jueves, 30 de agosto de 2012

Brujeando en Luna Llena: Luna Azul







Lo he comentado varias veces: una de las cosas que más disfruto es celebrar un ritual de Luna llena. Tal vez se deba a que es el momento en que mi yo brujo, por llamarlo de alguna manera, se siente liberado por completo de esa idea de "normalidad" - lo que sea que eso signifique -  y cierto anonimato en las que ocasiones parece debe subsistir. Y es que hay una sensación de libertad tan plena, cuando te encuentras a solas con tus creencias y convicciones. Un instante de belleza pura supongo, sentarte en la oscuridad y sentir, con esa sutileza de las grandes convicciones, el poder de tu manera de crear recorrerte como una forma de fe.

De Luna Azul y otras ideas: 

En este último día del mes de agosto,  ocurre un fenómeno astronómicos que quienes practicamos la Religión de la Diosa y otras formas de creencias relacionadas con la veneración de los ciclos naturales, celebramos especialmente: La Luna Azul. En términos científicos, la Luna Azul es la confluencia de dos lunas llenas en el mismo mes. Como fenómeno científico  La Luna Azul  se popularizó cuando se produjo dos veces en el mismo año (enero y marzo) de 1999. Tal vez debido a lo desconocido del evento astronómico, fue reseñado ampliamente por los medios de comunicación, aunque había ocurrido varias veces durante los últimos 200 años. En mis creencias, La Luna Azul simboliza equilibrio, poder personal y una manera de honrar la capacidad de crear como lenguaje personal.

Para celebrarlo, llevo a cabo un ritual muy sencillo pero significativo. Si quieres hacerlo conmigo necesitarás:

7 velas azules
un vaso con agua ( nunca fria )
Incienso de Azahar
7 hojas de un árbol ( el de tu preferencia )
Sal marina
1/2 de cinta azul marino
Un trozo de tela azul

Disposición:

Toma las velas y distribuyelas alrededor de la habitación donde realizarás el ritual, de tal manera que ilumine hasta el ultimo rincón. Toma la tela azul y colocala en el centro del lugar y rodeada la con la cinta azul formando un circulo, en cuyo centro te sentarás. Coloca frente a ti el vaso de agua, a tu derecha el incienso de azahar y a la izquierda la sal marina. Por último, dispón las hojas de los árboles de tal manera que formen un circulo a tu alrededor.

Antes de comenzar el ritual toma una larga bocanada de aire y siente como toda tensión abandona tu cuerpo lentamente. Ahora, alza las manos e invoca de la siguiente manera:

"En el sueño de la conciencia
La Diosa se alza como la luz de la comprensión
El aroma del cielo abierto
y del resplandor del sol
Que sea el nombre de la Diosa
en medio de los campos
el que me guie hacia la paz
la prosperidad
el camino de la sabiduría
siendo mio
en mi convicción
Asi sea en nombre de la Diosa y su consorte el Dios"

A continuación, enciende el incienso de Azahar. Toma una larga bocanada de aire y visualiza a tu alrededor, el aire cálido que te rodea. Imagina que toma una tonalidad azulada, un brillo opalino que te rodea calidamente. Cuando sientas que la sensación te envuelve por completo di:

"Que sea en mi la creación
que sea en mis manos la determinación
Asi sea, en nombre de la Diosa
la Energia Universal está en mí"

Toma el vaso de agua y alzalo por encima de tu cabeza. Siente el frescor del cristal entre tus dedos y de nuevo, visualiza la energia que te rodea, el lento movimiento del viento, tornandose azulado y protector a tu alrededor. Ahora, toma un sorbo de agua y luego invoca:

"Que sea la voz de la Diosa
la que vibre en mis pensamientos esta noche
la Oscuridad y la luz se crean en mi
la fuerza del sol y la Luna está en mis manos
Asi sea"

Ahora, toma los granos de sal marina y dejalos caer en el agua del vaso. Con el dedo indice de tu mano dominante, revuelve en circulos ( en el sentido de las aguas del reloj ). Cierra los ojos e imagina que ahora la energia de la habitación se concentra y focaliza en tus dedos, y crea una corriente de calida fuerza que llena el agua, palpita en si misma, limpia y purifica cada parte de tu cuerpo hasta regalarte un agradable equilibrio. Siente que el ciclo energético palpita en tu interior, te llena de tranquilidad y alegría.

A continuación, abre lo ojos y ahora, toma dos de las hojas de los árboles que te rodean. Aprietalas entre tus manos e invoca de la siguiente manera:

"El fruto de la vida es parte del ciclo
Soy parte del tiempo de la Diosa
la voz de la Divinidad está en mis pensamientos
Invoco el nacimiento de la Tierra
la fecundidad
el rostro de la Gran fuerza Divina dandome un nombre y un lugar
Bajo el brillo del sol
y la creación de la prosperidad
Asi sea"

Para culminar la estructura energéticas que has llevado a cabo, puedes realizar una pequeña meditación hasta que las velas se consuman. Sin embargo, sino deseas esperar, apagalas mientras dices:

"Soy la fuerza
y la Creación
en el nombre de la Diosa
lo soy
Asi sea"

Come y bebe algo para equilibrar la energia que has convocado durante el ritual.

miércoles, 29 de agosto de 2012

The Beatles: Rock Band Short Film

Creo que para nadie es un secreto mi amor apasionado e incondicional por estos chicos ingleses. Esta pequeña animación con un remix de lo mejor de su repertorio - aunque no esté Hey Jude, lo cual califica cuando menos como pecado venial - es una de esas pequeñas cosas que me hacen sonreir de pura felicidad y sin motivo aparente.

Tanto si eres Beatlemaniaco como si el cuarteto de Liverpool te es indiferente, disfruta aquí de esta pequeña joya visual:

La desolación y la perdida: Una idea sin nombre ni dueño


Fotografía: Gil Montaño


Hace unos días,  y a raíz de un pequeño temblor que ocurrió en Caracas, pensé muchísimo sobre la vulnerabilidad. Ese día en especifico me encontraba en un edificio del Este de la Ciudad que fue desalojado de inmediato y me obsesioné un poco con las expresiones que me encontré mientras,  en grupos, corríamos escalones abajo hacia la salida. Esa crispación blanca, tensa, del miedo. La sensación angustiosa que "algo" podía suceder, esa amenaza invisible e incontrolable. Una vez en la calle, miré a mi alrededor y encontré que el miedo tenía una cierta forma de manifestarse: un silencio de murmullos, una idea fragil de nosotros. Vulnerabilidad. Esa fue la palabra que pensé. Que vulnerables somos, en nuestra pequeña existencia orgánica, hacia lo que puede o no ocurrir, en ese espacio más allá de nosotros que llamamos vida. Naturaleza quizá. Cual sea el caso, el pensamiento me sobresaltó.

No obstante, este artículo es muy diferente al que pensaba escribir ese día. Y por supuesto, como es inevitable, es distinto porque luego de la tragedia ocurrida en Amuay, mi percepción sobre la vulnerabilidad se hizo aun más dura, profunda y dolorosa. La sensación, mínima, casi quebradiza que había sentido antes, se intensificó y de pronto me encontré pensando en que la vulnerabilidad, el reconocimiento de esa fragilidad extrema que nos une, que es parte de esta sensación de miedo, de tristeza, que siento desde que la tragedia ocurrió, casi una semana atrás. Es el peso de un luto privado, enorme y que tiene mucho que ver con esa vulnerabilidad que antes había intentando comprender, se hizo algo más: una idea gigantesca que abarca no solo la sensación concreta de una debilidad física inevitable, sino esa simplicidad terrible del dolor. Un pensamiento que sacude y logra romper esa indiferencia del observador moderno, de esa que nos sume la tecnología y la distancia, la idea de no pertenecer a ese grupo de imágenes que retumban más allá de nosotros. Pero existen, son reales, a pesar de esa leve sensación de asombro desconcertado que nos  producen, esa inquietante pertenencia al dolor ajeno, al drama humano, cualquiera sea su nombre y lugar.

La desolación y la perdida: Una idea sin nombre ni dueño.

Desperté el sábado para enterarme, aun medio dormida, que la Refinería Amuay, la más grande de Venezuela y una de las más tecnificadas de Latinoamerica, había sufrido un accidente monumental que casi la había reducido a escombros. Atónita, miré las imágenes - las únicas a mi disposición a esa hora, las que compartieron los usuarios de la red social Twitter, pequeños documentos invaluables - y durante un largo momento, el paisaje de pesadilla pareció ser el símbolo de muchas cosas. Porque no solo se trataba de la imagen de un fuego imposible, cubriéndolo todo, sino del ingrediente humano inevitable en la tragedia. Asombrada y aterrorizada, no vi las altísimas llamas ondulando en la oscuridad, o las paredes derrumbadas por el impacto de la onda expansiva, sino las pequeñas cosas que parecían olvidadas por una guerra sin nombre. Un retrato chamuscado por allá, un zapato solitario sobre los escombros, un automóvil reducido a metal retorcido. Huellas humanas que me dijeron mucho más que el resplandor del fuego o la descripción detallada de lo que ocurrido. Y de nuevo, me sacudió el pensamiento de lo perecedero, de la vulnerabilidad absoluta de lo humano, de quienes somos, esa identidad simple que nos define. Y lloré, mirando las fotografías de las siluetas medio encorvadas por el miedo, que miraban el desastre, atónitos e incrédulos, aturdidos por el impacto de esa cercanía de la muerte - la destrucción - y la vida inmediatamente después. Y que miedo sentí. Miedo puro y duro por la desolación. Por el terror anónimo que puedo entender mejor que cualquier otra cosa: esa fragilidad del zapato sobre los escombros, la puerta arrancada desde los goznes temblando con esfuerzo un en la pared. Porque no puedo evitar pensar en quien llevó ese zapato, o cerró esa puerta. O quien se subió a ese automóvil o la gente que caminó por esa calle calcinada, o los niños que corrían por la calle destruida. Porque el desastre, más allá de la perdidas materiales, de la arenga política, de las discusiones irresponsables y descafeinadas de los espectadores, es una gran perdida, es un gran silencio. Un silencio frágil, el silencio atónito de no ser, no estar, encontrar que allí donde había vida, solo existe ahora esa aridez absoluta. Lloré y aun lo hago por ese temor, ese anónimo sufrimiento, esa idea que se deshace entre las imágenes tan impactantes que no te permiten pensar en nada más.

Sigo obsesionada con nuestra vulnerabilidad. Una vez leí que tal vez el único momento realmente sobrenatural de nuestra vida es la muerte. En ese momento me pareció una bella frase, pero nada más. Hoy, transcurrida casi una década desde que la leí por primera vez, siento una angustia nítida al recordarla. Porque miro la tragedia humana - de mi país, del mundo - y pienso que lo peor es que no hay nada sobrenatural en ese sufrimiento, en esa desazón, sino antes bien una naturalidad diminuta y triste que en ocasiones no sé muy bien como comprender, y peor aun asumir.

C'est la vie.

martes, 28 de agosto de 2012

El nombre de la luz

El nombre de la luz by Miss Aster
El nombre de la luz, a photo by Miss Aster on Flickr.

Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre.

El otoño se acerca
Ángel González.

El sueño perdido

El sueño perdido by Miss Aster
El sueño perdido, a photo by Miss Aster on Flickr.

Mi pez de color se queda fijo mirando con ojos acuosos
al hemisferio de mi pena;
sobre el más fino de los hilos
los dos colgamos,
colgados, colgados, colgados
en el lazo de la soga del verdugo;

Pez de color
Charles Bukowski.

Snow White and the Huntsman de Rupert Sanders






Juro que me senté con buena voluntad en la butaca para ver,  "Blancanieves and the Huntsman". Estaba bastante entusiasmada - bueno, no tanto, ya había leído algunas críticas - y realmente esperaba un buen espectáculo. Soy de las muy fieles al cine palomitero, porque si algo tengo bastante claro es que el cine tiene una gran labor, más allá de todo el contenido conceptual y metafórico que pueda tener un film: Entretener. De manera que la gran pregunta que cualquier cinéfilo de hueso rojo debe hacerse antes de ver una película es si acepta ese pacto sin rubrica de "creermelo todo, aceptarlo todo" ( como diría @Andres_MonKda ) imprescindible cuando las luces se apagan y comienza la proyección. De manera que aquí la gran pregunta es: ¿Me entretuvo Blancanieves and the Hunstman?

Si y no.


Últimamente hay un revival de los cuentos de Hadas como fuente de inspiración artística: desde exitosas obras de teatro, fenómenos literarios - ¿Qué otra cosa es "50 sombras de Grey" que el cuento de la bella Durmiente pero versión pretendidamente erótica? - y por supuesto, toda una nueva visión filmica de viejos mitos clásicos. Sobre todo, parece haber un gran interés en brindarle nuevo lustre a cuentos tan antiguos y aparentemente inocentes como "La Caperucita Roja" ( recordemos la lamentable versión de Catherine Hardwicke ) y "Blancanieves", con menor o mayor fortuna. En lo que va de año, hemos tenido dos versiones de esta última, "Mirror, Mirror ,The brothers Grimm: Snow White",  protagoniza por Lily Collins  como Blancanieves y una poco atinada Julia Roberts como la malvada madrastra. Dirigida por  Tarsem Singh, director de "The Cell" y la inolvidable "Los inmortales" decepcionó a propios y extraños. No obstante, la versión que parece haber tenido mayor repercusión ha sido la  protagonizada por la aparente actriz de moda Kirsten Stewart, el correcto Chris Hemsworth y una sorprendente Charlize Theron. Debuta en la dirección hollywoondense el inglés Rupert Sanders ( famoso actualmente por algo más que su talento cinematográfico ) lo cual auguraba al menos un trabajo correcto y sobrio.


Y "Blancanieves and the Hunstman" lo es. Aunque pudo ser mejor. Y eso es lo que se echa de menos.

Confieso que tenía altas expectativas con este pequeño experimento de crear una historia solida a partir de una premisa aparentemente sencilla. El trailer - y sigo dejandome engañar por un trailer bien producido - anunciaba una batalla visual espléndida, una cuidadisima puesta en escena y cuando menos, un duelo histriónico entre dos actrices de generaciones distintas, pero que aun así, tienen una identidad propia dentro del mundo cinematográfico. No obstante, y aunque la película no carece de calidad - podría decir que con esfuerzos rebasa la media de películas a su estilo estrenadas ultimamente - no posee una verdadera solidez que pueda sostenerla más allá del espectáculo palomitero que es. Muy bien arreglado y adornado para sorprender, eso sí. Y lo logra. No obstante, se lamenta que pudo ser mucho mejor de lo que fue.

Probablemente, el mayor error de esta film con grandes pretenciones épicas es justamente su intención de darle un aire casi triunfal a un guión que arroja agua por los cuatro costados. Porque aunque el primer tramo de la película sorprende y agrada, la desigualdades de ritmo en la narracción terminan transformando la historia en una colección de buenos momentos visuales sin conexión entre sí. Tal vez se deba a una edición deficiente - hay arcos argumentales que aparecen y desaparecen sin que puedan sostenerse en la trama principal - o al hecho que hay un verdadero abismo de actuación entre ambas actrices principales. Y es que tal vez la mayor debilidad de "Blancanieves and the Hunstman" es que hay una diferencia notoria en las escenas protagonizadas por una fabulosa Charlize Theron como la Reina Ravenna y una correcta rayando en su habitual simplicidad, Kirsten Stewart. Justamente es esa debilidad del personaje de Blancanieves, a quien se anuncia como némesis y contrapeso de la maldad pura, sin mácula de la Reina, donde la película vadea de un lado a otro sin definirse nunca. Porque allí donde Ravenna se muestra atemorizante, indeciblemente hermosa y cruel, Blancanieves solo es una adolescente con escaso peso argumental. La esperada disputa entre la belleza convertidos en simbolos del bien y del mal, se deshace en una evidente insistencia del guión en rodear a Blancanieves de un halo casi mistico, que Stewart no logra alcanzar jamás. La Blancanieves de Rupert Sanders - sin alusiones faranduleras de por medio - sabe a poco, carece de la atemporalidad y la fuerza que se le atribuyen, casi por calzador durante toda el metraje. Al final, cuando la película acaba, queda el brillo de una Reina de malignidad absoluta pero que incluso en sus momentos más crueles resulta sublime, mientras que Blancanieves debe conformarse con algo menos que una especie de ternura forzada, una idea de inocencia que no termina de cuajar.

Pero sobre todo, "Blancanieves and the Hunstman" es un espectáculo visual. La ambientación histórica está más cuidada de lo que suele estarlo en produccions de este tipo y agrada a la vista, la delicadeza en el uso de efectos visuales y bellos escenarios. El guión flojea, pero sería injusto juzgarlo muy duramente, siendo que intenta un precario equilibrio entre la fantasia pura y cierta reminicescias del drama histórico que tanto gusta en Hollywood.  En el apartado actoral, como dije, sorprende Charlize Theron. Su belleza, como recurso visual hipnotiza al espectador y su actuación permite a Ravenna alzarse de un guión chato, más allá de la maldad ramplona. Chris Hemsworth  como siempre cumple: de nuevo en su papel de muchacho fuerte de la película, no defrauda y en ocasiones su actuación es más que correcta. Kirsten Stewart lucha muy dignamente para apartarse de su Bella Cullen sin lograrlo, y de hecho, uno de sus mayores problemas es tratar de brindarle a su Blancanieves parte del heroismo que se le atribuye. Pero al final de todo, su Blancanieves solo es una adolescente cansada y confusa, sin mayor consistencia que una pretendida fortaleza que solo avistamos en un par de momentos nada brillantes. Sam Claflin, de nuevo es el héroe joven de la trama ( Fue "Phillip", el apasionado defensor de la Sirena secuestrada Piratas del Caribe: En mareas misteriosas ).  Mención aparte al grupo de enanos, todos interpretados por espléndidos actores británicos y que alejandose de los personajes anodinos de su hermano literario, forman una interesante grupo de personajes que componen por si solos varias de las escenas más memorables de la historia. Asombra y enternece Bob Hoskins, brindando a su personaje una sencilla ternura e Ian McShane, como el lider de este pequeño / gran grupo de héroes.


En resumen, Blancanieves and The Hustman no es una película que sorprenda a nadie, pero tampoco decepcionará demasiado. Tiene momentos hermosos, otros muy bajos, pero en general cumple lo que promete, recrear bajo un cariz de belleza un mito tan antiguo como entrañable como lo son los cuentos de Hada.

viernes, 24 de agosto de 2012

Vestida de Cielo: La desnudez como forma de expresión.




La cosa empieza así: Un día decidí que me quería hacer un desnudo. No fue una iluminación bendita, una idea complejisima, o un concepto largamente madurado. Para ser sinceros, me levanté un día - y que textual esta frase - y decidí que era hora de manejar el concepto de mi sexualidad, imagen corporal y feminidad de manera muy directa. Así que el primer escaño del tema, ya estaba superado. Comprender que el cuerpo es una forma de arte. Y me había costado lo suyo llegar allí.

Soy pagana, de creencia y esencia, pero me crié en un mundo cristiano. Lo que quiero decir es que para mi, el cuerpo es algo hermoso, que debe respetarse, honrarse, disfrutarse y usarse como vehículo de expresión...pero dile eso a tus monjas custodias cuando tienes diez años y quieres explicarle que tu feminidad es una celebración de la vida, la divinidad y todo lo bueno en que crees. No hay argumento, que pueda convencer a esa aquilostada idea sobre la sexualidad, que la desnudez no es algo sucio, pecaminoso, ofensivo, oprobioso. Culturalmente hablando, el tema se debate entre una cierta reflexión sobre la liberalidad, y otro más allá, sobre una idea social muy restringida. Cualquiera sea la manera de analizarse, el desnudo no es una idea sencilla. Con sus detractores y entusiastas a cuestas, hay un abismo entre lo que se mira, se piensa y se expresa en un cuerpo desnudo.


Vestida de Cielo:

Para muchas tradiciones mágicas, esotéricas y naturalistas, la desnudez es sagrada: es una manera de crear belleza, una conexión directa y profunda con el Cosmos. Indudablemente un concepto así, debió escandalizar a los sacerdotes del MedioEvo, que se apresuraron a cubrir a los hombres y las mujeres todo lo que pudieron para salvaguardarlos de la tentación ( de quién, se pregunta uno ). La cosa es que durante largos siglos, un cuerpo desnudo simbolizo lascivia y algo tan bochornoso que parecía el pasaje directo al Infierno cristiano. Fueron épocas tardias, donde hombres y mujeres parecían tropezarse con su sexualidad, envueltos en capas y capas de ropa y temores. Como inmediata consecuencia, el acto sexual pasó a ser una especie de secreto escabroso: según la Iglesia solo era admisible por procreación y cualquier placer, era cosa del demonio. Porque para esa Iglesia primitiva y dura - y en cierta medida la actual - el cuerpo humano es misterioso, una conexión inadmisible para el dogma que existe entre "eso" intangible que llamamos personalidad, alma o espíritu, con la mente humana. Atrás quedaron los rituales de Inanna, con toda arrebatadora belleza o la adoración Hedonista de Venus Anadiomene. Para los cristianos ritualistas de una época árida, el cuerpo, el sexo, el deseo, la alegría, eran cosas que contradecían ese control tutelar rígido que imponía la institución. Cosa del demonio. Como al demonio pertenecían también las redondeces, las sonrisas, todo atisbo de alegría corporal. Tiempos tristes esos, donde la belleza parecía ser cosa olvidada, todos muy bien tapados y temerosos del mirarse.

Pero llego el Renacimiento. Y de pronto, el cuerpo humano regresó como el Templo espléndido que las viejas religiones mágicas Europeas durante tanto tiempo habían celebrado. Hay que agradecer a los maestros de la época, el haber sublimado la belleza, expresar en imágenes una sofisticación extraordinaria y esa dulzura de la simple desnudez. Como hacia tantos siglos ya, Los Dioses Bailaron desnudos, libres y apetecibles, ante un mundo que se sorprendió de ( re ) descubrir tanta belleza. Y de nuevo la sensualidad, existió, fue, definió, construyó, tomó forma y realidad.

Obviamente, unos siglos después, los dogmas volvieron de cubrir de ropa los cuerpos. Apretados corset lastimando las costillas femeninas, cuellos almidonados clavándose en la barbilla masculina. Y cabe preguntarse si este amor y desamor por la belleza del cuerpo, por su significado, no será cosa cíclica, de amor y comprensión de nuestra propia naturaleza. Porque más allá del morbo, hay una fidelidad extraordinaria a la manera de crear las ideas, de elevar las formas para darle sentido al dolor y la pasión. La belleza en piel, las ingles abiertas, los senos descubiertos, los genitales bien a la vista. Se deshace la idea y se vuelve a construir, siglo con siglo, hasta quizá encontrar un equilibrio que aun no ha llegado.

Y de pronto: desnuda frente a la cámara.

Pero antes de esta reflexión, les contaba que un día decidí desnudarme. Quizá en mi mente, se repetía el ciclo incesante de temor y plenitud. Como he comentado varias veces, he llevado a cabo batallas con mi cuerpo: de amarlo a no poderlo mirar, y después una plena y feliz aceptación. Y de nuevo temor.  De manera que pedí ayuda a una fotógrafa que conocía de nada y que presumiblemente no tenía razones para apreciarme o disimular lo que vería, para ayudarme con mi pequeño proyecto. Lo hice con la deliberada intención de verme con esa objetividad muy pura y dura de los ojos ajenos. Pero tenía que hacerlo así: No vale la pena tomar un riesgo a medias, pienso y sobre todo este, que implica toda una vida de creer, temer y confiar.

Fue un día terrible, angustioso. Pero hermoso. Me desnudé con la libertad de los niños - ¿existe otra manera ?- y pasado los primeros momentos de angustia, comprendí porque las brujas de antaño celebraban los rituales danzando desnudas, vestidas de cielo, bajo la luna. Que libertad, que belleza,que sensación de absoluto poder. Salté, bailé, grité frente al lente y cuando todo terminó, me miré como hacia mucho tiempo no lo hacia: triunfante. Miré mis pequeñas y grandes imperfecciones, la topografía corporal con una sensación de poder y exquisita satisfacción. Mio, cada estria, peca, la figura redondeada y femenina. Mia, esta sensación de paz.

Me he tomado algunos desnudos más después de eso. Y siempre, la sensación es de profunda candidez, de clara y desconcertante felicidad. Porque hay un poder primigenio y duro en levantar los brazos y senti esa energía primordial de tu cuerpo lleno de vibrante energía, de saberlo tuyo, tu mayor recurso, más allá de ideas contradictorias como pecado, pudor y decencia. Y que poder es ese sin duda, tan antiguo como la más intima voz personal.


jueves, 23 de agosto de 2012

El mito Urbano más viejo: el hombre perfecto






Hay mitos urbanos que sobreviven a todas las décadas y que todos hemos escuchado más de una vez: El hombre que despierta en una bañera con una enorme cicatriz en la espalda luego de una apasionada cita y descubre que le han robado los riñones, la Novia fantasma en la Carretera vieja Caracas - La Guaira, invocar a Bloody Mary frente al espejo y...el hombre perfecto. El ideal, pues, como se conoce cuando creciste un poco y el concepto se hace más adulto. El caso es que este, esta figura que parece vagabundear entre los reconvecos de la psiquis de muchas mujeres de mi edad, tiene una cierta cualidad inmutable: sobrevive a las décadas, la evolución social y sobre todo, a la madurez de ese inconsciente femenino que parece crearse y formarse a partir de una serie de ideas muy puntuales y reconocibles. En ocasiones, lo acompaña la mujer ideal - mucho más simple - pero en todos los casos, ese concepto parece encerrar una idea única: Encontrar a alguien para compartir tu vida que es tan real como el Unicornio en los libros de Murakami o la puerta de Narnia en tu closet.

Hace un par de días, conversaba con una amiga - otra de las sufridas protagonistas de estas apresuradas bitácoras - y no sé como, una tertulia que comenzó con el habitual tema político y otras menudencias, terminó en un análisis pormenorizado de esa figura que continua siendo parte de la mitología urbana, de la de todos los días, de la que por alguna razón, subsiste a pesar de la evidencia en contrario. Asombrada, escuché a J. ponderar muy tranquilamente, sobre ese hombre que espera, que debe existir y que por añadidura, es el que está convencida merece por su "buen comportamiento". ( Otro concepto un poco desconcertante que más adelante desmenuzaré también )

La escuché con la boca abierta. J. es una mujer emprendedora, realista, talentosa que ha tenido unas cuentas relaciones pasajeras de mayor o menor importancia en su vida adulta y que asumí, no fantaseaba con aquel personaje brotado directamente de las tierras de su imaginación. Pero no, para J. la cuestión es lógica:

- Es que debe existir un hombre sensible, detallista, amoroso, dedicado, que le encante hablar de temas interesantes - explicó en voz casi severa - no todos pueden ser unos patanes...

Me tomé un sorbo de café apresuramente. Preferí quemarme los labios a soltarle la respuesta que se me ocurrió de inmediato. Después de todo, me he ganado algunas groserías de mis amigas más queridas por aquellos raptos de mal humor y casi siempre ironía que se me suelen escapar sin control. No obstante, J. me observó atentamente. Supongo que conoce lo suficiente para saber que lo que me estaba tragando con dificultad no era solo un sorbo de café humeante.

- ¿Que? - me preguntó con desconfianza. Sonreí, y paladeé el café, encogiéndome de hombrOs. Se inclinó hacía mi - Dime, ¿Me crees muy ingenua por tener esperanzas en el amor?

En una parte recóndita de mi mente, me eché a reír y pensé "Tu lo pediste".

- Pues no, no lo que estoy creyendo es que eres lesbiana - dije.

 El aire pareció enfriarse a mi alrededor, porque aunque mi tono fue jocoso, no consiguió restarle seriedad a lo que decía. Por supuesto, aquello no podía traer nada bueno: J., cristiana y que declara su heterosexualidad como estandarte de guerra, me miró con los ojos muy abiertos.

- ¿Como dices?

- Sensible, detallista, amoroso, dedicado...me estás describiendo a tu mejor amiga - dije con sorna - Seamos claras: lo que me describes es una mujer.

Le llevó sus buenos minutos entender que yo hablaba de manera metafórica. Solo entonces, se le ruborizó el rostro, con una cólera tan evidente que resultaba casi cómica.

- Hablo de un hombre educado - respondió - un hombre que entienda el romance, que puedas ir al cine sin que exista una pelea por cual película se verá, que no se avergüence de mostrar sus sentimientos, que llore, que se angustie como yo...

Tuve el impulso de tomarme de un único trago el resto de café hirviendo,  en un loco gesto que me evitara componer en palabras la respuesta que de inmediato pensé. No lo hice. Había algo escandaloso en aquello: La idea que J. expresaba no solo me sonaba conocida, sino que de tanto escucharla repetida, había llegado a transformarse en una especie de eco de las aspiraciones más generales, de las ideas más inconcretas de las mujeres que conocía con respecto a sus relaciones de pareja. Y hablo que esa intención de transformar sus propias aspiraciones sentimentales en una especie de idea abstracta, sin ningún tipo de consistencia, en una aspiración que llegaba a convertirse en exigencia casi irrisoria. Tomé una bocanada de aire antes de contestar.

- Si un hombre te pidiera que te gustaran los deportes, que te supieras el nombre de sus jugadores favoritos, que leyeras sus libros preferidos, que expresaras sus emociones de la misma manera que él, ¿Que le dirías? - dije en voz que trataba de ser razonable - ¿Que pasaría si esa aspiración tradicional del "príncipe encantador" fuera la de una Princesa que debería calzar en un molde?

- Y existe! - dijo J. con agresividad - los hombres insisten en que las mujeres debemos tener senos enormes, estar delgadas...¿Ves a donde voy?

- Claro que te entiendo, pero tu rechazas ese ideal enfermizo porque tu eres una mujer real ¿no es así?- expliqué - Lo rechazas como yo, como cualquier mujer medianamente razonable...

- No es lo mismo.

- Claro que lo es - insistí - cuando me hablas de ese hombre que debe ser sensible, pero masculino, que debe estar atento a todos tus detalles, te refieres a lo que tu necesitas, no a lo que puede ofrecerte una persona real...

Hubo un silencio incomodo. No tenía idea porque el tema nos había irritado tanto a las dos, a pesar que tanto ella como yo, jamás nos habíamos preocupado por esas escabrosas y complicadas escenas emocionales que preocupaban a otras de nuestras amigas. De hecho, J., tanto como yo, tenía la idea que las relaciones son esa afinidad abstracta, profundamente incomprensible, que surge por motivos espontáneos entre dos personas. O al menos, en eso habíamos estado de acuerdo por mucho tiempo. Pero J., ahora me miraba francamente disgustada, ofendida casi, cuando me atreví a cuestionar esa idea de ideal romántico que parece ser fuente de tanto debate y fantasía en la vida de la mujer adulta. Disney, tu tienes la culpa, pensé sin cierto sobresalto y casi con una sonrisa. Pero para J. la cosa no era graciosa en absoluto.

- ¿O sea que tengo que conformarme con un patán? - casi me gritó - ¿ es eso?

- Hablo que te enamores de una persona real, no lo que esperas que sea - dije, un poco inquieta por su reacción - ¿Realmente te sentirías cómoda con un hombre que fuera tan sensible para llorar con las chickMovies que tanto te gustan? ¿O que opinara sobre tu corte de cabello? ¿No me estás describiendo una idea más cerca de lo que tu necesitas?

No respondió. Continuó mirándome, llena de una furia que tenia mucho que ver con lo evidentemente herida que se sentía con mis comentarios. ¿Pero como la había ofendido? Me pregunté realmente preocupada. Recordé sus relaciones: una con un profesor más interesado en su prominente carrera que en ella y otra con un colega, con quien casi había contraído matrimonio...pero que al final le había sido infiel. ¿Que había en común en todo aquello? Suspiré, un poco cansada de aquello.

- Mira, es tan simple como que mientras insistamos en creer que una relación de pareja deba cumplir expectativas, continuaremos tropezándonos con esa idea tanto como para hacernos real daño - comenté, en tono conciliador - el amor no puede tener una linea común...

Pensé en mis relaciones: erráticas, extravagantes, la mayoría de ellas terminadas en escandalosas rupturas irremediables, pero aun así, profundamente satisfactorias. Y parte de esa satisfacción, de ese recuerdo más dulce que agrio que conservaba de todas ellas, tenía mucho que ver con que siempre había un elemento incomprensible, un pequeño elemento vital que me podía desconcertar lo suficiente como para mantenerme interesada. Me pregunté si yo estaba tan equivocada como J. creía lo estaba.

- Una relación de pareja es lo que es - le noté levemente decepcionada, como si la hubiese traicionado expresando esas ideas - ¿Que tipo de relación es esa donde no le exiges nada a nadie, donde aceptas todo como viene, donde no te preocupas por esos detalles que deben mejorarse?

- ¿Una normal quizá?

Me arrepentí de inmediato de haber hablado otra vez. Pero ya estaba hecho: J. me miró, pálida y tensa y unos pocos minutos después se despidió, dejándome a solas con los restos de café frío y una profunda confusión. Porque inevitablemente, llegas a preguntarte que tanto necesitas comprender de esa idea de las relaciones que subsiste, insiste y predomina en el mundo-de-las-mujeres-que-si-se-casan y que yo no parecía comprender tan bien. Continué preguntándome después, incluso ahora mientras escribo esto, en donde radica el error, que hace que la idea del "hombre ideal" me resulte tan antinatural como esas mujeres extraordinarias pero inexistentes que adornan las portadas de la revistas masculinas. Al cabo es lo mismo.

¿O no?

C'est la vie.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Del Dramón cultural: de la Novela como reflejo cultural




En mi TimeLine de la red social Twitter, hay de todo: desde los cínicos chirriantes, los amables saludadores, los inteligentes imprescindibles, las románticas incurables y los cursis empalagosos. No obstante, de todos los anteriores, lo que siempre me intrigaran - o mejor dicho, me harán tener un rapto de mal humor - serán los noveleros: aquellos que solo escriben un tweet para hablar del amor, las emociones, arrojar consejos como otra gente estornuda y todo ese dramatismo tan vulgar que creo todos podemos reconocer al leerlo. Pero igualmente, los incluyo en mis lecturas. Creo que no podría hablar de tolerancia sin ejercerla. Pero ese es otro tema del que hablaré en otro post, supongo.  Cual sea el caso, siempre que leo un tweet al estilo, tengo una sensación clara de estar escuchando - leyendo - un eco de algo tan conocido como familiar. Y es que mis noveleros tienen un claro origen: nuestra propia cultura, esa experiencia compartida que todos llamamos de alguna u otra manera "lo nuestro". Es una idea muy truquera y ambigua, pero sin duda real, cuando entiendes no solo a nivel superficial sino a uno muy profundo que lo que leemos - vemos - en eso que tanto juzgamos, es sin duda nosotros mismos.

Al respecto y luego de leer un tweet inspiradisimo de uno de mis noveleros, comenté en Twitter lo siguiente: "Yo siempre insistiré q la telenovela Latinoamericana le provocó un daño irreparable de Chabacaneria a la cultura venezolana". De inmediato, obtuve varias respuestas interesantes al respecto (mi amigo @El_Yucas comentó muy apropiadamente que las novelas Colombianas y Brasileras tienen un alto rango de calidad y temática ) pero hubo un comentario en especifico que me dejó analizando la idea al completo, el que hizo la inefable e inteligente @ElePastor:  Siempre he creído que la telenovela es un reflejo de su sociedad aunque lo que veamos no nos guste #asiSomos. La Reflexión no solo pareció englobar la idea entera que analizaba desde hacia un buen rato, sino que además, dio en el clavo con otra  que habitualmente desechamos o ignoramos por incomoda: lo cultura, lo político, lo de todos los días es un reflejo exacto de quién los produce, de ese público silente que sostiene y acepta el estereotipo, el esquema que se crea a diario. Y es que la telenovela Venezuela, vilipendiada y tan menospreciada por la cultura, los críticos de oficio, los opinadores habituales y los que simplemente la detestan - entre la que me cuento - ha sido simplemente el termometro social, un espejo donde nos hemos visto reflejados, con una fidelidad en ocasiones inquietante, a través de las décadas. ¿Una idea exagerada? Tal vez lo sea, pero una vez que comenzamos a desmenuzarla, empiezas a comprender que esa raíz melodramática, vulgar, Kitsch y chillona, no es más que esa caricaturización de la calle, de la casa, de la familia que se mira en escena y se ve reflejada, se comprende, se admite, se reconoce en las escenas. Porque aunque no lo admitamos, esa exageración, los gritos de dolor, la furia amorosa, las pasiones extravagantes, no es más que ese modo de comprenderse del Venezolano, del latino en general. ¿Que tan bueno o malo es eso? Tal vez no sea ni una cosa ni la otra, sino simplemente una idea que se construye a medida que esta identidad de lo escandaloso, de lo que se crea a diario en un cotidiano de trópico bajo el sol, pueda conceptualizarse así mismo. Y la telenovela, es sin duda, ese cristal opaco, ese documento sin memoria que parece flotar en un momento atemporal e impecedero que parece completar esa historia cultura a medio escribir que define a nuestra joven y atolondrada cultura.

De Cristal al país de las mujeres, todos lloramos y reímos a la vez.

Mi abuela amaba las novelas. Por más independiente, fuerte y bien amueblada que fuera su mente, tenía una especial debilidad por su dosis de melodrama. De manera que en las tardes muy aburridas, solía sentarme con ella y disfrutar del seriado de turno: así conocí a Topacio y después a Cristal, y a todas esas heroínas de lo absurdo, las sufridas, las lloronas, las entregadas a la pasión ciega, las victimas del Villano, las que siempre soportaban con estoicismo su angustia. Muchas veces me burlé de mi abuela y cuando crecí y pasé por la etapa insoportable donde presumía mis lecturas de dramones rusos y franceses, miraba de reojo aquellas tarde de tertulia, donde abuela se reunía con sus amigas y tías para conversar sobre el desastre de turno que sufría la protagonista con nombre de piedra preciosa de ocasión. Hasta que en una ocasión y después de reírme de su angustia por una de aquellas heroínas de Baratillo, mi abuela señaló el libro de Anna Karenina que sostenía en la mano.

- De manera que esta es repudiable...pero esa - señaló el libro con una sonrisa - es excelsa?
- Es distinto, Ana es heroína, sufrida, le ha pasado de todo.
- Como a Cristal.
- No! - me sentí ofendida - Ana lucha por sus ideales.
- Cristal también.

La miré definitivamente disgustada. Ella soltó una carcajada.

- La gente se quiere enamorar y sentir esas pasiones ardientes desde que el hombre pudo tomar una rama seca y hacer un dibujo - sentenció - somos los mismos. Unos son clásicos, otros chabacanería. Pero todos aspiran lo mismo: esa idea superior del sentimiento.

Su respuesta me dejó anodada y aunque no le reconocí que sabia tenía razón, si me pasé sus buenos meses investigando al respecto. Y claro que tenía no solo razón mi abuela - como siempre -, sino además que esa búsqueda  me hizo comprender la simplicidad, la sencillez del planteamiento eterno. La cultura de lo simple, de esa extraordinaria necesidad de trascender en lo cotidiano, de buscar algo superior para comprendernos a nosotros mismos. Y de esa búsqueda inaudita, surge todo lo demás: el reflejo de lo que somos, el temor a lo que vemos y al final de todo, la comprensión de donde venimos.

Y desde entonces, tengo la impresión que las novelas - tal y como la concebimos, esas aparatosa escenificación de lo cotidiano - son tan eternas como nuestro lenguaje social. Desde las comedias griegas, pasando por la picaresca, las novelas de baratillo, el drama, la exageración y el dolor estrafalario es parte de nuestra concepción de eso que llamamos "lo real". Me imagino con toda claridad a esas castas damas de la Edad Media, sollozando por los amores frustrados que cantaba el Bardo de ocasión o más allá, las exquisitas damas Victorianas, suspirando por las historias de amores frustrados que parecen repetirse tanto como un eco histórico. Porque hablamos del amor ¿No es así? Lo que se repite una y otra vez, adornado con gritos y situaciones inverosímiles, es esa lucha por el ideal romántico, que se crea una y otra vez. Y el ideal romántico se confunde tanto con nuestra visión de lo cultural - la emoción, la necesidad de comprenderla, la pasión - que en algunas ocasiones se confunde. Lo que hace eterna a la novela - el melodramón, el sufrimiento lacrimogeno - es esa imposibilidad, la idea de reconocernos en esa necesidad insatisfecha. Una idea que parece común y comprendida para cualquier y sublimada sin duda a medida que el amor se convierte en la justificación, la necesidad nunca satisfecha, el mero ideal.

De manera que muy probablemente continué sufriendo raptos de mal humor mientras mis consecuentes y queridos noveleros hablan de amores, mujeres engañadas y la pasión que las consume, pero también estoy convencida que no solo las comprenderé como reflejo de nuestra época - ¿existe algo más lógico que el paso de la televisión a las infinitas redes sociales de ese gusto por lo exagerado y dramático? - sino que de ahora en más, lo asumiré como parte de algo tan enorme como intangible, tan elemental como simplemente personal: La cultura a la que pertenezco.

C'est la vie.

domingo, 19 de agosto de 2012

Feliz día para ti, fotógrafo!





Hoy, es el día donde el arte que capta el tiempo y la belleza y lo captura para siempre, de conservar los pensamientos y las ideas en una imagen, cumple un nuevo año de existencia. Si tu:

Te despiertas para soñar con la imagen. Si vas por el mundo sosteniendo tu cámara como tus ojos, con tanto cuidado y delicadeza como lo es cada pensamiento que te hace soñar con la imagen. Si la fotografía te hace sonreír  si levantas los brazos para sostener la luz y las sombras, si la fotografía te curo del miedo y la angustia, si la fotografía te permite construir un tiempo nuevo cada día, si danzas entre esa necesidad de capturar el tiempo entre tus dedos, si la imagen es tu voz. Si  cada día de tu vida encuentras en la imagen fe y  un motivo para sonreír. Si la cámara te ha consolado, ha escuchado tu temor. Si la imagen te ha brindado un abrazo y satisfacción. Si la fotografía es tu cómplice, tu mayor alegría y motivo de orgullo. Si cada día aprendes para crear y para elevarte sobre cada día, para captarla con mayor precisión y a la vez solo sentir el placer de contemplar el mundo con toda la fuerza tu visión personal. Si reíste a carcajadas, si lloraste a lágrima viva, si sentiste el corazón saltar con una imagen. Si cuando creas una fotografía sientes que el tiempo se detiene en todas direcciones y nace una palabra que nadie ha pronunciado jamás. Si el cuarto Oscuro te refugio, si sostuviste tu primera fotografía y los ojos se te llenaron de lágrimas. Si enfocaste y de pronto, el pronto se lleno de luz y color, si tu primer pensamiento es para este amor por la imagen y el último al dormir un deseo de mejorar. Si sentiste el poder de crear, si creas a cada paso, si piensas en blanco y negro, si la luz se te derrama entre los dedos, si la sombra te habla de secretos, si encuentras belleza en lugares insospechados, si el mundo es enorme y puedes comprenderlo a través de tu perspectiva personal.

Si cuentas historias de paisajes, rostros y momentos a través de tus imágenes, si recorres el mundo con la cámara al hombro buscando el secreto que solo encuentras a través de tu lente, si conservas cada sonrisa, si buscas en el mundo un momento que conservarás. Si deseas aprender cada día un poco más sobre esa pasión que te consume, que se convirtió en necesidad y parte de tu vida. Si sientes un escalofrio cuando captas la imagen que buscabas, si un rayo de luz te parece el paisaje más hermoso,  si llevas la imagen a todas partes, aunque no lleves la cámara en la mano. Si la calle es tu patio de juegos en busca de una buena fotografía, si recorres cada momento de tu vida persiguiendo eso intangible que hace una imagen eterna.

Si preferiste comprar un buen trípode antes de llevar bellos zapatos, si tu habitación esta llena de tus fotografías antes que cuadros, si en tu computador hay imágenes de casa momento y lugar, si hoy despertarte para sonreír y si se te llena los ojos de lágrimas antes de leer esto.

Feliz día fotógrafo!

sábado, 18 de agosto de 2012

La obra épica que pudo ser y no fue: The Dark Knight Rises de Christopher Nolan





Pocos días después del estreno de "Batman, the Dark Knigth Rises" publiqué una critica muy somera y bastante parca con respecto a la película, debido sobre todo, a mi saludable intención de salvaguardarme de algún intento de linchamiento y porque suelo respetar el libre derecho a la no lectura de spoilers que todos merecemos. Ahora bien, siendo que ya ha transcurrido más de un mes luego de que la película viera la luz y que supongo la gran mayoría de los fanáticos ha tenido al menos, un primer visionado del film, decidí hacer una critica más extensa y esta vez sí, con detalles concretos de la trama, como creo que una pieza filmica de tal envergadura  merece. Ahora si, valga la advertencia, si por alguna incomprensible razón, no has visto aun "Batman, The Dark Knigth Rises" no sigas leyendo. Lo siguiente que vendrá son Spoilers a discresión.

Una trilogía, tres maneras de interpretar el mito:

Batman es uno de esos super héroes complicados. De hecho, creo que es el primer antihéroe en toda la extensión del término. No tiene poderes especiales, tampoco un talento sobrehumano. Lo suyo es rabia, dolor y un resentimiento muy claro, que es de hecho - o debería ser - el eje narrativo de cualquier historia que tenga a Bruce Wayne como protagonista. Esto lo entendió muy claro Tim Burton - para recordar, el rostro tenso y angustiado en pequeño y duros primeros planos de un correcto Michael Keaton - pero no demasiado Joel Schumacher, que en su desfile del "Batman-del-momento", olvidó lo que probablemente sea el rasgo más representativo del super heroe: su dualidad. Pero para Nolan, no solo es un elemento concreto, sino una idea muy evidente, y es por ese motivo que su trilogia sobre el hombre Murcielago está contada a la manera del héroe trágico: Advenimiento, lucha y caída. Algo que de hecho, Nolan ha manejado para crear una idea sutil y critica sobre la moral, la ética, lo que es correcto y lo que no, usando ese enorme lienzo que es la personalidad atormentada de Bruce Wayne.

En Batman Begin lo logra con acierto. Conocemos el nacimiento del héroe, sus origenes, la transformación de un hombre común un reflejo de su rencor. Christian Bale supo recrear los matices y también esa cruda idea que el personaje construye a medida que se acerca más al hombre de la máscara de murcielago: la venganza. Y entre justicia y venganza, vadea de un lado a otro hasta que comprende hacia donde dirigirse, que comprender de si mismo y que construir a partir de lo que espera. La película, fue un buen comienzo, aunque tuvo sus fallos: tal vez al personaje le faltaba oposición, un némesis a su altura, más allá del debate entre Liam Nesson y su propia conciencia. Pero resultó suficientemente solida para presentarnos de nuevo al personaje y esta vez. con suma elegancia.

No obstante, nada podía prepararnos para "Batman: The Dark Knight", un film redondo y casi perfecto donde Nolan creó una estructura que ronda lo inquietante en su precisión. No solo Batman encontró a la horma de su zapato - un Heath Ledger para el recuerdo y - sino que además, construyo una psicología para los personajes tan fuerte y compleja que la narración se transformó, de una historia de Super Héroes y película de acción, a un triller perfectamente ensamblado. No solo el Guasón es el mal, amoral y sin ética, perfecto reflejo del Batman en el extremo opuesto sino que además, Batman se debate entre su necesidad de reinvidicar y buscar la justicia a su modo, y la normalidad, la pretendida, la del deber ser. Bruce Wayne parece más escindido que nunca, más desesperado en encontrar una idea que pueda unir ambas partes de su vida sin lograrlo. Y mientras tanto, cuidad Gótica se mueve de un lado a otro entre la desesperanza, la ruidad y la integridad. El resultado final, se podría resumir en el Discurso final de un Comisionado Gordon, atormentado por la culpa y debatiendose a la vez con el dolor: Batman solo es el reflejo de una ciudad que lo necesita, pero en las sombras.

Por ese motivo, todos los que esperamos la conclusión a la trilogía, teníamos bastante claro que Nolan tenía que crear la secuencia definitiva, la historia que se elevara sobre su propio discurso y le diera un punto y final a lo que habia creado con tanto cuidado. Elementos no le faltaban: además del estupendo elenco de las dos películas anteriores, contaba con Marion Cotillar como la misteriosa Miranda Tate y un Tom Hardy en plena forma fisica y en el mejor momento de su carrera para Bane, el villano de ocasión. El Guión, de nuevo corría a manos de   Jonathan Nolan y el propio director, por lo cual, no cabría esperar traspiés y problemas a nivel argumental. Solo quedaba esperar que veriamos, que nueva construcción del Universo Batman daría vida el director para concluir una historia que parecia nutrirse de su propia fuerza y solidez.

Tal vez, por eso sorprenda tanto, que "Batman, the Dark Knight Rises" no solo no cumpliera las expectativas - al final del día, no tendría que hacerlo - sino que además, decepcionara a más de uno, entre los que me cuento. Y la principal razón de esa decepción es el hecho de que lo que pudo ser una pieza filmica enorme, la apotesis de una historia contada a través de un fuerte pulso narrativo, simplemente se diluyó por momento en sus errores y justamente por ello, perdió parte de su brillantez. Obviamente, con esto no digo que TDKR sea una mala película ni mucho menos: pero por extraño que parezca, luego de haber alcanzado una cota altísima de poder expresivo, de calidad como argumento y propuesta, Nolan descendió varios peldaños para simplemente cerrar, de manera decorosa por supuesto,  la trilogia, cuando en realidad, debió ser una conclusión profundamente meditada de lo que hasta entonces, había sido un producto inusalmente meditado de expresión visual y filmica.

The Dark Knight rises: lo feo, lo bueno, lo olvidable.

Lo feo:

Sorprende, que probablemente lo más flojo de TDKR sea su guión, y no me refiero a que la historia careza de fuerza y ambiciones. Las tiene y quizá por ser tan altas, los agujeros argumentales, los blancos, fallos e inconsistencias sean tan evidentes. Desde la manera como supuestamente Blake - un gran Joseph Gordon-Levitt - descubre la identidad de Batman, pasando por la manera como se construye ese ambiente criminal semiclandestino de Ciudad Gótica, hasta ese gran Leimotiv que supone el enfrentamiento entre Batman y Bane, hay una serie de irregulares de tono y ritmo que afectan la buena marcha de la pelicula. El director / guionista parece no saber hacia donde dirigir la trama, mientras los tres puntos argumentales principales llegan a momentos muy álgidos y poderosos. Tan pronto como hay escenas asombrosas, contundentes, hay momentos muy bajos, que parecieran diluir la narración trepidante. Y los fallos afectan desde los personajes hasta el nudo argumental que avanza a marchas forzadas. ¿Por qué transformar a Bane, de un villano brutal y brillante en el perro faldero de Miranda Tate solo para justiciar la existencia del personaje? ¿Como desdibujar el caos peligroso y duro de una ciudad Gótica sitiada a cuatro o cinco escenas que no transmiten más que una sensación de cierto desconcierto? Hablamos de una ciudad de doce millones de habitantes atrapados por un Dictador semi Fascista por amenaza de Bomba nuclear. ¿Donde está el clima de tensión y angustia? ¿El temor? Nolan parece olvidar un poco su propio metalenguaje en favor de avanzar la trama hacia una conclusión cuando menos confusa.

Tampoco hubo esa penetración psicologia de los personajes que las anteriores películas bordaron con toda cuidado. Batman y Bruce Wayne parecen ser dos caras de la misma moneda, y la diferencia se acentua en los variados dialogos informativos y escenas un poco a las volandas, donde nos explican el deterioro fisico de Bruce. Y no obstante, el Batman que recorre las calles, es más tecnificado y brutal que nunca. Más aparatoso, digamos, con enormes vehículos militares improbables y una serie de armas de tercera generación que mal utiliza. Porque este Batman, se enfrenta a un enemigo pretendidamente brillante, que sin embargo, no supera la inteligencia brutalmente descarnada y los análisis afilados de El Guasón. Bane es fuerza bruta con una inteligencia analítica, o eso deberíamos pensar.

Por ello, probablemente Bane fue la mayor decepción de un guión desigual. Se nos presenta como un terrorista sin escrupulos, que sin embargo tiene unos ideales casi políticos, herencia directa de Ducard - Liam Neeson -  y que no termina de tener verdadera solidez. No es la masa de músculos del Comic, sino un sofisticado provocador de masas, con un toque de dramatismo. Tom Hardy se esfuerza y logra hacer creible esta combinación, y no obstante todos sus esfuerzos parecen derrumbarse con el detalle de la voz, encumbrada por la máscara, que parece rebotar y romperse, restando contundencia a la actuación del actor. Y peor aun, su conclusión como personaje no puede ser más simple y destructor del argumento anterior. Al final, el Gran Bane, es solamente un perro faldero al servicio de Miranda Tate.

Los pequeños problemas se multiplican además, en el uso de clichés - ¿Había necesidad de mostrar tantas veces el reloj en cuenta regresiva? o Batman volando hacia el horizonte a su encuentro con la muerte - y giros argumentales facilones y carentes de sustancia. Los diálogos de Michael Caine parecen creados con la intención única de conmover y de hecho, los grandes momentos que comparte con Bruce Wayne son precisamente donde la carga emotiva disminuye en beneficio de la camaradería. Al final, el espectador tiene la sensación que esta despedida para el gran héroe resulta forzada, y peor aun, construida casi a despecho para beneficio de la intención del Director de finalizar la franquicia.

Lo bueno:

Pero, como dije antes, los traspiés que pudo cometer Nolan en esta nueva entrega de Batman no desmerecen que continúa siendo una película muy superior al promedio. De hecho, algunas de sus escenas están cargadas de un simbolismo y filmadas de manera tan magistral, que tal vez por ese motivo, resulta tan obvio los bajones de calidad que sufre por momentos. Como siempre, el elenco coral se lleva la mayor parte del mérito: Christian Bale encarna de nuevo a un Batman dividido entre el dolor y la angustia, el deber y la necesidad de encontrar una idea de si mismo superior a la simple revancha. Michael Caine,  a pesar de los diálogos lacrimogenos, borda un Alfred sereno y protector. Morgan Freeman, elocuente y amable en sus gestos comedidos. No obstante, tal vez la actuación más perdurable - y que quedará para la memoria del público - es, sin duda la de Anne Hathaway. Su gatubela - quien por cierto, nunca es llamada de esa manera durante el film - es una criatura fascinante, ambigua en todos los sentidos posibles,  fuerte y vulnerable a la vez. Toda una proeza de registro histriónico la manera como Hathaway dota no solo de personalidad a su personaje, valiendose de largos silencios, y miradas heladas que parecen quebrarse a la menor provocación sino de una sutil humanidad. Sin duda, un actuación de esas que cimentan carreras.

También, se aprecia el cuidado en la producción de las escenas de acción. En esta película - mucho más "grande" que su predecesora, como toda secuela Hollywoodense - tiene un tono épico que jamás pierde. Y aunque de vez en cuando, Nolan descuida un poco el pulso narrativo, esa grandielocuencia se mantiene en un inquietante equilibrio entre la metáfora y la violencia pura. Para el recuerdo, la grandiosa escena del primer enfrentamiento entre Bane y Batman, y el momento donde Bruce escapa de la prisión del medio oriente. Poesia pura.

Lo olvidable. 

Quizá lo que más se echa en falta en TDKR es la perdida de ese enfrentamiento intelectual entre Batman y su némesis. Porque donde el Guason era frío, caótico y cargado de una psicología absurda profundamente desconcertante, Bane se muestra solo cumplidor. Se nos presenta como un presencia enorme, a todo nivel: Un estratega maligno capaz de tomar por asalto a una ciudad y a la vez, lanzarse en una pelea callejera multitudinaria a puño limpio. Pero Bane carece de esa sutil y profunda coherencia con que Hed Leager dotó a su personaje, y tal debido al detalle de su voz - que ondula entre lo muy teatral y cierta perdida de carácter - hay momentos en que toda su peligrosidad parece casi risible. No obstante, Tom Hardy logra sostener el personaje y hacerlo por momentos realmente inquietante. Lamentable, además la manera como el personaje se desdibuja a medida que avanza la trama y lo peor: la muerte, luego de un flash back chato y carente de sutileza. ¿No debió tener Bane un final más digno? Al Parecer Christopher Nolan opina que no.


Después de todo esto, ¿Es TDKR una pelicula recomendable? Por supuesto que lo es. En muchos sentidos, continua siendo un gran mecanismo meticulosamente creado para despedir a un personaje extraordinario. No obstante, se echa de menos esa brillantez que caracterizó a su antecesora, y sobre todo, esa magnifica aspiración a lo sublime que dejo a todos deslumbrados en "Batman: The Dark Knight" . De manera que sí, TDKR es una gran película de Super Horoes, pero es probable que los fanáticos de Batman esperaramos algo más.






jueves, 16 de agosto de 2012

Peripecias en doce meses: que he aprendido durante este año de vida






Hace poco, comentaba que cada vez que se acerca el día del cumpleaños, al menos a mi me ocurre que me dedico a pensar sobre lo que he aprendido, lo que ha ocurrido, la experiencia que he obtenido en el año de vida que está a punto de terminar y lo que conservaré en el que empieza. Y este año, con sus dimes y diretes, ha sido uno de los que he aprendido con sutileza, ciertas ideas que por mucho tiempo, digamos no fueron tan claras. Y ese aprendizaje, de hecho, es uno de los más duros que asumir, porque implica crecer, aceptar, la mayoría de las veces reflexionar y al final del día, comprender que los errores son probablemente los mejores maestros y las equivocaciones, la manera más rápida de asumir que estás avanzando hacia algún lugar.

¿Y cuales fueron esas pequeñas / grandes lecciones de vida que recibí durante este año? Estas:

* Un amigo es un amigo: Y aunque la frase parezca una especie de acertijos para idiotas, es la mejor manera de definir ese conocimiento, un tanto abstracto, que obtuve este año. Un amigo es leal, pero hablamos de una lealtad inteligente, reflexionada, una que tenga mucho que ver con comprenderte como persona. Un amigo no te hace comentarios hirientes - aunque parezcan por tu "bien" -, ni tampoco disfruta de tus problemas o se regodea en ellos, de ninguna manera, aun en bromas de poco gusto. Un amigo no utiliza la critica pasiva agresiva. Un amigo no tiene necesidad de competir contigo.  Un amigo es alguien a quien puedes acudir sin avergonzarte, un amigo es alguien que no utiliza la amistad para resolver sus problemas de autoestima ni tampoco ningún otro. Un amigo es alguien tan cercano como para profesar afecto pero que en ninguna manera, traspasa tus limites personales. En definitiva,  un amigo es justamente eso: un hermano de la vida que te respeta en la medida en que tu lo haces, y además alguien lo bastante querido como para formar la parte más saludable de tu vida.

*Cuidar el dinero: Soy manirrota. Lo asumo con toda tranquilidad. Soy adicta a comprar cualquier curiosidad de diseño, libro, gadget electrónico, objeto sin aparente utilidad que tenga al alcance de la billetera. Por supuesto, es un hábito peligroso, sobre todo si eres freelance y tus ingresos pueden ser estupendos un mes y al siguiente no tanto. De manera que asumí algo tan simple como seguro: un presupuesto. Me dediqué a hacer un calculo somero de mis gastos y a organizar meticulosamente lo que puedo o no gastar. ¿El Resultado? He logrado ahorrar un poco de dinero y además, ya no tengo la inquietante sensación de no saber exactamente con cuanto dinero dispongo. Claro está, de vez en cuando el vicio aparece de nuevo y...pero esa es otra historia que contaré en su oportunidad.

* La salud, divino tesoro: Sonará un poco cliché, pero cualquiera de mis amigos cercanos lo puede decir: soy bastante descuidada con respecto a mi salud. De hecho, he cometido errores imperdonables en lo que al cuidado de mi cuerpo se refiere: subidones y bajones de peso, una alimentación poco menos que demencial, disfrutar de mi insomnio como si de algo provechoso se tratase. Al final del día, el abuso pasó factura: no solo por una preocupante forma física si no por las posibles consecuencias a largo plazo que pueda tener en mi salud tanto descuido. Así que este año lo asumí como ese donde debo cuidarme o comenzar a hacerlo. Y lo estoy logrando: soy más consciente de lo que como, he comenzando a tener más conciencia del cuidado de mi salud y por supuesto, comprender una verdad un poco escandalosa: que estoy madurando ( mi mamá diría envejeciendo, pero eso es otro tema ) y mi cuerpo necesita cuidados que antes no le prodigaba.

* Disfrutar de mi reflejo en espejo: Creo que es un tema al cual le di largas. Y a veces sigo dándolas. No es algo nuevo o preocupante para nadie esa sensación que somos por completo inadecuados: demasiado callados, o demasiados habladores. Muy altos o muy bajos. Muy pálidos o muy tostados por el sol. Muy gritones o muy silenciosos. Un sentido del humor extraño. Muy nerd, muy frivolo, muy mundano, muy sencillo. Siempre habrá algo que criticar en nosotros, y parte del proceso que atravesé este año, fue aceptarme como soy, Sin más. ¿Soy neurotica, malhumorada, impulsiva y grosera? Quizá, y todas esas pequeñas singularidades son partes de nuestro crecimiento, identidad y la forma como nos comprendemos a nosotros mismos. Muy probablemente todo se deba a que llegado a cierto punto de nuestra vida, todos somos concientes de una u otra manera que no vamos a cambiar, sino probablemente hacernos más nosotros mismos. Una idea sencilla - que no simple - que crea una manera de asumir nuestra propia identidad.

* Eternamente jóvenes: Hace poco, mi mamá me decía que ya era hora de arrojar a la basura mis eternos convers y comprar zapatos de "adulto". Juro que la escuché e incluso, en un rapto de flagrante violación al aprendizaje número 2, me compré unos bellos zapatos de tacón alto...que supongo fotografiaré en alguna oportunidad ( por ahora, no tienen otra utilidad ). Porque uno de los aprendizajes más interesantes y sutiles que he tenido este año es comprender que como bien decía Picasso, si eres joven siempre lo serás. Y eso implica conservar intacto la capacidad de asombro, la alegría, la necesidad de construir tu propia historia a diario, de sentir emoción y miedo al correr riesgos, de comprenderte como parte de un Universo de decisiones que forman parte de tu voz interior. De manera que sí, a pesar que ya debería según la mitología popular ir pensando en "asentar cabeza", no lo haré. O probablemente mi concepto de "asentar cabeza" implique disfrutar de esta adultez tan joven o de esta juventud que creo se extenderá por el resto de  mi vida.

¿Pocos conocimientos para casi doce meses? Tal vez si, pero debo decir que cada uno de ellos ha sido invaluable y sobre todo, me ha permitido comprender que a veces, crecer implica, comprender cuando niños seguimos siendo en realidad.

C'est la vie.


miércoles, 15 de agosto de 2012

De decisiones y otras menudencias: Vivir del arte.





Vivir del arte no es tarea sencilla. Obviamente, no digo nada nuevo o algo que no sea evidente, pero hablo que, cuando realmente te decides a dar un salto longitudinal en tu vida y asumes que de ahora en adelante, vivirás de tu talento - o el que esperas tener - las cosas comienzan a hacerse complicadas. Hablo que, nadie que no se haya atrevido a vivir, mantenerse, sostenerse, equilibrarse de esa abstracción que llamamos arte, podrá entender el miedo que produce, la absoluta sensación de pánico que sientes más de una vez y contra la que tienes que luchar a diario. Es algo que solo se aprende - o se comprende - cuando se vive, de manera que es difícil explicarlo a usted, querido lector, si no ha vivido la experiencia.

Pero lo intentaré desde luego.

Imagínese esto: Usted ama algo tan apasionadamente que apenas puede pensar en otra cosa. Llamele escribir, fotografiar, cantar, bailar, actuar, pintar o cualquier otra disciplina que el mundo que le rodea no considere esencialmente seria. La cosa es que usted la ama y SABE instintivamente, que no habrá nada que lo satisfaga más, que lo haga tan feliz, que lo nutra y complete como lo hace "eso" que tanto es parte suya y de su manera de pensar. Imagine ahora que usted tiene unos diez y siete o diez y ocho años, y está pasando la etapa que el mundo de-las-cosas-de-verdad considera es más o menos fantasiosa. Acabada la escuela, la educación básica o como sea que quiera llamarlo, comenzó el momento de crecer...o eso insiste la gente alrededor de usted. De manera que, de pronto, usted siente dos cosas a la vez, dos corrientes tirando en direcciones distintas. Siendo aun un adulto muy joven, sabe que debe tomar una decisión, y  de hecho, todos a su alrededor lo presionan, lo esperan, están convencidos que la decisión será sensata. Y esa decisión con toda probalidad, no incluye los cuadernos escritos a mano hasta el infinito, los rollos de películas escondidos bajo la almohada, los lienzos a medio pintar, los lapices mordidos, los creyones de punta roma. Nada de eso. Lo que incluye es simplemente eso que los demás consideran realidad, y lo que se supone tu también deberías considerarlo. Pero no lo haces. A pesar de la presión, no hay nada que ames en el mundo más que esa pasión que te consume, y no hay ojos, ni argumentos, ni explicaciones, ni nada por el estilo que puedan convencerte de lo contrario. Insistes e insistes, quizás te desvíes - como me ocurrió a mí - y termines asumiendo que los sueños, son solo eso: deseos, fantasías, creaciones de la imaginación, algo que está más allá del alcance de tus dedos. Por tu tiempo. Porque definitivamente lo que necesitas, lo que aspiras, lo que te hace sentir vivo, seguirá allí, continuará aferrado a tu mente, palpitando, susurrándote cada vez que puede el valor enorme de esa pura aspiración de crear, de compenetrarte con esa profunda identidad tuya que es tan intima como nada más.

Pero digamos que usted se desvió. Como comenté, de la manera que me ocurrió a mí: Estudié y terminé una licenciatura por la que no sentía la mínima inclinación, pero consumaba el deseo "realista" de formar parte del joven mundo adulto. Incluso trabajé en ella. Pero de pronto, un día cualquiera, la presión en mi mente, la necesidad de crear, la furiosa y devoradora sensación que tenía que dejar escapar toda esa fuerza y esa energía en palabras e imágenes, me venció. Y lo hizo sin que pudiera resistirme. Renuncié a todo, arrojé a la basura - mejor dicho, colgué en la pared - el titulo que me acreditaba como licenciada en alguna carrera, y volví sobre mis pasos. Caminé hacia donde necesitaba volver para empezar a encontrar la esperanza: justo en el lugar donde había dejado todo a la mitad. La Pasión. La pasión pura, dolorosa y enorme. La pasión gigantesca  extraordinaria. La idea de comprender que mi vida tenia poco o ningún sentido a no ser por ese minuto escribiendo, esa hora fotografiando. Fe, una fe tan enorme como la de un religioso por su credo. Fe pura y enorme de continuar en lo que sueño.

Entonces, una vez tomada la decisión, comienza lo realmente bueno. En el sentido estricto y metafórico que pueda darsele a la palabra bueno. Comienza el miedo, enorme, punzante. Pero de alguna manera hermoso. Comienza el recorrido interminable, de un lado a otro, con los cuadernos escritos a manos, el pincel, la cámara, el creyón, el lapiz. La voz, el sueño. Recorres caminos insospechados, comprendes lo que es realmente la vulnerabilidad de depender en la vida "real" de ese poder enorme de la pasión. De ese que tanto defendiste, de ese que todos los días del mundo añoraste en ejercer. Ahora estás a solas, intentando comprenderte. Todos los días, enfrentándote al reto de vencer lo vulnerable, lo frágil de ese proyecto de vida. A veces lo logras, otras veces no.  A veces te vas a dormir llorando, de angustia. Quizá de furia. Pero hay días, en que te levantas saltando de felicidad. Y entre una cosa y otra, esta la convicción, la perfecta, poderosa, aguda certeza que tomaste la decisión correcta, a pesar de todo, probablemente por todo. Y que lo harias otra vez. Todas las veces posibles. Porque el mundo está hecho de esta sensación de alegría casi dolorosa, porque la experiencia de crear es irremediable, enorme e irreversible y palpita en todo extremo posible de tu vida.

¿Puede entenderlo usted mi estimado lector? Tal vez no. Pero debo decirle, que cuando confías tu vida al arte, cada día al despertar, hay una sonrisa y un sobresalto. Hay una convicción y una gran idea. Hay un temor y una sensación de puro miedo. Pero siempre hay paz. Porque de eso trata todo. Vivir de la pasión es una manera de encontrar equilibrio - no tranquilidad - sino la excusa, la justificación y el argumento para siempre continuar.

C'est la vie. 

martes, 14 de agosto de 2012

De la mujer real y otros devaneos: porque digo groserias y lo hago con un gusto tremendo




Hace unos días, en medio de inefable insomnio, leí en twitter un comentario que decía algo más o menos como así "Mujer, no digas groserías, no es de tu naturaleza amable". Tentada estuve de, a esas madrugadas responder con algún comentario levemente demencial, y estallase una discusión donde pudiera utilizar el amplio repertorio de vulgaridades que el castellano ofrece. Solo por provocación. Pero por supuesto no lo hice. Me contuve lo mejor que pude pero la frase continuó obsesionándome un poco durante las largas horas de vigilia. Podía entender que la urbanidad y las buenas costumbres, exijan - aunque nadie lo culpa - un cierto pudor verbal, pero me asombró un poco la idea que a la mujer se le exigiera tal cosa, en nombre de su "naturaleza amable". La idea me hizo sonreír, después me irritó un poco y al final me sumió en una serie de reflexiones que originaron esta pequeña reflexión.

A veces me pregunto si la palabra "femenino" que tanto machaca la imaginaria popular engloba a la mujer real. A la mujer que se levanta por la mañana, desgreñada y malhumorada, sin la menor intención de ser amable. A la mujer que suelta una palabrota - y con que gusto - cuando está disgustada o simplemente tiene el supremo deseo de decirla. Así, sin más sin motivo. Me pregunto si incluye  a la maleducada que no da los buenos días, a la que no siente la necesidad de sonreír, la que camina por la calle y le da un empujón al que camina un poco más lento que ella. Que mala educación ¿No es cierto? Pero que real. Que real la mujer que siente la necesidad de permanecer callada, sin disculpas, sin explicaciones. O de gritar, a todo pulmón, porque le place.  La mujer que toma su sexualidad y la disfruta como mejor le parece. La mujer que lleva pantalones feos, la que no se maquilla o lo hace como quiere. La mujer que no se depila las cejas, o lo hace cuando le place. La mujer que se come las uñas, que grita por teléfono, la que estornuda ruidosamente. La que fuma, la que baila con los brazos alzados, dando vueltas sobre si misma, mirando al cielo. La que corre sudorosa, la que nada y golpea.  Libre, tan libre, Que imagen tan inquietante ¿No? esa mujer que no concuerda con esa idea de la mujer esquema, de la mujer bella, de "naturaleza amable", que no dice groserías, que sonríe, que se ve hermosa, madre quizá, abnegada siempre, que se "da lugar". ¿Y que pasa con las que no se lo dan? ¿Que ocurre con la que disfruta con el caos? ¿La que se ríe a carcajadas de esas convenciones? ¿La que salta de un lado hablando en voz alta? La mujer que conduce a toda velocidad, la que comete imprudencias, la que disfruta sus torpezas. ¿Ellas también deben tener su lado amable?

Cuando escucho frases como esas, símbolo de algo un poco inquietante, un silencio a dos aguas que parece ser fruto de una sociedad que mira con los ojos entrecerrados al género femenino,  a veces veo en mi mente una única imagen: Un corset. Si, una de esas exquisitas piezas de ropa que por mucho tiempo fueron la principal prenda del vestuario femenino. Delicadisimo, cubierto de encajes, perfectamente amoldado al cuerpo de la mujer. Pero no imagino la imagen hermosisima de la mujer envuelta en maravillas de pasamenaria y encajes, sino a la que transpira y toma aire mientras alguien aprieta con fuerza la prenda. Las cuerdas tirantes, tan tirantes. La mujer con los ojos cerrados, las manos entreabiertas hacia adelante. Los labios apretados. Y el corset se aprieta, se eleva, se deforma. La piel levemente hendida,  enrojecida y sudorosa. Pero la mujer sigue sin decir nada. Porque es lo que debe ser ¿No? Toda mujer debe llevar aquella prenda, por más dolorosa que sea llevarla, por más angustioso que resulto su idea. Lo femenino de esa época está representado en las cuatro varillas y la pieza de tela dura, las cuerdas que siguen tensándose, infinitamente fuertes. Hasta que el corset queda en su lugar, bien sujeto. La mujer siente que la cabeza le da vueltas, el rostro cubierto de sudor Se mira al espejo. La silueta delicada y curvilinea parece convertirse en una metáfora de ese deber ser que insiste en rodearla, en crear belleza edl dolor. Y después será el vestido, capa tras capa de ropa, cada vez más sofocante e incomoda. Pero es la naturaleza de la mujer, ser esta criatura frágil y ultraterrena, esta criatura temblorosa y dolorida, a quien le cuesta respirar, a quien le duele algo tan simple como tomar aliento. Pero el habito es este, la costumbre es la idea concreta. Una pespectiva muy pequeña y dolorosa de la verdad.

Por supuesto, inevitable, que después de recrear una imagen tan terrible, tenga otra. Y esta es la de una mujer hermosa, de cabello corto, la que creo el vestidito negro. Quizá Chanel, con toda su belleza austera, con toda su visión sobre si misma y la feminidad, fue la que comprendió primero que nadie, esa naturaelza de mujer salvaje, desenfrenada y caotica que vive dentro de todas nosotras. Esa mujer que rie, que siente la felicidad y la tristeza como una voz en la conciencia, devastadora. Tan enorme. Esa mujer que está viva, que es real y que sí, muy probablemente dirá groserías, reirá en voz alta, hará locuras. Y sabrá, también como lo sé yo, que la feminidad es algo tan amplio como sueño y tan profundamente sentido como una forma de crear.

C'est la vie.

lunes, 13 de agosto de 2012

El don de la alegría


El don de la alegría, originalmente cargada por Miss Aster.

A veces los despierta una canción
antigua, una esquina, un amigo,
y me hace gracia de que todos entonces
me parezcan domingos.

Semanas
Julia Uceda.

Entre imágenes te veas: las cosas que nunca deberías decirle a un fotógrafo.





Hace poco, alguien publicaba en el wall de mi facebook, uno de esos infaltables memes donde se resume lo que parece ser la sabiduría popular. Casi nunca les presto demasiada atención a los sermoneadores - aunque debo decir soy adicta a los especialmente absurdos y chistosos - pero en esta ocasión, me detuve a leer uno que rezaba, en grandes letras "Cosas que jamás le debes decir a un fotógrafo" , que resume, más o menos, la idea general que se tiene en mi país sobre la profesión de la imagen: algo en mitad entre el hobby, el conocimiento instintivo y algo que aparentemente es fruto de la casualidad. Estuve de acuerdo con algunas frases, con otras no tanto, pero en realidad, el meme me hizo meditar algunas cosas que he venido escuchando - y viviendo - en el mundo de la fotografía. Al final, decidí escribir mi propio grupo de cosas "incomodas" sobre la fotografía, esas frases, pensamientos e ideas que realmente me irritan y que la mayoría de las veces me hacen sentir profundamente desalentada sobre lo que es la percepción general sobre el mundo de la fotografía.

¿Y cuales son esas cosas que se dicen y son al parecer del dominio popular que verdaderamente si me irritan? Estas pocas:


* Que Bonitas fotos, tu cámara debe ser estupenda: Esta frase es un clásico entre las groserías sutiles que se suelen dedicar a un fotógrafo, cualquiera sea su nivel de preparación y experiencia. Porque si algo tiene claro cualquier amante de la imagen, es la cámara no hace la diferencia, lo que hagas con ella sí. La cámara no toma decisiones sobre composición, tampoco piensa en el sentido o concepto de la imagen, mucho menos estructura elementos para crear ambientes. Tampoco encontrarás jamás un mecanismo que pueda discernir cual es la mejor luz que debes utilizar para lograr el efecto deseado o que te muestre las referencias que necesitas. De manera que, una buena fotografía, la hace un buen fotógrafo, no una mejor cámara. Intenta instruirte, educarte y crecer como creador de imágenes antes de llenarte de equipos que probablemente no sabrás utilizar.

* La fotografía es un Hobbie sino cobras: Es un pensamiento popular también. La fotografía suele verse como una pasión de fin de semana, a menos que cumpla ciertos parámetros: sea documental y oficiosa, sirva para "algo", puedas "cobrar por ella". Acentúa también esta percepción, el hecho que suele considerarse profesional al fotógrafo que cobra por servicios y los comercializa de la manera más adecuada. Pero ¿Que ocurre con aquel que disfruta simplemente de la creación artística? ¿Del que utiliza la cámara como herramienta para crear un lenguaje? ¿Del que hace arte a través de la imagen? ¿Del que explora su propia vida cámara en mano? Siempre insistiré: La fotografía es un arte técnica de paciencia y perseverancia, y lo que hace la diferencia es tus conocimientos y lo que puedas hacer con ellos.

* Tengo una cámara, soy fotógrafo: Otro de los clichés bastante extendidos con respecto a lo que es y no es la fotografía. Es lamentablemente, que con la accesibilidad en la compra de productos y equipos fotográficos, la fotografía como profesión, sea considerada solamente en la viabilidad de comprar y consumir todo todo tipo de equipo tecnológico. En realidad, la fotografía es un interminable aprendizaje sobre las posibilidades de la imagen, la luz y las técnicas, la manera de crear un lenguaje propio, la disposición de aprender lo suficiente como para que la técnica no sea un obstáculo en el momento de crear. De manera que  una cámara costosa solo será eso: Una gran herramienta para captar imágenes. Ahora bien, crear una imagen, siempre implicará un nivel de asimilación de conceptos y perspectivas sobre la imagen mucho más profundo y que requiere preparación, educación y muchísima reflexión.

* La fotografía no se estudia, es un arte instintivo: Y aunque el talento no se puede enseñar y el buen ojo fotográfico se entrena practicando, hay una serie de requerimientos a nivel técnico y de instrucción básica que requieren aprenderse para crear imágenes sustentables, sustanciosas y sobre todo, poseedoras de un lenguaje propio, que es la mayor aspiración a lograr de cualquier fotógrafo que se precie. Porque la fotografía, como cualquier profesión, requiere de esfuerzo y dedicación: ya seas autodidacta o estudiante formal, estudiar, mejorar, crecer, aprender y tener la conciencia que para mejorar como creador de la imagen debes esforzarte te mostrará el camino para llegar a esa imagen que tanto deseas obtener y que vive en tu imaginación.

Como siempre repito, probablemente esta parezca una lista corta, pero resume, de la mejor manera, cual es la perspectiva del fotógrafo en formación como yo, con respecto a toda esa serie de ideas erradas sobre el mundo de la imagen y a las que todos los que pertenecemos a este hermoso mundo creativo, debemos enfrentarnos alguna vez.

domingo, 12 de agosto de 2012

Doncella del Caos


Doncella del Caos, originalmente cargada por Miss Aster.

Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre.

El otoño se acerca
Ángel González.

sábado, 11 de agosto de 2012

Devaneo con el desastre: Del vicio y otras pequeñas cosas retorcidas y atrayentes.




Lo confieso: yo también fumaba. Y lo hacia con enorme deleite. Tenía por entonces unos diez y seis años y sentí que había descubierto justo el elemento que me distinguía por aquel entonces: Un vicio "adulto" que me hacia sentir definitivamente alejada de esa gran multitud de adolescentes a los que no quería parecerme...y también fumaban claro. Pero en mi caso era distinto - solía pensar - yo fumaba por razones parecidas a las de Bukowski - aunque no sabia exactamente cuales eran con exactitud - y eso me hacia diferente en mundo de iguales...que también pensaban, seguramente, que eran diferentes. Recuerdo la sensación de sofisticación, de gran elegancia vulgar, que sentía mientras fumaba - al principio sin respirar, después haciéndolo a pesar y no obstante mi asma - y escribía, sentada en las eternas escaleras del Museo de Bellas Artes. Ah, y por supuesto, esa independencia sin nombre que me transmitía comprar una cajetilla y esconderla en mi morral para que mi abuela o cualquier otro miembro de mi familia no pudiera encontrarla. Pero en la Universidad, era otra historia. Era parte del grupo, otro más de los "chicos grandes" que conversaban entre bocanadas de humo y que arrojaban colillas despreocupadamente para apostillar grandes frases inteligentes. Con que placer paladeaba aquellos cigarrillos, entre los dedos amarillentos, sintiéndome parte de esa nueva generación de rebeldes, de asiduos al drama delicado, de los fumadores con criterio! Una imagen de esa rebeldía simplona que se suele disfrutar tanto a cierta edad pero que después resulta solo ridícula. 

Y todo iba muy bien, hasta que un día terminé en emergencia de una clínica de la ciudad, casi sofocada por mis propios líquidos. Recuerdo el pánico - era la segunda vez que pasaba por aquello, sufrí de pulmonía a los 9 años y casi no lo cuento - la sensación de horror de una historia espantosa que se repite. Estaba tan débil! Había estado tosiendo por semanas, pero la fiebre simplemente me arrasó. Y no obstante, seguía fumando, a pesar de la flema insoportable y la dificultad para respirar. Porque era mi vicio, porque de alguna forma esa decidida necesidad de imponerme sobre el buen sentido me hacia sentir profundamente libre. Esas ideas que nadie entiende y que después te parecen tan simples como trágicas. Tendida en la camilla, supe exactamente que me diría el médico cuando se inclinó y me palpó los costados. 

- Tienes una infección grave bronquial - me dedicó una mirada reprobadora. Los dedos amarillos me delataron - y si fumas un cigarrillo más, con tu historial, quizá no la sobrevivas.

Así de trágico, así de rampante. Y lo entendí. Al menos al principio. No recuerdo cuando fue el último cigarrillo pero si recuerdo perfectamente las semanas que siguieron. La agonía real del síndrome de abstinencia, complicada con la combinación extravagante de medicamentos. Más de una vez, estuve a punto de encender otro cigarrillo, de darme de nuevo todas las excusas que siempre terminaban convenciendo a mi inquieta conciencia - De algo hay que morir ¿no?, fumo porque me da la gana ¿No?, uno me matará ¿no? - pero la tos seca, el dolor entre las costillas y sobre el todo el miedo, nítido y muy claro, me hacían romper el cigarrillo en dos con una extraña sensación de futilidad. Me llevó casi dos meses de irritabilidad, de incluso dolor, abandonar por completo el vicio. Pero de algún modo lo logré. Me obsesioné por los meses siguientes en la sensación que me produjo la perdida, como si faltara algo primordial en mi vida. Aumenté los consabidos kilos como insiste la sabiduría popular, me sentí desgraciada y furiosa y al final, solo un poco estúpida. Porque comprobé que un vicio, cualquiera simboliza algo concreto en tu vida. No sé exactamente qué en todos los casos, pero puedo adivinarlo en mi personal caso: Una manera de observarte, de darte un lugar en cierta mitología de todos los días que desempeña un papel concreto en tu mente. Recuerdo haber pensado, todavía tosiendo y afiebrada, y muriéndome de ganas por fumar, que había más allá de la reacción física. Porque lo había. Había algo más allá de la evidente intoxicación por nicotina, de mi cuerpo exigiéndome la dosis de narcótico que ya había asumido como normal. Había un vacío, una simple persistencia de achacarle al cigarrillo una forma de exorcizar mis propios mitos, esos elementales temores que todos de alguna forma acumulamos a cada pensamiento e idea sobre nosotros mismos. E indudablemente, estaba el hecho que descubrí cuan autodestructivos podemos ser, cuan decididos al desastre estamos. Empujarnos derecho al filo del precipicio. Saltar alegremente esa nada que es un poco caos y otra necesidad de creer que en medio de toda tormenta, hay un momento de silencio, de comprensión, de dominio puro y crudo. No lo sé, la verdad. O quizá, si lo sepa, pero sea complicado - casi doloroso - admitir ese amor por el no ser, por el sin sentido, por lo vacuo que todos profesamos de vez en cuando.

Volví a fumar, claro que sí. Nunca como un vicio, nunca con mucha frecuencia. Uno que otro cigarrillo, robado, casi a la carrera. Y volviendo a toser, los ojos escociéndome...y sí, la sensación de coquetear con el desastre, de golpearme contra las paredes, de saltar por el precipicio gritando enloquecida. Hasta que dejé de hacerlo. Un olvido selectivo quizá, de esa sensación de pusilánime felicidad. Dice mucho de la naturaleza humana, esa sonrisa luego del acto destructivo, esa sensación de infinito placer luego de la campanada del desastre. Habla muy claro de nuestra naturaleza casi retorcida, temerosa, ambiciosa, en eterno devaneo con las pequeñas tragedias intimas. ¿Y cual es ese mensaje subyacente en medio de los truenos y la caída aparatosa de ideas y subterfugios en medio de un vicio cualquiera? No podría decirlo, pero que placer, sin duda, que placer radica en esa mínima coyuntura, esa necedad tan voluntaria - y quizá tan humana - donde todos caemos alguna vez.

C'est la vie. 

viernes, 10 de agosto de 2012

De los delirios y otras cosas: ¿Quien soy? y otras preguntas incomodas que el cercano cumpleaños me hace hacerme.





Casi entrando al mes de mi cumpleaños - faltan dos semanas, pero ya me entiende el posible lector - uno comienza a tener todo tipo de pequeñas reflexiones sobre el año de vida que acaba de culminar y el que comenzará dentro de poco. Todo parece sugerir esta revisión: desde la ropa que comienzas a desechar y que hace seis meses te pareció hermosa, incluso los libros de los cuales hacen relecturas. La vida parece avanzar muy rápido, trepidante digamos, en esa especie de cronología propia que no sabemos muy bien a donde va, pero que a todos termina asombrándonos su rapidez.

Hoy por ejemplo, me ocurrió algo muy curioso. Entré a un foro de lectura en busca de un dato especifico sobre una publicación, cuando encontré una discusión abierta sobre el género más popular en los últimos años entre la juventud: el vampirismo. Lo eché una ojeada con cierta desconfianza: después de todo, cualquier lector sabe cuan bajo ha caído la calidad literaria acerca del monstruo eterno, luego de convertirse en un producto pop de ínfima calidad. Y tal vez por ese motivo me sorprendió tanto leer los comentarios de un grupo de entusiastas, hablando con gran propiedad de clásicos como Sheridan Le Fanu y Polidori con tanta tranquilidad como de la reinvención del mito que llevo a cabo la escritora Anne Rice. Me hizo sonreír, porque de pronto me sentí extrañamente ¿Vieja? al recordarme a mi misma hace diez o quince años, pensando en los mismos términos, reclamando las mismas torpezas y muy consciente quizás, de mi papel como joven lectora. Esa pasión, esa furia, esa necesidad de reconocerme en una identidad personal.

Fui una niña muy inquieta. No especialmente traviesa pero si bastante dada a la preguntadera indiscriminada, a revolver lo que no era mio y sobre todo, a disfrutar con bastante desparpajo de la curiosidad como arma de guerra. Recuerdo que mis primeras lecturas estuvieron salpicadas entre lo que "podía leer" y lo que se suponia no-podía-leer-porque-no-entendería, entre lo que se contaba clásicos de toda la vida y baratillo literario. Y entre las dos cosas me crié: leí Entrevista con el Vampiro antes que fuera una película - y no entendí nada de nada, pero igualmente amé a esa Claudia atormentada y terrible - y a una Oriana Fallaci que me hablo de la maternidad como nunca la pensé. Revolví clásicos rusos y los leí sin saber que no podía y me hice asidua a los grandes maestros del terror, alimentando mis pesadillas con imagenes que ya eran muy viejas cuando yo las creí desconcertantes. Todo era un descubrimiento, todo era ese asombro absoluto de mirar en torno y preguntarte ¿Que pasa aquí?

El tiempo pasa a través de lo que nos recuerda quienes somos, pienso a veces. Tal vez por eso fotografío. Fotografío y leo por casi las mismas razones: para no olvidar, o mejor dicho, recordar todos los días quien soy y a donde me dirijo. Una razón muy pequeñita, sin duda, le parecerá a algún posible lector, para ir por la vida enarbolando una cámara y un libro como escudo y espada. Pero para mí, no hay otra manera de hacer las cosas. Hay un camino a medio construir que parte de ese asombro por todas las cosas y las palabras con las que sueño cada día. Los libros que llenan mi habitación, las fotografías colgadas en la pared, todas las hojas a medio escribir que llenan todos los espacios de mi vida. Me pregunto en ocasiones si hay tanto que decir sobre mi vida, y de pronto, tengo una idea casi mística que si, que sin duda, todas las vidas están llenas de escenas infinitas, como un espejo perdurable donde podemos mirarnos para comprendernos al crecer. Y que lección tremenda, temible, cuando el reflejo que recibes eres tu misma en todas las edades, en todos los tiempos, una mujer que es una niña, la niña que se hizo adulta, la fotógrafa que se hace preguntas, la escritora que no sabe que lo es, la lectora que necesita leer a diario, sin pausa para obtener un poco de paz. Y caminas, de un lado a otro llevando tus historias, bien apretadas en el pecho. Y caminas, mirando alrededor, soñando con esa identidad que construyes de ti misma cada día, cada noche, todas las veces que te atreves a abrir otra puerta en tu mente, sin saber a donde conducirá.

Divago, si. Me hace sonreír hacerlo, sentada en pijamas con mi eterna taza de café en la mano. Hablaba al principio de los recuerdos que no son tales, de esas pequeñas cosas que te recuerdan el mundo que has vivido y que vivirás. Y por esa razón, tomo "Carta a un niño que nunca nació" de Oriana Fallaci y comienzo a leerlo de nuevo, aterrorizada y fascinada, deambulando entre sus letras con la misma libertad de la niña que lo leyó por primera vez. Porque este sueño de todos los días, no parece terminar jamás. porque esta esperanza que nace a diario es parte de mi identidad.

C'est la vie.