martes, 5 de febrero de 2013

Del Mito al hecho: ¿Existe el Necronomicón? Lovecraft para el pueblo.




Cuando tenía unos doce años, leí por primera vez un cuento de Lovecraft. Y me volví irremediablemente adicta. Me obsesioné con todos sus cuentos, los cortos y llenos de adjetivos exagerados, los largos, mucho más meditados y oníricos. Amé sus mundos retorcidos, sus ensoñaciones venenosas y claustrofobicas. Y por supuesto - no podía ser de otra manera - con el Necronomicón, el libro  maldito que Lovecraft describía en muchas de sus historias. ¿Como podría ser de otra forma? ¿Había algo más emocionante que un libro que contuviera todos los secretos del "mal", ese sinuoso y palpitante que Lovecraft describía en sus historias? La idea en si misma era tan fascinante como improbable, pero afrontemoslo, a los once años, era inevitable obsesionarse con algo así.

Y me obsesioné de la manera más estrafalaria: Gracias a uno de mis libreros queridos, que ya por aquel entonces me malcriaban más de lo debido, conseguí una "supuesta" copia del Necronomicón. Era un libro muy vulgar, con tapas de cartón y repleto de símbolos sin sentido que sin embargo, me pareció extraordinario. La puerta misma de los secretos del terror descrito por Lovecraft. Estaba convencida que el Necronomicón era real, en todo su misterio arcano y su extraño simbolismo, no importaba si venía en una copia de bolsillo baratona. Así que por meses, muy convencida, me dediqué a dibujar simbolos en tiza en el patio del colegio, en el jardin de hojas de Mango de la casa familiar en Higuerote e incluso en plena calle. Levantaba los brazos y llamaba a los primigenios, a los espiritus malvados que supuestamente podría convocar libro en mano, a esas criaturas del inframundo que estaban esperando que una incauta como yo los trajera al mundo de la luz para cumplir sus malvados designios. Si, estaba un poco loca ya por entonces. Mi abuela, a quién todo aquel furor mitológico le hacia reír a carcajadas, me miraba desde lejos, esperando terminara por cansarme de todo aquello, como de hecho sucedió. Cuando muy decepcionada porque no logré invocar demonio o criatura preternatural alguna fui a preguntarle que había ocurrido, me miró casi con ternura.

- El Necronomicón existe tanto como el niño Jesús - dijo - lo inventó Lovecraft para sus libros.
- Pero...el libro existe! - reclamé ofendida - es real, con sus símbolos...
- No lo es. Es tan poco real como el pueblo Innsmouth - insistió - Lovecraft tenía su propio Universo y lo creo a base de pequeños detalles. Y el Necronomicón es otro, por supuesto, de esos pedazos de mundos. 

Que enorme decepción sentí. Por meses, odié con fervor a Lovecraft, hasta que por último comprendí que parte de su genialidad, era justamente, haber creado un universo literario tan poderoso como para convencer a cualquiera de su existencia. Porque cuando comencé a investigar con cuidado la historia del supuesto libro Mágico - ya tenía por entonces catorce años y se me había pasado un poco el odio irracional contra el escritor - descubrí que no era la única, ni mucho menos, que había creído en la existencia del Necronomicón.

El mito, el libro, el escritor:

Investigando aquí y allá, descubrí que, efectivamente,  la figura del Necronomicón había sido creado por Lovecraft como parte de su extensa colección de relatos. Según el mundo creado por el escritor, el Necronomicón es un Libro mágico ( o Grimorio ) que contiene todos los secretos prearios ( o antes del tiempo conocido ) que forman parte del ideario y mitología propia de sus historias. Como era habitual en las historias de Lovecraft, el autor se prodigó en detalles y dotó  al Necronomicón de personalidad propia: No solo estableció el nombre de su autor, si no que además, describía las horrendas imágenes que llenaban sus páginas. Con el correr de los años  y a medida que Lovecraft depuraba su estilo narrativo hasta crear un nuevo estilo de terror, el Necronomicón saltó, literalmente, de las páginas de Lovecraft para convertirse en un mito urbano con peso propio.

Por supuesto que, Lovecraft fue el primero en alimentar el mito: en repetidas ocasiones nos advierte que la lectura del Necronomicón puede llegar a la locura. En casi todos sus relatos, los protagonistas sufren muertes sangrientas, experimentan pesadillas y visiones de pesadillas, un mero vislumbre del mundo que el Necronomicón sugiere entre sus páginas. Incluso, durante buena parte de su vida, Lovecraft se negó a comentar sobre las fuentes que alimentaban su ideario particular y seguramente, fue esta reserva - por completo premeditada, sin duda - lo que llevó a sustentar el mito, más allá de las páginas de sus historias. Una satisfacción inesperada, seguramente para el prolífico escritor.

Y es que de hecho, resulta cuando menos asombroso, descubrir que el escritor creó una historia y cronología tan creíble para el libro, que todavía aún, existe la duda - alimentada por gran cantidad de mitos y leyendas urbanas al respecto - que el libro existe de manera independiente a las historias de Lovecraft. Existe una nutrida literatura sobre el particular, alimentada por toda una Pléyades de entusiastas lectores del escritor, que intentan demostrar que el Necronomicón es real. Y a veces, recordando mi época entusiasta, esa época excitante donde parecía posible abrir las puertas de secretos primigenios por un mero esfuerzo de imaginación, no puedo culparlos. Quizá, sin saberlo Lovecraft encontró ese poder secreto que tanto añoró en sus relatos y que logró, por extraño que parezca, fuera de ellos: esa "memoria de raza", ese instinto primigenio que nos impele a creer, con la inocencia que crea Dioses y monstruos en la imaginación.


Para leer:

Cuentos de Lovecraft: http://elespejogotico.blogspot.com/2007/11/relatos-y-cuentos-de-lovecraft.html

El Necronomicón, ilustrado por H.R Giger: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=CA_7XI5Haqg

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