domingo, 30 de octubre de 2011

De cuando un insulto se convierte en algo constructivo.




Hace unos dos meses, y en circunstancias realmente incomodas, recibí uno de esos insultos que recuerdas semanas después de escuchado: "Adoleces de sensibilidad para las imágenes" . Durante días completos, me pregunté si era cierto, si era un comentario fruto del momento tenso donde fue proferido y después si tenía algo de cierto. Y me lo pregunté, con el animo de encontrar la manera de aliviar la sensación de tristeza que me hizo sentir - no solo por quién me lo dijo, que por entonces era una buena amiga -, sino que implicaba. Durante años, me he preparado no solo a nivel técnico sino a nivel conceptual, para intentar crear imágenes que posean un peso simbólico concreto. Amo la fotografía para captar no solo momentos, sino sentimientos y  esa frase, me hizo cuestionarme, tal vez de manera un poco ingenua, si estaba llevando por mal rumbo mi educación fotográfica, y aun peor, mi construcción ideal sobre la imagen.

La reacción inmediata ( además del cuestionamiento ) fue comenzar a preguntarme que podría significar poseer una sensibilidad con respecto a las imágenes. La interrogante básica que me formulé unas cuantas veces fue si tenía que ver con mi conexión emocional sobre la base conceptual de lo que deseaba expresar o simplemente, mi forma de analizar mis formas visuales. Escudriñé mi propia historia como amante de la fotografía y comencé a analizar mi trabajo desde un punto de vista puramente objetivo. ¿Que buscaba? ¿Que intentaba transmitir con mis decisiones artísticas y estéticas? La interrogante se extendió a todo mi planteamiento visual y sin esperarlo, el insulto sirvió como detonante para una personal búsqueda sobre cuales eran las fuentes referenciales de las que bebía mi trabajo personal, mi expresión visual, mi intimo planteamiento de los símbolos estéticos que prefería sobre otros. Y descubrí, con una mezcla de sorpresa y cierto asombro, que durante los casi veinte años que llevo fotografiando, la imagen ha sido para mi no solo un planteamiento visual concreto, sino el poder de mi imaginación, ese puente que me permite hablar - en la medida que todo arte es una forma de comunicación - de mi mundo interior de una manera más amplia. Y comencé a preguntarme, ya sin la sensación de duda e incertidumbre, cual es el juego de la sensibilidad que nace de una idea que a su vez, se encuentra firmemente sujeta a tu propia manera de ver el mundo. Fue refrescante, sin duda y aun más, revelador, comenzar a descubrir mis propias pautas, formas de construir mis mundos mentales. Me encontré con el significativo peso de mi historia en cada una de mis fotografías e incluso, el poder enorme de mi propia visión del mundo para verse reflejada en mis proyectos estéticos. Y ese convencimiento - esa capacidad para reconocer mi propio esquema de valores e ideas en mis imágenes - me demostró que el camino en mi aprendizaje sobre la fotografía  había sido - seguiría siendo - largo pero valioso. Consistente, enormemente fuerte. Conmovedor. Y de pronto, comprendí que la sensibilidad que me preocupaba tener - o no - era una forma de expresión tan intima como sutil y que realmente siempre había estado allí, mostrándome como recrear lo que necesitaba decir - crear - o aun mejor, comprender lo que quería construir a través de mi lenguaje visual.

De manera que este "insulto", resultó en realidad una vuelta de hoja, un aliciente que me permitió encontrar una nueva dimensión en mi trabajo fotografico y aun más, en mi forma personal de concebir a la imagen como un vehículo creativo.  Un interesante recorrido en mi propia forma de ver una de mis pasiones y quizá, a mi misma.

C'la vie.

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