miércoles, 29 de octubre de 2014

De la mirada consciente a la comprensión del poder de uno: Mapa de ruta al país posible.



Hace poco un amigo chileno me preguntó cual era el mayor aprendizaje que me había dejado diez años de gobierno Chavista. La pregunta me sorprendió, principalmente porque jamás he pensado que el proceso social y cultural que sufre mi país pudiera enseñar nada a nadie sino porque además, durante década y media he tenido la clarísima impresión que mi país ha padecido un ciclo interminable de enfrentamientos sin ninguna consistencia u objetivo, como no sea la preservación y disputa del poder. Mi amigo me escucho con paciencia, desde la ventana borrosa del Skype.

— Siempre aprendemos de este tipo de situaciones culturales y sociales, aunque no lo sepamos — respondió por último — probablemente, no sea un aprendizaje voluntario o muy claro, pero sí, existe seguramente unas cuantas cosas que has obtenido en todo el proceso que vives.

— ¿Lo dices por experiencia propia?

Mi amigo guardó silencio e inclinó la cabeza. Mi pregunta tenía una intención muy específica, por supuesto. Durante los años de la Dictadura de Augusto Pinochet, su familia se había enfrentado a la persecución y a la agresión política. Sus padres eran profesores y luego, opositores muy visibles de un régimen que desde el principio criminalizó la opinión. Por años, mi amigo me ha hablado sobre lo durísimos años que su familia tuvo que soportar bajo el puño opresor del militarismo y lo que fue aún más doloroso de superar, una sociedad cómplice que ya sea por miedo o indiferencia, aceptó lo que sucedía. De manera que mi pregunta tenía mucho que ver con su experiencia, pero también con esa otra historia, la doméstica y la intima, sobre lo que habían tenido que enfrentar.

— Sí, te hablo desde la experiencia — me dijo — mi familia aprendió no sólo el valor de los principios y la moral y no de una manera abstracta, una visión ética más o menos comprensible. Mis padres sobrevivieron al acoso legal por mantenerse firmes y sobre todo, por jamás contradecir su forma de comprender al país donde vivían. Finalmente, cuando Pinochet abandonó el poder, fueron de los pocos que pudieron celebrar con total libertad, sin deudas espirituales o remordimientos personales.

Asentí. Había escuchado su historia varias veces, sobre todo a partir que Venezuela se hizo cada vez más un reflejo de tradicional autoritarismo del continente, sólo que ahora, llevando la bandera de la izquierda histórica tradicional. Suspiré, un poco abrumada por las implicaciones de la conversación pero sobre todo, el esfuerzo que me llevaba aceptar que durante quince años de enfrentamientos, violencia y transformaciones sociales que no incluían como ciudadana, existía un conocimiento que sostener y que valorar. Mi amigo me dedicó una de sus sonrisas torcidas.

— La mejor manera de crecer y mantenerte integro en estas situaciones, es manejar lo bueno y lo doloroso como conocimiento. Es lo único que te permitirá no sólo sobrevivir, sino enfrentarte a ese gran monstruo de la política que usualmente crean nuestros propios errores.

— Es decir, conocer el mecanismo corrompido desde sus entrañas — le respondí. No me gustó la connotación poética de la frase, pero de alguna forma, resumía con mucha exactitud mi punto de vista sobre el Chavismo. Una maquinaria de propaganda e ideología construida para lograr el control hegemónico y que aspiraba no sólo monopolizar el poder sino a enfrentar cualquier oposición en contra con todos los recursos del Estado. Una maquina perfectamente funcional para destruir la voluntad, la disidencia y la capacidad de cuestionamiento del ciudadano de a pie.

— Más o menos. Pero hazte la pregunta. ¿Que has aprendido durante quince años de enfrentarte a un régimen que ni siquiera reconoce tu existencia como ciudadana? Es una perspectiva capaz de mostrarte no sólo la realidad que vives desde otro punto de vista sino además, hacerla más completa y más rica. Mucho más profunda. La mayoría de las veces limitamos el enfrentamiento a lo obvio, a lo simple, a la reacción. ¿Pero a qué realmente te enfrentas?

Me lo pregunté. Durante días, me cuestioné una y otra vez que me había enseñado el gobierno chavista, este largo proceso de re acomodo del poder. Y me sorprendí encontrando que había una línea muy concreta y muy directa de poder y de construcción de valores que mostraban algo más amplio que mi posición con respecto al chavismo. Una reflexión sobre como comprendo las relaciones de poder y más allá, mi visión sobre mi identidad como ciudadano.

Y ¿Como podría resumir ese aprendizaje circunstancial pero valioso que me ha dejado quince años de oponerme a un régimen con aspiraciones autocráticas como el nuestro? Lo siguiente:

1.- El valor de mis derechos ciudadanos:

Cuando Hugo Chavez llegó al poder, yo aún era una adolescente que no comprendía muy bien las relaciones de poder en el país. Tenía una noción borrosa sobre la partidocracia, la burocracia como consecuencia inmediata y sobre todo, esa distribución desigual del poder que creó todo una situación social insostenible. Pero en realidad, no entendía a cabalidad sus alcances y mucho menos sus implicaciones. Hasta entonces en el país la política se analizaba desde la perspectiva limitadísima de “sólo es cosa de políticos” y sobre todo, de las muy viciadas relaciones de poder entre el ciudadano común y el funcionario burocrático.

Para bien o para mal, la llegada de Chavez al poder transformó esa limitadisima comprensión del poder y la político. De pronto, el ciudadano común se vio en la necesidad no sólo de involucrarse sino de participar activamente y de manera muy directa en las manifestaciones de su derecho ciudadano y la exigencia de la responsabilidad administrativa de los funcionarios en el poder. Desde la protesta callejera al uso de mecanismos y herramientas administrativas y legales para proteger sus derechos y asumir sus deberes, el ciudadano hasta entonces indiferente, tuvo la obligación de aceptar su responsabilidad en cualquier cambio que pudiera realizarse, incluso los mínimos. Eso, a pesar de enfrentarse a un estado que ignora los requerimientos ciudadanos y que aún más, criminaliza la opinión. Aún así, la insistencia y la necesidad de la transformación política continúa impulsando esa necesidad del venezolano de comprender los mecanismos políticos y sociales a los que se enfrenta a diario.

2.- La responsabilidad ciudadana:

Se suele decir que en Venezuela el ciudadano es “indiferente”. Probablemente un importante número lo sea, pero también hay una considerable proporción de ciudadanos que han asumido de manera muy responsable su protagonismo histórico y social sobre la circunstancia histórica que viven. Una visión contralora de la política prospera a medida que el ciudadano asume — y ejerce — esa condición de protagonista de su propia historia. Experiencias como consejos comunales mixtos — y con participación activa de ciudadanos de ambas tendencias políticas —, comités y asambleas de vecinos para debatir políticas y analizar propuestas legales, han transformado lentamente — y de manera insuficiente — esa noción del Venezolano que desconoce los alcances de su participación política.

Por supuesto, aún el fenómeno es límitado y sobre todo, a medio construir. Pero el aprendizaje comienza a crear toda una nueva conciencia de hombre político y social que se educa a través de la experiencia.

3.- Ningún extremo es conveniente y mucho menos, constructivo.

Por muchísimo tiempo, fui una opositora radical al gobierno chavista. Lo era, en la medida en que oponía de manera frontal a cualquier propuesta y consideraba mi adversario inmediato a cualquiera que no comulgara con mis razones y opiniones políticas. No obstante, a medida que la situación en nuestro país se hizo más contradictoria, voluble y complicada, esa visión se hizo insostenible y sobre todo, inviable. Porque poco a poco descubrí, que el mapa político y social venezolano es mucho más variopinto y difícil de comprender que la simplificación de lo extremos en disputa. Sobre todo en una sociedad como la nuestra, profundamente ecléctica y ambigua. Con muchísimo esfuerzo, aprendí que el panorama Venezolano es una combinación de factores que crean una situación inédita que debe ser analizada más allá de la radicalización y la polarización que la ideología gubernamental propone y promueve. Y es que el paisaje político Venezolano se ha transformado a medida que las condiciones económicas y sociales se han hecho mucho más duras y complicadas. De allí la necesidad que el ciudadano comprenda la situación que vive más allá de la disputa, la diatriba y la amarga discusión entre enemigos ideológicos que por casi una década fue la constante en el análisis del panorama nacional.

4.- La información como arma y como defensa:

Durante quince años de gobierno, Hugo Chavez utilizó sus constantes enfrentamientos contra los medios de comunicación tradicionales, para fomentar un clima de desconfianza y cuestionamiento con respecto a la información que se difunde. La inmediata consecuencia de eso, fue que el aparato de propaganda del gobierno se robusteció hasta crear una visión de la realidad a su medida y bajo el auspicio de sus intereses. Y es que Chavez nunca ocultó que uno de los objetivos de la Revolución que lideraba era la llamada “Hegemonía comunicacional”: un monopolio debido y evidente de los medios de información y difusión y lo que resulta más preocupante aún, de lo que acontece más allá de la versión oficial.

Durante el gobierno de Nicolas Maduro el control de la información se hizo aún más duro y evidente: para el Gobierno chavista pasó a ser prioritario la capacidad de distorsionar el flujo de información e imponer la verdad oficial. Sobre todo, luego que las pocas ventanas de opinión contrarias al poder terminaron por cerrarse o directamente pasar a formar parte del mecanismo de propaganda oficial. Esa visión de la información como una forma de manipulación se hizo mucho más evidente durante los meses de propuestas que vivió el país a principios del año y donde el gobierno convirtió la opinión y la postura política en un acto criminal.

En medio de la diatriba y sobre todo de la censura oficial, aprendí el valor de responsabilizarme de la información que difundo y comparto. Aún más a través de las redes sociales, que se transformaron en medios de comunicación alternativos sin que la mayoría de los usuarios fueran realmente conscientes del cambio que supuso esa nueva manera de informar. También, asumir el valor de la veracidad antes que la inmediatez y sobre todo, el peso de lo verificable y la información depurada de la información en medio de un debate frontal y amargo sobre lo que es noticioso — o no — como el que vivimos. Una manera considerablemente poderosa de enfrentarse al poder establecido y sobre todo, a esa noción de la información como una visión única sobre lo que ocurre y más allá, se comprende como parte de la realidad.

5.- Las connotaciones de mis simpatías políticas:

Venezuela siempre ha sido un terreno político confuso y un poco brumoso: desde esa simpatía discreta por la izquierda histórica del continente hasta ese análisis de la derecha como contradicción especifica del humanismo teórico, muy pocos partido político nacional ha tenido una verdadera definición con respecto a su tendencia e inclinación política. Exceptuando a los partidos de corte radical, el resto es una amalgama de visiones más o menos in concretas sobre las relaciones de poder y sobre todo, sobre la forma como la política interactua con respecto a las libertades y al entramado legal del país.

Tal vez por ese motivo, la rápida transformación de Chavez de un conservador centro izquierdista a un socialista radical, sorprendió a propios y extraños. Porque de hecho, aunque la propuesta de Chavez siempre fue de corte eminentemente reivindicativo, nunca se identificó de manera directa con la izquierda radical, probablemente para conservar esa franja de amplísima identificación con el descontento genérico que durante toda su campaña presidencial le apoyó y el aupó en sus intenciones presidenciales. No obstante, la admisión de Chavez de su postura política re alineo posturas políticas y provocó una reacción inmediata en las percepciones del poder y la diatriba pública que protagonizó.

De manera que como ciudadana, me vi en la obligación de cuestionar mis simpatías políticas, de construir ideas muy concretas sobre mi percepción sobre la política, la cultural, la sociedad y sobre todo la ideología. Una comprensión sobre todo muy elemental sobre mi capacidad para ejercer mi rol como ciudadano y más allá, asumir mi responsabilidad como elector.

6. Ni el Mesías ni el Mártir: La aspiración a la administración del poder objetiva.

Venezuela es un país aficionado al presidencialismo y sobre todo, que disfruta y promueve el culto a la personalidad. Propicia las condiciones para crear líderes sociales y políticos a quienes se le endilga la condición de infalibles y a quien se apoya por una visión emocional más que racional. No se trata, claro, de un fenómeno reciente: el Venezolano ha promovido y apoyado el personalismo durante buena parte de su historia reciente y el legado social de esa predilección por un funcionario público que también encarne algún tipo de figura emocional y carismática tiene multitud de interpretaciones. Por supuesto que, el fenómeno Chavez parece resumir lo peor y lo mejor de ese hábito y más aún, reconstruirlo hacia una interpretación incluso más peligrosa y compleja. Ya no se habla sólo de un líder, sino de una figura semidivinizada que parece aglutinar la identidad nacional y además, simbolizar el poder establecido.

Así que, una de las lecciones que más aprecio de las aprendidas durante quince años de Chavismo, es sin duda mi necesidad de cuestionar y criticar al funcionario que dice representarme. No sólo aspiro a un tipo de relación con el líder donde se priorice la discusión sobre las alternativas al poder y su propuesta, sino que sobre todo, analice el poder como una construcción de valores que no necesiten de una única cabeza visible para prosperar. Crecí bajo la figura de un único líder idolatrado por multitudes militantes, de manera que aprendí que el poder no es una visión única ni tampoco individualista de las relaciones entre ciudadano y Estado. O que al menos, esa la visión más cercana a un sistema político válido que promueva al ciudadano como protagonista en lugar de un grupo jerárquico en el poder.

7.- El poder del voto:

Por mucho tiempo, votar en Venezuela fue un asunto sencillo. Un trámite sin mayor complicación que se ejercía para convalidar la experiencia política de turno. No obstante, durante el Chavismo, votar se convirtió en una decisión de considerable valor político y social. Cada campaña electoral, cada proceso de elección, cada voto, parece significar no sólo una transformación puntual sobre un régimen que acumula poder a partir de la manipulación de los valores democráticos, sino que además convierte el símbolo de la reivindicación democrática en un elemento de legitimación artificial. Fue una lección que me llevó años aprender pero que me hizo muy consciente que a pesar de los vicios del poder, votar es un derecho que ejerzo con la convicción del poder que representa y del valor que sustenta. Una demostración legal de mi opinión y más aún, de la manera como concibo el poder establecido o mejor dicho, mi crítica hacia la forma como se concibe así mismo.

Una lista corta, sin duda. Y sin embargo, resulta significativo que aún a pesar de los sinsabores y durísimas experiencias que he vivido durante quince años de gobierno chavista, pueda aún decir que pude aprender de un proceso político cada vez más borroso e insustancial. Una manera por completo nueva de analizar mi identidad como ciudadana y sobre todo, esa necesidad de enfrentar el poder a través del único medio que el ciudadano aún puede disponer: su capacidad para asumir su papel específico dentro de un proceso histórico que insiste en crear una nueva visión del país incluso a costa de buena parte de la opinión ciudadana.

— El aprendizaje siempre existe, y eso te demuestra que siempre habrá un motivo por el cual luchar y analizar la situación que vives desde un punto de vista racional — me dice mi amigo cuando le comentó mis conclusiones sobre su pregunta — siempre habrá la posibilidad de construir algo sustentable sobre las bases de la confrontación y más aún, de la noción de quienes somos el medio del paisaje político y social que vivimos.

— Protagonistas de la historia — le digo y de nuevo, la frase me parece inequívocamente poética, un poco fuera de lugar, en nuestra conversación. Aún así, parece resumir esa idea de la búsqueda y el análisis del quienes somos y hacia donde vamos, como parte de la historia del país que se crea, que se aspira. Mi amigo mueve la cabeza, su imagen se hace imprecisa y borrosa en la pantalla del Skype.

— En realidad sobrevivientes, pero incluso bajo esa visión, constructores de una nueva realidad.

Pienso en esa frase, que aún me llevará un poco de tiempo asimilar. Y sin embargo, me continúo preguntando si somos conscientes de ese poder discreto, de aprender y mirar el país que construímos a diario como una experiencia personal. Supongo que lleva esfuerzo hacerlo, me digo casi con cansancio, pero aún así, resulta una experiencia de inestimable valor.

C’est la vie.

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