lunes, 10 de octubre de 2011

La niñez tardía: de lo inolvidable a la simplicidad




Ocurre con frecuencia: Pensamos en la niñez como un periodo perfecto e inmutable de algun tiempo perdido. Tomamos su recuerdo como pretexto o incluso la excusa más simple para cualquier estado de animo. Es inevitable, de alguna manera el pasado que vivimos ha sido parte no solo de nuestra historia, sino de la mitologia que formamos en nuestra mente desde niños. Un heroe de pesadilla: Darle vueltas, buscar sus facetas, generar imágenes desde el cliché hasta el sueño. Ver reflejado el silencio, el amor, el desamor, la soledad, la muerte: la vida.  Es probable que siempre seamos un poco niños, recordando  la calle donde creciste, el parque donde jugaste, esas esquinas inolvidables e idealizadas.El sabor de la nostalgia: ese lenguaje inexplicable que hace que llore por lo que nadie entiende, que me ría de lo que no hace gracia y que disfrute como memorable únicamente lo efímero.


Porque de alguna manera siempre seremos eso. Remiscencias, fragmentos de voces y rostros que forman el hoy a partir de un pasado del que somos poco concientes.  Como esas conversaciones entre amigos que terminan siendo una especie de memorabilia inevitable de un pasado reciente. Seguramente te ha sucedido:  Dos o tres amigos de la misma edad se reunen y uno de los temas inevitables, es esas  caricaturas que todos veian cuando eran aun niños. Un tópico quizá tan natural como significativo de ese pasado en común que todos compartimos y que es probablemente, una forma de entender la perspectiva que todos compartimos sobre el mundo adulto que nos tocó vivir.

- Linterna verde debe ser el super héroe más inutil de todos - comento, bebiendo mi habitual taza de café. Mi amigo M. me mira con una expresión que va desde la alarma a la impaciencia. 

- ¿Que me dices de Batman? Quitale el dinero a Batman - responde, con esa convicción del creyente - quitale el dinero y dime tu que queda.


- El tipo es un genio - rebate mi otro interlocutor, A. con toda seriedad - aunque no tuviera dinero, igualmente...


- Claro que no! - insiste M. cada vez más impaciente - ¿te lo imaginas con el Batimovil dañado y esperando refacciones? ¿O sacandole el brillo a las estrellas de metal usadas para no tener que gastar en otras? Batman si que es el super héroe más inutil, porque además...


- Si al caso vamos, Superman es el único necesario - opino, un poco irritada - con su cabello engominado. Y la ropa interior en el lado equivocado, si mal no recuerdo.

- Pero vuela! - responde con todo candor M. - vuela...¿para que quiero otra cosa?

Y de pronto, me doy cuenta que conversamos sobre heroes imaginarios con la convicción de un presente adulto, un poco complejo y sin sentido. Los cínicos de siempre, convertidos de subito en fieles creyentes, en animados predicadores de un pasado tan sutil como fragmentado. Y siento una profunda ternura, una sensación de leve tristeza mezclada casi conmovedora. ¿Quienes somos? ¿En quienes nos convertimos? Tal vez nunca tengamos respuesta para eso.

Porque sin duda la niñez tiene esa delicadeza de la simplicidad y esa furiosa crudeza de lo genuino.

C'la vie. 


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