jueves, 26 de enero de 2017

Crónicas del cinéfilo neurótico: Cinco Películas políticas indispensables.

El Cine de tinte político suele clasificarse casi siempre entre la ópera bufa o el documental dramático con tintes moralistas. No obstante, el verdadero cine que retrata la política — esa reflejo ideal de la cultura como diálogo intelectual — es de hecho una forma de comprender su época. Un retrato en movimiento de esa opinión inevitable que toda sociedad tiene sobre sí misma y más aún, sobre su manera de elaborar un discurso sobre su identidad. Como arte y creación subjetiva, el cine ha logrado captar esa manifestación del yo colectivo que es inevitable en todo momento de la historia.

De la propaganda ideológica a la denuncia, el cine político ha dejado una huella indeleble en la memoria artística mundial y de hecho, podríamos decir que las mejores expresiones del género dibujan un mapa bastante preciso sobre la conciencia social que la política suele despertar y construir. ¿Y cuáles podrían ser las mejores películas sobre el tema? Una pregunta difícil de de responder. Me tomó algunos días de investigación, preguntas y sobre todo análisis encontrar una selección fílmica que pudiera resumir esa visión del cine sobre la política, esa necesidad de reinventar el discurso y crear sus propios héroes y monstruos. Finalmente, la lista se redujo a cinco (aunque por supuesto, estoy consciente que se encuentra muy incompleta) y que incluye las siguientes:


El Gran Dictador — Charles Chaplin, Estados Unidos
Chaplin siempre fue un hombre adelantado a su tiempo. Construyó un discurso cinematográfico nuevo que le brindó un nuevo sentido al humor. Pero más allá, analizó el discurso y la política como parte de la comunicación humana. Y es de esa visión que surge quizás su proyecto más osado “El Gran Dictador”, que construyó una nueva visión de la política y le brindó ese cariz de arte y manipulación que aún subsiste en nuestros días. Por supuesto, se suele insistir que la pieza fílmica surgió debido a la petición del presidente Roosevelt para para que el artista se uniera a la cinematografía de “protesta” tan en boga en la Segunda Guerra mundial. Pero se dice que la verdadera razón por la que Chaplin filmó la película fue que llegó a entender a Hitler no solo como figura política sino como símbolo de su época. Un pensamiento inquietante al tenor de las imágenes de la obra.

Con toda seguridad, se trata de una de las sátiras más incisivas y agudas sobre el totalitarismo que se haya filmado alguna vez. Chaplin usó el humor — disparatado, irreverente y cruel — como un desafío directo a la percepción de poder de su época y también, como un medio para analizar sus implicaciones y dimensiones. Filmada a base de secuencias — al estilo de los pequeños sketchs cómicos a los que Chaplin estaba acostumbrado — la película funciona como un ingenioso mecanismo en el que el mensaje está oculto en medio de pequeños golpes de efecto. Desde el discurso del Dictador anónimo — en medio de saltos y piruetas estrafalarias — a los inventos bélicos que muestra con cierta ingenuidad arrogante, el guión avanza para mostrar una completa reflexión sobre el miedo, la violencia convertida en discurso político. Para el recuerdo, el baile del Dictador con el Globo terráqueo: Uno de los momentos cumbres no sólo de la película sino de la historia del cine. Una durísima alegoría sobre el pensamiento político destructor y sus inmediatas consecuencias.

Dr. Strangelove — Stanley Kubrick, Inglaterra
Una vez leí que Stanley Kubrick tenía un sentido del humor retorcido y esta película parece confirmarlo: la película juega con los símbolos de la paranoia de la Guerra nuclear y lo hace de manera tan inteligente que termina siendo una sátira del absurdo sobre el lenguaje político. Certera, durísima y con un guión poderoso, creó una nueva manera de analizar el Universo político: desde la trinchera del mensaje como crítica directa al elemento social que lo inspira.
El guión de “Doctor Strangelove” se cuestiona de manera muy dura y pesimista el futuro de la humanidad e incluso el de la raza humana. Lo hace además a través de un humor delirante y surreal, que ridiculiza esa percepción del poder actual y sus consecuencias. No obstante, la película no utiliza la ironía y la sátira de manera moralizante y quizás, ese es su mayor fruto. No ofrece respuestas ni tampoco análisis morales, sino que se limita a transgredir un límite invisible sobre el temor hacia el futuro y sus infinitas implicaciones. Una percepción sobre la identidad humana como germen de todo tipo de desgracias y más allá de eso, como elemento fundamental en su propia destrucción.



Z — Costa-Gavras, Grecia
Fiel a su estilo, Costa Gavras creó una obra magistral de misterio, suspenso e intriga, tan espléndidamente construída que se convirtió en una alegoría directa a la resistencia y al poder del discurso político divergente. La película, basada tangencialmente en el asesinato del líder demócrata griego Grigoris Lambrakis, la película interpreta la rebelión social como una necesidad cultural: la subversión como una manera de expresar la divergencia.

Por supuesto, se trata de una historia que no dejó indiferente a nadie de su época, pero que gracias al buen hacer de Costa-Gravas, sobrevivió a la polémica y trascendió como documento íntegro sobre la violencia en el medio político. Como historia “Z” además consagra el uso de la noción sobre el poder como circunstancia cinematográfica: más allá de la ideología y el contexto, la película resulta comprensible para cualquier público y lo hace, gracias a su excepcional manejo de los símbolos y un durísimo discurso sobre el poder como herramienta de violencia directa. El film además, evita las discusiones y los debates éticos y se concentra en la noción de la política como reflejo de la sociedad que intenta representar. Una ingeniosa salvedad que el guión manera con precisión y una enorme elegancia argumental.


Un Día Muy Particular — Ettore Scola, Italia
Es probable que la película sea el mejor retrato de la multitudinaria visita de Hitler a Mussolini en Roma, unos cuantos años que estallara la Segunda Guerra Mundial. La película, un ejercicio de estilo profundamente intimista, es una reflexión meditada sobre el totalitarismo, la expresión de la política como una forma de represión y el temor como arma política. Asombrosas las actuaciones de Sophia Loren y Marcello Mastroianni, en una especie de diálogo visual que crea toda una nueva dimensión sobre el lado más sangriento del poder.

Ettore Scola crea una película sutil, de una atmósfera expresiva, tensa y elocuente. Hay una percepción sobre la circunstancia política como elemento externo a los personajes pero la distancia no es lo suficiente como para que no sufran sus consecuencias invisibles. La película avanza en medio de silencios metafóricos y alegorías al clima abrumador que transcurre más allá de las pequeñas escenas íntimas a las que el director dedica especial atención. El fascismo — que el director transforma en una presencia punzante a lo largo de la película — acecha de manera tangencial pero inevitable. Y mientras la trama retrata las pequeñas alegrías y dolores de la pequeña vecindad que analiza desde la periferia, las narraciones radiofónicas a mayor gloria del Duce y el Führer flotan en medio de las conversaciones y el sonido incidental. El resultado es un ambiente de doloroso realismo que es quizás, el mayor triunfo de la película.


Todos los Hombres del Presidente — Alan Pakula, Estados Unidos
Brillante, ágil, bien ensamblada y sobre todo, con una inteligente puesta en escena, el film retrata el trabajo periodístico que llevó a la destitución del controversial Presidente de Estados Unidos Richard Nixon. La película sin embargo, no solo asume el hecho real como una forma de documento histórico, sino que además lo convierte en un símbolo profundamente meditado sobre la política, las relaciones de poder y sobre todo las consecuencias de cualquier actuación en el ámbito público y de los entornos del poder.

La película es sobria y en ocasiones, analiza la historia que cuenta desde una distancia emocional que evita juicios de valor y nociones éticas, lo que le brinda un dura objetividad que se agradece. El guión de William Goldman además rehuye lugares comunes y clichés, en un intento por reflejar la convicción personal y moral de los personajes con enorme naturalidad. El resultado es una historia que avanza con enorme fluidez en medio de una visión de la política — sus secretos y entresijos — ágil y bien planteada. Un homenaje al periodismo de investigación que aún sorprende por su actualidad y frescura.

¿Una lista corta? Probablemente lo sea. Aún así, resume esa notoria necesidad del cine por crear un reflejo sobre su contexto histórico, un documento visual y estético que pueda resumir no sólo la identidad de la época que intenta retratar sino además, esa gran abstracción social que con gran ingenuidad, llamamos identidad.

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