sábado, 31 de agosto de 2013

Las brujas bailan con el Diablo: de la creencia, el temor y otras ideas inquietantes.





Las brujas bailan con el diablo.

La frase me sobresaltó. La escuché en la mitad de la maraña de palabras de la clase de historia de la Literatura occidental, allá en mis lejanos años universitarios. Tuve la sensación la idea atravesaba el aburrimiento de una tarde inusualmente larga y me golpeaba en el rostro, sacudiéndome. Me enderecé en el pupitre y presté atención.

Mi profesor de la cátedra, era un hombre muy práctico. Tenía un humor chirriante, desigual que bien podía ser muy festivo como hiriente. Y también era ateo: uno de esos muy recalcitrantes, de los que demandan su derecho a echar por el suelo toda creencia y toda idea divina. Una combinación interesante si tomamos en cuenta que la mayoría de las veces se refería así mismo como "un semidios maldito y borracho". Pero eso es otra historia que prometo contar más adelante.

El caso es que, pocas veces lo escuchaba hablar sobre religión, cualquier tema que pudiera estar salpicado de alguna connotación devota. Por ese motivo, me asombró la frase. Cuando lo miré, sonreía con malicia desde el pizarron. Me miraba directamente a los ojos, con las cejas muy pobladas un poco enarcadas, casi burlón.

- ¿Que opinas sobre lo que dije Berlutti?

Me lo pensé. Supuse que la directa provocación tenía mucho que ver con mi distracción de clase - no me puedo excusar sobre eso, así que no lo haré - de manera que intenté comprender de donde provenía la idea. Miré sus anotaciones en el Pizarron: Medioevo, Romances, una pulcra linea recta que subrayaba la palabra "trovadores". Más allá, en varios circulos, leí la palabra "Papa", Conocimiento, Poder". Intenté hacer conexiones. Tomé una bocanada de aire.

- Opino que si bailamos con el diablo, debió ser una ocasión muy aburrida y en pleno delirio etílico, tomando en cuenta que no existe.

Mi profesor sonrío. No se ofendió por la petulante respuesta - lo que me habría asombrado - sino que pareció dispuesto a seguir el debate dialéctico. Mis compañeros nos miraban a ambos con interés, como si la discusión los despertara del sopor de aquella tarde de mayo especialmente calurosa.

- Por supuesto, el diablo es la visión de la Iglesia sobre la temporalidad y lo que transgrede el orden establecido - comentó - pero las brujas también avivaron el mito ¿No es así? Con sus rituales a bosque abierto y su comportamiento extravagante.

Me mordí los labios para evitar se me escapara la inmediata irritación que se me subió a la cabeza. El profesor me miró, tiza en mano, aguardando una respuesta.

- Todos los países de Europa comparten costumbres y creencias mágicas muy semejantes entre si - comenté. Me asombró el tono tranquilo de mi voz - De hecho, los europeos recibieron su herencia mágica, llamemosle así, del antiguo mundo asiático. El comportamiento extravagante que usted menciona, es una mezcla de prácticas esotéricas de egipcios, calderos y judíos, con algo de misticismo persa, árabe e hindú.

El profesor sonrío. Una sonrisa de dientes amarillas casi agresiva. Pero se le notaba entusiasmado por el raro intercambio de ideas que sosteníamos. Se inclinó sobre el pizarron y escribió la palabra Celta en mayúsculas. La subrayó.

- Los celtas fueron el primer grupo étnico que tuvo conciencia mágica en todo el continente Europeo: más allá de la connotación de lo sagrado, intentaron explicar todo lo que no conocían a través de rituales. A pesar de eso, no eran lo que ahora mismo consideraríamos espirituales: eran una cultura agresiva, belicosa y sangrienta.

Recordé las historias que había leído en el libro "Sobre la guerra de las Galias" escrito por Julio Cesar en el año 58 antes de Cristo: los galos como figuras misteriosas y salvajes surgidas de los bosques. Al muy civilizado romano le había impresionado la imagen de aquellos guerreros desnudos, corriendo entre los antiquísimos árboles del bosque sacramental, acudiendo a la batalla cubiertos de símbolos pintados con sangre. Lo imaginé con toda claridad: los gritos de furia, el sonido de las armas de piedra y bronce destrozando los elegantes cascos romanos. Una idea que contradecía - y por mucho - esa otra visión, casi idilica, del celta como un anciano venerable y místico vestido de saya blanca.

- Ahora bien, la brujería - continuó mi profesor - es una disciplina mágica que poco tiene que ver con enfrentamiento y con eventos bélicos. Hablamos de una creencia que abrió las puertas al pensamiento organizado religioso. La fe basada en una idea: una Diosa creadora.

- Pero ya existía - intervino uno de mis compañeros. Siempre teníamos grandes conversaciones sobre la divinidad femenina y supuse el giro de la conversación le apasionaría - desde Grecia a más allá de las fronteras Asiáticas, la Divinidad del bosque, la Diosa sin nombre, formó parte de una creencia muy extendida en el mundo antiguo.

- Por supuesto - convino mi profesor - pero la brujería otorgó símbolos y les brindó significados. Muy probablemente los heredó de otras tendencias religiosas pero aún así, fue la primera en pensarlos como una metáfora de lo divino y lo humano. El caldero, el circulo, la luna: visiones ritualistas que se identificaban con fertilidad, alimento y vida. En Escandinavia también se usó el caldero en rituales mágicos; los dos principales fueron encontrados en Jtland, Dinamarca. La idea mágica comenzó a tener un significado estructurado a través de la brujería.

Todos mis compañeros a mi alrededor se apresuraron a anotar las palabras. La clase parecía revitalizada. Mi profesor se inclinó y escribió la palabra brujería con su bonita letra clásica. También la subrayó. Me gustó verla allí, paladeé la sensación de encontrarla en medio de otras ideas igualmente antiguas y hermosas. Disfruté esa sensación de reconocimiento y casi asombro que me hizo sentir leerla, entre dientes. Con pulso firme el profesor la rodeó con un simbolo y sonreí, conmovida:  Para la Antigua Religión, el círculo, un símbolo de eternidad y de divinidad, simbolizaba la capacidad de la  bruja para protegerse de ataques realizados por demonios y espíritus malignos, y además para concentrar su energía mental. Un circulo de fuego para mirar al mundo, una idea poderosa para crear algo bueno en él.

- Por supuesto que para la gran mayoría de los practicantes de la brujería, el poder provenía de su capacidad para comprender sus relaciones con la naturaleza, un animismo muy primitivo pero profundamente sentido - continuó el profesor. Repasó el circulo dibujado otra vez, con cuidado. El pulso firme. Y me recordé a mi misma haciendo lo mismo, en la tierra, sentada desnuda sobre ella, invocando a esa divinidad misteriosa que parecía provenir de todas partes. Magia - En la antiguedad, un círculo a menudo marcaba el límite de un área sagrada y la protegía contra el asedio de influencias inquietantes. Los babilonios trazaban un círculo de harina aldedor de la cama de un hombre enfermo para mantener los demonios lejos de él. Los judíos alemanes de la Edad Media hacían un circulo alrededor de la cama de una mujer en parto para desviar el ataque de los demonios, usando además las palabras "Sanvi, Sansavi, Smangelaf, Adam y Eva" escritas con tintas en el piso.

- ¿Todos los simbolos celtas son mágicos? - preguntó una de mis compañeras. Me volví para mirarla. Era una devota cristiana que solía mirarme de reojo cuando llevaba el pentáculo al cuello o cuando me llamaba a mi misma bruja. En esta ocasión, miró directamente al frente y me pregunté que pensaba de aquel extraño debate - es decir...¿La sociedad celta es mágica?

- La sociedad Celta creía en el poder de cambiar el mundo real a través de la capacidad espiritual - explicó mi profesor. Ella carraspeó, incomoda.

- ¿Tal vez creían en el poder de Dios sin saberlo?

- Un celta le habría dicho que el Dios de sus mayores no era el suyo. Eso, antes de atravesarte el corazón con un cuchillo - la clase entera río. La chica se sonrojó, incómoda - en esencia, toda cultura aspira a una visión de la Divinidad propia, llámese Dios, Yahveh, Alá o... Diosa. El poder de la imaginación del hombre construye sus propias relaciones con lo desconocido, lo que le inquieta o lo que no puede explicar.

El profesor escribió de nuevo en la pizarra. La palabra "Runas" hizo que varios de mis compañeros murmuraran entre ellos, aunque no escuché bien qué. ¿Qué sabian sobre la antigua Magia? ¿La consideraban simbolos tan primitivos que no podían comprender que alguien pudiera brindarles sentido justo ahora?

- ¿Les parece muy remoto todo esto no? - comentó mi profesor, como si pensara lo mismo. Varios de mis compañeros movieron la cabeza y se encogieron de hombros. La chica cristiana pronuncio un "sí" muy entusiasta - pues tengo algo que contarles:  La crencia en el poder mágico de las runas ha persisitido en tiempos modernos. En la Alemania Nazi, Heinrich Himmler, quién estuvo profundamente involucrado en el estudio de las runas, decidió usar el Sig, símbolo rúnico para la letra S, como emblema para el infame SS de los nazis. Todos los miembros de este cuerpo elite usaron el doble Sig en el cuello de sus uniformes.

Silencio súbito en la clase. Mi profesor sonrío, a esa manera suya que le hacia parecer burlón y casi malvado y que comenzaba a gustarme.

- ¿Lees Harry Potter? - le preguntó un chico al fondo, a quien todo conocíamos por su fanatismo por la serie literaria de JK Rowling.
- Claro - admitió con una amplia sonrisa.
- ¿Recuerdas en "Harry Potter y la Cámara de los Secretos" cuando Draco Malfoy habla sobre la Mano de la Gloria? - parpadeé fascinada. Nunca me podría haberme imaginado que mi profesor, tan purista en su visión literaria y tan obsesionado con los clásicos, hubiese leído el best seller juvenil con tanto detalle para conocer esa pequeña escena, perdida en el resto del libro. El chico asintió - Te contaré algo que te encantará:  Tal vez la más interesante y horrible práctica mágica de Europa fue la preparación de la "mano de la gloria", que se hizo muy popular en la edad media. Este notorio Talismán era hecho con la mano cortada de un hombre colgado, la cual era secada, encurtida, y luego usada como candelero. La vela era elaborada con la grasa de la misma mano. La "mano de la Gloria" fue particularmente adoptada por los ladrones de este período. El museo Whitby en Yorkshire tiene una de estas manos entre sus exposiciones permanentes.

Una exclamación de asombro recorrió la clase. Solté una carcajada, maravillada. El profesor me dedicó un guiño malicioso.

- La magia y la creencia es una manera de manifestar nuestro asombro por el mundo que nos rodea. El mismo asombro que inspiró a trovadores, artistas y pintores a través de la historia a mostrar el mundo de su imaginación - se inclinó sobre el pizarron y con su envidiable pulso, rodeó todas las palabras escritas en él en un circulo. Parpadeé: la imagen era sugerente. Las palabras flotando dentro del circulo y rodeando el más pequeño que contenia la palabra brujería. El antiguo simbolo de Dios ( un circulo dentro de un círculo ) hablando en silencio sobre la religión más antigua de todas, la más primitiva y quizás la más esencial. Me pregunté si sería casual. Cuando miré al profesor, de pie con su sonrisa de tiburón junto al pizarron, supe que no.

Cuando la clase acabó, me acerqué a su escritorio. Me quedé aguardando que un par de estudiantes le hicieran un par de consultas. Él me ignoró todo el rato, pero cuando finalmente el salón se quedó vacío, me sonrío.

- Así que las brujas bailamos con el Diablo - repetí. El profesor soltó una carcajada. Después abrió su viejo y gastado maletín. Levanté con gesto travieso una lámina que reproducía un pintura que reconocí de inmediato: El vuelo de las brujas de Goya. La impresión no era de mucha calidad, pero aún así, la imagen continuaba transmitiendo ese aire inquietante que siempre admiré. Las brujas, representadas por el pintor como un grupo de figuras androginas tocadas por un sombrero cónico, flotaban sobre un hombre inclinado, con la cabeza cubierta por alguna especie de velo sosteniendo a un cuerpo aparentemente retorcido por el dolor. Había leído cientos de interpretaciones sobre la pintura, pero seguía prefiriendo una que indicaba que lo más aterrrorizante del cuadro era su impecable simbología. El triangulo mágico, el temor a lo desconocido.

- Goya amaba las brujas por el mismo motivo que repudiaba todo dogma - comentó mi profesor - eran renegadas, como lo fue él mismo. De manera que sí, mi querida, todos los que se oponen a la visión más popular del mundo bailan con el diablo.

Me extendió la lámina. Le sostuve con una sonrisa pero cuando quise devolvérsela, me hizo un gesto hosco y abandonó el salón con paso rápido. Lo miré, agradecida no solo por el gesto sino por su capacidad para comprender el valor de la creencia y la belleza, por encima de cualquier prejuicio.

Escribo esto sentada en mi estudio. A la derecha, la vieja lámina cuelga de la pared, enmarcada en cristal y madera. Amarillenta, ya perdió sus colores originales y tiene un aire mustio y desvaído. Pero a mi me sigue agradando muchísimo: la miro, con una sonrisa y pienso en mi profesor, ateo de los convencidos, que supo mirar más allá de la fe como necesidad para encontrar su rostro más profundo. Una manera de crear.

C'est la vie.

viernes, 30 de agosto de 2013

Proyecto "Un Libro Cada Viernes": La Sociedad Juliette de Sasha Grey.





De pornografía se habla en voz baja. Muy bajita. Nadie quiere admitir que el sexo crudo y puro vende, asombra y seduce. Pero lo hace claro. En un mundo obsesionado por el secreto de la piel y el gemido, la pornografia resulta muy tentadora. Pero hablemos además, que la mujer en el mundo pornográfico es un estereotipo, una especie de fantasia muy estirada, consumible. Grandes pechos e insaciable. La visión más insultante sobre la feminidad que la cultura puede mostrar. De manera que Sasha Grey, en todo su desparpajo e inteligencia, asombra y contradice, por partida doble, esa visión del sexo evidente y del morbo sin sustancia. Porque fue una actriz porno - y una de las más exitosas - pero también es una mujer inteligente, culta, con un gran sentido del humor y que se atrevió a cruzar la linea imaginaria entre el mundo secreto del porno y el real, el hipocrita. Y es que para Sasha Grey la visión del mundo parece ser la del escándalo, la de sorprender y asumir la idea de si misma más allá del cualquier esquema. Un triunfo de valor cultural, claro está.

Por ese motivo, cuando escuché que publicaría un libro erótico - Tenía que ser erótico, ¿que otro tema podría tocar con su sonrisa medio torcida y la chispa traviesa en los ojos - me pregunté que historia contaría. ¿Se decantaría por lo simple? ¿Narraría sus aventuras dentro de una industria millonaria que representa una visión del sexo que asusta a la gran mayoría pero que no es ajena para nadie? ¿Nos hablaría sobre ella, mito en el mundo escandaloso del sexo por el sexo? Fiel a su naturaleza controversial, Sasha decidió transitar el camino intermedio entre todo eso, y el resultado es una novela que no decepciona pero tampoco sorprende: y es que "Sociedad Juliette" parece pendular entre lo obvio y lo aparente, lo que sugiere y lo que muestra, en un juego de espejos que Grey no maneja con mucha habilidad pero al que consigue dotar de un indudable ingenio.

Porque sin duda "Sociedad Juliette" es una novela erótica, pero también una critica sutil hacia el poder, el sexo y las intricadas relaciones entre ambas cosas. Pero también es una mirada a la cultura  obsesionada con la sexualidad, el deseo y el misterio del deseo. La autora intenta, quizás con un poco de torpeza, mostrar el sexo como parte de esa visión amplia sobre una sociedad que hipócrita, que no admite sus vicios pero enaltece virtudes inexistentes en un juego de palabras y símbolos que no resulta del todo efectivo. Y es que Grey, con el buen pulso de la lectora devota que es,  intenta abarcar la cultura, lo social, lo intimo, lo privado y lo público - y siempre el sexo, claro, en el centro, como un motivo de inestimable valor para todo - en una historia que no se sostiene por si misma. La novela peca de endeble y eso, puede perdonarse, en una narración menos ambiciosa pero en esta, tan directa, que se toma tan en serio así misma, es lamentable. Lo que se cuenta parece desbordar a lo que se sugiere y entre ambas ideas, parece sobrevivir a duras penas esa necesidad de analizar la crudeza del sexo como una interpretación de la simple naturaleza humana.

A la novela de pretenciosa, por el cúmulo de referencias cinéfilas y literarias que la autora utiliza y que brinda una idea de la intima visión de la pluma que escribe y su interpretación del mundo. Yo no creo que lo sea: simplemente para Grey, el existencialismo tiene mucho de visión de lo que se crea, lo que se construye, lo que se analiza más allá de la mera idea en su estado puro. La cultura como reflejo, la sociedad como una serie de valores a medio construir. Y el sexo, el desenfreno, el deseo, como punto de unión entre todas las interpretaciones de lo que es - o no - lo esencialmente humano, lo primitivo. Pero aún, no es una novela que necesite reflexionar demasiado sobre nada: No pretende serlo y quizás ese es su mayor logro. Grey no disimula su necesidad de escandalizar, de forzar la barra de lo que se asume visible y consumible: porque "La Sociedad Juliette" entretiene, divaga sobre la sexualidad como fantasia, Pero el sexo siempre será sexo y la autora lo deja bien claro. Con una ironía evidente y una frescura que se agradece, Sasha Grey asume el pleno poder de su sexualidad como vehículo de expresión y se entrega a sus propias ideas sobre el tema con toda libertad. Además, Grey añade a la novela erótica - al género, en realidad - un ingrediente de realidad que tal vez le devuelve su poder de evocación, su dureza: esta no es una novela romántica, ni tampoco una aspiración burguesa del sexo que se convierte el amor. Casi puedo imaginar a Sasha Grey sonriendo, toda malicia, mientras su novela parece transgredir esa última frontera entre la realidad y al fantasia y dejar bien claro, que en el mundo real, los finales felices no existen.

¿Donde puedes comprar "La Sociedad Juliette" de Sasha Grey en Caracas?

Todavía no he visto en libro en ninguna librería, aunque espero esté disponible pronto.

Como siempre, si quieres leer la novela en formato digital, déjame tu dirección de correo electrónico en los comentarios y te la envio.

jueves, 29 de agosto de 2013

Proyecto "En los ojos de Otro" con Julio Cesar Calderón Diaz @jccalderond






A Julio Calderón le conozco por tropezarnos constantemente - y  casi por recurrente coincidencia - dentro y fuera del mundo virtual. No solo compartimos espacio y opiniones dentro de la red social de microBlogging Twitter sino que además, nos une la fotografía: ambos somos devotos del mundo de la imagen. De manera que de alguna manera, podría decir que comprendemos el mundo de manera parecida. No obstante, también tenemos puntos de vista divergentes: como hombre dedicado al mundo científico, Julio tiene una visión racional, muy concreta sobre lo que es la realidad y su manera de interpretarla. Así que me pareció muy interesante comparar opiniones de índole espiritual y sobre todo filosófico con alguien que podría asumir la idea de la creencia y la fe como partes de una expresión del mundo muy diferente a la propia. Y el resultado, me sorprendió.

Estas fueron las preguntas que me formulo Cesar:



1) ¿Qué o Cuál es exactamente es tu religión? 


La religión que practico recibe el nombre erróneo de "Brujería" - denominación medieval sobre la concepción de la mujer sagrada - pero en realidad es una de las tantas variantes de la Tradición de la Diosa que sobrevivieron a la violencia cultural a que fue sometida toda visión religiosa opuesta o divergente a la Iglesia Católica. Mi religión es de orden doméstico - se hereda vía matrilineal de madres a hijas - y forma parte de la visión religiosa que considera a la mujer sagrada y divina, un símbolo creativo más allá de una visión accesoria del discurso religioso. La brujería, tal y como la práctica mi familia, se comprende así misma como una creencia que insiste en la responsabilidad individual por cada uno de nuestros actos y la la necesidad de comprendernos a la Divinidad a través de nuestra capacidad de creación y construcción de ideas. De hecho, una vez leí que la brujería es la religión de los idealistas, de los que sueñan y se asumen constructores de una manera de concebir la realidad, y creo, que de hecho, es una buena manera de describirla.

A nivel más concreto, practico una rama de la brujería Italiana denominada La stregheria, considerada un tipo de creencia politeísta y que es una herencia directa del paganismo europeo en su rama más tradicional. También llamada "Vecchia Religione" ( vieja religión ) tiene directa relación con la visión más antigua de la mujer como divinidad creativa y además, insiste en el sagrado femenino como forma de concebir el pensamiento religioso.


2) ¿Cuáles son los lineamientos, principios o bases de la religión que prácticas? 

La brujería no es creencia dogmática. Se asume como una forma de fe que evoluciona, crece y se construye a través de las creencias de quienes la practican. Además, asume la Divinidad con atributos femeninos - creativa y dadora de vida - y asume que lo femenino es parte de lo que se considera sagrado, como manera de asumir nuestra relación con lo desconocido y lo que consideramos misterioso. No tiene otro principio que la responsabilidad por cada acto y decisión que tomas y el hecho que formas parte de una idea Universal que nos une a todos de alguna u otra forma. En otras palabras: la brujería insiste que toda decisión que tomes, forma parte de esa gran red de interconexiones de hechos y visiones del mundo que crean la realidad. La brujería insiste en hacerte consciente del poder de tus actos y sobre todo, la capacidad creativa para transformar tu visión del mundo y tu propia expresión de tu individualidad.


3) Cuales son las deidades a las cuales les rindes culto?, tienen algún orden jerárquico?

La brujería no implica necesariamente rendir culto a una deidad en especifico, por el mismo hecho que no se comprende así misma de manera dogmática. Ahora bien, la Antigua Religión se define como politeistas y de hecho, creemos en la existencia de energías superiores a las que puedes acudir y rendir el culto que quieras por distintas razones. Tampoco existe orden jerarquico, aunque se considera a la Diosa Madre Tierra como fuente de todo lo creado y al Dios, su consorte, como su contraparte y equilibrio. La brujería, como tal, es una forma de construir ideas sobre el mundo y su relación con lo divino, de manera que las deidades en las que creemos - en mi caso particular, son las que forman parte del Panteón Griego y Romano - forman parte de esa aspiración a la trascendencia, la belleza y la creatividad que la brujería asume como forma de fe.

4) Quienes son los promotores o predicadores de tu religión? es un culto abierto o hermético? 

Siendo como es una religión que se transmite por vía matrilineal y de corte netamente doméstico, no hay promotores ni predicadores. La madre enseña a la hija sus creencias y la hija decide si aceptarlas y heredarlas a su vez. No hay hermetismo ni se requiere tampoco secretismo, pero si, siendo que fue una creencia perseguida por siglos enteros y que continúa provocando cierto grado de controversia, en ocasiones sus practicantes deciden expresar sus creencias en privado. Pero como dije, no es un requisito ni tampoco una exigencia concreta.


La fe como una experiencia personal, una búsqueda de respuestas interminable que nos permite analizar nuestra visión de lo abstracto a profundidad. Un sueño de la razón quizás, un visión exacta de esa región tan intima de nuestra mente que con tanta ingenuidad llamamos individualidad.

Estas fueron las preguntas que le hice a Cesar:


1) ¿Dios abarca todas las cosas o está en todas las cosas?

Dios está en todas las cosas pero además, está en todo lo que hacemos y pensamos, de modo que somos uno con las fuerzas creadoras del universo.

2) ¿Cual es tu concepto del pecado? 

Es un invento de la iglesia para controlar a las masas.
Sin embargo, en mi vida, pecado es todo aquello que va en contra del equilibrio de las cosas.
Por ejemplo, Robar, es apropiarse de algo que no has merecido aún. Rompe con el ciclo del dar y recibir. Definitivamente es pecado.

3) ¿El placer puede ser pecaminoso o el dolor purificador?

La sociedad nos ha enseñado a que el placer es pecaminoso y revindica al dolor y sufrimiento como elementos purificadores. De esta forma nos han condenado al sufrimiento para ser "puros" o "dignos"

Si se nos hubiese dicho que el placer es purificador y que el sufrimiento es pecado, seríamos más felices.

Tanto el placer como el dolor pueden ser pecaminosos y purificadores. Son caras de una misma moneda y dependiendo de la fuente de placer o del dolor y de si estas alteran el balance de las cosas puede ser pecado o redención.

No me imagino algo más "purificador" que el "placer" de la creación.
o algo más pecaminoso que el dolor y sufrimiento por el apego a las cosas/personas.

4) ¿Cual era tu idea de Dios en la infancia?

Estudié en un colegio de monjas. Creo que mi idea de Dios no era precisamente mía.
Sin embargo, compartía la idea de que había un hombre invisible en el cielo que todo lo puede y todo lo ve, y si se da cuenta de que no te portas bien, de seguro te castigaría, o peor aún, castigaría a las personas que quieres.
Crecí bajo la idea del Dios castigador.

5) ¿Cual es tu definición de Fe?

Fé, es una suma de convicción con deseo.
Yo estoy convencido de las cosas en las que creo y deseo seguir creyendo. La Fe es algo que va creciendo a medida que soy mas conscientes de las cosas y de esta manera alimento mi religión personal.


La fe como una profunda expresión del pensamiento privado, como una búsqueda de valores morales y éticos que puedan sostener nuestra visión crítica del mundo. Un lenguaje personal que traduce lo que nos rodea - y quizás, quienes somos -  en un detallado análisis de la realidad. Un sentido concreto del valor y la necesidad de crear.


¿Quienes participar en mi proyecto "En Los Ojos de Otro"? ¡Déjame tu correo electrónico en los comentarios e intercambiamos preguntas!

miércoles, 28 de agosto de 2013

De las redes Sociales y otros dilemas actuales: La protección de tu identidad virtual.




Las Redes Sociales son el rostro de nuestra época: nos comprendemos y nos miramos unos a otros a través de ella. Tal vez, por reciente, la tecnología de la intercomunicación virtual aún carece de limites o al menos, no tiene uno lo suficientemente claro como para saber que peligroso y que no. Y es que hablamos de un caudal de información imposible de cuantificar, una cantidad infinita de datos personales más o menos privados que están al alcance de cualquiera y son accesibles a cualquiera. Pocas veces pensamos en eso, creo que la mayoría de nosotros se acostumbró a que la información de lo cotidiano se haga pública casi inmediatamente que ocurre, en una especie de presente continuo indefinible. Pero ¿analizamos el peligro que eso supone? La mayoría de las veces no, y actuamos de buena fe. Pensamos en la información web es irrastreable por el mismo hecho de ser incuantificable. No obstante, eso no es del todo cierto y allí esta la brecha que probablemente implique el mayor riesgo que se ocurre como usuario de cualquier web o red social 2.0: la información que se comparte, lo que dice sobre nosotros, lo que permite a otros conocer sobre aspectos de nuestra vida que no estamos conscientes de que sean visibles y más preocupante aún, sujetos a un puntilloso análisis. Porque la pregunta que surge de todo esto es ¿Qué ocurre cuando la información sobre nuestra vida personal pueden utilizarse contra nosotros? Hablamos de acoso, crímenes que utilizan la web como una gigantesca base de datos que permite no solo conocer nuestros hábitos, sino también cualquier detalle que facilite el delito. Una idea preocupante y sobre todo alarmante, si tomamos en cuenta que las estadisticas insisten que el 60% de la población mundial tiene acceso a internet y utiliza las redes sociales. Un caldo de cultivo para la violencia.

Por supuesto que, el pensamiento que surge a todo esto es ¿Existe algo que podamos hacer para protegernos de manera efectiva en todo esto? La respuesta inmediata es un desalentador "no": actualmente, no existe un método cien por ciento eficaz para proteger la información que compartimos en la red y de hecho, se insiste en que nada puede ser borrado o protegido de manera definitiva en web. Pero aún así, existen algunas medidas de seguridad básicas pero que por lo general ignoramos, que podrian permitirnos un mayor control en lo que compartimos, lo que mostramos e incluso lo que sugerimos a través del uso de las redes sociales. Y son las siguientes:

En Facebook:

Facebook es la red social de mayor uso entre la mayoría de los internautas y por el mismo motivo, las que más datos contiene. Es de hecho, la plataforma con mayor cantidad de información sensible de las que actualmente se encuentran entre las más populares, de manera que es necesario tomar algunas precauciones para proteger los datos que pueda contener y además, asegurarnos que la información que compartimos solo esté disponible bajo ciertas restricciones.

Algunas precauciones básicas que podemos tomar son las siguientes:

* Cambia la visibilidad de perfil: O en otras palabras, no pueda ser encontrado a través de una búsqueda sencilla a través de cualquier buscador como Google.

¿Como hacerlo? 

* En el menu: "Cuenta" ( esquina superior izquierda, junto al avatar fotográfico ), escoge "configuración de privacidad" y escoge la opciones que te permitan controlar el nivel de privacidad de los datos personales que compartes en la red social. Existen distintos apartados que te permitirán decidir que deseas sea visible para todos o solo para un grupo de amigos.

* También puedes optar por la opción "Ocultar esta información", lo que te permitirá escoger quien y de que manera tus amigos dentro de la red social podrán acceder a la información disponible. Podrás evitar que grupos enteros puedan ver las publicaciones en tu muro por ejemplo, o abrir un álbum de fotografías. Esta opción te permite además, decidir el nivel de seguridad de los datos de tu biografía y además ocultar lo que consideres no debería ser accesible a alguien más en la red social.

* Cuida quien puede o no etiquetarte en fotografías, publicaciones y comentarios: Aunque no es un dato muy conocido, la etiqueta en Facebook permite establezcan enlaces a tu perfil y activar opciones de geoposicionamiento, que permiten que la publicación pueda indicar el lugar en que te encuentras. Asegúrate que puedas controlar quién te etiqueta o en tipo de publicación lo hace desactivando la opción en "Configuración", donde además podrás encontrar las opciones que te permitirán decidir bajo condiciones - y quién - puede etiquetarte en Facebook.


* Evita que tu perfil Facebook pueda ser encontrado en buscadores como Google, Big u otros: Cualquiera que desee obtener información sobre ti, utilizará la primera opción lógica: realizar una búsqueda simple en cualquier motor de búsqueda. De manera que si deseas que tu perfil Facebook no sea visible en ninguno desactiva la opción que permite que tu información ( nombre o cualquier otro dato público ) sea indexado en los bots de búsqueda a través de Facebook. Puedes hacerlo desplegando el Menu "Aplicaciones y otros sitios web" y edita la configuración para que puedas controlar que está disponible y es visible para lo buscadores de la información personal que contiene tu perfil.


* Cuida los privilegios de publicación de cualquier aplicación que utilices: Y me refiero a que estés muy atento a la información de tu perfil que ese juego tan divertido o esa aplicación tan graciosa tiene acceso. Las aplicaciones pueden acceder a tu información privada y publicarla, aún sin tu conocimiento expreso, de manera que verifica que podrá hacer y que no la publicación una vez que la autorices. Si ya utilizas la aplicación, te recomiendo revisar los permisos de publicación y acceso que tiene la aplicación en cuestión y verificar que tienes completo control sobre la información que se hace visible a través de ella.

* Asegúrate que las aplicaciones de tus amigos no puedan acceder y compartir datos de tu perfil: Algo que es muy poco conocido y que de hecho, suele ocurrir con bastante frecuencia, es que algunas aplicaciones que usan tus amigos, puedan acceder a tu información de perfil a pesar de los precauciones que hayas tomado. Revisa que la opción "Información accesible a través de tus amigos" y escoger las opciones que te permitan decidir que puede o no compartir una aplicación de terceros de tu perfil.

* Decide que es visible o no, y a quién de tu perfil Facebook: La biografía de tu perfil Facebook puede revelar una gran cantidad de información sensible sobre ti, de manera que procura sea visible lo imprescindible de lo que compartes. En la opción "Editar Perfil" puedes decidir quien puede ver qué de tus datos personales y además, si lo deseas, puedes ocultarlos por completo y hacer que solo sean visibles para ti.


LinkedIn:

LinkedIn es una red social netamente dedicada a ofertas de empleo e información laboral, por lo que es un poco complicado dosificar los datos personales que se comparten y que aún así, el perfil cumpla con su objetivo de promoci. No obstante, no es necesario que tu información esté el alcance de cualquier usuario para que el perfil en la red social cumpla su objetivo: controla la privacidad de quien accede a tu perfil: haciendo click sobre tu nombre, puedes desplegar un Menu de opciones en lo que encontraras la posibilidad de ocultar la actividad en tu perfil, tus recomendaciones empresariales o a cuales empresas sigues. También, en el mismo Menú, encontrarás las opción de ocultar tus contactos, tu fotografía de perfil y si deseas que tu perfil sea público - indexado en cualquier motor de búsqueda - o no.


Twitter: 

La que es probablemente la red social más popular de todas, es quizás también, la más peligrosa en lo que ha compartir información sensible se refiere. Y es que resulta muy sencillo incluir en 140 caracteres un dossier diario sobre tus actividades diarias, tus gustos e inclusos asuntos de índole personal como el lugar donde vives o trabajas. La información que puede contener tu TimeLine y  lo accesible que resulta puede resultar preocupante, en lo que a proteger tus datos personales se refiere. Así que procura, nunca incluir en cualquiera de tus Tuits información personal concreta: la dirección donde trabajas, tu número telefónico, tu dirección de correo electrónico. También recuerda:

* Configura la privacidad de la cuenta: Aunque quieras conservar tu cuenta pública - es decir, permitiendo que cualquiera pueda leer lo que escribes - puedes Verifica que en tu perfil no compartas ningún dato personal que pueda permitir a un tercero obtener información sobre ti, de manera que desactiva la opción de geologicalización que en el caso de los perfiles públicos, se muestra por defecto. Borra también las ubicaciones guardadas a través del enlace que incluye el menú de localización.

* Asegúrate que en las opciones de privacidad no permitas que te puedan encontrar a través de tu número telefónico o correo, debido a que puedes ser victima de spam o facilitar información a un tercero que pueda permitir un ataque de un ciberdelicuente.

* No permitas el acceso de aplicaciones desconocidas: Una aplicación puede acceder con mucha facilidad a tu información personal de perfil en Twitter y utilizarla a conveniencia. Algunas no solo pueden publicar Tweets en tu TimeLine de manera automática, sino además utilizar la información de tu perfil - preferencias, Hastang e incluso datos de otras aplicaciones que utilices - para publicidad o mercadeo sin tu autorización directa.


El derecho al Olvido en internet: 

Ahora bien, más allá de todas las precauciones que podamos tomar con el resguardo de la información que compartimos o no ( y de qué manera lo hacemos ) ¿Qué ocurre con lo que ya forma parte del universo de datos que produce y consume Internet? Según datos recientes, cada minuto se realizan dos millones de búsquedas en todo el mundo, se accede o se visualiza casi 280.000 perfiles de Facebook, se abren 60.000 perfiles LinkedIn, se envían 100.000 de Tuits, se abren 60.000 nuevos  correos electrónicos. En resumen: la red está en constante crecimiento gracias a la infinitesimal cantidad de datos que maneja y que de hecho, conserva. Porque aún, y a pesar de la evolución en cuanto a la interacción de información y su análisis, resulta poco menos que  imposible borrar cualquier información que se incluye en la red.

Tal vez por ese motivo, la protección de datos implica una plena conciencia de las implicaciones del contenido que compartimos en cualquier Red Social: los motores de búsqueda indexan información y no se responsabilizan de manera directa con la información que enlazan. Esto es, que cualquier dato que pueda afectarte - desde un récord bancario tan antiguo como obsoleto hasta una fotografía incómoda - podría continuar formando parte de la búsqueda asociada a cualquiera de tus datos. Una lamentable coyuntura en el manejo de información que no parece merecer la atención de ninguna legislación o restricción en el mundo virtual. De hecho, solo Bruselas y de manera reciente, prepara una nueva normativa que incluya lo que se llama "El derecho al olvido en Internet" y que permitirá a los ciudadanos solicitar la cancelación y rectificación de los datos que incluidos en la red y de los cuales quiera prescindirse. No obstante, el planteamiento aún resulta tan novedoso que es probable se necesiten algunos años más para que su aplicación sea factible. Y el dilema continúa ¿Quienes somos o que datos personales pueden obtenerse a través de la red? La respuesta, solo está en nuestras manos.


Por supuesto, como dije antes,  ningún método es infalible al momento de proteger la información que compartes en las Redes Sociales, de manera que la recomendación general es que cuides lo que incluirás en cualquiera de ellas y estés muy consciente del uso que la Web Page que escogiste utilizar hace de lo que incluyes ella. No obstante estas precauciones básicas te ayudarán a tener mayor control sobre lo que contiene cada uno de tus perfiles virtuales y más allá, los datos que componen y crean tu identidad web.

¿Tienes algún otro consejo que no haya incluido en esta pequeña lista? ¡Compártelo conmigo! ¡Nos leemos en los comentarios!



martes, 27 de agosto de 2013

La puta, la santa y la loca: La mujer y el sexo.




Hablar de sexo siempre será complicado. No es porque el concepto lo sea - puede serlo, claro - sino más bien, por lo incómoda que resulta la idea a mucha gente. Y me refiero a una incomodidad real: esa de mirar a otra parte, carraspear la garganta, cambiar de tema. El sexo es bueno - nos gusta, nos obsesiona - pero pareciera serlo solo si se mantiene en secreto, al margen de lo visible. Que hipocresía, pienso con frecuencia, en un mundo que vende el sexo, lo comercializa a todo nivel, que lo asume como producto, ese seudo respeto reverencial asombra. O al menos a mi me asombra, cuando no me hace reir por absurdo, por fuera de contexto, por adolescente. ¿Será que somos aún una cultura muy joven? ¿Adolescentes que se murmuran los secretos morbosos al oído, riendo y preguntándose que vendrá después? Es probable: la cultura sigue sin asumir lo inevitable de lo erótico, lo profundamente necesario. Lo inquietante de esa libertad de los sentidos, de esa fiesta del cuerpo, a trompicones que todos disfrutamos de alguna u otra manera.

De jovencita, el sexo me obsesionaba, quizás por aquello de lo prohibido, aunque ahora que lo pienso, era más un asunto de curiosidad nata.  Estudiaba en un colegio de monjas francesas que intentaban por todos los medios mantener el sexo al otro lado de la puerta del roble del edificio. Pero por supuesto, el mundo más allá era inmenso...y lleno de respuestas a todas las preguntas que tenía. Porque con las hormonas en plena implosión - dolorosas, radiantes, eufóricas - todo se resumía a que ocurría en ese espacio silencioso de la piel que arde, de las preguntas que no se responden en voz alta. Recuerdo que por entonces, no tenía a nadie con quien hablar del tema: hija única y rodeada de adultos, me acostumbré a buscar mi propias respuestas, a disfrutar de esa búsqueda, de incluso apreciarla en soledad. Y el sexo era algo que aprendí bien pronto era de una de esas cosas que era mejor no decirlas en voz alta, de las que se murmuran, aunque no sabía por qué.

De manera que hice las cosas a mi manera: leí literatura erótica cuando comprarla provocaba cejas levantadas de libreros alarmados, veía películas pornográficas con una extraña sensación de cruzar terreno desconocido y un poco de repugnancia - todo hay que decirlo - y  de vez en cuando exploraba mi cuerpo, para aprender de él más que para procurarme placer. Porque en realidad, lo que más me asombraba del tema era que la mujer, según todo lo que leía, todo lo que veía, todo lo que se mostraba sobre la sexualidad, era una extranjera en territorio erótico. La mujer no debía saber nada sobre el sexo o al menos eso era lo que la sociedad asumía como normal. A la mujer no le interesaba el sexo, no era algo de lo que hablara con libertad, no era algo que pudiera disfrutar a puertas abiertas, a gritos y a gemidos. Con dieciséis años, aquello me resultaba incomprensible, cuando no francamente ofensivo. ¿Por qué que las mujeres eran extranjeras en su propio cuerpo?  Por supuesto, tenía un noción bastante clara de donde provenía la idea:  en una cultura machista como la Venezolana lo femenino tenía que ajustarse a un esquema claro, definido y limitado. Que no comprendiera el motivo, que me angustiara pensar en la razón que obligaba a la mujer a mirar lo sexual con desconfianza, no hacia menos real el límite. Más allá de la linea del silencio, de lo provocativo, de lo sugerido, estaba la puta, la fácil. O mejor dicho, la opinión social sobre la mujer que decidía tomar poder sobre su vagina, su placer y sobre el primitivo derecho de decidir a quien llevaba a la cama.

- ¿Ya lo hiciste por primera vez? - mi amiga J. me solía preguntar eso con frecuencia. Aunque me llevaba un par de años, era considerablemente más inocente que yo sobre el tema y parecía asombrarle el hecho que yo sintiera aquella curiosidad casi insaciable sobre lo erótico. La pregunta siempre me hacia sonreír porque la respuesta invariablemente era no. Pero ella no me creía. Nunca me lo dijo a la cara, claro, pero sabía que J. estaba convencida que mi necesidad de entender el sexo tenía mucho que ver con el hecho de las consecuencias, con lo que pudiera estar haciendo con algún desconocido sin rostro. Siempre me hacia sonreír ese pensamiento. Tenía que existir un motivo para hacerme preguntas, para intentar comprender lo sexual, para preocuparme sobre lo necesitaba, el placer como una linea imaginaria que me separaba del adulto ¿No podía existir el sexo por el sexo? Al parecer, no.

Más adelante, cuando ya tenía una pareja y el misterio del sexo comenzó a ser mi propio secreto, digamos, esa visión - el sexo como limite entre lo propio y lo ajeno - se hizo más evidente y desconcertante. Porque el sexo fue para mi una revelación, una muestra de libertad suprema que me sobrepasó, que dejó a un lado toda idea sobre la intimidad como forzosa, necesaria o temible. Y entendí menos esa insistencia cultural de mantener al sexo en una brecha sin nombre, de relegarlo al espacio de las cosas ocultas, las que se temen, las que son peligrosas. Aunque claro, el sexo si podía ser peligroso: había una perdida de control, una ruptura con la idea personal para dar paso a algo más profundo y doloroso que podía golpearte, dejarte sin máscaras, tan vulnerable como ninguna otra cosa podía hacerlo. Pero más aún, el sexo era primitivo. ¿Como entender eso en una sociedad que procura idealizar cada cosa, hacerla digerible, simple, superficial? ¿Como puede encajar esa brutal intimidad del sexo, esa puerta abierta hacia lo esencial de ti mismo con esa necesidad social de banalizar cada cosa e idea para hacerla digerible? Caminaba entre los kioskos de revistas, mirando a las mujeres de las portadas, los pechos bien visibles, los cuerpos curvilineos en posiciones insinuantes ¿Eso es sexual? Recordaba los gemidos, los labios mordidos, el momento de desconexión, el blanco extásis, elemental. La sensación de perder el sentido para recobrarlo en un cercanía tan absoluta que abruma, que te deja sin voz. ¿Y que entiende la cultura occidental por eso? Un mero entrecruzamiento de brazos y piernas. El rostro de una mujer en primer plano, haciendo muecas. Un hombre la penetra, la cámara toma un largo plano de su pecho musculoso y tenso. ¿Eso es la intimidad brutal de un gemido, del olor exquisito de la saliva? de morir y renacer.

- Miras las películas pornográficas como si se trataran de escenas en un zoologico - me comentó mi novio de esa época. Me hizo el comentario en un café donde almorzábamos, en voz baja. Y se le notaba incómodo cuando lo hizo: la cabeza inclinada, los hombros tensos. Mastiqué lentamente el pedazo de pan que comía y lo miré. Era un hombre muy deshibido...cuando la puerta de la habitación se cerraba. Le gustaba gritar y gemir, mostrar su cuerpo. No tenía esa vergüenza patriarcal al cuerpo. Pero a la luz del sol, fuera de la seguridad de las ventanas cerradas, parecía ser otra cosa. El rostro oculto de un hombre desconocido, el micromachismo que era parte de la cultura invisible, la que nadie cuenta ni nota.

- La pornografía solo simplifica lo complejo - dije. Dije la palabra "pornografía", en voz bien alta y clara. Mi novio se quedó paralizado con el sonido de la palabra, como si no la reconociera. Un comensal de una mesa cercana me miró sobresaltado. Me pregunté el motivo, me hizo reir en silencio la posible respuesta.
- Baja la voz.
- ¿Por qué?
- No es necesario que todo el mundo se entere de algo así.

No respondí. Había un cierto tono de urgencia en su voz, la sensación clara que el tema le causaba una incomodidad que no podía expresar bien y quizás él no entendía. Y eso me molesto. No sabía bien el motivo, pero me fastidio esa discreción forzada, esa sensación que transgredía algún limite imaginario entre lo privado y lo secreto. El secreto doméstico.

- Te gusta el sexo ¿no? - le pregunté. De nuevo en voz muy alta y clara. Se encogió de hombros, la frase pareció aplastarlo un poco, hacerlo sentir tan inquieto que tuve la clara impresión que se levantaría y me dejaría allí comiendo sola, a merced de las miradas de los sorprendidos testigos involuntarios de la conversación. Pero veamos, ¿Los hombres no tienen el derecho de reír y bromear con el sexo muy libremente? ¿Rompo alguna ley tácita de silencio hablando en voz alta lo que no debería? Me gustó ese pensamiento. Lo analicé desde todos los puntos de vista y continué pensando en eso incluso cuando la conversación terminó en una discusión malsonante y muy tensa de la que no nos recuperamos muy bien. De hecho, a veces tengo la impresión que esa primera grieta en nuestra relación - recién nacida y muy joven - fue el abismo que se abrió entre ambos después. Porque del sexo no se habla. Y yo quería hablarlo. Yo quería las luces encendidas. Yo deseaba reír y gritar. Concluí entonces que  él no estaba preparado para eso o eso me supuse cuando dos o tres meses más tarde, la relación terminó. Para alivio de ambos.

Del vibrador, el grito, lo terapeutico, el sexo, la puta y otros temores. 

Una vez leí que durante la dura y rígida época victoriana, las mujeres sufrían de frecuentes períodos de histeria que los médicos no sabían clasificar. Se lo atribuían a un tipo de locura breve y tenaz que la ciencia médica no sabía como consolar. De manera que los médicos, que al parecer no estaban tan confusos sobre el origen del enigmático mal como podría suponerse,  comenzaron a recomendar el uso de vibradores para calmar los ardores inferiores, como se le llamaba al deseo sexual en una época de eufemismos ridículos.

Con el transcurrir de las décadas, la idea sobre el sexo en secreto, la mujer sometida al anonimato de la cama no cambió. De hecho, para los conservadores años '50 la mujer que disfrutaba del placer sexual era poco menos que una puta. La mujer no tenía derecho al placer porque el sexo era una manera de honrar la sagrada institución del Matrimonio ( lo que sea que eso fuera ). Más allá, estaba la religión, que desde hacia milenios consideraba la sexualidad femenina un misterio. Desde la mítica Lilith que fue demonizada por pretender escapar de la dominación sexual de Adán hasta las brujas, que bailaban y fornicaban con el Diablo, el sexo en la mujer era una especie de visión misteriosa, que se escondía entre los pliegues de lo real y lo imaginario de la carne, el gemido y el placer. ¿Por cuanto tiempo se creyó que la mujer no tenía alma? ¿Y cuanto de esa carencia de animus no se debía a la interpretación del deseo sexual femenino como pecaminoso, tentador, maligno? Y la sociedad continuó preocupándose de la mujer que gozaba, de la que deseaba, de la que sabia el poder de su vagina, más allá de la mera concepción. La Diosa tradicional fue mutilada de su aspecto de Mujer y anciana y solo quedó la Virgen, lánguida, santificada, convertida en una expresión de bondad extraordinaria y poco realista. La mujer sexual continuó escondiendose, temiendo y siendo considerada un error en la visión sexual cultural.

Y es que el sexo es quizás la expresión de libertad más amplia, más poderosa de la que se pueda disfrutar. Esa necesidad de romper toda barrera, de mirarte con una franqueza infantil y comprenderte como parte no solo de una visión cultural sino dueño de tu cuerpo, de tu deseo y de una insatisfacción perenne. La individualidad del placer, del éxtasis que no entiende metáforas o medias tintas. El placer por el placer.

Este año tuve varios encontronazos con esa figura del censor invisible, la linea divisoria entre lo que se considera que una mujer puede hacer o no, con su sexualidad, su cuerpo y su imagen erótica. En enero, comencé lo que sería mi proyecto mayor durante el año y que consistía en tomarme 12 autorretratos desnudos. Una idea que en un principio asumí sería sencilla pero que terminó siendo lo más difícil que probablemente he hecho en fotografía hasta ahora: porque no se trataba solo de concebirme como objeto fotográfico - que ya es bastante complicado - sino además, lidiar con mi imagen corporal, las opiniones que tengo sobre mi cuerpo y más allá, esa conclusión sobre mi idea de sensualidad con la que tuve que debatir para llevar a cabo imágenes que pudieran expresarla. Pues bien, de inmediato me tropecé con una lógica de ninguneo moral que insistía en que un desnudo siempre es reprobable: recibí correos insultantes, comentarios subidos de tonos en las imágenes e incluso uno que otro bien intencionado consejo que intentaba hacerme comprender que una mujer no puede - ni debe - exponer su cuerpo a la mirada ajena. Mucho menos disfrutar de su propia sensualidad - cualquiera sea su concepto del término - y menos aún, su visión sobre su propia idea de lo femenino. Por días enteros, me debatí entre las dudas de continuar o dejar el proyecto para cuando pudiera entender la crítica más allá del ataque, pero al final, decidí que continuaría. No solo a pesar de las críticas sino debido a ellas. Y el resultado es un conjunto de imágenes de las que me siento muy orgullosa y sobre todo, profundamente responsable. Porque hablamos de eso ¿verdad? la imagen impúdica tiene mucho que ver con la imagen de la mujer frágil, la victima tentadora, la que se mira al espejo de la opinión social y no sabe muy bien como concebirse. ¿Eres puta? ¿Eres santa? ¿Quieres ser cualquiera de las dos cosas? ¿Y si no quiero ser ninguna? ¿Y si quiero construir mi propia opinión sobre el sexo, el valor del erotismo y la sensualidad?

Tal vez todo se trata de una concepción del mundo que rebasa esa frontera entre lo evidente, lo sugerente y lo puramente interpretativo. O quizás, algo bastante llano: la mujer debe enfrentarse así misma, a lo impúdico que parece bordear la manera como nos concebimos, ese otro yo secreto, voluptuoso y delicioso. Una idea que nace y se construye así misma. Una manera de analizarte ( te ) como parte de tu propia concepción de la verdad.

Me miro desnuda al espejo. Desnuda de prejuicios, de ese temor perenne al dolor, a lo mínimo, a la vulnerabilidad. Y me siento bella, poderosa, imperfecta, deseosa. Porque el poder que reside en el sexo no empieza en la piel ni termina en una cama: comienza justo en ese lugar esencial, casi doloroso donde reside la identidad, nuestra manera de mirar al mundo. Y justamente eso es lo que me hace sonreír, con ternura y con placer, más allá de toda idea y razón.

C' est la vie.

lunes, 26 de agosto de 2013

De la comunicación y otras visiones del mundo: Lo superficial como noticia.





Hace unos días, mi lectura de noticias matutinas comienza con la siguiente: "Internautas intentan impedir que Ben Afleck sea Batman". El titular se refiere claro, a la reciente contratación del actor para interpretar al héroe de comic en una venidera adaptación cinematográfica. El alboroto mediático no me sorprende: vivimos en una cultura banal que disfruta de lo superficial con mucho desparpajo, que se interpreta así misma a través de la idea del mundo como un eterno melodrama. Lo que sí me sorprende - y me preocupa - es que la noticia, que ocupa casi todos los titulares de noticia, oculta otra, mucho más real y angustiosa: "medicos Sin fronteras confirma el uso de armas Químicas en Siria". ¿Lo más inquietante de todo lo anterior? La noticia sobre Afleck ocupa el suficiente centimetraje como para que la gran mayoría de las redes Sociales debatan sobre el tema con enorme seriedad, mientras que la información sobre Siria - y otras de igual importancia - se diluye entre ellas, se fragmenta en el marasmo de palabras y opiniones que las ignoran con toda facilidad. Con un sobresalto, me pregunto que ocurre en esta sociedad que se alimenta de lo frivolo y lo superficial tal vez como una manera de evadir la realidad, de ignorarla y quizás hasta negarla. La sensación que produce esa información hueca, accesible pero caótica, es cuando menos de profunda inquietud.

Porque vivimos en un mundo impensable en cualquier época anterior: la información que se comparte y se extiende en todo medio de comunicación imaginable, es libre y la mayoría de las veces sin ninguna restricción. Y no hablamos solo de Internet, sino a todo tipo de medios que permiten distribuir y comercializar la información como si de un artículo de consumo más se tratase. Hablamos de editoriales, periódicos, emisoras de radio. Me refiero en concreto a la facilidad con la cual la información se asume como cierta, se debate, se distribuye. La información - que no es lo mismo que conocimiento y aprendizaje - como arma.

Pero sigamos analizando el tema que comentaba antes. Aturdida por el debate mediático Afleck, comienzo a investigar un poco: de pronto me tropiezo con una petición Online que solicita a los productores de la futura versión cinematográfica en que la que el actor participará, que desistan de su intención de incluirlo en casting como el mítico personaje de DC Comics. Casi 34.000 internautas firman la petición, donde declaran su preocupación por el futuro de la franquicia cinematográfica. Una fracción de la cantidad de personas que han muerto durante los enfrentamientos entre rebeldes y el Gobierno de Assad durante este año. Peor aún: las pocas peticiones online que encuentro con respecto al tema de Siria - exigiendo intervención de las fuerzas de Paz de la ONU en el conflicto - apenas reciben atención mediática. Ninguna tiene más de diez mil firmantes. Y continuo investigando, encontrándome que Siria es un tema menor, uno que se intenta interpretar entre las habituales opiniones que insiste que en clasificar al conflicto como interno y restar importancia a las informaciones "sesgadas" que se hacen del dominio público. Más allá, el conflicto Sirio parece deambular en una especie de justificación silente, esa que intenta definir los conflictos armados de carácter regional como algo más que situaciones de interés loca. ¿Qué ocurre con los asesinatos que se cometen bajo esa indiferencia internacional de proporciones monstruosas? ¿Qué ocurre bajo el manto del anonimato de un enfrentamiento que se descalifica como "civil" como si las muertes que provoca fueran menos dolorosas o reales? Inquieta el pensamiento que Siria parece caer en el tópico, en esas discusiones fragmentadas e intelectuales que intentan convencer al observador, a ese que escucha  la información de las miles de fuentes disponibles, que no es tan importante lo que ocurre como interpretar su origen. Y que lamentable - angustioso - resulta comprender que el mundo olvidó que la muerte siempre será la muerte, que el asesinato por el poder siempre será un crimen de consecuencias imprevisibles. Y es que la información por barata, por mercadeable, por abundante, parece tropezar una y otra vez con la idea del significado de lo que es o no importante, significativo, digno de mención. La información lo es todo, la visión general del mundo se confunde en infinitas variaciones de una misma idea. ¿Y cual es esa idea? Probablemente una muy sencilla: El mundo puede interpretarse de la manera más comprensible y no por ese motivo, la más correcta y cercana a lo justo.

Continuo leyendo las noticias del día. En el cúmulo de titulares que atiborran la web, el asunto Afleck parece continuar aumentando en importancia y visibilidad. Para las once de la mañana del sábado, un grupo de preocupados internautas levantó una petición formal al Gobierno de Obama para que intervenga en la reciente elección del actor para el papel de Batman. Sí, estoy hablando totalmente en serio: un grupo creciente de ciudadano Americanos decidió que el dilema sobre la elección de un actor para una futura películas de Super héroes era lo suficientemente importante como para reclamar la atención Presidencial. En el momento que consulto la lista, hay casi 1300 firmantes. Aproximadamente la misma cantidad de hombres, mujeres y niños que murieron en la mañana del miércoles en Ghouta, Siria, Victima de un ataque de armas Quimicas especialmente violento. ¿De qué hablamos en este mundo donde la abundancia de información y medios para obtenerla parece no tener un limite claro ? Me refiero en concreto: ¿Que sentido tiene esta capacidad infinita para reconstruir y construir visiones de la realidad que enfrentamos y vivimos si carece de verdadera importancia? Y no me refiero solo en concreto al debate insulso contra un problema de capital y crítica importancia, hablo sobre ese concepto sobre la verdad y lo razonable que parece intuirse en medio del tema general. Porque asumamoslo como un mea culpa general: todos somos un poco culpables de esta visión idiota del mundo, la fatua, la que carece de sentido por superficial, por únicamente arañar la superficie del entramado de la realidad. Como observadora, siento una responsabilidad - brumosa e indefinida, lo admito - hacia esa percepción de lo real, de lo que puedo transmitir como idea, de lo que creo y asumo como información y su importancia. ¿Pero tiene sentido eso? ¿Tiene verdadero peso en medio de la extraordinaria amplitud de esta nueva visión del mundo a través de la información? No lo sé y quizás nunca sepa la respuesta a esa pregunta, pero mientras tanto, me debato en sus posibles consecuencias que pudiera tener el mero hecho de formulármela.

Pero no todo termina allí: No hablo solo de la frugalidad de las noticias, sino de su abundancia, su frecuencia, la importancia que adquiere lo superficial y lo frugal a medida que el análisis sobre la realidad que vivimos se hace mucho más . A media que continúo revisando los titulares, las reseñas, las pequeñas anécdotas de blog de noticias, la mayoría son una serie de brochazos desiguales de la realidad: "Salma Hayek no se lava el rostro al despertar" me cuenta una respetable cuenta de noticias en la red Social de Microbloggin Twitter. Más adelante, un website muy respetado de referencia cruzadas sobre el acontecer actual, analiza muy cuidosamente lo que llama "El efecto Kardashian" y más allá, uno debate sobre la nueva tendencia de verano de usar colores fosforescentes. Pero yo solo puedo pensar en el artículo de @Laura_Weffer que acabo de leer sobre niños muertos en tiroteos en la Caracas real, la violenta, a la que intento sobrevivirle. Y continuó preguntándome: ¿Donde está el límite, la frontera que se desdibuja entre la información, el documento, el testimonio, lo necesario y la información barata, la que nutre la conversación universal que es solo ruido? No podría decirlo, quizás nadie pueda. Todos estamos muy concentrados en nuestra diminuta visión de la realidad.


Venezuela, el debate necio y otros aspecto de la realidad: 

En Venezuela ocurre otro tanto: hace unos cuantos días, surgió un amplio debate sobre la película "Bolivar: el hombre de las dificultades" recientemente estrenadas en el circuito cinematográfico del país. El film, una de las tantas reinvenciones del mito sobre Simón Bolivar, recibió una tibia acogida del publico y la critica especializada, lo que pareció levantar polvareda en la visión más nacionalista del país. Muy pronto, las redes Sociales se llenaron de comentarios y acusaciones sobre un "Boicot" contra la proyección de la película en las salas de cine más populares del país e incluso, el conocido foro oficialista Aporrea dedicó un artículo al análisis del enfrentamiento de la "derecha cultural" contra el más reciente producto de la Villa del Cine, institución de producción y financiación de cine Nacional. La polémica de inmediato tuvo una especie de interpretación ideológica - como suele ocurrir desde hace varios años con cualquier tópico de la realidad nacional -  y trascendió lo simplemente anecdótico, cuando comenzó a insistirse que la película resumía  "Los ideales patrios" y más allá, podría considerarse una "traición a la patria" criticarla. Una visión absurda del arte como vehículo de contienda política y más aún, como panfleto involuntario.

Toda la anterior discusión ocurre en paralelo a varias situaciones de especial preocupación en Venezuela: La violencia y la inseguridad callejera - en constante escalada desde hace catorce años -, una grave situación de abastecimiento de alimentos, una discusión sobre la lucha contra la corrupción auspiciada por el gobierno que genera comprensibles dudas en la colectividad, incluso toda una serie de hechos criminales más o menos preocupantes dentro del panorama nacional. Pero nadie parece muy preocupado por esos temas: al contrario, el debate parece brindar una desmesurada importancia y relevancia a lo banal y a lo fatuo, centrarse en esa visión mínima sobre un país distraído y torpe que intenta evadir la realidad a través de trucos baratos. La política del realismo mágico, de las conspiraciones huecas. El país donde el patrioterismo sustituye el análisis cabal de lo que padecemos como circunstancia y como nación. Y preocupa, por supuesto, esa necesidad del Venezolano de mirar al otro lado, de ignorar lo evidente, de caminar con disimulo más allá del centro del debate, de lo realmente preocupante. La necesidad del no mirar, del ignorar, del desechar lo que se considera inquietante e incluso importante dentro de la visión de país que compartimos.

Pero como dije antes, Venezuela solo refleja lo que parece ser una tendencia general sobre el uso y la visión de la información. La opinión mundial, esa globalización a escalas imprevisibles parece extenderse a todo concepto sobre la realidad y su manera de comprenderse. Una idea sobre el mundo que parecer desvirtuarse en la crítica anodina, floja. En la opinión contradictoria de asumir el alcance de la información sin aceptar la responsabilidad.  Y es que somos un mundo que aprendió a hablar demasiado pronto sin haber recordado como escuchar.

Una visión fragmentada de la identidad cultural del mundo: esa expresión egocéntrica que se manifiesta en cualquier medida y medio, y que representa, para bien o para mal, la gran conclusión de la sociedad para entenderse así misma. Lo superficial como dogma, lo intrascendente como análisis de la realidad.

C'est la vie.

domingo, 25 de agosto de 2013

De la Tierra Madre y otros Misterios: El Jardín de las brujas.






Siempre me gusto muchísimo el jardín de mi abuela. Creo haberlo mencionado varias veces en este, su blog de confianza. Me gustaba por razones muy distintas por las que a la mayoría de la gente le gustan los jardines: el de mi abuela no era hermoso, ni ordenado, ni siempre verde. De hecho, tenía un aspecto un poco ruinoso: con sus enormes materos rotos, los árboles retorcidos de ramas secas, la hierba creciendo por todas partes sin orden ni beneficio, era un lugar caótico. Y precisamente eso, lo hacia hermoso. Lo hacía extraordinario. O así me lo parecía  a mi, con diez años, cuando fui a vivir a su casa.

Al principio, el jardín y yo no nos llevábamos bien. Quizás al jardín se le había olvidado como era eso que un niño jugara entre sus diminutas camineras de piedra, se subiera a su murallas de yeso, se acostara en la hierba mal cortada a mirar el sol. Y recordarlo no le gustaba: durante los primeros veces me caí muchísimo, me hice una colección de raspaduras y cicatrices en las rodillas y los codos que aún conservo. Y era que el Jardin parecía firmemente decidido a mantenerme a distancia. No le gustaba mis manos de niña escarbando la tierra para plantar semillas que no llegaban a crecer, o mi manera de colgarme de las ramas de los venerables árboles. Tampoco debía de gustarle mi mania de sentarme entre las desordenadas buganvilias para cantar en voz baja mientras leía. Era una casa de adultos y al viejo Jardin, que ya había visto demasiadas generaciones de mi familia crecer y marcharse, debía darle desconfianza esta nueva visitante, con sus rodillas flacas, su cabello sin peinar y esa fastidiosa curiosidad que la hacia recorrerlo de un lado a otro durante todo el día.

De tanto en tanto, notaba su antipatía. Al caerme por una rama que parecía brotar de cualquier parte. O esa casualidad de siempre tropezar con la misma piedra y hundir el pie en el mismo charco de barro. Accidentes que a nadie le importaban pero a mi me inquietaban. Con la imaginación desbocada que siempre he tenido, imaginaba al Jardin contemplándome con sus párpados de hierba, observándome de mal humor, resoplando en hojas secas de vez en cuando. ¿Se irá esta niña alguna vez? Seguro se preguntaba, intentando que me volviera a caer, hacerme resbalar por enésima vez. Tal vez si se parte uno de esos dientesitos, o le duele lo suficiente el raspón de la rodilla esta vez, se irá. Pero no, no se iba. La niña fastidiosa seguía correteando incansable, admirando el desorden de las plantas que se elevaban al cielo de cualquier modo, encantada por el olor salvaje y fresco de aquel lugar mágico.

- ¿Qué le caes mal al jardin?

Mi abuela - la bruja, la sabia -  se subió los anteojos sobre la nariz para mirarme mejor. Ahora, me hace reir que podría haber pensado al escucharme decir aquello, muy seria, sentada al borde de la silla de la cocina, tomando mi café con leche de las tardes. Movi la cabeza muy seria, porque sí, para mi todo el asunto era muy preocupante.

- Le caigo mal - insistí - me hace caer. Le fastidia que corra y me suba al cedro. Es como si ya estuviera muy viejo para soportarme. No me quiere allí, pero yo quiero estar, así que te vine a preguntar que harías tu en mi lugar.

Otra persona, se habría reído por mis palabras, burlándose un poco, quizás con ternura. Mi madre, sin duda, me habría regañado por mi exceso de imaginación. Mis tias habrían murmurado entre ellas cosas que no me dirían después, pero que seguramente no serían del todo halagadoras. Pero mi abuela meditó mis palabras. Y con mucha gravedad además. La recuerdo en la cocina, con su bello delantal de parches de tela y su cabello rojo bien peinado, pensando muy concentrada en por cual motivo a su viejo jardín, no le caía muy bien su nieta. Y me hace sonreír ese recuerdo, ese gesto que me hizo comprender que no hay mucha diferencia entre el mundo adulto y el mundo de los niños, entre la realidad y esa fantasía exquisita que vive en algún lugar de la memoria.

- Bueno, entonces tendremos que pedirle te deje jugar ¿no? - respondió por último. Me encogí de hombros, preocupada.

- Pero no sé como hacerlo.

- Yo sí.

Esa noche salimos al jardín. Mi abuela llevaba una pequeña bolsa con algunas y un vaso con leche. En la oscuridad, tenía un aspecto casi siniestro. Pero a mi me seguía gustando, claro. La luz de la calle se filtraba en pequeños charcos de luz, rebotando de un lado a otro con el viento y tenía la sensación que todo estaba vivo, parpadeante. Mi abuela se detuvo en el centro y me dedicó una de sus miradas traviesas.

- ¿Sabes quien es Deméter?
- No - admití.
- Es la diosa de la agricultura - me explicó en voz baja. El viento crujió, y las ramas de los arboles entrochocaron entre sí. El jardin estaba escuchando, muy atento también - de la tierra fértil, para plantar vida y verla crecer y evolucionar. Vamos a pedirle le hable al jardin de ti y le explique solo quieres jugar.

Aquello me asombró. Por entonces, ya sabía que mi abuela era bruja, pero no tenía mucha idea de qué significaba eso. Mi mamá nunca me había explicado con detalle y la idea parecía significar cualquier cosa. Pero esa noche, de pie en el jardín lo comprendí, más o menos: Una bruja era una mujer que tocaba la tierra y sonreía, que miraba al cielo reverencia, que podía entender a las niñas de diez años en su ingenuidad infantil. Todo eso me fascinó y me pregunté como podría ser yo una, si alguna vez lo sería. Pero eso es otra historia que prometo contar más adelante.

Miré a mi abuela: de la bolsa que había traído, sacó unas cuantas velas. Las colocó sobre algunas piedras y las encendió. El jardin pareció refulgir de vida, animarse. Cuando mi abuela levantó los brazos e invocó, tuve la genuina sensación que el viento nos escuchaba, que el jardin entero suspiraba para reir, para aceptarme quizás. Y fue magia, esa sensación que tal vez solo ocurría en mi mente, magia de la buena y la de verdad, susurrante entre las hojas, entre las grietas del piso muy viejo. Magia de la que se recuerda para siempre y hace llorar.

Al día siguiente, mi abuela me encontró corriendo de un lado a otro, arrojando piedras al aire y gritando. Se acercó, cubriéndose los ojos del sol con una mano.

- ¿Ya le caes mejor al jardin? - preguntó. Me detuve. Tuve la sensación que el sol cantaba para mi y que la hierba bonita y desordenada soltaba risitas. Reí también, respirando la luz de ese mediodía que recordaré siempre por idéntico a todas las cosas buenas que recuerdo de mi niñez.

- Sí, ya nos queremos los dos.

Mi abuela asintió, comprendiendome. Porque las brujas entienden de pequeñas magias, porque la vida nace en pequeños prodigios de amor, o eso me pareció entender muchos años después. Pero ese día, la niña flaca y greñuda siguió jugando en su jardin, riendo y también, escuchándolo reir.

De la semilla al fruto, de la sonrisa al recuerdo:


Como dije antes, para la Tradición de la Brujeria que practico, Deméter es la Diosa de la fertilidad y la agricultura y también, de la creación. Para honrar su nombre, suelen realizarse rituales cuyo principal objetivo es realzar el poder curativo y evolutivo de la Madre tierra, como el que llevé a cabo junto a mi abuela esa noche en nuestro jardín y el cual quiero compartir aquí:

Necesitarás:

Un vaso con leche fresca ( Nunca fría )
Una cucharada de miel
Una vela amarilla
incienso manzana



Disposición:

Siéntate en el centro de la habitación en donde llevarás a cabo el ritual ( si es al aire libre, es mucho mejor). Coloca frente a ti, la vela amarilla y el incienso de manzana, a tu derecha el vaso con leche, a tu izquierda la miel y la cucharilla que utilizarás para servirla. Ahora, cierra los ojos e imagina que a tu alrededor el aire se hace cálido y confortable. Visualiza que la energía que envuelve tu cuerpo toma una tonalidad amarilla, haciendo brillar la silueta de tu cuerpo levemente en medio de la oscuridad de tu mente.

Luego, enciende la vela invocando de la siguiente manera:

"En la voz de la tierra recién nacida
y el viento que canta su nombre
Llamo a la Diosa bendita
Madre de la hoja y el fruto
dadora del conocimiento y el placer
Manifiestate ahora en mí
a través de Deméter
Señora de los campos en flor
y concédeme la sabiduría del tiempo Universal
en mis ojos
en mis manos
en mi voz
Así sea"


Coloca tus manos alrededor de la llama, cuidando de no quemarte y di:

"En nombre de la Diosa Secreta
Recibo la bendición del conocimiento
De las manos de Deméter
Así sea"


Luego, toma el vaso con leche y sostenlo entre tus manos, visualizando que la energía que te rodea, llena el liquido, integrándose a él por completo. Con los ojos cerrados, invoca:

"Hija de la Diosa soy
la voz del tiempo está en mi nombre
Que a través de Deméter
sienta la fuerza del tiempo en voz
Asi sea"

A continuación, toma la miel e invoca:

"Que el fruto de la tierra represente mi convicción"

Añade dos cucharadas de miel a la leche y luego, toma un sorbo. Siente como la textura y el sabor de la bebida, la forma como su frescor llena tu garganta y tu cuerpo. Imagina que te encuentras en el centro de un prado florido, rodeado de hierba verde y jugosa, grandes árboles de ramas robustas y el brillo del sol de verano. Concéntrate en cada uno de los detalles, recrealos en tu imaginación con toda la fuerza que puedas, otorgándoles verdadero sentido y forma. Siente la forma como la experiencia se integra a tu espíritu, como al energía de la Diosa te llena, llenando de una profunda sensación de calma tu mente. Finalmente, coloca el vaso en el suelo diciendo:

"Que la Diosa de forma a mi expresión
Asi sea"


Por último, enciende el incienso de manzana y permite que tu mente divage como quieras, disfrutando de la sensación de tranquilidad que te ha proporcionado el ritual que realizaste. Come y bebe algo para equilibrar la energía que invocaste.


A veces, de adulta, regreso a visitar mi jardín. La casa de mi abuela ya pertenece a otras personas, pero a la ancianita que la ocupa ahora, le gusta también el jardín con todo su aire de descuido, su desorden venial. Y me permite caminar por él, para sonreír, para escuchar mi propia risa del pasado y recordar quién fui.

C'est la vie. 

sábado, 24 de agosto de 2013

De la brujería y otros dilemas: La bruja y el mal.





Una vez, una amiga muy querida me comentó que su madre siempre insistía en las brujas eran mujeres "malas".  Me hizo el comentario con cierta vergüenza, como si temiera ofenderme o disgustarme. Le debe haber sorprendido que solté una carcajada.

- ¿No te preocupa eso? - me preguntó. Me encogí de hombros.
- La verdad, no.
- Pero la idea es que la brujas y las brujerías son malignas.

Suspiré. Era una idea común. Con veinte años cumplidos, había escuchado lo suficiente del tema como para que dejara de dolerme, aunque seguía preocupándome. Desde niña, había aprendido que para mucha gente, la palabra bruja tenía una connotación cuando menos peligrosa: a la mujer cruel y malvada se le llama "bruja" sin más, también a la insoportable, a la puta, a la manipuladora. En ocasiones me preguntaba el motivo, aunque aprendí muy rápidamente que no lo había o al menos no uno evidente: La maldad es un concepto lo suficientemente ambiguo como para que no pueda definirse. O al menos, comprenderse como parte de una idea concreta.

- ¿Lo son? ¿Lo fueron alguna vez? - Mi amiga lo preguntaba con toda sinceridad. Quería saber si todas la idea tenía algún fundamento, lo cual consideré al menos era un rasgo de buena voluntad.  En consideración a eso, intenté reprimir mi creciente irritación.

- Por mucho tiempo, las mujeres libre pensadoras e independientes fueron consideradas "malignas":  su manera de ver el mundo contradecía directamente lo que la Iglesia consideraba que era conveniente y "normal" para una mujer - expliqué - de manera que cualquier oposición a esa idea era una "herejía". Y por supuesto, un comportamiento semejante era considerado "malvado".

- ¿Es tan simple?

Mi amiga me dedicó una mirada dubitativa. ¿En que estaría pensando? Probablemente en todas las historias de la cultura popular que insisten que la bruja es uno de los acólito del diablo cristiano, o aún peor, un personaje perverso e inquietante, destructor. Imaginé que pensaría yo en su lugar, que opiniones tendría sobre una idea de la que solo conocía unos pocos detalles, todos desvirtuados, la mayoría de ellos exagerados y destruidos por el peso de la historia oficial. Suspiré, cansada.

- ¿Crees que soy malvada? - pregunté por último. Mi amiga parpadeó.
- No, por supuesto que no.
- Según lo que comenta tu madre...¿Que es lo malvado de una bruja?

Se mordió el labio inferior, incómoda. Sí, la comprendía. Lo que había empezado siendo una conversación trivial, estaba tomando el cariz de un debate de principios. Tuve el impulso de reír, hacer una broma al respecto, relajar la tensión. Pero no lo hice. Temí hacerlo y perder la oportunidad de comprender mis propios temores, la angustia perenne que me suponía esa desconfianza cultural hacia mis creencias, lo que consideraba sagrado. De manera que me aguardé, tensa y preocupada.

- Es una tontería - murmuró mi amiga, avergonzada - cosas como que las brujas comen bebés o asesinan gatos para ofrecer su sangre al demonio - me dedicó una mirada huidiza - ahora que lo digo en voz alta parece incluso ridículo...pero eso es...es decir...

- Lo que todos creen, ¿No es así?

Mi amiga desvió la mirada. Las mejillas sonrojadas de vergüenza. Sacudí la cabeza, sonriendo.

- A veces, la historia que se asume real pesa tanto como la verdad - contesté. Había leído esa frase por algún lado y nunca la había comprendido, hasta ese momento. Por alguna razón que ahora mismo no comprendo pero que durante esa conversación fue muy real, los ojos se me llenaron de lágrimas. Me las sequé, con el corazón latiendome tan rápido que me dejó sin aliento.

- Lo lamento - se apresuró a decir mi amiga. No supe si era cierto: tal vez sentía haberme ofendido o lastimado, pero dudo que en ese momento supiera lo que había significado para mi esa conversación. Me refiero a que durante casi doce años, ella había visitado mi casa, conversado con las mujeres de mi familia, incluso echado un vistazo a mi libro de las sombras. Y todavía aún, la imagen deformada de la bruja parecía preocuparle, tanto al menos como para intentar comprenderla a través de mi.

No obstante, a mi abuela - la bruja, la sabía - no le extrañó en lo más mínimo la escena cuando se la conté. Me escuchó en silencio, ambas sentadas en el corredor luminoso de su casona, preocupada por mis lágrimas y quizás por mi angustia, pero como dije, en ningún modo sorprendida lo que me había dicho mi amiga.

- La maldad es un concepto ajeno, que desconcierta y resulta enigmático - me explicó - nadie se reconoce como malvado. La maldad siempre proviene de alguien más. Y en este caso, la brujería simboliza el mal de lo incontrolable, de lo que no podía definirse. Para la Iglesia medieval, eran tiempos complicados: debía explicar el motivo de las plagas y la muerte a la vez que intentaba convencer al creyente sobre el amor infinito de Dios. Necesitaba un culpable, alguien que desobedeciera a la Divinidad bondadosa y representara al mal.

- Para eso tenían al Diablo ¿no?

- El diablo era una figura difusa y abstracta para un hombre que veía morir a su esposa e hijos por la peste sin recibir respuesta a sus suplicas - dijo mi abuela. Se levantó y caminamos juntas por su jardín roto y desordenado que tanto me gustaba. Era un oasis en medio de la ciudad tumultuosa, el olor de los tubos de escape y el sonido de los automóviles más allá. Pero en este diminuto reino de zarzas y árboles de ramas retorcidas, siempre había un poco de paz - el Clero necesitaba un culpable real, uno que pudiera enjuiciarse, torturarse y condenarse.

- Las brujas - respondí con desánimo. Mi abuela soltó una de sus carcajadas estruendosas.

- No todo es tan simple - dijo - las brujas fueron unas de las tantas victimas de una época sedienta de culpa y culpables. La Iglesia culpó al todo el que se le oponía, a cualquiera que tuviera la suficientemente independencia mental como para hacerse unas cuantas preguntas sobre lo desconocido, el misterio y lo sagrado sin recurrir a la Biblia. Así que los culpables tuvieron un rostro: Las brujas, claro, pero también los judíos, los científicos que se oponían a los métodos y conocimientos impartidos por la religión. Los médicos. Todos escuchaban a ese diablo lejano y anecdótico en lugar de la Iglesia y por ese motivo, provocaban, permitían la existencia del mal.

La idea me asombró un poco. La medité un rato intentando abarcar con todas sus implicaciones. El mal no como un elemento destructor sino contradictorio, la necesidad de enfrentarse, de levantar la voz y oponerse a la idea general. Sonreí.

- La rebeldía como una forma de maldad - dije. Mi abuela me pasó el brazo por los hombros y seguimos caminando por su feo jardín, disfrutando del olor a Mayo de la hierba fresca y recién nacida.

- Sí y también todo lo que pudiera contradecir el orden de las cosas. Tradicionalmente, el caos es considerado una forma de maldad. A los ángeles se les considera jerárquicos, a los demonios caóticos. El mal y el bien siempre serán la medida de nuestra capacidad para encontrar un sentido a lo que nos rodea, sean ideas o hechos.

Recordé algo había que leído unos días antes sobre el "oscuro femenino", una concepto que parecía insistir en la idea de un rasgo femenino iracundo, desobediente y cruel. El mismo que simbolizaba Lilith, Circe, las brujas, cada figura femenina en la historia y la mitología que se enfrentó a lo establecido. E imaginé a las brujas, a las mujeres que sabían escribir y leer, a las que tenían conocimientos médicos y filosóficos, enfrentándose a una Iglesia primitiva, asustada de sus propias limitaciones, luchando contra el vendaval de la historia e incluso, contra su propia idea de la verdad. Casi pude comprender la idea, la necesidad de reivindicación de una Iglesia débil y en escombros aunque me produjera un natural rechazo su prejuicio y la discriminación.

- Un culpable con rostro permitió a la Iglesia manifestarse como una institución poderosa, a la que se podía recurrir para obtener justicia inmediata - dijo mi abuela - ya no había que esperar la Justicia Divina que para el campesino desesperado y hambriento tardaba demasiado en llegar,  sino que la Iglesia hiciera valer las divinas admoniciones. La inquisición, las torturas, las sentencias complacieron el miedo, la sensación de desamparo que una época especialmente dura hizo sentir al pueblo llano.

- Y la maldad se convirtió en transgresión.

- Hija, no seas inocente: siempre lo fue - se burló - no ha existido un solo momento de la historia donde el que trasgrede las ideas, el que se enfrenta a la normalidad sea aceptado y considerado. Siempre habrá una victima que decidió levantar la voz, oponerse a la majestad del poder y que muere bajo su puño.

Tenía razón. El conocimiento, la independencia y la fuerza de voluntad siempre han sido considerados peligrosos para el poder establecido, para quién insiste en poseer la razón absoluta. Pensé en Hipatia de Alejandría, asesinada en plena calle mientras defendía la biblioteca que custodiaba. Imaginé a Juana de Arco, vistiendo resplandeciente armadura frente a los ejércitos franceses, quien luego sería quemada acusada de brujería por los mismos hombres y mujeres que había defendido espada en mano.  O como Mary Wollstonecraft, madre de la escritora Mary Shelley, había sufrido durante toda su vida el estigma de ser una mujer diferente e inteligente en un mundo que la rechazó por serlo. La raíz del mal, más allá del simple concepto moral, como una visión de esa fina linea que divide lo que se considera normal - aceptable, quizás - y lo que no lo es.

- El concepto de la maldad ha sido muchas veces una manera de criticar la libre expresión - dijo por último mi abuela - una manera de restringir las ideas, de crear una sola visión de la verdad. De manera que sí, durante una buena parte de la historia, las brujas hemos sido malas. Muy malvadas.

Reímos juntas. Ella me dedicó uno de sus guiños maliciosos.

- No veo que eso te moleste mucho.
- La verdad no. Y no debería molestarte tampoco. El bien y el mal son conceptos abstractos, cada época y momento histórico tienen el propio. Una manera de concebirse así mismo.

La idea me obsesionó por unos días. Seguía pensando en eso cuando unas semanas después,  almorcé con mi amiga de nuevo. Parecía preocupada e incómoda. De pronto, abrió su bolso y dejó sobre la mesa un libro que reconocí de inmediato: "Las putas del Diablo" de Erik Durschmied, un interesante tratado sobre la Iglesia, el poder y su visión sobre lo femenino. Me sorprendió que lo hiciera pero también, agradecí aquel silencioso gesto de paz.

- Lo estuve leyendo - comentó - y estoy sorprendida por todo lo que cuenta el libro.
- ¿Sobre las brujas malvadas?

Ella sonrío, encajando mi reproche casi con amabilidad. Pero al final sonreí también. Extendí la mano y apreté la suya cariñosamente.

- Gracias - dije.
- Quiero saber - respondió. La comprendí.

El conocimiento, pensé: quizás el único concepto humano que resume el bien y el mal en una sola interpretación. Y eso, por supuesto, es una manera de construir y comprender el mundo y la realidad.

C'est la vie.








viernes, 23 de agosto de 2013

Proyecto "Un libro Cada Viernes": La Soledad de los Números Primos de Paolo Giordiano.






Desde que recuerde, he odiado las matemáticas, supongo que como suele ocurrir con todo aquel que ama las palabras. De manera que cuando me obsequiaron "La Soledad de los Números Primos" de Paolo Giordano, el libro me produjo desconfianza. Con toda probabilidad, porque no pude imaginar de inmediato como el autor había logrado conjugar dos mundos tan distintos como son las letras y los números en una sola historia sino que además, me pregunté si el juego de palabras del titulo insinuaba algo más que un ingenioso guiño a los lectores que como yo, sienten una profunda desconfianza hacia las historias de amor literarias. Y es que es tan simple caer en los clichés, en buscar la lágrima fácil, en hacer suspirar a los románticos empedernidos con amores imposibles de rostro común, que temí el libro fuera otro intento más de disimular lo comercial bajo una máscara de supuesta profundidad. Con todo, decidí leerlo. Todo libro merece una oportunidad.

Solo puedo decir, que me alegra haberme equivocado en mi dura opinión inicial.

Porque Giordano no solo me sorprendió, sino que me conmovió. Me brindó una oportunidad inesperada de asumir el amor como algo más que una emoción: un pacto silente entre las diferencias irreconciliable, el dolor, la angustia y el temor. Y es que "La Soledad de los números primos" es una historia de amor - y en ningún momento intenta negarlo - solo que contada, desde la tristeza, desde el desamparo de lo irrealizable, la angustia de ese silencio entre dos extraños que se miran a la distancia sin atreverse a dar un paso para comprenderse. No obstante, la historia que se cuenta es aún más dura por lo que insinúa, por la manera como se debate entre la necesidad de narrar la inquietante visión del mundo de Ana y Mattia - los amantes platónicos que se contemplan a la distancia de una soledad compartida - sino que además, insiste en un análisis desgarrador sobre la naturaleza humana. Esa naturaleza en su singularidad, en su temor hacia la diferencia, de su angustia existencial hacia su propio naturaleza divididas. Y es que quizás, lo que hace más hermosa esta historia de dos soledades idénticas pero separadas por una visión, es la dureza de la angustia, la agonía del silencio, la infinita distancia entre los personajes que parecen gravitar alrededor de su propio dolor.

De la soledad, el dolor, el miedo y otros fragmentos de belleza:

Según la teoría matemática, los números primos son gemelos, separados irremediablemente uno del otro para poder existir: siempre están separados por un número par. Uno junto al otro, dependen de su existencia - y del indefinible espacio entre ambos - para obtener significado. Basado en esta premisa - sencilla, incluso objetiva - Giordano crea un universo para dos personajes atípicos, complejos, que parecen gravitar en la metáfora de esa grieta en el mundo de lo real que los separa a ambos de manera indefectible. Porque la historia que cuenta "La soledad de los números primos" no es una de encuentros, de la emoción que une, de la pasión que confunde y construye. Al contrario: Hay un equilibrio mínimo en esa distancia infranqueable que separa a Mattia y Alice, atormentados y desconcertados por la historia propia y la que comparten. Y es que como los números primos, ambos parecen siempre a punto de tocarse, un roce siempre sugerido, a punto de ocurrir que simplemente desaparece en esa tragedia de lo mínimo, lo angustioso que comparten y a la vez los separa. Tan diferentes entre sí como al mundo que los rodea y los rechaza, Mattia y Alice parecen construir una visión de si mismo a trozos mal encajados, entre el miedo, la desazón y el simple desconsuelo. Victimas de una soledad invisible pero siempre presente, un personaje sin rostro que deambula de un lado a otro.

Y por supuesto, en medio de ese silencio melancólico entre dos amantes destinados a estar separados por su particular naturaleza, la historia de "La soledad de los números Primos" se debate entre la necesidad de definir el amor, más allá de la belleza y de encontrar su propia visión sobre la insatisfacción y la tristeza. Porque Mattia lucha contra su temor al mundo, a su propia perspectiva sobre él mientras Alice tropieza con una angustia existencial remota, quebrada en espíritu desde la niñez. Y entre ambos, ese apetito por la perfección que nunca se alcanza, la racionalidad hiriente que destroza y roba la esperanza, el amor continúa aguardando, quizás escondido entre esa silencio de las palabras que no se pronuncian y más aún, de la continúa búsqueda de una razón que pueda sostener un momento de paz.

Un sueño roto en fragmentos, la desazón insoportable de perder la propia identidad.


¿Donde puedes comprar el libro "La Soledad de los números Primos" de Paolo Giordano en Caracas?

Encontrarás una bella edición de bolsillo del libro, en cualquier librería del ramo a un precio de 345 bs.

Como siempre, si quieres leer el libro en formato digital, déjame tu correo electrónico en los comentarios y te lo envío.