martes, 23 de septiembre de 2014

Memorabilia personal.




Casi medianoche. Caracas parece flotar al otro lado de la ventana: irreal, una colección desigual de luces y sombras. Me hace sonreír la imagen, a pesar del larguísimo año de sinsabores y sobresaltos en mi vida que está a punto de terminar. Pero aún así, siento que soy el reflejo no solo de la experiencia, sino de esa capacidad simple y casi instintiva de enfrentarme a la angustia y al temor que durante estos meses de zozobra, descubrí era mi mejor baluarte. La firme consciencia de crecer, a pesar del vaivén cotidiano, de esta grieta innegable entre quien fui y quien seré. Y aquí, a escasos minutos de comenzar otro ciclo, de escribir la primera palabra de un nuevo capítulo en mi vida, creo en el valor de la esperanza. En mi necesidad de confiar a pesar de todo. Sobre todo, en las lecciones pequeñas, sencillas, poderosas y complejas que he aprendido a lo largo de un año inolvidable, entre doloroso y amargo, entre radiante y prometedor. Soy una pieza en el paisaje de mi mente, del futuro que construyo con lentitud pero que comienza a tomar forma clara, a pesar de todo o quizás justamente, debido a todo lo que viví en mi largo recorrido para llegar a este silencio, la puerta abierta a otro nuevo año por vivir.

Una oportunidad.

Treinta y cuatro pequeñas lecciones. Treinta y cuatro formas de aspirar, de comprenderme. Un largo y sinuoso deambular que me trajo al ahora y que elabora lo que deseo, lo que me espera a unos pocos pasos de distancia. ¿No es la vida un camino? Al menos, esa es la imagen más común con que se le describe. Cuando era más pequeña, la metáfora me parecía barata. Pero ahora la acepto. Porque quizás, paso a paso, estoy avanzando hacia algo tan brumoso como elemental. Idea tras idea. Palabra tras palabra. Treinta y cuatro pasos más adelante para lo que imagino será el mundo que deseo crear.

Y ¿Cuales son esas lecciones que me obsequio un año de vida? Las siguientes:



1) Los amigos, incluso los más queridos, no se quedan para siempre: Y tal vez, es necesario que así sea. Tal vez es inevitable, además. Despide con gracia y sin rencores a lo que ya no forman parte de tu vida y asume el poder de recibir a quienes comienzan a formar parte de ella.

2) El bloqueador solar si es necesario: Aunque seas un freelance sedentario que apenas se mueve de su escritorio, aplícate un poco de bloqueador solar incluso si solo te sientas junto a la ventana abierta. O podrías terminar como yo, mostrando un único brazo muy bronceado en contraste con mi piel pálida. Si el hipotético lector se lo pregunta, sí, hablo por experiencia propia. Además, la salud está en los pequeños gestos.

3) Comer es un placer: En realidad, esta no es una lección sino más bien, un recordatorio. La comida no es consuelo, tampoco una forma de expiación. La comida es una satisfacción primitiva, hedonista, simple pero profunda de la que todos disfrutamos. Y en ocasiones es necesario recordar que es sólo eso. A pesar de todo.

4) Sin deudas, sueño tranquilo: Quizás me estoy haciendo más adulta de lo que supuse, pero este año comprobé que las deudas monetarias — sí, esas tan prosaicas como la tarjeta de crédito, las cuentas de los servicios e incluso las pequeñas entre amigos — son una forma de sobresalto moral que es mejor controlar. Paga lo que debes como prioridad y en lo posible, evita malos entendidos monetarios. La tranquilidad moral es invaluable.

5) Nada es personal, todo es personal: Hay un viejo refrán Irlandés que insiste en que “todo lo que te tomas personal, lo conservas aunque no te perteneciera al principio”, lo que equivale a decir que cuidado con lo que asumes como una critica malintencionada o un comentario venenoso, sin serlo, porque lo convertirás en algo peor. De manera que, ante la duda pregunta. Te sorprenderá las veces en que comprobarás que poco de lo que supusiste un insulto o un ataque, lo es en realidad.

6) Pies para la vida: Este año aprendí — o recordé — que estar descalza es un privilegio de libertad. De manera que quítate los zapatos y las medias y ensuciate las plantas, siente el poder de la tierra húmeda, la frialdad del piso al amanecer, la ternura de la madera fuerte bajo tus dedos. Una experiencia exquisita.

7) Tu ciudad, tu reflejo: Por años, mantuve una relación dolorosa y amarga con mi ciudad, Caracas. Este año, intenté mirarla de otra manera, asumir sus errores y los míos, la aridez de sus calles y mi temor insistente. Y encontré que más allá de lo angustioso — incluso a pesar de eso — es el lugar donde nací. Parte de mi identidad y de mi historia. Y probablemente de la persona que seré más adelante, también.

8) Los beneficios de la incomodidad: Este año, me obligué a sentirme incómoda muchas veces: subí a una montaña a pie, monté por seis horas en una mula, hundí mis pies en un agua tan helada que me quemó la piel, hablé en público por horas, me obligué a escuchar incluso cuando no lo deseaba. En resumen: aprendí a rebasar mis propios límites, a mirar en todas direcciones y admitir los cambios, las transformaciones, los nuevos comienzos ¿El resultado? Una manera mucho más flexible de mirar el mundo e incluso, a mi misma.

9) Embrase your Madness: Sufro de un pertinaz y profundo trastorno del pánico, TOC y ciertas manias compulsivas. Eso es todo, es real, forma parte de mi vida. Enfrentarlo me permitió retomar el control y sobre todo, mirarme con mayor amabilidad. Soy quien soy, a pesar de mis grietas.

10) Usa labial rojo: Porque es hermoso. Mucho mejor sin ningún otro tipo de maquillaje. Este año aprendí el poder de los pequeños símbolos: labios rojos para sonreír y para mirarme con mucha más atención. Y Porque me hace sentir bella. Sin ningún otro motivo en particular. ¿Eres chico? ten un momento de intima vanidad, aunque te resulte incómodo.

11) Correr de manera torpe: Una vez, un amigo me dijo que corría como si estuviera a punto de caerme siempre. Es verdad. Y por años, evité hacerlo en público: me avergonzaba mi aspecto, mi torpeza natural, mi algarabía casi infantil. Este año he corrido mucho, con los brazos en alto, riendo a carcajadas. Una forma de felicidad.

12) Ríete a carcajadas: Siempre que puedas, como quieras y por los motivos que prefieras. Que nadie te quite el poder de reír. Las emociones más fuertes siempre necesitan expresiones profundas y la risa es quizás, la más compleja y poderosa de todas.

13) El placer del teatro: La emoción de la sala a oscuras, la cercanía con las tablas, el error humano, la energía de los actores y actrices en escenas es un tipo de experiencia difícil de olvidar. Disfruta el sonido de las voces de los personajes, la música en vivo, la intensidad de esa conexión elemental de la emoción y la actuación.

14) Comprar lápices y horas de papel: Y escribir a mano. Todo lo que puedas. Hasta que duela la muñeca. Escribe en los momentos más inesperados, en los dolorosos, en los pequeños, en los intrascendentes. Re descubre el poder de la palabra.

15) Perdonar: y con toda sinceridad. Sin recordar de vez en cuando lo que molestó, sin irritarte otra vez por eso que tanto te hirió. Rompe el vínculo de dolor e incomodidad que te mantiene unido a alguien más. El obsequio del perdón es para ti mismo, no para alguien más.

16) Cantar: Aunque no te sepas la letra y a todo pulmón.

17) Llorar de risa: Y también de tristeza. Llorar por cualquier motivo, sin avergonzarte.

18) Disfrutar de películas infantiles: Sin reservas. Sin segundas intenciones. Sin análisis. Comprender que el poder de la eterna juventud es sonreír como un niño una vez al día.

19) Cede ante los caprichos: Aunque sea una vez al mes. O al año. Pero hazlo. Yo debo decir que me ha ocurrido más de una vez — mea culpa — pero el resultado ha sido una pequeña colección de excentricidades que amo.

20) Ríete de las bandas de moda, a los gruppies empedernidos, a los fanáticos sinceros: enfrentate a ellos. Disfruta la polémica. Deleitate con el arte silvestre de llevar la contraria porque lo deseas.

21) Sé fanático acérrimo de algún libro, autor, cantante o película: Y recordar la lección 21 cuando te critiquen.

22) Comer Chocolate: Con placer. Paladeando su sabor. Cerrando los ojos.

23) Mirarte al espejo: Pero mirarte bien. No esa ojeada rápida y torpe de la vergüenza, de no reconocerte. Contemplate. Toca tu rostro, sonríe con placer. Siente el poder de tu personalidad y tu identidad creando una imagen de ese elemento que te hace individual y extraordinario.

24) Recordar donde dejaste las llaves: Llegó la hora de usar el ingenio. Simplifica tu vida de pequeños accidentes incómodos.

25) Soñar: Disfruta haciéndolo. Imagina lo que deseas, lo que aspiras. Incluso las cosas más extravagantes, insólitas. E inclusos las perversas ¿Por qué no?

26) Di lo que piensas: La delicadeza y el tacto son atributos magníficos, pero de vez en cuando necesitas expresarte de la manera que prefieras y como te sea más sencillo. ¡Disfruta tu espontaneidad!

27) Levántate al amanecer: Mi amiga Arianna insiste que ningún viaje está completo hasta que disfrutas de un amanecer y un atardecer en el lugar donde te encuentras. Este año comprendí que esa sabia visión del mundo también incluye nuestro día a díaDescubre — como si se tratara de la primera vez —  ese espectáculo portentoso e inolvidable de ver nacer un nuevo día. ¿Parece sencillo? sin duda lo es. Pero también es profundamente conmovedor.

28) Preguntale a tus amigas aunque sea una vez a la semana ¿Como estás?: Y escucha la respuesta.

29) Di groserías: ¡y no te disculpes por hacerlo!

30) El poder de dar las gracias: Siempre agradece lo que obtengas, cualquier gesto de cariño. Sonríe al hacerlo. Asume el poder de una palabra tan simple como trascendental.

31) Lee un libro de un autor clásico: Aunque te lleve un poco esfuerzo. Hazlo a tu ritmo, medita las frases, anota las que más te gusten. No importa si no logras terminarlo. Valdrá la pena incluso solo haber leído un par de capítulos, te lo aseguro.

32) Comprende el lenguaje del dolor: El emocional, el físico, el espiritual. La vida está llena de sinsabores y tropiezos, pero también de posibilidades: Un crisol extraordinario de pequeños momentos creando algo más grande que tu. Acepta lo inevitable, admira lo inefable, enfréntate a lo limitado. Y crea siempre una nueva manera de asumir tu responsabilidad, de crecer y de confiar. Al final de todas las cosas, la vida es una manera de comprender tu propia complejidad.

33) Admite que te equivocaste y sigue adelante: Todas las veces que sea necesario. Las ocasiones en que lo necesites. Aprende de tus errores y sobre todo, confia en en la experiencia que cada uno te brindó.

34) Perdonate: Todas las veces que lo necesites. Te lo mereces, créeme. Cualquier error que cometas, siempre te enseñará el poder de volver a comenzar.


Medianoche. De pie, en silencio, escucho la noche transcurrir. Un año comienza a transcurrir, para mirar con los ojos muy abiertos y asombrados el futuro, las puertas que deseo abrir, los paisajes que quiero mirar, los pasos que deseo dar. Esta necesidad intensa, pasional de vivir, cada minuto, cada día, cada escena de mi memoria. Y encontrar, quizás, un nuevo motivo — siempre uno, cada día — para soñar, crear, tener esperanza y simplemente, vivir.

C’est la vie.

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