martes, 2 de septiembre de 2014

Lo irracional como una forma de política: Las cuentas del rosario del líder.




Kim Jong-Il gobernó Corea del Norte durante 17 años ininterrumpidos. Durante las casi dos décadas al poder, convirtió su gobierno en la única dinastía comunista hereditaria del mundo: construyó las bases sociales y culturales para erigirse como un Dios de carne y hueso, autoproclamarse poco menos que divino e incluso, fundar las bases de una seudo religión alrededor de su figura. A cuatro años de su muerte, aún los ciudadanos en las calles de Pyongyang muestran en la solapa izquierda de toda la ropa que visten, justo a la altura del corazón, un pin rojo con los retratos del líder y su hijo como sentida - y sin duda obligada -  muestra de devoción hacia ambas figuras.


Al padre de Kim Jong-Il se le considera el "Fundador de Corea del Norte" y con frecuencia se le ensalza con apelativos como "Gran Lider" y "presidente eterno". Para diferenciarse y probablemente lograr un lugar propio en la historia, Kim Jong-Il obligó a los ciudadanos de Corea del Norte a llamarle  desde los primeros años de su gobierno "amado Lider", autoproclamándose además como heredero del "poder único" heredado de su padre. Desafiante, anacrónico, convirtió a Corea del Norte en una potencia núclear hermética, que no se atiende a tratado o negociación alguna. Eso, a pesar de que Corea de Norte padece una economía destrozada por una visión feudal y limitada de la administración económica. No obstante, el régimen dictatorial mantuvo su poder usando la glorificación de la imagen del dictador, la de su padre y probablemente la del joven heredero - ahora "amadísimo lider"- intentando crear una interpretación de la política más cercana a la religión que a la estrategia social.

No se tienen datos precisos sobre la vida de Kim Jong-Il antes de convertirse en el "Amado lider", lo que equivale a decir que los pocos disponibles, fueron modificados de manera tendenciosa con el fin de apuntalar el mito. Según historiadores extranjeros, el dictador nació en la Antigua Unión Soviética en el año 1941, a donde su familia había huido durante la guerra contra Japón. La versión oficial sin embargo, transforma la historia en una especie de celebración de la actitud desafiante del lider: para los norcoreanos, Kim Jong-Il nació en un campamento guerrillero secreto en los valles que rodean la montaña sagrada Paektu, donde más tarde Kim Jong-Il fundaría el movimiento para luchar contra la invasión japonesa. La historia oficial también modificó la fecha de nacimiento del lider para hacerla más emblemática y significativa: treinta años exactos de diferencia entre su padre y el nuevo dios político.


De hecho, se asegura que probablemente todos los ciudadanos de Corea del Norte, asumen la existencia de Kim Jong-Il como una fabula nacionalista, un mito viviente que además, cimenta las bases de una nación donde el chauvinismo y el nacinalismo lo es todo. Por ejemplo, se insiste que su nacimiento se vio acompañado de signos de esperanza como vuelo de grullas sagradas sobre el lugar donde dio sus primeros pasos. Según las largas odas patrióticas que celebran la figura  de Kim Jong-Il, la familia del lider  era "patriótica y revolucionaria en una forma sin precedentes en la historia", y desde pequeño se atribuían al futuro lider divinizado "una inteligencia asombrosa, un agudo poder de observación, una gran capacidad de análisis y una perspicacia extraordinaria". Más de la leyenda, no existen datos fiables ni mucho menos fehacientes sobre su vida adulta: sus 17 años de gobierno transformaron su identidad en una parte de Corea del Norte, en un símbolo muy concreto de poder y de trascendencia social de proporciones épicas. De hecho, los escasisimos detalles que se conocen sobre Kim Jong-Il han sido contados por el escaso personal a su servicio que han huido del país. Y aún así, el miedo y la manipulación emocional, hacen que incluso esas pequeñas historias - contadas entre susurros y en medio de un clima de paranoia - también reflejen un hombre que no sólo se mostraba como divino sino que realmente se consideraba así mismo un lider de talla mítica. Porque Kim Jong-Il dejó de ser hombre corriente en virtud - y beneficio -  de la política y construyó su imagen a la medida de las necesidades de autocracia de tintes teológicos.

 Su hijo, que heredó el poder a su muerte, parece confirmar lo que será una larga sucesión de Dioses políticos en Corea del Norte. Se sabe - o al menos se sospecha - que Kim Jong-Il tuvo tres hijos varones y al menos cuatro hijas de distintas mujeres, que ocultó para cimentar el mito de la simiente sagrada que solo engendra hombres al servicio de la nación. No obstante, probablemente  Kim Jong-un fue escogido por tener un temperamento semejante al de su padre: a su muerte, el joven líder se proclamó "Hijo de Dioses" y declaró que "la bendición de un nuevo hombre de sangre sagrada" bendecía a Corea del Norte. Casi tan cruel y violento como Kim Jong-Il , continúa una larga saga confusa de poder y religión en una país que se declara ateo.

Venezuela revolucionaria: paralelismos inevitables.

Se dice que cuando Hugo Chavez Frías llevó a Fidel Castro a visitar su Natal Sabaneta, el viejo lider Cubano le recomendó preservar y reconstruir la vieja casa donde se crió. Cuando Chavez, que apenas llevaba dos años como Presidente del país y aún cimentaba las bases de un proyecto político confuso, le preguntó el motivo, Castro sonrío. "En los que años venideros, habrá peregrinaciones para celebrar tu nacimiento". Probablemente Castro, viejo zorro político, ya tenía bastante claro que la mayor debilidad del lider carismático en ciernes era el ego y la adoración personal. Lo que sin duda no pudo prever, fue la reacción política que causaría esa relación emocional y directa no sólo con el pueblo que se identificó con el proyecto de Chavez sino algo más desconcertante, esa lenta transformación del Chavez político al Chavez símbolo. Un proceso que ha transformado, desde sus cimientos el rostro político del país.

Y es que Chavez, aún durante su vida, construyó las bases de su visión revolucionaria alrededor de su figura, cada vez más acorde con las necesidades de la llamada Revolución Bolivaríana y sobre todo todo, esa concepción de la política como hecho emocional. Porque Chavez, criatura comunicacional donde las haya, comprendió muy rápido que tenía una ventaja considerable sobre cualquier otro lider político, dentro de sus filas y entre sus adversarios: una interpretación carismática del poder. Fue este Chavez magnético y cercano, esa metáfora del "hombre común" Venezolano, lo que logró que un proyecto político débil y en constante transformación, sin grandes triunfos sociales más allá de los electorales y sobre todo, con una percepción retrógrada de si mismo, creara una grieta irremediable en el gentilicio Venezolano. Chavez pasó de ser un presidente, a un lider y más allá "El Comandante", mezcla inverosímil de figura paternal y también de algo más desconcertante: una especie de figura inevitable en la imaginaria popular.

Por supuesto, esa concepción del mesias político no es nueva en nuestro país: somos una sociedad esencialmente presidencialista, que apoya con fervor ciego figuras de corte heroico a las cuales se les define con elementos cuasi extraordinarios. Desde el Bolívar de talla épica, encumbrado por la historia y la leyenda hasta una larga sucesión de personalidades políticas convertidas en símbolos ocasionales de poder, el personalismo es un vicio de larga data en nuestra cultura. No es de extrañar, por tanto, que un hombre con la capacidad para la oportunidad comunicacional - la política sagaz - y un natural manipulador de masas como Chavez, se convirtiera de inmediato en una metáfora del país o al menos se percibiera de esa manera. Desde su histórico "Por ahora" a los monumentales baños de masas que marcaron sus múltiples candidaturas y todos sus gobiernos, Chavez se mostró así mismo como el Venezolano esencial, como el hombre que representaba las masas de ciudadanos invisibles que durante décadas, la política tradicional marginó e ignoró. Lo que ocurrió fue inevitable.

Incluso antes de su muerte, a Chavez se le llamó "Invencible". Se celebró y se exaltó su carrera electoral de  catorce victorias electorales, incluyendo parlamentarias, referéndum de corte consultivo y revocatorio y tres presidenciales como un atributo de su poder. El culto a su personalidad se incrementó a medida que acumulaba poder y saboteaba las líneas tradicionales de control politico administrativo. Se erigió como el único lider de una Revolución cada vez más personalista y de rasgos autocráticos, hasta que finalmente su figura fue considerada no sólo indispensable sino necesaria para cualquier triunfo electoral y maniobra política. Las calles de Caracas se llenaron de pancartas alusivas a su imagen, dependencias y oficinas gubernamentales de su fotografía e incluso, se convirtió su rostro en un monograma de identificación muy concreto de su tolda política. Para las presidenciales de 2012 era obvio que Chavez, por si mismo, era el núcleo de la Revolución Chavista e inclusos de sus implicaciones más complejas como producto político concreto.

No es de extrañar por tanto, que a su muerte, sus sucesores políticos - carentes por completos de su capacidad de liderazgo y manipulación de masas - continúen usando su figura con fines de identificación emocional para un electorado cada vez más descreído y confuso. Y es que Nicolas Maduro no esperó demasiado para proclamarse no solo "hijo de Chavez" sino además, heredero del legado, título que Chavez cimentó en su última elocución pública al señalarle como "el escogido para continuar la Revolución". Maduro, un hombre sin mayor preparación política y de talante discreto, fue quizás escogido por Chavez por las mismas razones que Kim Jong-Il escogió a su hijo menos dotado para la carrera política: La búsqueda de la trascendencia. Y es que Chavez, ya asumida su condición de Líder absoluto y fenómeno histórico por derecho propio, no dudo en enfrentarse incluso a su propia debilidad política para asegurarse de la supervivencia de un proyecto fallido, sin bases firmes y aún en transformación.

A casi dos años de su muerte, la figura de Chavez se ha elevado a nuevas alturas de la idealización y la conveniencia política. En medio de una difícil crisis política y sobre todo, de una situación social cada vez más inestable, el gobierno usa la figura de Chavez como justificación y motivo de una fidelidad ciega que justifique la debilidad de una Revolución que parece sostenerse sólo sobre las bases endebles de una promesa a futuro que jamás llega a cumplirse. Y es que Chavez, símbolo, es tan necesario como la creencia inmediata que la revolución "necesita" sacrificios. Que Chavez, entronizado como "Líder Supremo" y "Comandante Eterno" protege desde las alturas de su "visión" un modelo político y económico fallido. Y a medida que la "Revolución" - o lo que queda de ella - exige cambios, replanteamientos y negociaciones para sobrevivir, la figura de Chavez se engrandece, se hace ilimitada. Y mucho más convenientes para los intereses de un gobierno débil y cada vez más aplastado por la realidad.

Y a horas del anuncio de lo que se supone serán las  medidas económicas más severas que el Gobierno Chavista ha aplicado hasta ahora, surge una oración por Chavez. Una que lo transforma - de nuevo - en un simbolo de ocasión. Ya no el "Comandante Supremo" símbolo de la Revolución Chavista, sino de algo incluso más enrevesado y peligroso: Una figura santificada que bendice la política desde el poder y condena cualquier oposición. Como Kim Jong-Il, los sucesores de Chavez descubrieron lo conveniente de exaltar la divinidad por encima del razón y sobre todo, de disfrutar de sus beneficios.

¿Qué nos espera luego de la exaltación a los altares del Chavez Supremo? Quizás, como descubrieron los ciudadanos aterrorizados de Corea del Norte, la necesidad debida de adoración.

0 comentarios:

Publicar un comentario