sábado, 9 de febrero de 2013

Delirios sabatinos: La mujer y lo sagrado. ¿La contraposición de la puta y la Santa?






Hablar sobre la feminidad es resbalar un poco por terreno inestable. El tema está en boga - que bueno - pero no siempre es comprendido de manera concreta - que preocupante -. Igualmente, siempre que se analiza, encuentras que la visión cultural y social al respecto tiene muchos rostros, tal vez uno por cada opinión, visión y perspectiva. Y eso si me parece extraordinario. Hasta hace muy poco, la mujer tenía una única dimensión.

Anoche, veía una película de la cual nunca supe el nombre que ponderaba sobre la mujer divina. Dos ancianos, sentados en mitad de un bello campo nevado, conversaban sobre la mujer como ente divino. El "Ánima" y esas ideas de pureza que realmente me producen más angustia que interés. El caso es que de pronto, la película cambió de ritmo y apareció una bella mujer curvilínea que se identificó así misma como La Protomujer. Y dijo una frase que me encantó: "De la mujer se habla como divina, jamás como sagrada".

Un buen pensamiento. Tan bueno, que a esas horas - algo así como a las tres de la mañana - tomé portatil, hoja y papel y comencé a redactar una idea al respecto. Por supuesto, me siento en la obligación de antes de comenzar desarrollar mi visión sobre esa disyuntiva tan sutil pero que me parece tan importante, hacer una  pequeña declaración de intenciones de intereses. Y es la siguiente : No voy a hablar de la mujer santa, inaccesible, inalcanzable, impoluta, beatifica. Eso es un concepto monoteísta - patriarcal - sobre la mujer con el que no simpatizo. Tan simple que no puedo hablar de la mujer y lo sagrado en el contexto del monoteísmo si no es dando una complicada vuelta que me sitúe en la mística, que es el atajo para trascender a lo divino burlando la religión. Pero tampoco esto me interesa ahora. Lo que si me interesa y mucho, es hasta que punto la mujer - lo femenino esencial - se puede considerar sagrado.


Claro está, no hago esta distinción por puro capricho, si no porque el tema que quiero tocar tiene poco de la divinidad como la concebimos en occidente. Una belleza plácida, flotando en medio de luz. De hecho, lo sagrado en las culturas primitivas, tenía mucho ver que con la violencia, la crueldad de la naturaleza, esa idea desconocida y profunda que parecía surgir de algún lugar inquietante en mitad del miedo y la admiración. Entre lo santo y lo maldito, la mujer siempre ha sido relegada a esta última instancia. Incluso ha sido identificada con el Mal en sí, tal como afirmaban los inquisidores Kramer y Sprenger, autores de "El martillo de las brujas" : "Toda maldad es nada comparada con la maldad de las mujeres". Ya desde los orígenes Eva y Pandora representan la causa de todos los males que luego nos han sobrevenido a los humanos. La mujer es un ser impuro por su sangre menstrual, que tenía la capacidad virtual de contaminar a toda la comunidad, por lo que era incluso apartada de ella. Pero también era impura por el hecho de gestar y alumbrar a una criatura. Ejemplo de ello lo tenemos en la purificación preceptiva de María después del nacimiento de Jesús, teniendo que ofrecer en el Templo el sacrificio de un par de tórtolas o pichones para lavarse de la incomprensible mancha de haber parido. Sin embargo, la sangre del sacrificio ofrecido a Dios purifica a los hombres y es grata a Yahvéh, pues el mismo rey David reconoce el interés de su dios por los sacrificios rituales, ya que para reconciliarse con El le brinda la satisfacción de "oler una ofrenda". Y en la consagración del templo de Jerusalén por Salomón se sacrificaron veintidós mil bueyes y ciento veinte mil carneros : una múltiple hecatombe, ya que esta palabra significa "cien bueyes" o el sacrificio de esos cien bueyes.


De manera que cuando hablo de lo Sagrado, hablo de la tridimensionalidad Femenina. El poder de ser y de estar. De desear, crear, construir, destruir. Porque lo femenino, durante mucho tiempo - demasiado tiempo - fue considerado inmutable, dolorosamente silencioso, sin voz. Es temible, esa idea de la mujer del Medioevo como ideal romántico, o la mujer Victoriana, atrapada en su corset. Y es que lo divino arranca capas de comprensión, resume, disminuye, debilita. Lo sagrado consagra, embellece, brinda poder. Es un pensamiento hermoso sin duda. Un pensamiento poderoso. De hecho, es el poder de ser mutable, diferente, la necesidad de transformación lo que hace a lo Sagrado una parte cultural esencial. Lo sagrado - lo excelso, lo esencial y nuclear - es lo que lo hace perdurable. Tal vez por ese motivo, en griego están hierós y hagios, pero mientras la primera significa sagrado en lo que tiene de referencia a lo divino como fuerza y luz, la segunda, hagios, implica también la acepción de maldito. En latín sucede algo parecido, pues si bien sanctus corresponde al concepto de sagrado y santo, así como al de respetable y virtuoso, la palabra sacer , de la que provienen sacro, sacerdote o sacrificio, también conlleva el significado de maldito, execrable o consagrado a los dioses infernales.

Mucha tela que cortar, pienso, mientras pienso en lo Sagrado femenino - ese poder de crear y construir - y la divinidad, esa sutil referencia al poder que parece habitar y disgregarse por el mero hecho de temer su propia fragilidad. Y sin embargo, como diría la ProtoMujer de la película anónima - que por cierto, terminó matando a los ancianos y comiendo sus vísceras sobre la nieve impoluta - lo femenino es poderoso por el simple hecho de ser incomprensible. Lo sagrado en lo misterioso. El enigma esencial.

C'est la vie.

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