda sobre la fotografía. De manera que continué participando en el proyecto con nuevas imágenes, deseosa de profundizar la interacción y el intercambio de ideas, convencida que había encontrado una nueva manera de aprender.

Por supuesto, no todo resultó tan sencillo: de inmediato comencé a recibir opiniones y apreciaciones de otros miembros del grupo, que me ofrecieron su personal punto de vista sobre mis imágenes. Pero no se trataba de crítica, sino de sus personales conclusiones sobre mis imágenes, que poco o nada tenían que ver sobre aspectos técnicos o mucho menos, aspectos formales que pudiera corregir. Por supuesto, una confusión semejante no podía acabar bien, así que de inmediato, me encontré discutiendo acaloradamente para defender las decisiones estéticas, personales y visuales que había tomado en mis fotografías con respecto a los criterios de alguien más. Progresivamente, comprendí que la opinión es una valiosa interacción entre el espectador y el fotógrafo pero no tiene ninguna relación con la crítica fotográfica real, cuyo objetivo es encontrar los puntos blandos o confusos de la propuesta visual y mejorarlos lo suficiente como para lograr una propuesta visual coherente. Claro está, aprender esa diferencia me llevó unos cuantos meses de encontronazos y discusiones, pero aún hoy, continúo convencida que valió la pena.

* Escucha buena música, disfruta de buen cine, lee mucha literatura para crear extraordinarias imágenes:
Como es natural, cuando comencé a fotografiar, dediqué buena parte de mi tiempo a mirar el trabajo de grandes fotógrafos. Lo hice con ese asombro y curiosidad del que desea aprender a través del ejemplo y de hecho, por muchos años mi principal fuente de inspiración fueron las fotografías clásicas, los iconos culturales, esa cultura fotográfica que cada creador visual aporta a la historia de la fotografía. Pero resultó que no era suficiente: poco a poco descubrí que ese especie de canibalismo visual no me brindaba la oportunidad de crear, innovar y mucho menos, asumir riesgos por cuenta propia. De manera que comencé a nutrirme no sólo de lo que veía, sino de lo que leía, escuchaba y paladeaba con mi imaginación. ¿El resultado? Mi visión fotográfica se enriqueció, se hizo mucho más profunda y personal y sobre todo, maduró progresivamente hasta lograr un estilo propio. Y es que no hay una mejor manera de elaborar un lenguaje visual que construir símbolos y expresiones personales, una visión totalmente innovadora de lo que miras. Y sobre todo, una nueva interpretación de cómo lo miras. Una experiencia totalmente sensorial.

* Estudia las reglas hasta aprenderlas. Luego rompelas.
Desde que comencé a fotografiar me afané por aprender todas las reglas de composición, iluminación y creación para lograr que mis fotografías fueran el tipo de creación visual que aspiraba lograr. Sólo para descubrir después, que muchas veces necesitaba romper esas mismas reglas que con tanto cuidado aprendí, para expresarme de manera libre y real. Y es que las reglas fotográficas brindan al fotógrafo las nociones básicas de cualquier creación visual pero en ninguna forma limitan lo que desea crearse y más allá, construirse como imagen final. Así que un gran consejo que me habría gustado recibir habría sido que ninguna regla es absoluta y que todo acto de rebeldía visual brinda una nueva visión a cualquier imagen que nace de esa extraña y maravillosa conjunción entre la creatividad y la técnica.

* Mira pinturas antiguas.
Soy amante del arte desde que recuerde, de manera que muy pronto descubrí que la mayoría de mis fotografías favoritas tenían un cierto equilibrio y armonía muy parecido al arte de los grandes maestros del mundo pictórico. La explicación es muy simple: el arte visual se basa en una serie de elementos visuales imperecederos que han cambiado muy poco durante los últimos siglos y que la fotografía heredó casi por completo. De manera que si deseas aprender sobre como expresar ideas visualmente, lo mejor que puedes hacer es aprender de quienes lo hicieron como una forma de vida. ¡Será una experiencia extraordinaria!

* Imprime tus fotografías:
De pequeña, imprimía todo mi trabajo fotográfico por el simple hecho que era la única manera en que podía verlo: una de las condicionantes del film es que sólo a través de la impresión en el papel puedes disfrutar del resultado final de tus fotografías. No obstante, a medida que me familiaricé con el mundo digital, perdí el hábito. Comencé a acumular una buena cantidad de mi trabajo fotográfico sólo en formato virtual, lo que sin duda empobreció mi experiencia y debilitó mi capacidad para comprender mis imágenes desde un punto de vista mucho más profundo.

Pero, en cuanto comencé a recibir clases formales de fotografía, recuperé el hábito: fue la mejor manera que encontré para comprender mi lenguaje visual, mi estilo al momento de crear expresiones visuales y sobre todo, mi forma de asumir la manera como comprendo mi trabajo fotográfico. Además, hay algo sumamente íntimo y satisfactorio al momento de mirar tus imágenes en papel, una especie de progresión del elemento visual en estado puro a algo mucho más cercano y material.

* Nunca pierdas la curiosidad:
Ser fotógrafo te hará un eterno estudiante. Nunca olvides que siempre habrá algo nuevo que aprender, una nueva manera de analizar la fotografía y sobre todo, de comprender el mundo visual que te rodea. Dedica tiempo y esfuerzo a entender lo que sucede no sólo en la fotografía como profesión y como arte. Valdrá la pena.

Probablemente aún resten muchos más consejos que habría agradecido mucho haber recibido en algún punto de mi educación fotográfica. No obstante, los anteriores resumen algo esencial dentro de la creación visual: toda fotografía es una obra personal. Disfrutala, creala, asumela poderosa y sobre todo, mirala como un elemento trascendente de tu propia personalidad.

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