domingo, 30 de septiembre de 2012

De la apatía a encontrar el Camino: Mi experiencia hoy marchando por Caracas, de nuevo.





Ser opositora al gobierno de Hugo Chavez Frías en el Oeste de la ciudad de Caracas no es sencillo. Estás expuesto a una especie de estigma de "minoría", esencialmente porque existe la creencia que los detractores al Gobierno actual, se aglutinan en las zonas más lujosas y pudientes de la ciudad. Hay toda esta imagen, un poco banal, realmente, sobre que las "minorías privilegiadas" no aceptan el "Socialismo del siglo XXI" que propone el Gobierno como alternativa social y debido a sus "propios intereses" se le oponen dramáticamente  De manera que, la clase media, el ciudadano de a pie, el estudiante, el trabajador, el obrero, el personaje cotidiano de cualquier parte del país, y a quien supuestamente beneficia la "revolución", debe entonces apoyar la política gubernamental. Asi que adversarlo, era una especie de soledad del argumento, un ostracismo social a-la-venezolana, digamos.

Por supuesto, nunca ha sido tan sencillo, en tonos tan contrastados y mucho menos tan evidente. Tal vez hace catorce años, si había una contundente mayoría que consideraba a Chavez una alternativa viable. Y muchos de mis vecinos le apoyaban. Hablamos de jóvenes profesionales, estudiantes universitarios y todo una pléyade de descontentos que encontraron en el discurso férreo del por entonces candidado Chavez, la manera más rápida de castigar a quienes por entonces ostentaban en el poder. Incluso entonces, yo era una férrea opositora a Chavez. Nunca admití la idea que un militar quien había llevado una intentona golpista con las armas de la República creyera en la democracia, y muchos menos, con un discurso donde aseguraba "freiría las cabezas" de sus detractores, en aquel momento la desprestigiada élite política de Venezuela. Pero eran otros tiempos. Todos estaban llenos de un furor casi ciego por aquella propuesta novedosa - que en realidad era tan vieja como ya lo había sido en la Chile de Allende - y como diría Gabriel Garcia Marquez, todos estaban en la ventolera del cambio. Pero yo me oponía, una minoría muy pequeña en medio de un griterío atronador.

Seguí siendo opositora férrea incluso cuando pequeñas cosas preocupantes comenzaron a ocurrir sin que a nadie parecieran  importarles. El discurso pugnaz, el enfrentamiento diario, la lucha de clases. Y fui de esos primeros opositores que acompañaron a Padres y Representantes a protestar cuando se intentó aquel famoso decreto educativo preocupó a una porción de la población Venezolana y los hizo salir a la calle. Rodeada de vecinos que me miraban un tanto alarmados, llevaba la bandera - símbolo que la oposición tomó por entonces y continúa utilizando - y mis pequeñas pancartas torpes. Era un bicho raro en medio de toda esa idiosincrasia recién descubierta del Héroe Patrio Presidencial y la Quinta República.

Pero poco a poco dejé de encontrarme sola. Con el transcurrir de los años, fueron cada vez más los desencantados  los irritados, los preocupados  los francamente angustiados. Eran enormes por entonces, aquellas marchas multitudinarias de opositores que exigían elecciones, que exigian con un brumoso "Fuera Ya" una idea que parecía resumirse en una única cosa: "Vete Chavez". Pero oponerse a un Presidente,  no es cosa de desear solamente que abandone su cargo y por ese motivo, aquellas marchas eran huérfanas  llenas de un enorme descontento sin dirección. Seguí asistiendo casi por inercia, hasta que un día  tomé mi camiseta, mis zapatos de correr y los arrojé al armario y no volví a regresar a ninguna. Porque simplemente la política del ciudadano descontento, sin líder  sin dirección, sin propuestas perdió sentido. Y yo me agoté, me enfurecí, me deprimí. Perdí esperanzas en este país, en su dirigencia, en lo que podía esperar del futuro.

El tiempo siguió transcurriendo. El descontento aumentó. El nivel de vida decayó aun más, mientras la "Revolución" se anunciaba Omnipotente, con un Mesías violento que seguía insistiendo en su permanencia en el poder. Pero ahora el descontento no era tan brumoso. Se comenzó a hablar de unidad. Se insistió en un escoger un candidato que aglutinara la propuesta opositora. Seguí sin interesarme. Me resistí de nuevo a confiar en esa simpleza de la angustia del ciudadano decepcionado. Hasta que se anunciaron elecciones primarias para escoger un candidato opositor único. La idea me gustó y decidí votar por la opción "cerebral" : Henrique Capriles R. En realidad, voté de manera tan desapasionada que me preocupó la sensación: Votaba porque no teníamos otra opción. Votaba por "Lo menos malo".

Y la "opción sencilla" ganó. Un político joven, serio, adusto, con nada de aquella demoledera personalidad del Presidente en funciones, un lider carismático a la antigua Usanza. Capriles era un hombre - o me pareció - sencillo, sin más recurso que su experiencia a cuestas y su buen hacer en los anteriores cargos políticos que había desempeñado. Me entristeció pensar en atravesar de nuevo la amarga experiencia de participar en una elección y apoyar a un candidato sin opción, pero soy de las soñadoras que no decaen, de las que insisten, de las que intentan, de manera que tomé mis esperanzas, las desempolvé de algún lado, y volví a intentarlo. No sin tanta energía, debo admitir. Nunca con tanta convicción, por supuesto. Pero sí, con esa sensación que el peor esfuerzo es el que no se hace.

Pero Capriles me sorprendió. Me sorprendió no solo por de pronto, convertirse en un David, como él mismo se llama, luchando a brazo partido con recursos limitados contra un Goliat mediático violento y pendeciero, que maneja con puño de hierro todos los poderes públicos. Y lo hizo a la manera sencilla, la obvia: la de comprender este país desde su base. Por tres meses, Capriles, el candidato en que nadie creía, recorrió Venezuela no una, sino tres veces. Visitó poblados olvidados, habló con Venezolanos que no forman partes de las estadísticas y de alguna manera lenta pero sostenida, se abrió pasó entre los gritos, los desafueros y la violencia, para llegar a representar algo que habíamos olvidado existía en catorce años. Una opción. Una opción que dejó atrás el "Vete Ya", por "Progreso" . Una opción real que comenzó a recordarnos, con insistencia, que somos ciudadanos, no miembros de un partido político. Porque de pronto Capriles despertó la conciencia que el Gobierno debe servir al ciudadano, que es de hecho, un acto de poder destinado a lo social. Y todos nos encontramos sorprendidos, ante la idea, ante el poder de comprender que este país lo construimos juntos, lo hacemos los Venezolanos a cuatro manos y que más allá de la división ficticia de un Gobierno irresponsable, somos ciudadanos de un mismo país.

Así que hoy de nuevo, tomé mi camiseta con su enorme bandera y mis zapatos de caminar. Y me eché a la calle para gritar no mi frustración, no mi angustia, no mi miedo. Grité "Progreso". A todo pulmón. Grité "Progreso" con mis amigos y vecinos, con esos desencantados que ahora construirán el futuro que nos espera de ahora en más. Y que emocionante es, que absolutamente hermoso, caminar por las calles, levantando mi única arma, la única que he enarbolado durante estos últimos catorce años, mi bandera,  y gritar "Creo en Venezuela". Porque de esto se trata todo esto, una idea de fe, de creer y confiar que nuestra casa grande, que esta circunstancia caótica y extraordinaria que llamamos Venezuela, tiene una esperanza. Y la eres tu, y la soy yo y la somos todos, quienes caminamos gritando "Progreso" no solo en nombre nuestro, sino en el de el que no nos apoya ni comulga con nuestras ideas. Porque si algo aprendí, en estos catorces años de insultos, de ser llamada "Escuálida" y "Majunche" es que sobre todo, quiero, deseo ser simplemente Venezolana.

¿Que ocurrirá el domingo que viene? No lo sé. Lo que sí estoy convencida, es que este país, esta ciudadanía, está consciente de su responsabilidad en el futuro. Y ese pequeño prodigio, desde ya, cambió este país para siempre.

Ahora solo nos resta, tal vez, hacer historia.

C'es la vie.


1 comentarios:

Ernesto Rodríguez dijo...

Ves? Por qué digo que además de fotógrafa eres escritora.. Está excelente!

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