miércoles, 19 de octubre de 2011

Stanley Donen o el amor como forma de arte.





El amor es un tópico que suele convertir en estereotipos y clichés incluso las historias más coherentes y estructuradas. Inevitablemente, esta tendencia - la de imitar y acentuar patrones y esquemas banales - se ha hecho común a la hora de crear una conceptualización visual sobre un sentimiento, se toquen ciertos puntos en común. Sin embargo, la habilidad para depurarlos y levantar de una perspectiva común, una idea totalmente novedosa, es privilegio de pocos visionarios.

Probablemente la disertación más completa que sobre el amor haya hecho -cinematograficamente hablando - sea la visión de Stanley Donen es ‘Dos en la Carretera’, una película perfecta desde cualquier punto de vista, y cómo no, un film que pertenece al grupo de obras maestras incontestables de su director, de quien un servidora siempre ha preferido sus films no musicales. No es que tenga nada en contra de películas como ‘Cantando Bajo la Lluvia’, ‘Bodas Reales’, ‘Siete Novias para Siete Hermanos’, o sobre todo ‘Siempre Hace Buen Tiempo’ (una de las películas de mi infancia), al contrario, son films míticos y representativos de una época dorada en el mundo del Cine.

Sin embargo, creo que las mejores películas de Donen eran aquellas en las que no había canciones de por medio interpretadas por los propios actores, porque tengamos en cuenta que en el cine de Donen la música siempre ha tenido un protagonismo esencial, siempre usada maravillosamente. ‘Página en Blanco’, en el original ‘The Grass is Greener’ (sin comentarios), es un film de 1960 que no ha perdido ni un sólo ápice de su frescura, elegancia y sarcasmo. Y sin embargo, es una película que hoy día no podría hacerse, por lo de siempre, no sería creíble. Atentos a su argumento: en una casa inglesa, una de esas viejas mansiones que son expuestas para los turistas, vive un acomodado y feliz matrimonio. En un visita turística, un americano se cuela en las habitaciones de la familia, y en menos que canta un gallo, concretamente 20 minutos de película, seduce a la mujer del matrimonio, y ésta se enamora locamente de él. A partir de ahí se desarrollará una situación a cuatro bandas de lo más original, divertido y emotivo. Sí, a cuatro bandas, porque aparece un antiguo amor del marido, para darle más sabor al asunto.

Sutileza y elegancia. Esas son las dos palabras que definen perfectamente este film de Donen, en el que unos ingeniosos diálogos son lo mejor de la función. Prácticamente toda la película transcurre en interiores, en un par de habitaciones de la lujosa mansión del matrimonio inglés. En ese aspecto, la puesta en escena del director es ejemplar, dándole al film un ritmo increíble, apoyado sobre todo en el poder de la palabra, y cómo no, en las metáforas visuales, por así llamarlas, que a Donen le gustaba tanto utilizar. Al respecto cabe citar, el primer encuentro en Londres de la mujer adúltera con su nuevo amor, contado en cuestión de minutos, con unas elipsis preciosas, donde una puerta cerrándose mostraba más que toda una escena de sexo.

Puede parecer que todo lo que ocurre en el film ocurre demasiado deprisa, ya que transcurre en el plazo de unos cuatro días, más o menos, y sin embargo, todo es totalmente creíble, gracias a inteligentes frases, y sobre todo unas interpretaciones de altura. En este aspecto, Donen realiza lo que podría definirse como una pequeña broma, incluso perversa. Para el trío portagonista cuenta con dos actores y una actriz que con anterioridad ya trabajaron juntos, curiosamente en el mismo año, 1957, y en dos historias de amor bien distintas. Por un lado, Deborah Kerr y Robert Mitchum, ya habían coincidido en ‘Sólo Dios los Sabe’, estupenda película de John Huston, con un poco de mala leche por parte de su director, al colocar a un apuesto soldado amaricano a solas con una monja en una isla asediada por japoneses. Y por otro lado, la misma Kerr formó pareja con Cary Grant en una de las más grandes historias de amor jamás contadas, ‘Tú y Yo’ de Leo McCarey.

Así pues, el ver de nuevo a estos tres actores metidos en líos amorosos, pero juntos y revueltos, se convierte en una de las mejores bazas del film. El buen gusto de Donen hace que nunca llegemos a juzgar a los personajes, a ninguno, ni a una esposa, madre de dos hijos, conociendo la pasión casi por primera vez, ni a un amerciano, juguetón y ligón, ni a un inglés, con sus modales, tremendamente celoso sin mostrarlo, pero decidido a recuperar al amor de su vida. Todas las múltiples situaciones del film, a pesar de sus escasos 100 minutos, son tratados por Donen con un vital sentido por lo emotivo, ya sea el affaire de la Kerr con Mitchum, al que el espectador no le pone ninguna pega, como lo que la Kerr siente por Grant. Y es que una vez más, Donen diserta el sentimiento amoroso haciéndolo pasar por todas sus fases, sin restarle importancia ni a unas ni a otras, pero dándole importancia a que cuando dos seres humanos se aman, pase lo que pase, se aman de verdad y por siempre. Quizá porque Donen nunca pudo conseguir eso en su vida personal, supo retratarlo tan bien en el Cine.

Hablaba antes de un cuarto en discordia, y es el punto flojo de la cinta, aunque tampoco como para echarse las manos en la cabeza. Jean Simmons, más acertada en otras ocasiones, da vida a una antigua amante del personaje de Grant, que hace acto de presencia porque toda la situación le hace gracia, y se convierte, por partida doble, en la confesora del matrimonio. El personaje no tiene tanta vida como los otros tres, y sirve para resolver demasiado fácilmente el destino de uno de los personajes masculinos, en lo que podría ser otra vuelta de tuerca en esa disertación amorosa.

Una magnífica película, para disfrutar una y otra vez las veces que sean. Hace poco se ha retransmitido en el canal TCN de direct tv, lo que me resultó una buena ocasión para encontrarse con cine de altura, y redescubrir a un director que sin duda está entre los grandes. Por cierto, Donen nunca recibió un Oscar por ninguna de sus películas, una de tantas y tantas injusticias típicas de la Academia, pero cuando le dieron el honorífico, realizó uno de los mejores discursos jamás dados en la ceremonia de los Oscar. No he podido encontrar la grabación de dicho momento, asi que para compensarlo, dejo aquí, los maravillosos títulos de crédito iniciales de ‘Página en Blanco’, realizados por Maurice Binder, uno de los grandes en este tema. Disfrutadlos.

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