jueves, 19 de mayo de 2011

Del Desvario del Insomnio y otros momentos intimos

Muchas veces me encuentro atrapada en medio de una lucha personal por el concepto de normalidad. Es ese espacio de mi misma, donde puedo aspirar a una tranquilidad - en medio del el ojo de la tormenta - y huelo un aroma propio y casi olvidado: una cierta inocencia, esos tiempos tiempos sencillos fuera de la preocupación cotidiana. Este es el núcleo más intimo de mi misma, ese que he construido a lo largo de los años, con pensamientos y sentimientos dispares, probablemente disimiles, por completo caóticos. Esos pequeños deseos dictatoriales que me atormentan, reclamando un deseo, una razón, una voz.



Mis mente cotidiana esta muy alejada de este lugar, donde habita esa tranquilidad de los momentos más privados. Suspiro, sintiendo una sensación de enorme silencio, como si me engullera la tranquilidad de encontrarme en un rincón de mi misma donde todo es posible. Es una decisión casi estética, esta de construir una pequeña habitación secreta en medio de la inhóspita necesidad de ser y de comprender el mundo. Levantar paredes a bases de palabras y formas especulativas, delinear objetos por un mero esfuerzo de imaginación. Nerviosa e inquieta, me pregunto muchas veces cual es el sentido de este cuestionamiento incesante, cruel, disparejo. Una divinidad aleatoria y proclive al desencanto, en mitad del jardín amurallado de mi mente, ajeno e indiferente a mi disquicisiones. Ah, sí, el anhelo me condena. Un hedonismo del pensamiento, una sed irrevocable de darle un sentido personal a cada cosa y momento.


Escucho de nuevo esta canción triste y melodiosa que me ha atormentado por tanto tiempo en mi Universo cuántico, que es parte de él de una manera intrínseca. Esta canción que ondula y estridente en algún lugar de mi espíritu, está dentro de mí, soy yo, es parte de los momentos más cáusticos de mi vida. Ni siquiera me embriaga los sentidos, sino que me rodea, dandole sentido a la tristeza. Sí, de nuevo se trata del ritmo frenético y cadencioso de mi vida entera, esa retórica de cigarrillo, de vino, un libro entre las manos, el ojo de la cámara parpadeando. Un vicio culpable, un sueño condenado al desastre.

Sí, será mejor que me tranquilice. Un rayo de luz se cuela en la habitación.

Suspiro, abro los ojos. Comienza a amanecer.

0 comentarios:

Publicar un comentario