viernes, 13 de mayo de 2011

El poder y el mito femenino.

 
 
 
 
Muchas veces, he llegado a la conclusión que la historia Universal tiene una lamentable carencia de figuras representativas del poder emocional, intelectual y moral del género femenino. Sin contar las evidentes excepciones que son del conocimiento popular (Cleopatra, Juana de Arco, Lucrecia Borgia, Catalina de Medicis entre otras ) el rostro femenino en la evolución social y cultural de nuestra civilización se encuentra oscurecido por el prejuicio y el hecho que la mujer no jugó un papel evidente dentro de los vericuetos de la politica y el poder hasta fechas recientes. No obstante, en ocasiones, la fuerza y el poder de la mujer es más fuerte que este insólito silencio idiosincrático. La Historia de Hatshepsut es una prueba de ello.

El poder detrás del trono:

Hatshepsut fue una de las pocas reinas que detentaron el título de faraón en la historia del Antiguo Egipto, aunque no fue la primera, puesto que ya habían existido mujeres faraones en el Antiguo Imperio y en el Imperio Nuevo. No obstante se diferenció de ellas en que Hatshepsut es el jefe de un Egipto rico y poderoso. Se ignora el momento exacto del nacimiento de Hatshepsut, aunque es de suponer que sucediese en la por entonces capital del estado, Tebas, a finales del reinado de Amenhotep I.

El nombre de Hatshepsut con el que se la reconoce hoy en día en principio era un título con el significado de "La primera entre las damas nobles", que también se presentaba en su forma completa de Hatshepsut Jenemetamón, esto es, "La primera entre las damas nobles que abraza a Amón".

Era hija de Tutmés (Tutmosis) I, que preparó a su hija para ejercer el poder, y de la reina Ahmose. Se casó con un hijo de su padre nacido de una concubina, Tutmés (Tutmosis) II, cuyo reinado fue breve (1493-1490 a.d.c.). La joven reina era descendiente directa de los grandes faraones libertadores de los hicsos y además ostentaba el importantísimo título de Esposa del dios, lo que la hacía portadora de la sangre sagrada de la reina Ahmose-Nefertari. Es lógico que su orgullo fuera inmenso, y que no soportase muy bien la idea de supeditarse a su marido. Así, no es de extrañar que mientras su débil y blando esposo ceñía la doble corona, Hatshepsut comenzara a rodearse de un círculo de adeptos que no dejaron de crecer en poder e influencias: entre ellos destacamos sobre todo a Hapuseneb y a Senenmut. La gran esposa real se había convertido, para temor del visir Ineni, en un peligroso oponente. Tras la muerte de su esposo y hermanastro, Hatshepsut correinó con su sobrino, aún niño, Tumés (Tutmosis)III, hijo del faraón difunto y de una concubina.

Durante siete años la reina viuda se conformó con un papel político secundario. Pero el apoyo tanto del clero de Amón como del visir Hapuseneb, del arquitecto real Senmut y de Tuti, intendente de Amón, permitió a Hatshepsut que se proclamara faraón: Cuando se vio lo suficientemente fuerte, la hasta entonces gran esposa real y esposa del dios, Hatshepsut, en presencia del faraón Tutmosis III, se autoproclamó también faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón, con el beneplácito de los sacerdotes, encabezados por Hapuseneb. El golpe de efecto fue magistral, y el inexperto Tutmosis III no pudo hacer otra cosa más que admitir la superioridad de su tía y madrastra. Hatshepsut se había convertido en la tercera reina-faraón conocida en la historia egipcia.

Reconocida como rey, masculinizó su imagen, efectuándose la evolución por etapas:

- Al principio, aún estando representada como mujer, se afirma como faraón. Hatshepsut asumió todos los atributos masculinos de su cargo (excepto el título de "Toro poderoso"), haciéndose representar a partir de entonces como un hombre y tocándose de barba postiza. Estableció una insólita corregencia con su sobrino, aunque hubo un clarísimo predominio de la primera sobre el segundo, hasta tal extremo de colocarlo en un segundo plano impropio del papel futuro que tendría Tutmosis III en la historia.

- Luego se viste como hombre, adopta el protocolo de los reyes: suprime la desinencia femenina en sus nombres y en sus títulos, lleva barba postiza y la doble corona, tal y como aparece en un relieve de Karnak, y junto a ella el cartucho con uno de los nombres reales: Maatkare.

- Completo control sobre el estamento gubernamental Egipcio: Dos años después de la muerte de Tutmés (Tutmosis) II, Hatshepsut actuaba ya como jefe de Estado.

La fuerza del derecho Divino:

Hatshepsut se sirvió de la religión para legitimizar su poder. Los sacerdotes de Amón, a cambio de aumentar su influencia, elaboraron para ella el mito de la “teogamia. Hatshepust se rodeó de antiguos servidores de su padre, entre los que cabe destacar a Hapuseneb y a Senenmut.


Hapuseneb, gran sacerdote de Amón, visir e iniciado en los misterios de la Enéada, ejerció un papel determinante en el terreno económico: supervisó las obras de construcción, sobre todo en Tebas, y dirigió el equipo de artesanos que cavó en el Valle de los Reyes la morada para la eternidad de la reina.

Senenmut, cuyo nombre significa “el hermano de la madre”, fue un personaje próximo a ella; se referían a él como amante de Hatshepsut y padre de su hija Neferure. La reina le eligió como preceptor y “padre regente” de su hija.

La Teogamia:

Hatshepsut no hubiera podido ni soñar siquiera acceder al trono de no contar con los apoyos que consiguió entre el clero del dios Amón en Tebas mientras era la esposa de Tutmosis II. Las cuantiosas donaciones y los privilegios que concedió a los sacerdotes, encabezados por la eminencia gris del régimen, el visir Hapuseneb, fueron una forma de pago por los servicios prestados, pues de no ser por el inmenso regalo que recibió Hatshepsut de ellos, su legitimidad habría sido menor. Y este valioso obsequio de la casta sacerdotal a la reina-faraón fue la célebre Teogamia.

En la Teogamia, Hatshepsut declara al pueblo egipcio que su verdadero padre no es Tutmosis I, sino el propio dios Amón, que con su sabia previsión visitó una noche a la gran esposa real Ahmose y la permitió concebir a la mujer que estaba sentada ahora en el trono de las Dos Tierras con el beneplácito del panteón entero. Hatshepsut se declaraba por ende primogénita de Amón, y su sustituta y fiel delegada en la tierra, con lo que su figura se trocaba en completamente sagrada.


Es necesario destacar que muy pocos faraones recurrieron a la Teogamia para validar su derecho al trono, y su estatus pasaba a ser poco menos que el de un dios vivo. El ardid de Hatshepsut y el alto precio que tuvo que pagar a los sacerdotes por él, le asegurarían un reinado tranquilo y sin disidencias, aunque acabaría pasándole factura a la dinastía por el, desde entonces, imparable crecimiento de los sacerdotes de Amón.

Todos los Rostros del Poder:

Como todo rey que accedía al trono, Hatshepsut tenía derecho a usar hasta cinco nombres diferentes: el de Horus, el de Nebty, el de Horus de Oro, y los dos principales, conocidos vulgarmente como nombre de nacimiento y nombre de coronación. Éste último resultó ser el de Maat-Ka-Ra, es decir, "El espíritu de Ra es justo" y lo utilizó siempre conjuntamente con su nombre de nacimiento.

Sin embargo, este último apelativo sufrió una serie de cambios a lo largo del reinado de Hatshepsut. Si bien la forma original del nombre de nacimiento era Hatshepsut, en numerosos monumentos aparece de formas bien distintas: añadiendo la segunda parte de nombre y quedando como Hatshepsut-Jenemetamón, masculinizándolo en parte como Hatshepsu[2] o completamente como Hashepsu. Sólo así se puede comprender la sorpresa de los egiptólogos que descubrieron la existencia de esta mujer que jugaba en sus apariciones, siendo representada varón, con sus nombres unas veces escritos tal que había nacido hombre o mujer. Un curioso juego de intercambio de sexos que sin duda realzó su carácter divino y concentró en sí misma la dualidad que tanto veneraba el pueblo egipcio.

De la palabra y la Creación:

"El" faraón Hatshepsut dedicó la mayor parte de su reinado a embellecer el país y a restaurar los templos, con el beneplácito de sus aliados los sacerdotes. Egipto había sufrido hacía dos generaciones la última de sus guerras, cuando el abuelo de la reina, el rey Ahmose, expulsó a los hicsos, un pueblo semita que había conseguido dominar el país durante cien años. Como habían hecho sus antecesores, Hatshepsut invirtió mucho en borrar todos los daños ocasionados por la guerra de liberación que había elevado a su dinastía a lo más alto.

Sin embargo, el centro de acción principal de la reina fue su ciudad, la pujante Tebas. Edificó la llamada Capilla Roja del enorme templo de Amón en Karnak y de las canteras de Asuán mandó hacer los obeliscos más grandes que se habían erigido en Egipto hasta entonces, y los llevó a Karnak decorados con electrum, aleación de oro y plata. Se cree que el obelisco inacabado que aún hoy se puede ver en Asuán data del reinado de Hatshepsut, y de haberse acabado habría sido el mayor de toda la historia del país.

Aunque no fue en Karnak donde Hatshepsut desplegó toda su imaginería, sino en la orilla oeste de Tebas, la necrópolis de entonces. Como era costumbre por entonces, los faraones hacían construirse, además de su tumba, un templo funerario algo alejado de ésta, que sirviera a un mismo tiempo para proteger y recordar al difunto. Hatshepsut escogió el paraje de Deir el-Bahari para edificar su templo, y encargó la tarea a su arquitecto favorito, Senenmut.

El resultado final fue envidiable: construido al lado del templo de Mentuhotep II, el de Hatshepsut es una de las joyas del Antiguo Egipto y uno de los destinos más visitados por los turistas. Conocido por aquel entonces como el Dyeser-Dyeseru (el sublime de los sublimes), su estructura en forma de largas terrazas y de rampas con suave inclinación, de estilo similar al de Mentuhotep II, le hacen fundirse a la perfección con la roca y el entorno. Uno de los misterios en dicho templo radica en un sector sellado como una caja en la pared en que se puede observar a Hatshepsut por un lado en actitud amatoria y a Senenmut en la otra cara, como receptor de la pose amatoria de la reina, lo que deduce un íntimo vínculo (prohibido por su linaje) entre el arquitecto y la reina-Faraón.

La Dominación de una idea geográfica:

Hatshepsut ha pasado a la historia como una gobernante pacífica y que prefirió gastar parte de su tesoro en construir templos en vez de conquistar territorios, pero lo cierto es que hubo al menos seis campañas durante sus 22 años de reinado. Hay que destacar que la mayoría de éstas no pasaron de ser meras escaramuzas o actividades disuasorias cuya única finalidad era disuadir a los siempre belicosos pueblos fronterizos de atacar a las Dos Tierras.


*Primera campaña: Era casi costumbre que al morir un faraón, los pueblos nubios atacasen las fronteras meridionales y quemasen algunas de las fortalezas del lugar, a modo de tanteo de cómo reaccionaría el nuevo monarca. Hatshepsut no se dejó avasallar y, pese a que aún era sólo reina regente, fue a Nubia y dirigió los ataques.

*Segunda campaña: En este caso los enemigos fueron tribus de Siria-Palestina, cuyos continuos ataques a los puestos fronterizos hicieron responder a Egipto. Ignoramos la fecha exacta de esta acción bélica, aunque es muy posible que acaeciese cuando Hatshepsut ya había sido coronada. Una cosa que parece segura es que la reina no viajó al frente en esta ocasión.

*Tercera y cuarta campañas: El motivo vuelve a ser Nubia. Ignoramos por qué los nubios se revolvieron tanto en época de Hatshepsut, pero las tropas egipcias fueron implacables. La tercera campaña fue en el año 12º y la cuarta en el 20º, y ambas se solucionaron sin ningún problema. Se cree que en ésta última participó Tutmosis III.

*Quinta campaña. Contra el país de Mau, al sur de Nubia. Fue inmediatamente después de la cuarta campaña, tal vez debido a una coalición de estos dos pueblos. Existen menciones a una caza de rinocerontes, y también es probable que Tutmosis III estuviese al frente del ejército.

*Sexta campaña: Una vez más, Tutmosis III -anticipando su papel de rey guerrero que en su reinado en soliatrio acabaría por desarrollar con excelentes resultados- marchó a Palestina y conquistó la ciudad de Gaza, que se había rebelado recientemente. Las fechas sobre esta campaña datan de finales del reinado de Hatshepsut, quizás inmediatamente antes de morir la reina. Como se puede ver, su papel era ya meramente representativo, y Tutmosis III se había convertido en el monarca dominante del curioso tándem real.

El viaje a Punt:

Otro hecho relevante del reinado de Hatshepsut fue la doble misión a Punt, el país legendario de donde procedían los mejores árboles de incienso y mirra, que probablemente estaba en la una región de la actual Somalia, aproximadamente en el año 15º de su reinado. Comandada por Nehesi, portador del sello real, la expedición fue tanto por tierra como por mar, y durante ella no sólo se dedicó la delegación egipcia a comerciar, sino que también hizo un minucioso estudio de la fauna y la flora de Punt, así como de la organización política y social del lugar.

Tuvo que ser tan importante esta acción para la posición de Hatshepsut, que no dudó en decorar gran parte de las paredes del Dyeser-Dyeseru con escenas de aquel mágico periplo por el que sería recordada durante mucho tiempo por la población llana. No sólo fue un éxito al conseguir importar la preciosa mirra a Egipto, sino que trajo extrañas especies animales antes nunca vistas y generosos cargamentos de oro, marfil, ébano y otras maderas preciosas que enriquecieron considerablemente las arcas reales y las de los templos.

Aun así, es extraño que Hatshepsut pusiera tanto empeño en promocionar el viaje a Punt, un país que se conocía ya desde la época de las pirámides, y sólo puede explicarse como una parte más de la intensa propaganda que distribuyó por el Dyeser-Dyeseru y por otros lugares del país con el único fin de legitimar su posición. Sin lugar a dudas, en aquel momento de su reinado, con la inauguración de su hermoso templo y el regreso de los viajeros del Punt, Hatshepsut había llegado al cenit de su gobierno.

Descendencia:

Mucho se ha hablado del tema y poco se ha conseguido aclarar. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que Hatshepsut fue madre de una hija, a la que puso de nombre Neferura y cuyo cuidado encargó a su arquitecto favorito, Senenmut. Se ignora el verdadero papel de este hombre en la trama; no son pocas las voces que dicen que fue él el padre de Neferura y no Tutmosis II, y que hubo una tórrida historia de amor entre el arquitecto y canciller real y la reina, una historia que pese a ser muy interesante desde el punto de vista novelesco, sigue sin estar demostrada. A favor de todo esto hay algunas pruebas, como que aparezcan en actitud ciertamente cariñosa Senenmut y Neferura, o un ostracón hallado en las cercanías del templo de Deir el-Bahari donde se ve a un faraón femenino teniendo relaciones sexuales con un hombre. Aun así, aunque cada vez más voces se alzan a favor de un romance de Hatshepsut con Senenmut, se sigue pensando que Neferura era hija de Tutmosis II. Es necesario destacar que según los estudios del Museo de El Cairo, patrocinado por Discovery Channel y liderado por el arqueólogo Zahi Hawass, la descendencia de Tumotosis padecía de una variedad de Viruelas hereditaria, a lo que no escapó ningún descendiente.

También se ha divagado mucho acerca de la posible maternidad de Hatshepsut Meritra, quien sería más tarde gran esposa real de Tutmosis III. Debido a su nombre, siempre se pensó que era la segunda hija de Hatshepsut, pero era realmente extraño que nunca se la mencionase en vida de su presunta madre, mientras que Neferura apareciese tan a menudo. Actualmente parece haber quedado claro que, pese a llevar su nombre, Hatshepsut Meritra era en realidad hija de la dama Huy, una mujer muy influyente en la corte de entonces, y quizás aquel apelativo tuviese como destino halagar a la reina-faraón. Así podría entenderse por qué cuando Tutmosis III comenzó a perseguir la memoria de su madrastra, su gran esposa real optase por llamarse simplemente Meritra.

Muerte de Hatshepsut:

Sin embargo, fue a raíz de la finalización del templo de Deir el-Bahari, sobre el año 15-16 de reinado, cuando la estrella de Hatshepsut comenzó a menguar a favor de la de Tutmosis III. El rey era un joven que cada vez ansiaba más el poder, y a cualquier precio. Así, no es de extrañar que en apenas un año murieran los dos principales sustentos de la reina y sus más grandes apoyos, Hapuseneb y Senenmut. Y por si no fuera poco, poco después murió la gran esperanza, el arma secreta de la reina, la princesa Neferura.

Los golpes que sufrió Hatshepsut en torno al año 16 de su reinado fueron tan grandes que a partir de entonces la reina se retiró parcialmente del cargo y el otro rey, Tutmosis III, comenzó a tomar las riendas del gobierno. Al parecer, la ambición de Hatshepsut era aún más grande y no estaba satisfecha con ser ella sola "faraón", sino que se proponía inaugurar una auténtica dinastía femenina de reyes, y por esa razón declaró "Heredera" a su amada hija Neferura. La muerte de la princesa fue tan repentina y favorable a Tutmosis III que hay quien piensa que fue intencionada, y que consiguió su objetivo: derrumbar a la reina-faraón.


Hatshepsut acabó por morir en su palacio de Tebas tras un largo reinado de 22 años, abandonada por todos. Se ignora la edad de su muerte, pero suponemos que debería oscilar entre los cuarenta y los cincuenta años. Hasta ahora no se sabía cómo murió exactamente, si fue muerte natural o durante un golpe de estado liderado por su hijastro, pero hay que decir que Tutmosis III era virtualmente el único rey, y que Hatshepsut se había retirado de la lucha.

A su muerte, Tutmosis III se convertiría en un gran faraón, que, emulando a su abuelo Tutmosis I, realizó numerosas campañas y ascendió a Egipto al rango de superpotencia mundial. Pero jamás lo habría logrado sin la preparación a la que lo sometió su colosal tía-madrastra. Nunca le perdonó haber asumido el trono: borró su nombre y el de Senenmut de los anales e hizo suyo el hermoso templo de Deir el-Bahari. Mas, pese a esta terrible acción -que condenaba a la reina-faraón a la muerte y el olvido eternos-, la gran personalidad de Hatsehpsut, la mujer que más tiempo estuvo sentada en el trono de los faraones, ha sobrevivido a su castigo y aún hoy sigue cautivándonos desde más de tres mil años de historia.

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