jueves, 4 de septiembre de 2014

Mapa de ruta hacia el enfrentamiento ideológico.



Con frecuencia, al Gobierno Chavista se le acusa de incompetente, caótico y sobre todo, que actúa a través de la improvisación y el experimento inmediato. No obstante, lo ocurrido durante el desalojo de la llamada “Torre de David” no sólo parece desmentir lo anterior, sino demostrar, sin que quede duda alguna que el oficialismo construye su visión ideológica a través de un tipo de chantaje político, social e incluso, emocional. Y es que sin duda, el hecho que la desocupación se llevara a cabo de forma pacifica y además, mostrando que el gobierno tiene los recursos y la posibilidad de evitar la recurrencia de hechos como el ocurrido en la edificación, deja muy claro que para el chavismo, la actual crisis es una forma de autopreservación de poder o lo que parece ser más grave, una comprensión del poder político basado en la destrucción sistemática de la visión país actual en beneficio del propio.

Por supuesto, para nadie es un secreto que el Chavismo — como proyecto ideológico— bebe de todo tipo de visiones políticas que benefician el poder como atribución de quien lo ejerce antes de quien lo administra o incluso, quien lo escoge. La mayoría de las referencias políticas que sustentan el chavismo, son experimentos de mayor o menos éxito que tienen como objetivo el control de los factores económicos y sociales bajo una única propuesta. Un estado con pocas limitaciones de poder que ejerce un control directo sobre todo los ámbitos de la vida nacional y que además, carezca de verdaderas restricciones legales para su actuación directa. En otras palabras, en Venezuela, el Estado y el Gobierno se confunden en una mezcla preocupante de atribuciones y sobre todo, de elementos que fomentan la interpretación del poder como una expresión única de la opinión de quien lo ejerce. Un paranorama que parece hacerse cada vez más evidente y que sin duda, crea una estructura de jerarquías endebles sobre la que sostiene una ideología sin aparente sustancia y lo que es más preocupante aún, sin sustento real.

De manera, que se asume que la crisis económica, social y política que atraviesa Venezuela es sin duda una consecuencia de esa mezcla de interpretaciones legales y políticas y también, de la improvisación sistemática en las decisiones y medidas que pudieran brindar estabilidad a un piso político cada vez más endeble. O que parece serlo, en todo caso. Porque cuando se analiza a la distancia, el chavismo no sólo parece basar su permanencia en el poder no sólo en estimular una situación al borde mismo de lo incontrolable, fronteriza y cada vez más inflamable sino a la vez, mantener esa interpretación del país en emergencia, a medio construir, que requiere de una nueva propuesta ideológica que pueda sostenerlo.

Visto desde esta perspectiva, ¿Qué me hace concluir que el Chavismo utiliza métodos de planificación basados en la destrucción sistemática del Estado como lo conocemos para sustentar una propuesta posterior? Tal vez parezca una tesis absurda e incluso paranoica, pero en realidad analizar una serie de elementos distintos sobre la visión Chavista del poder, me ha permitido concluir que para el Gobierno encabezado por Nicolás Maduro, el interés inmediato es la Supervivencia de su esquema político — y su propuesta — antes que asegurar cualquier tipo de sustentabilidad general del país.

¿Cuales serían esos elementos? Los siguientes:

*La guerra de clases: El enemigo invisible y otras visiones del prejuicio político.

¿Una tesis peregrina? Por años me lo pareció, hasta que comencé a analizar el chavismo desde cierta distancia histórica. No sólo, su estructura ideológica parece basarse en modelos que aúpan — y estimulan — un tipo de uso (abuso) de poder que masifique el pensamiento único sino que, ataca de manera directa a toda oposición, tanto natural como circunstancial. De manera que el aparato político del Chavismo — deudor inmediato de regímenes donde el Estado limita de manera drástica las atribuciones ciudadanas — necesita destrozar cualquier tipo de sustento — tanto económico como social e incluso moral — que pueda mostrar una alternativa viable a su propuesta gubernamental. Más aún en Venezuela, donde el discurso político radical caló hasta crear dos bandos en disputa lo suficientemente extremos como para que toda decisión y circunstancia se debata desde el terreno de la política y la versión oficial. Para el Chavismo, esta división social y cultural, ha sido el escenario idóneo para implementar una visión política irresponsable, donde la “culpa” histórica parece recaer de inmediato en el posible “contricante”, el “enemigo” ideológico sobre quién recae la mayor parte de “las culpas” históricas.

El esquema del chivo expiatorio propiciatorio, ha sido utilizado con relativo éxito por gran parte de los regímenes donde la opinión independiente se considera un enemigo a vencer. Y el chavismo ha sabido administrar con habilidad, no sólo su identificación directa con la lucha reivindicatoria sino también, la directa conexión emocional que Hugo Chavez logró con el electorado durante sus consecutivos períodos presidenciales. Luego de su muerte, la conexión comienza a hacerse cada vez más endeble, pero aún así, el chavismo conserva y preserva la simbología del enfrentamiento entre “enemigos” que continúa permitiendole achacar al responsabilidad de cualquier eventualidad política y social al “enemigo invisible” de turno.

*El Gobierno de las Cenizas:

En el tristemente célebre “Libro Verde” escrito por el dictador Muamar Gadafi entre 1975 y 1981, el problema económico parece resumirse en una simplificación de la idea política bajo la visión de una borrosa definición del llamado “Bien Común” . De la misma manera que Hugo Chavez, Gadafi proclamaba la existencia de “El socialismo”, aunque jamás especificara en realidad las lineas de generales o mucho menos la estructura concreta de lo que parecía ser un improbable híbrido entre política, ideología y política. Para Gadafi este “socialismo” — que no sólo no parecía tener sustento sobre teoría o ideología alguna, sino en algo más parecido a una interpretación casi mística de una idea social — permitía “La solución del problema económico”, la cual provenía de su objetivo: “La meta de la nueva sociedad socialista es el logro de la felicidad del hombre”. Una idea que se basaba casi por completo, en la destrucción de cualquier medio de producción que no fuera controlado de manera directa por el gobierno o que no hubiera sido absorbido de manera inevitable por el todo Poderoso estado. Más allá, Gadafi insistía en que la verdadera satisfacción económica e igualdad social, provonían de “la desaparición del lucro y del dinero”, lo que equivalía a decir, la desaparición controlada de todo elemento comercial que permitiera intercambio económico independiente. En otras palabras, para el dictador Libio, la economía no podía basarse en el intercambio de bienes y dinero de consumo, sino en la restricción de la posibilidades de obtención de ganancias y lo que es aún más preocupante, cualquier manifestación de prosperidad que no beneficiara de manera inmediata al Estado.

El llamado Socialismo Bolivariano parece basado en la misma interpretación económica y sobre todo, en la idea básica que sustentó el régimen de Muamar Gadafi “Gobernar sobre las cenizas”. Y es que el dictador libio destruyó no sólo el aparato productivo de su país, hasta crear una red de consumo y comercialización limitada a conveniencia de la férrea política de control interna, sino que además, restringió la producción comerciales de la Industria petrolera hasta lograr que sólo satisfaciera el consumo mínimo que requería el país. Así, logró perpetuar el poder a pesar de las tensiones internacionales, el aislamiento diplomático e incluso, el comercial. Para Moamar Gadafi, el poder necesitaba sumisión para sustentarse pero además, también un sistema económico en escombros que no opusiera resistencia.

Para el Chavismo de Hugo Chavez Frías, la independencia económica del sector privado siempre fue un enemigo a vencer. Incluso, durante sus primeros años de gobierno y bajo una sobria propuesta de Centro izquierda, Chavez insistió que ninguna “transformación” política profunda podría llevarse a cabo mientras la “oligarquía” gozara de las prebendas del poder. Su enfrentamiento con los llamados “burgueses” se disfrazó de batalla ideológica reivindicatoria y durante su primera década en el poder, no sólo erosionó el músculo empresarial y comercial del país, sino que logró controlar la producción y la ganancia a un nivel que le permitió sostener la llamada “Revolución Chavista” a través de la represión legal al libre mercado. Más allá, a medida que el Chavismo se transformó en una opción electoral imbatible y logró aglutinar cuotas de poder cada vez mayores, la política económica de Chavez comenzó una lenta pero imparable destrucción de la economía Venezolana, a pesar de las inmediatas consecuencias, no obstante que eso pudiera significar un derrumbe de variables económicas cada vez más preocupantes. Y es que para el Chavismo, el sector privado encarna la contradicción a la propuesta de un gobierno que ejerza el control económico a través de la ideología, sino de esa necesidad de la doctrina de convertir el Estado en un reflejo de si mismo.

* La propiedad privada y otros obstáculos del colectivismo:

La Torre de David está siendo desalojada en medio de un cuidadoso operativo militar que permite la re ubicación de las casi 1400 familias que durante casi siete años ocuparon la edificación. Al contrario de lo que se temía, el proceso ha resultado ser no sólo pacífico sino además progresivo y ordenado. De manera que no queda menos que admitir que la versión insistente que las invasiones forman parte de un fenómeno social espontáneo de “justicia social” se desmorona ante la evidencia. Porque si algo dejó claro lo que actualmente ocurre en la Torre de David, es que Gobierno Chavista puede controlar las invasiones que se llevan a cabo en diferentes propiedades de la capital y otras regiones del país, pero que no lo hace por el simple motivo que es su manera de atacar, y de manera directa, la propiedad privada.

Para entender la variable, de nuevo hay que analizar las fuentes directas de donde bebe el chavismo, comenzando por la idea evidente que la mayor parte de su ideología se origina en una mezcla de socialismo teórico con algo mucho más confuso y represor. De manera que, si tomamos en cuenta que Chavez probablemente asumia el comunismo desde la influencia de Gadafi y también, otras experiencias socialistas de corte totalitario, no sorprende que la propiedad privada se presente de inmediato como un elemento a vencer. No sólo por el control y poder que supone el hecho de la posesión territorial sino por la insistencia del llamado “Socialismo del Siglo XIX” en la destrucción de cualquier forma de independencia de capital privado. Más preocupante aún, para Chavez, cualquier tipo de propiedad implica un enfrentamiento elemental con el Estado, una interpretación que procede de su visión del poder omnimodo y además, incontestable que durante toda su vida promulgó y apoyó como forma de visión política.

No obstante, Chavez también estaba bastante consciente que la llamada “transformación” ideológica no podría llevarse a cabo sin una “vanguardia” popular de primera línea que le permitiera no sólo controlar una progresiva destrucción del derecho legal a la propiedad sino además, reivindicar la llamada “lucha de clases” en un panorama electoral favorecedor. ¿El resultado? La impunidad legal de las invasiones, el auspicio y promoción de la ocupación ilegal como una forma de lucha política y lo más desconcertante, la necesidad del Gobierno Chavista de construir una intricanda red de control social a través de la invasiones como forma de creación de células ideológicas.

Para el chavismo además, las invasiones allanan el camino para la restructuración territorial basada en el reclamo “popular”, quizás el argumento más socorrido del Chavismo al momento de apoyar de manera tácita las invasiones. Una manera de reconstruir el rostro urbano a través de la intervencción política indirecta.



Tal vez se trate de razones cuando menos especulativas, pero en lo particular, comienzo a tener pocas dudas que la severa crisis política, económica y social que vivimos no sea otra cosa que la manera más inmediata y eficaz que el Chavismo encontró para obstaculizar cualquier planteamiento alternativo a su propuesta y lo que es mucho más preocupante, la consolidación de una visión política sustentable. Mientras tanto, Venezuela se debate en medio de una lucha de poder ciega y anónima, donde el ciudadano lleva todas las de perder.

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