miércoles, 12 de octubre de 2011

Mi año en cinco eventos distintos: Lo que se aprende bien, no se olvida.








Este año ha sido formidable para mí: no solo he vivido toda una serie de experiencias que definitivamente me han permitido madurar, sino que de hecho, he crecido, no solo como mujer, sino a nivel profesional y espiritual. Hace poco lo pensaba en una frase sencilla: he ganado y perdido tanto, he llorado y reido tanto, he temido y he sentido tanta esperanza, que no sé si llamarlo el mejor o el mejor año de toda mi vida. Con toda probabilidad, sea un punto medio entre ambas cosas, una curiosa mezcla entre lo que aspiro, creo, sueño, temi, perdi, y aprendi.

De manera que, sí pudiese resumir estos magnificos doce meses, lo haria en 5 eventos que cambiaron mi visión de las cosas de una manera significativa:

* Fuera de mis Limites: Mi año comenzó con una experiencia que me dejó desconcertada y con la sensación que había partes de mi mente que no conocía bien como suponía. Sin saber muy bien que me encontraria,  tomé el curso fotográfico "Experimental I" en la Organización Nelsón Garrido - una de las cuatro principales escuelas de Artes visuales de mi país - y la experiencia me dejó sin aliento. Dictado por el mismisimo Nelsón Garrido - uno de los fotografos más talentosos y desconcertantes que he tenido el honor de conocer - me obligó a reformular mi idea sobre el arte visual desde sus cimientos. Y es que hasta entonces, mi amor por la fotografía se resumia a una combinación un tanto abstracta entre la técnica y la capacidad de lo visual para expresar un lenguaje propio. Pero enfrentarme a mis propios temores, prejuicios, dudas e incertidumbres, me hizo derrumbar algunos conceptos que consideraba absolutos e incluso inamovibles sobre la imagen. Me encontré vadeando con dificultad en un mar de nuevas conclusiones y circunstancias que me dejaron definitivamente un aprendizaje invaluable: el arte de la imagen es un espejo donde puedes mirarte con un crudo realismo. La evidencia a veces insoportable que no hay nada concreto, real o incluso firme en el aprendizaje sino tu propio deseo de llevarlo a cabo.

¿El Resultado? Uno de los trabajos más personales y dolorosos que he llevado a cabo y que verá la luz pronto en forma de un segundo libro de fotografía.


* No siempre se gana: La siguiente experiencia, también el ambito profesional digamos, tiene nombre propio: Walter Astrada. Escogida por selección para participar en el primer taller que ofreceria en Venezuela, gracias al Auspicio de la Escuela de Fotografía FotoArte - pionera en este tipo de experiencias de intercambio cultural - no sabía muy bien que esperar sobre la experiencia. De manera que entré en ella con una cierta inocencia que de alguna manera podría definir lo que viví después: No solo me demostró que la fotografía es un campo de investigación interminable, sino además lo mucho que me falta por abarcar con respecto a ella y sobre todo mi visión de los infinitos variables que ofrece a partir de una idea visual.

Porque no podría decir otra cosa sobre el taller que no sea que no cumplí mis propias expectativas. Me sorprendió - y me lastimó en cierto orgullo elemental que hasta entonces no sabía poseía - no solo no encontrarme al nivel de los compañeros con los cuales comparti la intensa semana de vivencias, sino que además, comprobé que la fotografía precisa de una serie de conocimientos básicos que hasta entonces no poseía y eran frutos de la experiencia, más que del conocimiento técnico. Mi reacción por supuesto, fue una inevitable sensación de frustración que sin embargo, ahora creo simplemente es una forma de temor por comprender - y de manera concreta - que para aprender, necesitamos entender que no siempre se gana.


¿Aprendizaje? Es natural sentir frustración, pero es necesario comprender que cada acto de tu vida es parte de tu responsabilidad. Fallar en algo que suponía tan importante me permitió meditar sobre que necesitaba aprender y sobre todo, que me permitiría comprender lo que había ocurrido de una manera concreta. Y lo logré.

* El momento decisivo: Lo comenté en algunas entradas pasadas, de este, su blog de confianza. Encontrarme en el cuarto oscuro ha sido para mí una de las experiencias más poderosas, vitales y personales que he vivido jamás. Durante seis meses, volví a ese origen de la fotografía, ese centro esencial de donde proviene toda el poder de observación de un arte tan prolifico como poderoso. Y es que comprender que la fotografía tiene el poder de preservar un instante para siempre,  a través de una serie de ideas concatenadas entre sí que incluye la propia visión del fotografo, enriqueció mi perspectiva fotográfica de manera sustancial. Porque si antes pensaba en el arte visual como la capacidad de recrear un momento a través de una decisión personal y visual, llevar a cabo el proceso más artesanal de la imagen, luchar contra mi instinto de la inmediatez y enfrentarme a la sorpresa de comprender el nivel de dedicación que supone la fotografía como arte, me permitió encontrar un nuevo sentido a la forma visual que hasta entonces consideraba más concreta en mi mente.

¿La experiencia? La primera vez, después de más de veinte o treinta intentos, en que vi nacer una de mis fotografías favoritas perfectamente copiada sobre el papel. Creo que nunca voy a olvidar la sensación de encontrarme de pie, bajo la parpadeante luz roja y contemplar el pequeño prodigio de la imagen emergiendo lenta, casi magicamente, sobre el papel.  El origen para comprender el futuro.


* De la familiaridad y otras ideas fragiles: Nunca me he llevado bien con mi  padre. Tal vez se deba a mi historia personal y el hecho que su temprana separación de mi madre significa un peso inevitable en nuestra relación. Como sea el caso, durante casi toda mi vida, mi relación con él consistió en llamadas ocasionales - siempre muy tensas y que solian terminar en discusiones - y una que otro almuerzo forzado.  Una circunstancia que de alguna manera siempre me habia entristecido y que sin duda, habia dejado una huella más o menos profunda en mi visión sobre esa afinidad un poco abstracta que significaba para mi la relación entre Padre e hija.

Así que no podría explicar muy bien como sucedio - podría resumirlo como una serie de hechos afortunados - que a mediados de este año, me encontré retomando de alguna manera la relación que habia muerto por descuido desde mi niñez. Lo que empezó como una llamada incomoda, termino convirtiendose en una comunicación diaria, y de pronto, encontré que mi padre, más allá de los prejuicios que podia tener sobre él, me simpatizaba. Me agradaba telefonearle en las noches para hablarle sobre mi dia o simplemente enviarle un correo mostrandole alguna de mis fotografias. Y recomenzar desde un punto neutro esa afinidad, esa idea de paternidad que hasta entonces no habia disfrutado en realidad, me ha permitido crecer y madurar en ciertos aspectos de mi vida,  que hasta hoy habian permanecido simplemente olvidados. La experiencia ha sido de inestimable valor y además, me ha proporcionado una cierta paz que hasta entonces, no habia tenido mayor sentido para mi.



¿Y que ocurrió después? Mi relación con mi padre aun continua construyendose día a día. Una experiencia inolvidable, profundamente fuerte que me ha hecho crecer, y sobre apreciar el valor de ciertas ideas que creí perdidas en mi vida.


* De vuelta al origen:  Desde que me licencié en la Universidad, he trabajado por mi cuenta. En realidad, creo que una de las ideas más consistentes en mi vida, han siempre rechazar cualquier tipo de convencionalismo laboral: me lleva esfuerzos acostumbrarme a rutinas, horarios, cronogramas, más allá de mi ritmo personal. Pero por alguna razón, esa aparente informalidad siempre me ha parecido un sintoma de inmadurez, de manera que este año decidí que tal vez me convendría probar algo con mayor estabilidad y sobre todo, obligarme a entrar en lo que en mi mente llamé "El mundo adulto".

Me llevó unos dos meses aceptar el error y para entonces, ya había comprendido algunas ideas elementales sobre mi misma que la experiencia me obligó a enfrentarme. No solo acepté, con cierta sorpresa, que simplemente el trabajo de oficina no era parte de mi visión del mundo laboral sino que además, no se trataba de un asunto de inmadurez o falta de irresponsabilidad: Podría resumirlo como simple incapacidad para aceptar una serie de pautas que me resultaron no solo insoportables, sino además sofocantes. De manera que culminada la experiencia, comprendí que necesitaba replantearme las ideas sobre mi vida de una manera coherente y sobre todo, realmente adulta, más allá de mis propios prejuicios y temores.

¿Como me siento ahora? Después de mi breve tránsito por el trabajo de oficina, comprendí que mi forma de ver la vida no se compagina con horarios, pautas y un cierta etiqueta empresarial de la que carezco. Y aunque respeto profundamente esta visión laboral, aprendi a que debo respetar mi propia perspectiva para lograr un necesario equilibrio personal.



¿Lecciones simples? Muy probablemente, pero estoy convencida que esta nueva étapa de mi vida que comienza luego de culminar varios ciclos, será un reflejo de todo lo que aprendí durante este año inolvidable.






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