jueves, 3 de febrero de 2011

Del terror y el tiempo secreto: Olivia de Havilland.




La gran Olivia de Havilland, a la que evidentemente se recuerda por su Melanie Hamilton de ‘Lo Que el Viento se Llevó’, antes de refugiarse en la televisión y en superproducciones de tipo catastrófico con grandes estrellas, protagonizó en 1964 dos películas agobiantes de terror psicológico que recogen dos impresionantes interpretaciones de esta extraordinaria actriz, tal y como nos tenía acostumbrados en la mayoría de las veces, y digo “tenía” porque dejó de interpretar en 1988. Por cierto, que de Havilland es una de las pocas actrices del cine clásico que siguen vivas (tiene 91 años), y es uno de los pocos vestigios que quedan de un tipo de cine que parece extinguirse a pasos agigantados, dada la poca repercusión que las televisiones le dan.

La primera de esas dos películas de 1964 es esta ‘Lady in a Cage’, la otra es la impresionantemente magistral ‘Canción de Cuna para un Cadáver’, del gran Robert Aldrich y que es un film mucho más recordado (y mejor) que el que nos ocupa. La película narra como una mujer, la cual necesita un bastón para caminar y un ascensor para desplazarse de un piso a otro en su gran casa, se queda encerrada en el mencionado ascensor debido a un corte de electricidad. Nadie volverá hasta dentro de unos días, y la situación se vuelve desesperada cuando un vagabundo entra en la casa y aprovecha para robar. No será el único.

La película se parece en algunas cosas a ‘Horas Desesperadas’, una de las obras maestras de William Wyler, y en cierto modo puede ser considerada como una precursora de ‘La Habitación del Pánico’, el magnífico film de David Fincher con el que guarda más de un parecido. Toda la acción, salvo algunos planos descriptivos del exterior, sucede en el interior de una casa, limitándolo todo a lo que ocurre cerca del ascensor, siendo las mejores escenas las que están tomadas desde ese punto de vista, o sea, desde el punto de vista del personaje central, una mujer agobiada por estar en esa situación y desconocer las intenciones de sus inesperados visitantes.

La puesta en escena de su director, Walter Grauman, es totalmente efectiva, haciendo un muy buen uso del único escenario que posee, una tranquila casa, enfocándola desde muchos ángulos. Quizá por momentos tenga un poco de apariencia televisiva típica de los años 60, debido evidentemente a que Grouman fue un director que se prodigó muchísimo más en la pequeña pantalla que en la grande, realizando episodios de series muy conocidas como ‘V’, ‘La reportera del Crimen’ o ‘El Fugitivo’. Grauman nos ofrece un film entretenido, por momentos muy agobiante, aunque a veces algo exagerado.

Y esa exageración hay que encontrarla en algunas de sus interpretaciones, por ejemplo en la de James Caan, que aquí realizaba su primera incursión acreditada en una película de cine. Caan nunca me pareció un gran actor, pero tampoco malo. Ahora bien, en esta película está realmente insoportable, logrando que su personaje, un joven delincuente, sea totalmente increíble, con lo que la película pierde puntos cuando Caan entra en escena. Afortunadamente, y en clara contraposición, tenemos a una Olivia de Havilland demostrando lo que es ser actriz, y dando una lección de interpretación, muy por encima del resto del reparto, que se mueven todos entre la corrección y la sobreactuación.

Una buena película para pasar un buen rato; cierto es que podría haber desarrollado mejor algunas de sus bazas, pero desde luego es un film bastante bien llevado con una premisa realmente original. Si tienen oportunidad de verlo en las retransmisiones del TCM ( dial 505) de Direct Tv, es una buena oportunidad para rescatar una de las películas más desconocidas de Olivia de Havilland. Sólo por ella ya merece la pena.

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