lunes, 4 de junio de 2012

Cuando el mito emerge a lo cotidiano ¿Llegó el Apocalipsis zombie?






Desde niña, he sido muy aficionada a las películas de terror. Lo he comentado varias veces, me parece, en este, su blog de confianza. Desde Dario Argento, hasta toda la factoría Hammer, siempre he disfrutado de ese sabor un poco amargo, pero indudablemente adictivo del terror. Y entre todos los monstruos, mis favoritos siempre han sido los zombies. Claro está, también amo a los vampiros, pero como ideal romántico, de belleza inalcanzable, una idea depurada del deseo un poco meláncolico del ser humano por la inmortalidad. Pero los zombies son otra cosa. Hablamos, de justo lo contrario de hecho: un tipo de inmortalidad fea, repugnante, algo tan grotesco que provoca pavor y algo tan inquietante como la conmiseración. El caso es que en mitad de todo esto, encontramos el dolor de la humanidad perdida perdida, un tipo de miedo tan profundo como duro de admitir. Porque los zombies no representan la inmortalidad, representan la muerte misma. La nada más allá de la oscuridad de la que debatía Orwell, esa obscena supervivencia de lo primitivo sobre la razón, por no hablar de la carne descomponiendose, el olor de lo realidad fisica de un cadaver, el mismo hecho que no representen otra cosa que destrucción.

Cual sea el motivo, los zombies realmente son las únicas criaturas del mundo sobrenatural cinéfilo y literario que me asustan. Y quizá por ese motivo, sentí un sobresalto muy real, cuando leí en un titular cualquiera en internet lo siguiente: "¿Se aproxima Holocausto Zombie?". Desconcertada y al borde de algo muy parecido al miedo, le eché un vistazo a la noticia y me encontré con una especie de anecdotário del horror: El redactor contaba varios casos alrededor del mundo que por su rareza, violencia y crueldad deshumanizada, parecian salidos de la imaginario de alguna película especialmente cruenta: El hombre de Miami que fue encontrado masticando la cara de una victima indefensa, la mujer en Canadá que decapitó a su bebé de quince meses y después comió sus dedos. También en Canadá, un hombre mató a otro y envió sus partes cercenadas a distintos políticos de actualidad. Lo peor del todo, era que el reportaje concluía, mostrando como "Apocalipsis Zombie" se había convertido con suma facilidad en una tendencia en internet y de hecho, en varias redes sociales se debatía con toda seriedad de la posibilidad real que estuviera ocurriendo lo que sería el comienzo de un ataque en masa de nuestros temidos adversarios, los cadaveres reanimados, los zombies del mito, convertidos en una realidad demasiado cercana para ser cómoda.

No supe si reir, preocuparme o asombrarme de la ingenuidad del mundo en que vivimos. Tal vez, sentí las tres cosas a la vez, mientras continuaba repasando noticias, y encontraba cosas tan dispares como el análisis de los efectos de las droga de diseño en el cerebro humano, las lesiones cerebrales que de hecho, podrían zombificar con toda facilidad a la población. Me pregunté, no sin cierto asombro, hasta donde la mitología forma parte de nuestra mente, del cotidiano que en ocasiones desechamos con toda facilidad. Pero allí sobrevive, en mitad de eso tan intangible que llamamos normalidad, los temores, las creencias, esa fe férrea que en ocasiones puede transformarse en supertición. Me pareció intrigante la manera como muchos de los bloggers y otros participantes en la discusión mundial sobre el tema, insistían con mucho ahinco sobre las posibilidades y probabilidades de un suceso masivo, donde zombies masivos pudiera perpetrar ataques hacia la especie humana. Pero un momento...escribo esto y no puedo evitar sonreir: hasta yo misma le estoy dando cierta revelancia, cierta sustancia al tema. ¿Tan proclives somos a la ensoñación? ¿Al análisis sin sentido? ¿al mero temor sublimado a simbolos culturales? No podría decirlo, pero la prueba es evidente.

Los zombies llegaron para quedarse.

La historia Natural del Zombie:


La mayoría de nosotros al escuchar las palabras zombie y real, las relacionaremos al instante con vudú, magia negra, Haití y superchería africana. No si motivo, ya que Haití es el único país que recoge en su código penal el castigo contra la zombificación. El artículo 246 recoge como intento de asesinato la inducción en una persona, por envenenamiento o empleo de ciertas sustancias, de un estado letárgico similar a la muerte. Y si esta persona es enterrada, aunque después sea exhumada con vida, tal intento pasa a ser considerado asesinato.

El origen de estas prácticas en éste y otros países caribeños se pierde en la noche de los tiempos, se dice que estas prácticas fueron traídas por los esclavos africanos que fueron llevados allí en tropel durante las épocas coloniales, aunque la “especialización” en este tipo de magia negra para lobotomizar a sus víctimas es bastante confusa.

Las primeras informaciones documentadas se remontan a principios del siglo pasado. William Seabrook, publicaba en 1929 “La isla mágica”, donde afirmaba haber visto con sus propios ojos a los muertos trabajando en los campos de caña de azúcar. Más tarde, otros escritores como Lafcadio Hearn o la periodista Inez Wallace tratarían el tema más a fondo y sus reportajes darían origen a las primeras películas sobre el género zombie, como el clásico “Yo anduve con un zombie”, de Jacques Tourneur, rodada en 1943 y que daría a conocer algunos casos de estos zombies “auténticos”.




Ya en los años 80 llegaría el trabajo quizás más contundente y mejor documentado sobre los zombis hasta la fecha. Se trata de la publicación del estudio realizado por el etnobotánico Wade Davis, titulado en España como “El misterio zombi (Edit. Martínez Roca)”. El libro de Davis daría a conocer los casos de algunos zombis, como el famoso Clairvius Narcisse y las técnicas y drogas usadas por los bokors para conseguir la catalepsia temporal en sus víctimas. “La serpiente y el arco iris”, título del libro en otros países, fue llevada al cine por Wes Craven y continuó con un nuevo libro titulado “Passage of Darkness” en los que se profundiza más a fondo en los aspectos farmacológicos y antropológicos. La tesis planteada por Davis creó un gran revuelo entre la comunidad científica, con partidarios y detractores bien posicionados. No hay que pasar por alto en este punto que las farmacéuticas están más que interesadas en todo este asunto, ya que la búsqueda de un medicamento que mantuviera a los pacientes con las constantes vitales mínimas sin llegar a matarlos, sería la gallina de los huevos de oro. Los ejércitos pagarían una buena suma de dinero por tener en sus botiquines la pastilla milagrosa que mantuviese a sus heridos graves en estado de animación suspendida hasta el momento de poder ser “resucitados”.




Por el momento, los zombies están muy lejos de todos estos asuntos y simplemente han formado una especie de macabro subproletariado que ha servido a sus amos sin pedir nada a cambio al mismo tiempo que han sido utilizados como advertencia para aquellos que se han atrevido a desafiar a sociedades secretas y mafias que, a menudo en connivencia con el Gobierno, han ostentado el poder en secreto. Según distintas investigaciones, la zombificación también ha sido un castigo ejemplar que asociaciones políticas y criminales como la Vlinblindingue o la Bizango aplican a quienes se enfrentan a ellas o faltan a sus preceptos y extorsiones.


El polvo zombie:

Davis y sus patrocinadores creían, acertadamente, que entre las fórmulas mágicas, los hechizos y sortilegios vudú, y los ungüentos y filtros de los brujos podía esconderse un secreto de extraordinarias posibilidades médicas.

Un excepcional anestésico capaz de limitar las constantes vitales del cuerpo hasta el límite de una muerte aparente, imposible de reconocer por ningún médico, y un antídoto que permitiese “revivir” al “muerto” en su tumba, provocándolo además una amnesia permanente y un estado alucinatorio constante, que lo convirtiese en un dócil, sumiso y obediente esclavo del bokor.

Lejos de ser producto de extraños sortilegios esotéricos, la zombificación es producto de una excepcional aplicación de la química natural por parte de los bokor. El polvo zombie es un compuesto elaborado a partir de un sin fin de productos de origen vegetal, animal y humano que, mezclados en su exacta proporción, producen el veneno más fascinante de la brujería afroamericana.



Extractos de plantas, huesos humanos, tarántulas, sapos venenosos, gusanos y otros ingredientes no menos pintorescos forman parte de ese polvo zombie cuyo principal elemento radica en tetradotoxina contenida en el pez-globo.

Éste es el veneno de origen animal más potente que existe. Conocido ya en Japón, el pez-globo es un exquisito manjar que los cocineros nipones consideran un auténtico plato de lujo. Pero precisamente la mortífera toxicidad de los ovarios de las hembras, que solo un chef experto sabe identificar, ha provocado numerosos casos de muerte por envenenamiento en restaurantes japoneses.

Para crear un zombie, el brujo lo envenena con la mezcla tóxica. Se le puede administrar en la comida, o frotándola sobre la piel. Un método común es espolvorearla alrededor de la casa de la víctima, para que ésta, al caminar descalza, la absorba a través de la planta de los pies o la respire al levantar el polvo cuando barra.

La tetraodotoxina del pez globo es 1200 veces más potente que el cianuro, y en un sólo pez hay suficiente para matar a 30 hombres adultos. La piel de la rana común (Bufo bufo) también puede ser letal. Tiene efectos alucinógenos, vasoconstrictores y epileptogénicos, especialmente si la rana se ha sentido en peligro. Una rana que nade un rato en el plato del perro será suficiente para tener algún efecto en el animal que beba de esa agua.


La leyenda, la historia, el miedo:

Se dice que La mitad del trabajo es matar a la víctima. La otra mitad es desenterrarla. En Haití, los muertos son inhumados rápidamente, puesto que el calor y la humedad aceleran el proceso de descomposición. El brujo debe desenterrar rápidamente a su nuevo esclavo antes de que muera por asfixia. Una vez desenterrado, el brujo les da a comer datura (Datura stramonium), conocida también como toloache, un potente psicoactivo en la dosis correcta, y un veneno letal en la incorrecta.

La datura rompe cualquier lazo que pudiera conservar con la realidad después de haber sufrido el trauma de ser enterrado vivo, enloqueciéndolo y borrando todos sus recuerdos. El zombie no sabe que día es, donde está, ni como se llama. Permanece en un delirio psicótico semiconsciente. Son vendidos como esclavos y se les vuelve a suministrar datura en cuanto den muestras de empezar a recuperar sus sentidos y se les mata definitivamente en cuanto se vuelven demasiado viejos para seguir trabajando.





Algunos casos de zombies 

Clairvius Narcisse murió en 1962. Tras una sintomatología creciente, Narcisse ingresó en el hospital haitiano Albert Schweitzer, en Gonaives, un martes. Tenía nauseas, mareos, tos y respiraba con dificultad. Al día siguiente entró en agonía y poco después moría.

Su certificado de defunción está firmado por tres médicos de dicho hospital.

El cadáver de Narcisse fue enterrado y, con el tiempo, olvidado. Sin embargo, en 1980, –18 años después de morir- Clarvius Narcisse apareció en su antigua casa vivito y coleando.

Excepcionalmente, para los casos de zombies, Narcisse conservaba una cierta lucidez y la capacidad de expresarse, y pudo explicar cómo había estado consciente durante todo el tiempo que duró su muerte y entierro.

Contó que había escuchado a los médicos certificar su defunción. Había sentido la sábana cayendo sobre su cara al considerarlo cadáver. Había oído a su hermana llorar sobre su ataúd. Incluso conservaba aún una herida en la cara provocada por un clavo que atravesó la tapa del féretro rasgando su rostro. Y después el terrible silencio y la oscuridad del cementerio.


Después, escuchó la voz del bokor (el brujo vudú) pronunciando su nombre. Fue desenterrado y salvajemente golpeado, y después conducido a una plantación en Ravine-Trompette, en el otro extremo del país. Tras la muerte de su amo, todos los zombies habían escapado vagando sin rumbo por la isla.


En octubre de 1936 apareció una mujer desnuda caminando por el borde de la carretera en el valle de Artibonite. Decía llamarse Felicia Felix Mentor, natural de Ennery, y se dirigía a la casa de su hermano. Estaba en un estado tan miserable que fue conducida al hospital de Gonaives, en donde uno de sus hermanos la reconoció. De acuerdo con sus declaraciones había “muerto” dos años atrás y había sido enterrada. El certificado de defunción y las declaraciones de su marido, y otros miembros de su familia, confirmaron el relato. Felicia había perdido por completo la facultad de hablar y se escondía cuando alguien se le acercaba. No era capaz de pensar coherentemente



La noticia llegó a oídos de la doctora Hurston, quien visitó a la zombi en el hospital de Gonaives. Ahí logró fotografiarla, siendo ésta una de las pocas fotografías que se conocen de zombis.

“La mujer ofrecía un espectáculo horrible –escribió Hurston-, su cara estaba lívida, con ojos de muerto; los párpados blancos rodeando los ojos, como si se los hubiesen quemado con ácido. No se le podía decir nada ni oír una palabra de sus labios, sino sólo mirarla, y la visión de aquel desecho era demasiado para soportarlo durante mucho tiempo”.


¿Real o ficticio? como toda leyenda, el Zombie atraviesa por etapas donde parece, literalmente emerger de la tierra para aterrarnos, para medrar en nuestras pesadillas y tal vez no solo mientras dormimos, sino durante la vigilia, cuando el miedo carece de forma y es tan abtracto como una forma de fe. 

Con información del libro: Guerra Mundial Z de Max Brooks

2 comentarios:

Juan Gomez dijo...

me gusto :)

Miss B dijo...

Gracias Juan :)

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