sábado, 30 de junio de 2012

De los habitantes de las estrellas: Una carta de amor para Ginger Bolas




Querido Ginger:

Te escribo esto llorando. Te debes estar burlando un poco de mí, en la estrella donde vives ahora, viéndome aquí tan afligida cuando tu estás seguramente tan feliz. Pero es tu tía: llorona. Así que te escribo esto, no solo para consolar las lágrimas, sino porque quisiera despedirme de ti, de la manera que te lo mereces: recordando las cosas bellas que nos regalaste en tu fugaz paso por nuestras vidas.

Te conocí por las fotografías de tu compañera humana: un bello gato que parecía realmente sonreír a la cámara. Como lo sabes, soy mamá gato de dos chicos traviesos y tan hermosos como tu y me hizo reír esa apacible mirada de tu carita regordeta en la imagen. Eras amarillo como un sol pequeño, de esos recién nacido de amanecer y eso es probablemente lo que mejor te describía. Porque eras no solo un gatito, sino el Señor Ginger Bolas, hijo muy augusto de mi querídisima @peligrooo. Pero hubo otra cosa que siempre me hizo sonreí al mirar tus imágenes, tus largos coqueteos en cámara, esa reposada paciencia que parecia ser tan propia de ti: el amor que eras capaz de brindar, imperecedero y radiante.  Tus fotografías siempre me hicieron pensar en los motivos por los cuales adoptamos gatitos. Por cierto que yo nunca pensé en hacerlo, Ginger, pero ahora me ves, como mascota humana de dos pequeños espíritus que vinieron a despertar una parte de mí, que ni sabia que existia hasta que ellos llegaron.

Porque crecí siendo una de esas personas que le tienen un poco de desconfianza a los animales. Había un poco de remilgos y nerviosismo en aquello, desconfianza natural hacia lo desconocido. De manera que no supe muy bien que hacer cuando me obsequiaron a mi primer gatito: era una bolita de peluda de color negro azabache. Los sostuve entre mis brazos y miré sus ojitos, como dos botones en miniatura brillando entre la pelambre oscura. Y lo amé. No hubo un momento en que no supiera que mi vida había cambiado en ese preciso instante, para bien. Porque fue como comprender una parte de mi mente que había estado cerrada, o una sensibilidad muy simple a la que nunca presté verdadera atención. Y allí estaba yo, la egoísta, la que no acariciaba ni al perro más amoroso, la que le tenía miedo a los tradicionales caballos de paseo del Junquito, sosteniendo a mi Marcelo - así lo llamé, un buen nombre italiano, largo y vergonzoso - y sintiendo un tipo de felicidad que me resultó totalmente nueva. Me hizo reír la sensación de alegría de verlo crecer, de alimentarlo cada día, de las cosas simples como aprender sus manías,  despertarme a media noche para correr de un lado a otro en la oscuridad. Después lo hicimos juntos y mis noches de insomnio fueron extraordinarias, cuando estuvo este Marcelo, que maullaba por el olor de mi perfume - ¿le gustaría o lo odiaría? nunca lo supe - , que le encantaba dormir sobre la nevera y ocultarse debajo de mi colección de sueteres. Los negros claro, los que tenía que cepillar cada día al salir. Y lo hacía con una sonrisa.

Perder a Marcelo me hirió de una manera inimaginable. Fue como quedarme con los brazos vacíos, llorando a solas una muerte diminuta tan dolorosa que apenas podía comprenderla. Lo lloré por días Ginger, por los rincones, apretando sus pequeños juguetes. Era pequeñito cuando fue a vivir en las estrellas, pero el sufrimiento que me produjo su perdida no lo fue. Fue un dolor grande, con nombre propio. Ausencia. Por eso ahora mismo, entiendo a tu mamá, a tu queridisima Gaby. Que silencios perdidos, la sensación que algo prodigioso, simplemente dejó de pertenecernos.

Pero...Ginger, tu mamá aprenderá algo que yo aprendí unos meses después. Y lo aprendí tan bien que ahora sonrío al recordar a Marcelo. Como lo haré al recordarte a ti. Como lo haremos todos. Tu eres eterno porque vivirás para siempre en el jardin bello de nuestra mente, en un presente perfecto y radiante, donde serás parte de nuestra historia de una manera tan profunda que apenas puede comprenderlo alguien más. Lo serás, porque te recordaremos sonriendo, recordaremos siempre tu dulzura, la barriga peludita, tus ojazos dulces y tan serios, mirando a la cámara de mamá. Porque así recuerdo yo a Marcelo, porque así forma Marcelo parte de mi historia, quizá una de las mejores, de las más bonitas de mi vida. Y que amor siento, Ginger, al recordarte a ti y a él, que bendecida y afortunada me siento en haberlos conocidos a los dos!

Como te dije, hoy es un día triste porque no estás. Pero en el futuro, en los recuerdos que se crean y donde estás, hay alguien que está aguardando por tu mamá, como aguardó por mí. Porque me pasó un gran milagro: esos de renacimiento, los que uno cree que no le suceden a uno muchas veces. Un día, encontré un par de ojitos azules que me miraron y un maullido que me hizo feliz de nuevo. Y cuando sostuve a tu primo Leonardo por primera vez, despeinado, lleno de pulgas, juguetón y tan atolondrado como yo, supe que la vida continuaba, que había tenido a Marcelo y ahora tenía a Leonardo y que ambos formaban parte de mi. La vida continua, y aprender eso,  sonreir, a pesar de este dolor que todos sentimos ahora porque te fuiste a vivir en las estrellas, es el gran aprendizaje de esta tragedia discreta, tan dolorosa. Pero, mi Ginger, tu y yo  sabemos que habrá un día, no muy lejano donde tu mamá detendrá su bicicleta de sueños un momento y encontrará una pequeña bola peluda juguetona que maullará y la adoptará. Y ella le hablará de ti y siempre estarás con nosotros. Porque lo bueno, lo bello, lo eterno, permanece siempre en nuestro corazón.

Así que no te preocupes mi Ginger queridisimo: tu mamá estará bien cuidada por toda la gente que la amamos y que cuidará de ella, no tan bien como tu lo hiciste claro, pero si, con todo el amor torpe de los amigos, de los que están siempre, de los que rien, de los que te abrazan y saben, que más allá de nosotros, hay esperanza. Como la fuiste tu. Y siempre la serás tu.

Te amo Ginger. Que la estrellas donde vives ahora esté muy cerca de la luna.

Con amor infinito.

Tu tia A.

0 comentarios:

Publicar un comentario