lunes, 6 de julio de 2015

ABC del fotógrafo curioso: Lo que los grandes fotógrafos contemporáneos pueden enseñarte.




Hace años, no recuerdo exactamente cuando, leí por primera vez la célebre frase de Ansel Adams “Tú no tomas una fotografía, la creas”. Fue toda una revelación: de pronto, tuve una percepción sobre lo fotográfico por completo nueva y basada, justamente en ese inmediato cuestionamiento de ¿Cuantas veces he creado una fotografía en lugar de sólo tomarla? O lo contrario ¿En cuantas ocasiones la imagen que capto es sólo un documento visual sin mayor peso ni significado? Entre ambas ideas, se abrió un enorme planteamiento intelectual sobre los motivos por los cuales fotografío y sobre todo, porque deseo continuar haciéndolo. Una y otra vez, esa frase de Ansel Adams, resumió mi empeño por contar historias en imágenes, por dialogar con los espacios de mi mente y sobre todo, por construir una alternativa a lo visual que pudiera ser una metáfora profunda sobre mis inquietudes artísticas.

A lo largo de los años, he recibido cientos de consejos semejantes de fotógrafos. Algunos a viva voz, otros mirando sus imágenes, la mayoría investigando sobre su manera de crear y comprender la imagen. Un aprendizaje basado en el análisis, en la percepción de la fotografía como medio y reflejo de mi opinión y forma de crear, pero sobre todo, de la manera como asumo su peso en mi manera de construir mi lenguaje estético y conceptual. De manera que esos consejos — en forma de citas, frase sueltas en entrevistas y reflexiones sobre la fotografía — me han brindado un inestimable conocimiento sino un conjunto de experiencias compartidas que han enriquecido mi punto fotográfico.

Y ¿Cuales son esos consejos que han enriquecido mi planteamiento fotográfico una y otra vez? Quizás las siguientes:

* Sigue tu camino:
Cuando comencé a fotografiar, lo hacia por mero impulso creativo, así que fotografiaba siempre que podía, todo lo que estaba a mi alcance. El resultado fue la capacidad de descubrir al mundo que me rodeaba no sólo a través de las imágenes, sino de la forma como la fotografía me permitía construir una idea visual muy concreta sobre mi personalidad, mi punto de vista sobre las ideas y sobre todo, lo que comprendo como creación visual artística. Sobre todo, cuando llegado a cierto momento, comencé a analizarme frente al lente, asumir la biografía de mi vida a través de mis autorretratos pero sobre todo, la idea más profunda de un concepto artístico aún en formación. Encontré que fotografiar era mucho más que un hobbie. Era pasión, una necesidad creativa a pleno derecho y sobre todo, una insistente mirada hacia quienes somos y como nos comprendemos.

Sin embargo, luego de diez años fotografiando, comencé a preguntarme si toda esa energía creativa me conducía hacia alguna dirección. Sobre todo, cuando me hice adulta y la fotografía continuaba ocupando un importante lugar en mi vida cotidiana, aunque no supiera definir con claridad las ideas que me hacían continuar mirando el mundo a través de la cámara. Especialmente mirándome a mi misma. Seguía fotografiando por las mismas razones por las cuales lo había hecho de niña, sólo que ahora, tenía una perspectiva adulta y quizás mucho más pragmática sobre el tema: deseaba fotografiar por el mero hecha de crear, pero también comencé a preguntarme que valor real tenía toda esa necesidad mía de asumir un lenguaje artístico en imágenes.

La primera vez que pensé que quizás debía fotografiar como profesión, me asusté. Tenía veinticinco años y hasta entonces, la fotografía era un habito privado, una enumeración incesante de escenas y circunstancias sobre mi vida y mi modo de comprenderme. ¿Cómo encajar ese planteamiento en el mundo más allá de mi misma? La idea me inquietó, sobre todo cuando comencé a tomar clases de fotografía y me tropecé con una visión sobre la imagen mucho más precisa. La mayoría de mis compañeros de clase se asumían como fotógrafos, se analizaban desde el punto de vista profesional. Pero yo continuaba haciéndome preguntas sobre cual era el objetivo de toda esa visión creativa, esa necesidad de contar y construir ideas a través de las imágenes. ¿Debía ser redituable para ser realmente una idea fotográfica? O lo que es lo mismo ¿Me convertía en fotógrafo ese ejercicio visual insistente que había llevado a cabo la mayor parte de mi vida?

Hasta ese momento, la mayor parte de mi trabajo era auto referencial. Nunca había llevado a cabo una idea fotográfica que no estuviera esencialmente unida a mi manera de ver el mundo o a mi propia historia. De hecho, mi trabajo fuera del ámbito del autorretrato era tan escaso como simple. ¿Que tanto valor fotográfico tenía esa incesante búsqueda artística? ¿Debía abandonar toda mi percepción sobre la fotografía en busca de algo más comercial o profesional? No lo sabía. Pero la idea me angustio y me preocupó por casi cinco años, durante los cuales me debatí en una serie de dudas y cuestionamientos sobre lo que somos como sujeto fotográfico y quienes podemos ser a través de ese concepto. Más de una vez llegué a preguntarme si esa necesidad mía de fotografiar por el sólo hecho de hacerlo — de disfrutar, de paladear de la imagen — era una limitación hacia esa otra expresión de la fotografía, la que suponía un análisis de mi trabajo desde un punto de vista profesional, de cuanto podía brindarme como trabajo y aún más, cuanta importancia podía tener esa percepción sobre lo que decidía fotografiar y que no. Eran pensamientos desosegantes pero sobre todo, dolorosos. Una visión elemental sobre mi propuesta fotográfica y más allá, de mi manera de comprender el arte visual

Entonces leí la siguiente reflexión de Alex Web, reconocido fotógrafo de la Agencia Magnum:

"Haz fotos porque te encante hacerlas, porque simplemente necesites hacerlas, porque tu recompensa principal sea el proceso de hacerlas. Otras recompensas -como el reconocimiento o la remuneración económica- son escasas y efímeras. Y si de algún modo llegas a tener éxito, será inevitable que haya rachas en las que seas ignorado o en las que tengas pocos ingresos y muchos casos ambas. Está claro que hay muchas formas más fáciles de ganarte la vida en esta sociedad. Hacer fotografías es una pasión, no una carrera."

Recuerdo que sentí que el rostro se me enrojecía de placer y emoción. Tuve la sensación que algunas piezas en mi mente que no encajaban en ninguna parte, habían encontrado su lugar a través de esa percepción sobre la fotografía. No sólo porque Web había resumido mi perspectiva fotográfica mejor de lo que jamás podría haberlo hecho yo misma sino que la analizó desde la distancia de la experiencia el hecho fotográfico. Web no sólo criticó sutilmente esa noción que insiste que la fotografía “debe” cumplir algún tipo de propósito comercial o profesional sino que además, le brindó esa necesaria dimensión de propuesta artística. Fotografiamos lo que amamos. Seguimos fotografiando porque ese amor es perdurable y significativo dentro de nuestro planteamiento creativo.

* Mira con atención a tu alrededor:
Cuando era muy pequeña y no soñaba siquiera con llamarme fotógrafo, una de las amigas de mi madre me preguntó por qué no fotografiaba el párrafo favorito del libro que estaba leyendo por entonces. La escuché como si no pudiera entender a que se refería y le expliqué, desde mis escasos conocimiento fotográficos, que una cámara sólo podía captar lo que estaba frente al lente, no lo que imaginaba entre las páginas de un libro.

— Pues estás muy equivocada. Por supuesto que puede fotografiarse lo que imaginas — me insistió — créalo y fotografíalo.

Lo intenté por supuesto, intrigada y maravillada por esa posibilidad. Me pasé horas releyendo una y otra vez el libro “Alicia en el País de las Maravillas” de Lewis Carroll — mi libro favorito por entonces — hasta lograr construir una idea visual que pudiera fotografiar. Claro está, no lo pensé de manera tan compleja, pero si me pareció asombroso la posibilidad de tomar una fotografía no sólo a lo que veía, sino a lo que pensaba, algo mucho más complejo y hermoso. Finalmente, tomé el viejo juego de te de mi abuela y lo coloqué en la hierba mal cortada de su jardín. Y allí le tomé una fotografía. Cuando un par de semanas después la miré la imagen que capté — eran tiempos de film, con todo sus misteriosos y lentos procesos — me sorprendió que se pareciera mucho a la idea que tenía sobre la extraña escena en la cual Alicia toma una taza de Té junto al apresurado conejo blanco. Quizás no era tan bella como la imaginado cientos de veces, pero tenía algo de esa extraña ternura que siempre me había provocado el libro. Muchos años después, pensaría que esa había sido la primera ocasión en que había atisbado el poder real de la fotografía. Esa capacidad para construir y crear que parecía esconderse en un lugar enigmático entre la cámara y mi manera de mirar el mundo.

La fotografía es un arte/técnica esencialmente joven, que se asume así mismo desde su breve historia y la profundidad del planteamiento como obra visual que ha obtenido a través del tiempo. Por ese motivo, la mayoría de los fotógrafos están obsesionados o consideran imprescindible el análisis y comprensión de la obra de otros fotógrafos como forma de aprendizaje y sobre todo, como una manera de asumir la idea creativa fotográfica en estado puro. Más de una vez, he escuchado de fotógrafos que insisten en que la única forma de inspiración posible es la que puede brindar el corpus creativo de la fotografía como arte e historia. Una noción muy restringida que afecta no sólo la percepción de la fotografía como concepto artístico, sino también, como propuesta intelectual.

No obstante, no todos los fotógrafos están de acuerdo con una visión semejante y Alex Majoli brinda el mejor concepto al respecto con su perspectiva sobre lo que puede enriquecer el proceso fotográfico como expresión visual:

"Yo recomendaría leer muchísima literatura y ver lo menos posible el trabajo de otros fotógrafos. Trabajar cada día, aunque no tengas encargos ni dinero, trabaja, trabaja, trabaja con disciplina para ti mismo y no para ningún editor o premio."

Así que, como fotógrafo nunca te conformes con enriquecer tu trabajo a través del trabajo fotográfico de los fotógrafos a quienes admiras. Lee, escucha música, disfruta del mundo a tu alrededor. Reta tu imaginación siempre que puedas, arriésgate a crear y a transgredir tus pequeños temores. El resultado fotográfico valdrá la pena.

* Construye tu propio camino fotográfico: Cualquiera que sea.

En mi país, la educación fotográfica es costosa, escasa y sobre todo, limitada. Mucho más hace dos o tres décadas atrás, cuando era una niña que no sabía muy bien por qué fotografiaba pero que deseaba seguir haciéndolo. De manera que me vi obligada, como tantos otros fotógrafos, a aprender a crear en imágenes de la mejor manera que pude, cometiendo errores, aprendiendo a través de ellos y sobre todo, construyendo todo tipo de ideas y percepciones sobre el espacio y las imágenes a través de mi experiencia personal. Con el tiempo, descubrí que no se trataba de un método exacto y mucho menos, infalible y que el mismo hecho que me obsesionara con crear fotográficamente — y que amara hacerlo — no hacia el camino más fácil, sino incluso más difícil de lo que podía ser. Porque me importaba tanto como para insistir incluso cuando no entendiera muy bien hacia donde me dirigía. Insistir a pesar de no obtener los resultados que aspiraba. Insistir incluso en los momentos en que me agobiaba el desánimo, pero insistir, a pesar de todo y quizás debido a todo.

Tal vez por ese motivo, cuando leí la siguiente frase del fotógrafo Chris Steele-Perkins sonreí o mejor dicho, comprendí que la lucha, la insistencia, la madurez al crear una visión sobre la fotografía valía la pena:

"No pienses nunca que la fotografía es fácil. Es como la poesía, es fácil hacer rimas pero eso no constituye un buen poema."

Fotografiar no es sencillo. Tampoco es un arte que se aprende de inmediato. Se trata de construir un lenguaje en imágenes lo suficientemente profundo y consistente como para sostener un concepto sobre el mundo, el poder de construir historias a través de sus símbolos personales. Así que, es inevitable se trate de un trayecto tortuoso, complicado, duro de asimilar pero profundamente satisfactorio. Como dice el saber popular “nadie dijo que sería sencillo, pero si que valdría la pena”.

* Habla tu propio idioma:

Vivimos en un mundo tecnificado, hiperconectado y en medio de lo que suele denominarse “la democratización de la imagen”. De manera que podría decirse que vivimos en una época donde la imagen lo es todo. No hay nada que no sea fotografiable ni tampoco que no haya sido fotografiado. Millones de fotografías se toman cada minuto, desde toda las perspectivas posibles, desde todos los puntos de vista. Los conceptos de privacidad y lo público se han transformado hasta crear algo por completo nuevo, una distorsión de lo que la imagen puede representar y lo que es. Y en medio de esa visión multiple, de las infinitas dimensiones sobre el documento fotográfico que se crea, surge el inmediato cuestionamiento: ¿Qué identifica nuestro trabajo fotográfico sobre el resto? ¿Que lo hace original y perdurable con respecto a las cientos de variaciones del mismo tema que se superponen unas a otras en diferentes medios y plataformas? La respuesta a la pregunta puede incluir desde reflexiones sobre el lenguaje fotográfico hasta lo que nos motiva a crear, pero todas parecen coincidir en una sola perspectiva: La creación debe ser honesta, audaz y sobre todo, intima.

Nadie resume mejor esa percepción que esta reflexión del magnifico fotógrafo David Alan Harvey, que no sólo resume ese ambiguo punto de vista sobre qué nos hace únicos sino que además medita sobre el proceso creativo y la manera como lo concebimos:

"Tienes que tener algo que decir. Tienes que ser brutalmente honesto contigo mismo sobre esto. Piensa en la historia, la política, la ciencia, la literatura, la música y la antropología. ¿Qué efecto tiene una disciplina sobre otra? ¿Qué es lo que mueve al hombre? Hoy, cuando cualquiera puede hacer fotos técnicamente perfectas con un móvil, tienes que ser “autor”. Todo trata de la autoría, autoría y autoría."

Así que, al fotografiar crea planteamientos honestos, personales, originales, cimentados sobre la reflexión y la noción que tienes sobre el mundo. Olvida lo estéticamente perfecto. Olvida lo que pueda complacer a alguien más. Olvida la complacencia de quienes admiran tu trabajo y la crítica de quienes no lo hacen. Crea para expresar opiniones intimas. Crea para construir un lenguaje propio, tan distinto a cualquier otro como para sorprender. Habla en tu propio idioma y corre el riesgo de asumir lo que eso implica.

* Arriésgate a fotografiar lo que consideres debe ser mostrado:

Con frecuencia, muchos fotógrafos se cuestionan así mismos el motivo por el cual fotografían. O lo que es lo mismo: por qué haciéndolo en ese complicado trayecto de madurez fotográfica en el cual, nos tambaleamos de un lado a otro entre la visión y la propuesta, los temores y el aprendizaje basado en el error y sobre todo, ese necesidad insistente de traducir el mundo en imágenes. Y las razones se multiplican, a medida que la fotografía se hace capital en nuestro punto de vista artístico y en cómo concebimos nuestra capacidad artística y conceptual. Así que de alguna u otra manera, la fotografía se convierte en un medio de expresión personal tan poderoso como intrincado. Una reflejo de nuestra visión sobre lo que asumimos real y lo que puede serlo. Una obra intima creada a base de la experiencia y nuestras decisiones artísticas.

No obstante, una y otra vez, el fotógrafo intenta comprenderse a través no sólo de su trabajo fotográfico, sino de los motivos que le llevan a fotografiar. Y ese insistente análisis hace que la fotografía se convierta, en más que una manera de mirar, en una opinión sobre sí misma. Una percepción intima que describe mejor que cualquier cosa, la noción sobre lo que hacemos como estructura visual y documento en estado puro. Nada mejor esa idea que la estupenda reflexión del fotógrafo Dennis Stock, quien asumió el poder de la fotografía no sólo desde lo obvio, sino desde esa paridad de lo personal y lo profundamente anecdótico que pueda contener:

"Los jóvenes fotógrafos deben aprender muy bien el oficio y no esperar ganarse la vida haciendo fotos. Pero deben perseguir sus sueños. Encontrar tiempo para buscar temas que reflejen sus inquietudes, grandes o pequeñas. Y sobre todo, cuando fotografíen, que hagan imágenes bien construidas."

Una percepción que convierte a la fotografía no sólo en una idea perdurable sino también, de enorme valor personal.

Fotografiar es un arte que se basa en el aprendizaje personal, solía decir Cartier Bresson. Se dice, que repetía la frase con tanta frecuencia que llegó a convertirse en parte de sus nociones más intimas sobre fotografía. El gran maestro tenía razón, por supuesto. Lo pienso, cada vez que miro el mundo a través del visor y sobre todo, comprendo con mayor claridad el privilegio de hacerlo. De construir una idea en imágenes. De crear una idea profunda sobre mi misma a través de la fotografía. Un mundo a través de las imágenes.

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