lunes, 27 de julio de 2015

El ABC del fotógrafo curioso: Todo lo que debes saber sobre la creación artística a través de la fotografía.




¿Que hace a una obra autoral serlo? ¿Que la identifica sobre todo una proliferación de planteamientos idénticos? ¿Qué la hace única en un mundo hipersaturado de imágenes y reflexiones visuales virtualmente iguales? Son planteamientos que con frecuencia el fotógrafo se plantea y sobre todo, analiza en la búsqueda de un elemento distintivo que le brinde a su trabajo una identidad propia. Se trata de un recorrido personal a través de un concepto que se asume personal, pero que también, forma parte de una percepción mucho más general sobre la fotografía y en esencial, esa capacidad de la imagen inmediata para elaborar ideas complejas.

Decía el gran László Moholy-Nagy que “Los límites de la fotografía no se pueden predecir. En este campo todo es tan nuevo que hasta la búsqueda ya conduce a resultados creativos”. Una idea que parece sugerir — e insistir — en esa percepción de la fotografía como un arte/técnica en constante renovación. Más allá de eso, la visión del célebre fotógrafo resume además, esa noción de la fotografía en constante transformación siempre incompleta y a punto de construir una idea original, divorciada de sus antecedentes pictóricos y de noción de la herramienta a la que suele estar aparejada. Y es que la fotografía, como disciplina estética y también, como noción especulativa, se encuentra con enorme frecuencia, en un terreno abstracto en medio de la hipótesis y la certeza. Una perspectiva única que le permite sostener una carga conceptual considerable.

Es por ese motivo, que la fotografía, como expresión estética siempre se encuentra en la búsqueda de la profundidad conceptual y sobre todo, la complejidad del planteamiento que pueda permitir al autor construir una noción clara sobre sus opiniones y puntos de vista. Ninguna fotografía es inocente y mucho casual. Incluso las accidentales, las consideradas las más sencillas y sobre todo, las que se asumen por completo superficiales, son manifestación intrincadas sobre las referencias y perspectivas de su autor. Cada imagen no sólo del mundo interior de quien las crea, sino también, de los conceptos que maneja, profundiza e investiga, como parte de su construcción visual. Cada artista tiene la capacidad de reconstruir los símbolos Universales hasta crear una serie de ideas personalísimas, que sostienen su hipótesis artística y la hacen por completo única. Eso, a pesar, que la fotografía está condenada a repetirse así misma y sobre todo, a mostrar variaciones del mismo tema. No obstante, es el elemento autoral, personal e íntimo el que puede brindar esa personalidad única a la imagen que se crea y sobre todo, a la que se construye como idea artística concluyente.

De manera que es natural, que todo fotógrafo se pregunte con frecuencia, cuales son las ideas, elementos y planteamientos que distinguen su propuesta fotográfica. Un cuestionamiento que enriquece el proceso creativo pero que sobre todo, construye una visión sobre lo que conforma el cuerpo de trabajo de cualquier planteamiento visual desde un punto de vista mucho más sustancioso. Y es que resulta inevitable, analizar la construcción visual como una consecuencia de las decisiones técnicas, artísticas y filosóficas de su autor. Una combinación de su pericia como operador del aparato que permite el resultado visual pero además, su capacidad visual para elaborar ideas complejas. En medio de ambas cosas, el concepto estético y conceptual se sostiene sobre una reflexión incesante y sutil sobre el mundo del fotógrafo y más allá, su manera de mirar.

¿Que puede beneficiar o acentuar el elemento autoral en nuestras fotografías? ¿Que puede brindar mayor consistencia a nuestro planteamiento visual? Quizás los siguientes métodos y formas de análisis sobre nuestro planteamiento visual:

* Toda obra visual debe evolucionar y profundizar su planteamiento artístico:
En una ocasión leí que Diane Arbus solía revisar su trabajo cada cierto tiempo, intentando encontrar una diferencia visual consistente en su propuesta fotográfica que pudiera expresar un proceso visual continúo. La fotógrafa, una gran observadora del mundo que le rodeaba pero que sobre todo, estaba muy consciente del peso de la experiencia personal sobre el producto fotográfico, necesitaba que su planteamiento visual no sólo expresara una serie de ideas concretas sino también, sus diferentes percepciones sobre los conceptos que expresaba. En otras palabras, la necesidad insistente que su obra fotográfica reflejara su evolución como creadora y sobre todo, como artista visual.

La fotografía es sobre todo, una mirada profunda a las circunstancias conceptuales o directas que rodean a su autor. De manera que, por necesidad, la obra visual de cualquier fotógrafo debe reflejar la evolución de sus conceptos, percepciones y punto de vista. Como bien descubrió Arbus muy pronto, una obra fotográfica se analiza a través de sus múltiples variaciones y reconstrucciones, en la capacidad que le permite reflejar el crecimiento intelectual y emocional de su autor. ¿Tus fotografías actuales son idénticas a las que realizar hace una década atrás? Quizás sea necesario que replantees y comprendas hasta que punto tu obra visual carece de elementos que puedan construir una nueva mirada sobre tu reflexión de la realidad.

Toda imagen conlleva una búsqueda esencial y profunda sobre un concepto elemental, que el fotógrafo concibe y analiza desde un personalísimo punto de vista. Las transformaciones estéticas y conceptuales en las propuestas visuales de un fotógrafo, son parte de ese proceso privado que concibe la idea estética como una noción cada vez más intima. Y eso por supuesto, implica que las fotografías sean un testimonio no sólo de esas transformaciones sino de la profundización — o transformación — de las interpretaciones del autor sobre la realidad. Un crecimiento constante que brinda a las imágenes su capacidad para ser un espejo de la realidad — y búsqueda de sentido y objetivo — de su autor.

* Toda obra visual implica una la reinvención de un concepto:
Hace poco, durante el taller de Lenguaje fotográfico impartido por el investigador Wilson Prada en que participé se planteó la pregunta si el estilo visual puede encasillar al fotógrafo en una revisión constante de una misma idea. La respuesta del conocido investigador me sorprendió: “El estilo existe para construir ideas, no para limitarlas como nociones visuales únicas”. O lo que es lo mismo, la capacidad para crear estructuras conceptuales sobre nuestro trabajo fotográfico no depende de una única visión, sino que admite una serie de replanteamientos — por otro lado necesarios — que sustenten una visión fotográfica que se renueva en una dinámica necesaria y sobre todo, constante. Cada fotografía — o menor dicho, planteamiento fotográfico — construye una visión nueva sobre lo que deseamos expresar. O al menos, es la necesidad que plantea el hecho fotográfico como idea artística.

De manera que es necesario que el fotógrafo analice su cuerpo trabajo y descubra las pautas y ritmos que lo forman. Y sobre todo, que le permitiría profundizar en las ideas que maneja. ¿Tus fotografías son virtualmente idénticas unas a otras? ¿Tu propuesta fotográfica es uniforme y carece de extremos o planteamientos unitarios o concretos que puedan construir una perspectiva distinta? Quizás necesitas replantearte tu visión fotográfica desde su dimensión esencial. ¿Tu estilo o lo que consideras lo es limita tu percepción de tu trabajo visual como un expresión consistente de un concepto? ¿Repites lo que asumes es hermoso, importante o incluso significativo sin evolucionar hacia un análisis más profundo? Quizás necesitas desmenuzar tus motivaciones y reflexiones visuales, ya sea a través de una reformulación de ideas o una nueva perspectiva sobre lo que deseas fotografiar. O quizás, debas aventurarte a otros nuevos planteamientos y reflexiones artísticas, la búsqueda de nuevos elementos e incluso, aliteraciones de lo visual como parte de un crecimiento estético personal.

* Toda obra visual debe ser el reflejo de nuestro punto de vista:
En una ocasión, un fotógrafo me insistió que toda fotografía debe adecuarse a una serie de ideas y planteamientos que celebran lo que llamó “la fotografía pura”. Se refería por supuesto, al análisis de la imagen como reflejo directo de la realidad. Cuando le pregunté que pensaba sobre la fotografía conceptual, artística e incluso la auto referencia — un término debatido hasta el cansancio por la teoría fotográfica — volvió a insistir en el hecho que toda fotografía es un documento que muestra la realidad bajo parámetros exactos y evidentes. Una idea que parecía contradecir el concepto de la fotograficidad — o lo que puede ser fotografiado y transformado en una manifestación artística por derecho propio -y mucho aún más aún, la fotografía como expresión artística esencial.

No obstante, no se trata de una opinión única. Por décadas, se menospreció el hecho de la fotografía artística, en beneficio de la imagen inmediata como documento histórico y reflejo de la realidad. Aún así, lo artístico en la fotografía persistió como un concepto creativo que reinventó y proporcionó a la creación visual una nueva consistencia y sobre todo un punto de vista único sobre la capacidad de lo fotografiable para construir símbolos personales. En otras palabras, la necesidad de elaborar un concepto complejo sobre la percepción de la fotografía como una contraposición del acercamiento directo de la fotografía.

Todo lo anterior permitió que la fotografía se asumiera como proceso artístico real y por derecho propio. Desde Julia Margaret Cameron a Man Ray, la fotografía se transformó en un vehículo de expresión artística individual. Incluso si la realidad — o la realidad desde el punto de vista del autor, en todo caso — no formaba parte de ese concepto insistente sobre la fotografía como documento reflejo. Más allá de eso, la fotografía como percepción estética permitió al fotógrafo sustentar manifiestos visuales lo suficientemente poderosos como para trascender la idea fotográfica en si misma. En otras palabras, comprender la fotografía como una herramienta artística y sobre todo, una obra personal que pudiera expresar connotaciones personalísimas como parte de la imagen inmediata.

Así que, la fotografía es mucho más que un análisis sobre su valor para mostrar la realidad. La fotografía es un hecho artístico que se comprende en la medida que puede reflejar no sólo un conjunto de ideas personales, sino también los símbolos que la sustentan. Un análisis profundo sobre el discurso que crea una imagen y lo que permite convertirla en un manifiesto claro y complejo de las intenciones y puntos de vista de su autor.

* Toda obra visual se compromete con una opinión, una idea, una manifestación del yo:
Con frecuencia, se suele decir que el espléndido trabajo del paisajista Sebastiao Salgado crea una perspectiva benigna e incluso preciosista sobre aspectos muy duros sobre la realidad. Sus imágenes — que proponen una visión esencialmente desconcertante sobre la naturaleza humana y sus implicaciones con los espacios naturales — casi siempre poseen una enorme carga estética y sobre todo, de espléndido manejo del lenguaje artístico. ¿Oculta el trabajo de Salgado la realidad y la contundencia de conceptos tan abrumadores y potencialmente perturbadores como la pobreza, la muerte y la naturaleza salvaje? ¿O se trata del punto de vista de su autor, la capacidad para reinventar la realidad y crear algo por completo nuevo con respecto a lo que mira?

El trabajo de Salgado, analizado desde ambos de vista supone un debate insistente sobre la capacidad de la fotografía para mentir, disimular o incluso ocultar la realidad. ¿Es una práctica fraudulenta? ¿Se trata de una aseveración muy dura sobre la construcción de la realidad de un autor? ¿O es el trabajo de Salgado, como el de tantos otros autores, un punto de vista personal pero válido sobre una concepción de la realidad como percepción única? Una y otra vez, el cuestionamiento avanza hacia esa noción de la fotografía como una forma de expresión y también, documento que refleja lo verídico bajo una concepción personal.

Se suele hablar de la fotografía como ventana o como puerta hacia la realidad, lo que podría interpretarse como su capacidad para mostrar lo que nos rodea y a la vez, para delimitar la realidad a través de expresiones conceptuales muy concretas. No obstante, el elemento autoral es mucho más que eso y se vincula directamente a la capacidad de la imagen para reelaborar y re interpretar la realidad según las interpretaciones de su autor. Toda fotografía es una opinión, una reflexión, una contradicción, una idea sustancial. O debería serlo, en la medida que construye una visión sobre lo que deseamos expresar como percepción de la realidad. ¿Qué nos hace fotografiar? ¿Por qué lo hacemos de determinada manera? ¿Por qué la fotografía supone una reflexión si podría limitarse a reflejar con exactitud lo que le rodea? Pero ¿Alguna fotografía es capaz de mostrar lo que le rodea en forma absolutamente objetiva?

El filósofo Vilem Flusser teorizaba que no. Que a pesar de las intentos por crear y construir expresiones fotográficas fidedignas, el fotógrafo siempre miente. O mentirá en la medida que su fotografía sea capaz de reconstruir la realidad. No obstante “la mentira” fotográfica es en realidad una concepción artística, una idea que sostiene sobre el mundo interior de su autor y que contiene, su capacidad para apropiarse de símbolos Universales y metaforizar ideas concretas. De manera que, la fotografía — cualquier imagen, incluso las que suelen insistirse son formas de documentalismo puro y duro — contienen una consistente carga intelectual y emocional que las hace única.

Así que, siempre procura que tus imágenes muestren lo que ves del mundo, no lo que se supone deberías ver. Permítete la libertad de construir ideas fotográficas que puedan distorsionar la realidad y mostrar una idea consistente sobre tu identidad. Después de todo, una fotografía es una manifestación artística y como tal, debe ser comprendida.

* Toda obra visual puede imitar, pero jamás convertirse en una opinión visual servil:
Hace unos años, Gueorgui Pinkhassov contó durante una entrevista una anécdota que parece resumir lo equívoco — y confuso — que puede resultar la propensión a imitar de algunos fotógrafos. Pinkhassov explicó que en una ocasión trataba de calmar a un fotógrafo que había sido rechazado por la agencia Magnum. “Pero mira mis fotos”, dijo el hombre “Son como Cartier-Bresson. -Sí- respondió Pinkhassov -. “A veces ni siquiera se puede distinguir quién es quién. Pero hay una diferencia: Cartier-Bresson no se parece a nadie, y tú te pareces a él.”

La imitación es un método de aprendizaje para cualquier fotógrafo. De hecho se considera natural que cualquier creador visual analice las ideas visuales de sus referentes inmediatos y los utilice como parte de su planteamiento fotográfico. No obstante, la fotografía como arte, se nutre de la mirada personalísima del fotógrafo sobre su planteamiento visual. Y es que a pesar que la imitación brinda al fotógrafo la oportunidad de construir discursos visuales basados en el acierto y el error, también puede conducir al servilismo visual y a la conformidad.

Y es que la copia y la imitación, no es otra cosa que la construcción de lenguajes visuales basados en propuestas independientes a la nuestra. ¿Que tan válido resulta que nuestra expresión artística dependa directamente de la creación y comprensión de los elementos fotográficos y conceptuales de otra obra sucedánea? Con frecuencia, es una disyuntiva que todo fotógrafo en crecimiento analiza en algún punto de su aprendizaje. ¿Es la imitación una forma de aprendizaje o un desvío peligroso dentro de la creación artística? Entre ambas reflexiones, parece persistir la idea de la fotografía como idea autoral, personalísima y que depende esencialmente de lo que asumimos como valor estético. De manera que aunque la imitación en ocasiones es inevitable, también lo es la consecuente reflexión individual y finalmente, la capacidad del fotógrafo para construir un lenguaje personal.



La idea autoral continúa siendo una reflexión fotográfica que parece producir un inevitable debate sobre hasta que punto la imagen fotográfica — inmediata, producto de una idea que intenta reflejar la realidad — puede ser creativa o esencialmente artística. No obstante, la idea de la identidad de un lenguaje fotográfico — o lo que es lo mismo, un planteamiento sustentado en ideas — continúa siendo parte de una idea esencial y sobre todo, una percepción consistente sobre lo que la imagen inmediata puede ser y sobre todo, como puede ser percibida. Una construcción visual cercana al ideal estético y sobre todo, a la expresividad visual. Una obra de arte por derecho propio.

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