lunes, 4 de octubre de 2010

De manias y pequeñas necesidades insatisfechas


"... mi aficiòn por la lectura se vino contaminando con el hàbito de comprar
libros, hàbito que en muchos casos termina por confundirse tristemente
con la primera. Por ese tiempodi en la torpeza de visitar las librerìas de
viejo [...] Cuando uno empieza a sentir la atracciòn de estos establecimientos
llenos de polvo y penuria espiritual, el placer que le proporcionan los libros ha
empezado a degenerar en la manìa por comprarlos, y èsta a su vez en la vanidad
de adquirir algunos raros para asombrar a los amigos o a los simples conocidos."

Augusto Monterroso
"Cómo me deshice de quinientos libros."


Creo que mi devoción por la lectura muchas veces define mis decisiones y pequeñas manias rutinarias. Soy una archivista caótico - estoy convencida que iré al infierno de las historiadores sin experiencia - una metódica coleccionista y una desesperada - diría que avariciosa - recopiladora de datos curiosos de la historia y las crónicas, sin ningun sentido practico. En otras palabras, siento un respeto profundo e inveterado por la busqueda del tiempo histórico literario.  Muchas veces me he definido como una arqueologa rudimentaria  de la Liberalidad y creo que el término - incluso, a medio hacer - termino teniendo algo de sentido en mi propia necesidad de buscar respuestas.


Ultimamente,  tambièn me ha entrado la manìa - que evolucionó en vicio y terminó convirtiendose en otras de mi obsesiones- de comprar libros usados y antiguas ediciones de mis autores favoritos y también, realizar investigaciones semiótica sobre ellos. En una especie de cruzada personal en la quiero expresar todo mi amor por la literatura,  decidì comprar libros usados. Con paciencia y terquedad busquè por dos horas The Lord Of The Flies en las librerìas de viejo que estàn en los alrededores de la Libreria Suma de Sabana Grande y Av. Universidad; moviendo pilas de diez a veinte libros, sentandome en el suelo para buscar con màs calma, etc. Cuando por fin lo encontrè, tenìa tambièn una ediciòn crìtica de Macbeth, un libro de poemas de Tennyson, otro con varias obras de Wilde... entre otros tantos. Finalmente no me alcanzò el dinero que llevaba y decidì dejar algunos y regresar otro dìa. El dìa que regresè, y otra vez me pasó los mismo. Definitivamente comprar en tiendas de libros usados no es una forma de ahorrar, pero sì de comprar màs libros y volverse un cliente compulsivo de una idea exquisita sobre el antiguo oficio de la palabra: El rostro de un libro como concresión de un sueño ideal.

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