domingo, 26 de enero de 2014

La bruja, el caldero y la escoba: Una historia de sueños y magia real.






Coloco la diminuta botellita en la mesa y espero. Mi amiga J. la mira con los ojos muy abiertos y asombrados. Por alguna razón no muy clara, su expresión me recuerda muchísimo a la niña que fue, chillona y divertida. Sonrío, cuando extiende las manos y sostiene el objeto casi en un gesto reverencial.

- Dices entonces que esta botella me protegerá de las pesadillas - pregunta. Y no hay ni un poco de ironía en su voz, solo genuina curiosidad. Le doy merito por eso: La primera vez que vi una botellita de protección de sueños, mi reacción fue un poco más escéptica que la suya.

Desde muy niña, he tenido muchos problemas para dormir. Mi mamá solía contarme que de bebé, lloraba por horas durante la madrugada en una especie de ritmo incomprensible que amenazaba con enloquecerla. De hecho, tengo un par de fotografías instantáneas de mi madre, sosteniéndome en brazos, en algunas de esas noches interminables de llanto. Tiene una expresión de desconcierto que parece resumir bastante bien toda la pequeña escena: El bebé que llora con los puñitos apretados, la joven madre que la sostiene entre brazos sin saber que hacer. Una vez me comentó que cuando le explicó a mi pediatra las noches en blanco que sufría por mi inquietud nocturna, el hombre sonrió con aire paternal.

- Ya se le pasará - dice mi madre le respondió - todos los bebés tienen ritmos de sueño erráticos. En un par de año, ya la niña tendrá el suyo.

Pues no se me pasó ni jamás encontré mi ritmo de sueño. Debido a un padecimiento hormonal crónico, he sufrido desde que recuerdo de ese insomnio pertinaz que ha sido una de las constantes en mi vida. Me recuerdo de niña - unos seis o siete años - sentada en la oscuridad, entre asustada e inquieta, escuchando al resto del mundo dormir. Es una sensación muy extraña, esa, de no poder compartir ese pequeño espacio de tranquilidad ultraterrena que parece tan natural para el resto de las personas que te rodean. Me hacia sentir un poco aislada, eso despertares súbitos para recorrer el pequeño apartamento de mi Madre en silencio, tropezando con muebles y mis propios temores mientras deambulaba de un lado a otro. En casa de mi abuela, la experiencia se hacia aún más incomoda y desconcertante. Más de una vez, las largas sombras de las habitaciones desconocidas, los corredores sumidos en la oscuridad, me hacían acurrucarme de cualquier manera en las esquinas, aguardando que llegara el día. Y allí me encontraba mi abuela, con los ojos muy abiertos, mirando el mundo nocturno con asombro.

Como es natural, a mi familia le preocupaba muchísimo aquel extraño rasgo mio. Mi madre se sentía impaciente y frustrada cuando no lograba hacerme dormir y la mayoría de las veces, terminaba admitiendo que la naturaleza inquieta de mi insomnio la sobrepasaba. ¿Quién podía culparla? Mi abuela, con algunas décadas de paciencia a cuestas, tenía muchos más recursos y los intentaba.  Echando mano a Juegos, lecturas de madrugada y una que otra vez, algún que otro truco de su propia autoria, lograba vencer mi vigilia. En una de esas noches, fue que me habló por primera vez sobre la botellita de protección.

Ya la había visto, claro. Había una muy bella de cristal azul en la cocina de mi abuela y una pequeñita y discreta en la ultra moderna y sofisticada del apartamento de mi madre. Entre ambas, había un remoto parecido, un leve aspecto mágico que siempre me asombraba. En mi imaginación inquieta, las discretas botellitas repletas de hierbas y pequeños objetos brillantes simbolizaban algo extraordinario, misterioso. Cuando se lo comenté a mi abuela, una de esas noches de insomnio, me dedicó una mirada casi picara.

- Hay algo misterioso, sin duda - comentó - pero no sé si tu puedas entenderlo, ahora.

Me desinflé de puro abatimiento. Nos encontrábamos en mi habitación, casi al filo de la medianoche y ambas leíamos algún libro párrafo a párrafo a la luz de la lampara. Golpeé con un puño la sábana, decepcionada.

- Pero...¿Por qué? eso no es justo - me quejé - siempre dices que la Brujería es para todos y que todos podemos comprenderla.

- Sí, pero para hacer una botella de protección necesitas dormir - me explicó muy ufana. No puedo evitar reirme mientras la recuerdo, con su rostro muy serio y la boca apretada en una linea dura, sin duda disimulando su risa estruendosa.

- ¿Dormir? Pero ¿Para qué? - pregunté. Mi abuela suspiró, muy ceremoniosa.

- Una botella de protección está hecha de sueños - explicó. Que bonito me soñó aquello - entre las hierbas, los clavitos de olor y las pequeñas piezas de metal, hay también esa sustancia extraña que forma los sueños que tenemos al descansar. Lo que crea las imágenes y las voces que escuchas al dormir.

- ¿Como los libros? - pregunté. Mi abuela me hizo un guiño.

- Aún más - sentenció. Me quedé boquiabierta. ¿Había algo más mágico que un libro? pensé incrédula. Pero si mi abuela lo decía, tenía que ser cierto. De manera que insistí. Quería saberlo todo sobre la dichosa botellita de protección.

- Pero y si duermo solo un rato ¿No puedo tener una?

- No - contestó mi abuela, cubriendome con las sábanas - necesitas mucho poder de sueños para llenar una botellita completa. Pero no te preocupes. Alguna vez lo harás.

¿Alguna vez? Eso me sonaba muy lejos, pensé con un resoplido. Eso me sonaba a semanas lejanas, a muchos meses de distancia. Y yo quería mi botella de protección ya. La quería en mi mesita de noche para ver el amanecer en ella, para mirar la manera como la luz se enredaba entre las ramitas y lanzaba pequeños destellos. Pero sobre todo, la quería por esa magia misteriosa que mi abuela me había explicado contenía. Un tipo de poder que yo solo pensaba poseían las palabras. ¿Sería verdad eso?

- Oh sí - dijo mi tia E., al día siguiente, mientras la acompañaba en la cocina - solo los sueños le dan poder a una botellita de Protección. Sino, solamente es una botella como otras con hierbas en su interior. Pero los sueños, le dan poder, le brindan belleza.

¡Caramba! ahora si tenía que saber en que consistía aquello. Enfurruñada y furiosa, miré la botella de mi abuela, brillando en la cocina y pensé que era extraordinaria, inquietante. Por supuesto, no era más que una botella tintada de azul donde flotaban hierbas tradicionales, pero para mi, todo ahora tenía un cariz de misterio que me confundía. ¿Como podían los sueños, tan enormes y hermosos, descansar en una botellita tan pequeña? Cuando mi abuela me encontró sacudiendo la botella junto al oido, me miró con severidad.

- No puedes hacer trampa, mi niña - me riñó - son mis sueños, no los tuyos.

Me quitó la botella con un gesto casi severo. La miré, dolida y ansiosa. ¡Yo quería una botella! ¿Cómo podía tenerla?

- Tia, quiero dormir bien - mi tia E. casi se le cae el enorme cucharon de madera en la olla de la sopa cuando me escuchó. Se volvió para mirarme.

- ¿De verdad?

- Sí - admití, con los brazos apretados contra el pecho - haré lo que el médico me indica y eso...pero me tienes que ayudar o Abuela no me dirá como hacer la botellita de protección.

Tia E., me dedicó una curiosa mirada. Muchos años después me diría que contenía las carcajadas de ternura que se le subían a la garganta. Al final, asintió con un gesto ceremonioso.

- Bueno, si es así, te ayudaré. Pero debes hacer un gran esfuerzo ¿Eh? O no servirá.

Hice un gran esfuerzo. Dejé de comer a escondidas los ponquesitos de merengue de prima M., de robar sorbitos de café de la taza de mi abuela, incluso me tomé las medicinas con regularidad, a pesar de su horrible sabor amargo. Finalmente, un par de noches después y mientras mi abuela me leía un libro, bostecé.

- ¿Tienes sueño? - preguntó. Asentí. De hecho, tenía tanto sueño que tenía la sensación todo parpadeaba a mi alrededor. Pero eso no se lo diría a mi abuela. Tenía muchas preguntas que hacerlo. Si podía recordar cuales eran, claro.

- Pero no mucho - le aseguré. Se me escapó otro bostezo - ¿Con así de sueño podemos hacer la botellita de protección? ¿Se puede?

Me acarició las mejillas con sus manos cálidas, que aún olian a galletas de vainilla. Sonreía, cuando salió de la habitación. Cuando regresó, traía una preciosa botella con una extraña forma sinuosa y su delantal de hierbas favorito. Miré maravillada mientras ella colocaba sobre mi mesita de noche las hierbas, los trocitos de metal y pequeños objetos, un tapón de metal y una vela azul marino.

- Una botellita de protección es la manera como una bruja simboliza sus buenos deseos - comentó. Me extendió la botella. La tomé entre las manos. A pesar que era muy bonita, se veía bastante corriente y volví a preguntarme como una botella podía ser mucho más magica que un libro, que las palabras que contenía. Pero al parecer, estaba a punto de saberlo, pensé emocionada. Volví a bostezar - es una forma de construir una idea que está en tu mente, pero conservarás aquí, entre tus manos.

La escuchaba desde muy lejos, con la cabeza pesada y somnolienta. Intenté prestar atención, pero lo cierto era que el olor de las hierbas, lo cómoda de las sábanas y la voz de mi abuela me arrullaban, en una sensación de bienestar que me envolvía como un cálido abrazo. Parpadeando, traté de prestar atención a lo que me decía, pero finalmente y sin que supiera como o cuando me dormí, sosteniendo mi botella.

Lo primero que pensé a la mañana siguiente fue ¡No hice mi botella!. Era un pensamiento triste, luego de esperar aquel momento durante tantos días. Entonces descubrí la botella en la mesa de noche, tan hermosa que me preguntó si era la misma botella de forma sinuosa y simple que había visto antes. ¡Era una botella de protección hermosa! las hierbas danzaban en su interior como impulsadas por vida propia, y pequeñísimos trozos de metal parpadeaban a la luz blanca de la ventaba abierta. Pero además había algo más: el agua parecía coloreada por algún tinte milagroso que la hacia brillar, tornasolada y exquisita. ¡Magia pura!

- Y lo hiciste tu - dijo mi abuela, sonriendo cuando corrí a mostrarsela. Sacudí la cabeza.

- No lo recuerdo - admití. Mi abuela se encogió de hombros.

- La hice yo porque te quedaste dormida para que pudiera llenarse de tus sueños.

¡Eso era magnifico! pensé mirando la botella por horas. Imaginé que en su interior, vivian los castillos y prados radiantes que imaginaba, los bellos parajes que me llenaban mi mente y eso me asombró. Imaginé que cada día se llenarían de muchos más sueños, flotando y brillando a la luz del mundo real. Magia, de la verdadera, me dije, acariciando con un dedo el cristal. De la verdad.



La botella de la Bruja: Entre sueños y polvo de estrellas.

La botella de protección es un antiguo simbolo de poder utilizado en diversas tradiciones paganas Europeas. Consiste en llenar una botella con diversas hierbas aromáticas, agujas y alfileres y de acuerdo a la creencia, atribuirle cualidades como purificar ambientes y brindar sueños tranquilos y benéficos. Si quieres hacer una, necesitarás:

* Romero.
* Albahaca.
* Una taza de vino tinto ( de cualquier marca o cosecha )
* Granos de mostaza.
* Agujas y alfileres.
* Una cinta roja.
* Una vela Azul.
* Una botella de cristal de color y grosor de tu preferencia.

Llena la botella con el vino, e invoca de la siguiente manera:

"Consagro en la fuerza Universal
y en nombre de la Diosa
este vino
Que en el poder de la tierra me protejan del mal, las pesadillas
Todo pensamiento inquieto
Que sea el sueño benéfico el que brille en mi.
esta es mi voluntad, y enraizada en la tierra Madre está
Así sea"

Ahora, introduce las hierbas, los granos de mostaza, agujas y alfileres en la botella. Cierrala bien y ponle alrededor del tapón la cinta roja. Luego, colocaba la vela azul sobre la botella y enciendela. Déjala arder durante toda la noche, en lugar protegido. La cera se derretirá y caerá sobre la botella, sellando la tapa por entero.  Entonces invoca:

"En Nombre de la Diosa sin nombre
Que mis sueños se conserven
y Mi espíritu siempre vuele libre
Así sea"

Puedes colocar tu botella de protección donde quieras, pero procura que sea en un lugar soleado y cerca de una ventana que puedas abrir a diario.


Mi amiga J., me mira con curiosidad, aún sosteniendo la botella que le obsequié. Cuando me llama por mi nombre, comprendo que no es la primera vez que lo hace.

- Disculpa, me quedé pensando en cualquier cosa - me disculpé.
- Tenías...esa mirada - comenta. Sacudo la cabeza, desconcertada.
- ¿Cual?
- Esa mirada que tienes cuando hablas de brujería. Entre brillante y soñadora.

Reí en voz alta, la niña en mi mente sigue sosteniendo su botella de protección con los ojos llenos de asombro. Siento una emoción diminuta y dulce, difícil de describir.

- Es magia - le respondo entonces - la de verdad.

Un pequeño obsequio al mundo real.

C'est la vie.


1 comentarios:

Zoila dijo...

Hermosa experiencia, A.
Gracias aladas te sean concedidas.
Amén.
Z.:

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