domingo, 5 de octubre de 2014

Entre danza de estrellas: ¿Quienes son las brujas modernas? Historias de brujería.


Imagen: Old books por Will (Certified Ninja) 




Enciendo con cuidado el círculo de velas. Una a una, con dedos temblorosos, en medio de la oscuridad olorosa a albahaca de esta noche de Luna Llena. Hay una dulzura primitiva, en este silencio que palpita, que se confunde con el resplandor del fuego, que se eleva como un lágrima roja en la penumbra. La Luna Llena cuelga en la ventana entreabierta, como un recuerdo, una escena apenas recordada, una historia que comienza a contarse. Sonrío, con el corazón latiendome muy rápido, el cabello trenzado rozándome la mejilla. El poder de soñar.


De vez en cuando, alguien me pregunta si una bruja sólo lo es por nacer dentro de una familia pagana o incluso, por mirarse así misma dentro de una serie de dogmas y creencias. Me lo preguntan quizás, por esa visión brumosa de la bruja histórica, de la bruja que nace del mito, del saber popular, la que se teme y la que se mira así misma a la distancia de la historia. Pero en realidad, la palabra "bruja" siempre ha sido una mirada esencial a la mujer poderosa, a la mujer que pregunta, a la mujer que mira al sol con alegría. A la mujer sabía, a la que cree en sí misma, a la capacidad de sus manos, los labios entreabiertos para reír. La bruja, un símbolo de la fe, la confianza, los sueños, los deseos, la necesidad de crear.

Levanto las manos. Tomo una larga bocanada de aire. Sonrío.
La bruja en todas partes.
La Luna en mi.

Cada bruja tiene un recuerdo que atesora y que considera mágico, cada bruja tiene una sonrisa que mira desde el silencio. Cada bruja tiene una historia que contar. Cada bruja teje un hilo silencioso entre ella y quienes le rodean. Cada bruja cree en el poder del amor y la bondad. 





A Edna la conocí casi por casualidad. Intentaba llevar a cabo un proyecto de intercambios de puntos de vista sobre espiritualidad y de pronto, una desconocida me saludó desde la red social Twitter. "Quiero participar" insistió. No nos conocíamos de ninguna parte y tampoco habíamos coincidido antes, pero allí mismo, supe que comenzaría una historia. Una de hilos, palabras y sonrisas.  Recuerdo que su nombre me hizo sonreír: "Edna Escarlata Montes". Me pareció que esa insinuación al color no sólo describía a la mujer detrás del saludo cordial y la inteligente misiva que vino después, sino algo más. Un entusiasmo espiritual inagotable, una mirada asombrada del mundo, un sueño privado profundamente poderoso.

Bruja, como yo.

De Edna, sé poco. O mejor dicho, sé lo suficiente para quererla. De Edna sé que se enfrenta a la injusticia con lápiz y papel, que celebra su espiritualidad con sincera y devoción, que ama el poder de crear y construir, que es fanática de la página escrita y el privilegio de leer. De Edna sé que siempre podré llegar a esa región silenciosa y sin nombre que compartimos, a la distancia, en la amistad, en la cercanía de las palabras, en el poder de creer y confiar. Que siempre encontraré su mano para el consuelo, que siempre habrá risas  y complicidad. De Edna sé que cuando celebro la luna, ella lo hace también. Que cuando levanto las manos hacia la noche, invocando viejos dioses, ella me escucha, desde su nombre y lo que nos une. La historia que compartimos.

Somos brujas.


Cada Bruja es un misterio. Cada bruja es un cántico que se recuerda. Cada bruja es Tierra fértil, donde nace la esperanza, donde el canto del viento reposa y el fuego crea sabiduría. ¿De donde nace el conocimiento? ¿De donde brota esa mirada asombrada? ¿La mirada del espíritu hacia el futuro y lo que representa? La naturaleza que nos envuelve, la noche que nos contempla. El poder de crear entre los dedos. El sendero abierto ante sus pies. 


Alanna es timida, callada y perspicaz. Ama el arte, la música y la delicadeza intelectual. Lleva un grupo en Facebook donde intenta reinvidicar la palabra "Bruja" y de hecho, así nos conocimos. Entre palabras, entre reflexiones y esa filosofía de la bruja que vive, que se crea y se construye cada día. De esa creencia cierta, de ese poder de la Tierra Fértil, de la Luna llena que simboliza viejas historias. Ella misma simboliza esa reconstrucción del viejo mito, de lo que asume real, de lo que miramos más allá del tiempo y las palabras por crear. Alanna mira a la distancia, busca respuestas, las encuentra, las construye lentamente. Une un hilo de conocimiento, busca el espíritu afín.

Bruja, como yo.

Alanna es una entusiasta de la brujería real, de la que se lleva en la sangre, la que crea un lugar donde habitar. Para ella, como para mi, la brujería es un sueño que se crea a diario, una visión del mundo que se basa en esa conexión imperecedera con la naturaleza. El poder de construir de hacer preguntas, de comprender cada momento que vives como una oportunidad para aprender. Cada paso hacia la consciencia, hacia la esperanza, hacia la capacidad para confiar y creer.  Un lienzo creado a través de infinitos hilos superpuestos, de extraordinarios coincidencias. El conocimiento siendo piel, siendo experiencia, siendo poder espiritual.

Somos brujas.

Cada bruja es responsable de la palabra que crea, de la palabra que escribe, de la palabra que invoca. Cada bruja bruja es arte, es necesidad de crear, es tiempo de espera y renacer en la consciencia. Cada bruja es el sol y la Luna, cada bruja es el reflejo de su más profunda aspiración. Cada bruja escribe su propia historia. Cada bruja encuentra una pieza dentro del mecanismo del mundo en donde encuentra una respuesta. Cada Bruja pertenece al poema, al verso, al canto, a la belleza. Cada bruja nace y renace en su habilidad para soñar. 








Anrrat es una chica misteriosa. Ella misma se define como "bruja de la palabra". Y lo es, sin duda: Voraz lectora, apasionada escritora, Anrrat admira no sólo la capacidad creativa de la palabra. Estudiante, futura profesora, es también un alma inquieta que busca afanosamente no sólo las respuestas, sino multitud de nuevas preguntas. Una mente incansable quizás, es también una mujer que comprende el poder esencial de su identidad, de la manera como aspira crear un futuro a su medida. También hay incertidumbre - inevitable - pero para Anrrat, el poder de la palabra consuela todo. Cura todas las heridas,  enaltece los pequeños dolores. Porque la palabra lo es todo, y es mágica. Es parte de la historia que contamos, es parte de los sueños que creamos. Es parte de lo que deseamos ver, más allá de la realidad, del mundo de las cosas corrientes. Porque la palabra es luz, es un promesa. Y Anrrat lo sabe.

Bruja, como yo.

Con frecuencia, imagino la brujería como una red, una intricada línea que de nudos y pequeñas complejidades, que se extiende por el mundo. Una historia contada por infinitas voces, por la mujer que celebra su intuición cada mañana, por la que enciende la vela para celebrar ese misterioso vínculo entre quienes somos y lo que queremos ser.  Por la que hunde los dedos en la tierra, para saborear su textura entre los dedos, fresca y poderosa. Para la que abre los brazos para recibir al viento. Por la que canta al sol cada mañana. Por la que cocina con la sensación de crear y demostrar amor. Por la que escribe, esforzada y apasionada. Por la que canta a viva voz. Por la que baila, brazos alzados, brazos libres. Por la que rie a carcajadas, la que llora a lágrima viva. La que conoce el sabor de la tierra en sus labios, la que toma el mar en un abrazo infinito. La que vive, la que sana, la que cura, la que corre descalza, la que sacude la cabeza, con el cuerpo vibrando de emoción. Magia y siempre magia. Ahora y para siempre. Desde el origen hacia el futuro. La magia en nuestra voz.

Somos brujas.

Cada bruja es un misterio, cada bruja es una canción. Cada bruja es un deseo. Cada bruja es un rostro en la esperanza. Cada bruja es una sonrisa. Cada bruja es una palabra. Cada bruja es la respuesta. Cada bruja es la necesidad de contemplar con ojos brillantes el mundo que nace cada día. Cada bruja es un prodigio. 

La bruja que soy. El hilo que nos une.

Así sea. 


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