domingo, 4 de julio de 2010

De la fotografía, del pensamiento, de las ideas. De la Pasión.


Cuando al inicio de la década de 1860 una exuberante inglesa de mediana edad y muy buenas conexiones llamada Julia Margaret Cameron tomó la cámara como vocación, usualmente fotografiaba a los hombres de una manera distinta a como fotografiaba a las mujeres. Los hombres, entre los que se incluían algunos de lo más eminentes poetas, intelectuales y científicos de la era victoriana, posaban para sus retratos. Las mujeres - la esposa de alguien, la hija, hermana o la sobrian - servian mayormemnte como modelos para "temas caprichosos" ( calificativo de la Cameron). Las mujeres eran utilizadas para personificar los ideales de la femineidad y el patetismo de Ofelia; la ternura de la Madona con su Niño. Casi todas las modelos eran parientes y amigas, o incluían a sus criadas, quienes convenientemente vestidas encarnaban numerosos iconos glorificados de la femeneidad. Sólo Julia Jackson, sobrina de la Cameron ( y futura madre de la futura Virgnia Woolf), en homenaje a su belleza excepcional, nunca posó como nadie más que ella misma.

Lo que capacitaba a estas mujeres como modelos era precisamente su belleza, de la misma manera en que la fama y los éxitos capacitaban a los hombres. La belleza de las mujeres las convertía en sujetos ideales. (Como puede notarse la belleza pintoresca o exótica no desempeñaban ningún papel, así que cuando la Cameron y su marido se mudaron a Ceilán, ella prácticamente dejó de tomar fotos) De hecho, la Cameron definía la fotografía como la búsque4da de lo bello, con lo que englobaba el concepto entero en una idea básicamente femenina.

Convirtió la busqueda de la belleza en su cruzada personal. : "¿Por qué Mrs. Smith no viene a fotgrafiarse?", le escribió a una amiga acerca de una dama en Londres a quién ella nunca había conocido. "He oido decir que es bella. Pídele que venga, y la haré inmortal".

En ocasiones imagino un compendio de retratos fotográficos de mujeres en el que ninguna pudiera ser calificada como bella. ¿No sentiríamosque el fotografo cometió un error?¿O que estaba mostrándose perverso? ¿O misógino? ¿Que nos privó de algo que teníamos derecho a ver? La principal cualidad del retrato femenino es la eternización de la belleza, una mera idea de trascendencia a través de la estética. Muy esteticista, sin duda...y sin embargo el misterio femenino continua quedando al margen, aislado e irrestricto dentro de un limite tan tenaz. Nadie se haría las mismas preguntas con respecton a una recopilación de retratos masculinos.

Dentro del concepto de lo femenino y la imagen, siempre han existido varias clases de belleza: La belleza imperiosa, la belleza voluptuosa, la belleza que expresa los rasgos de carácter dignos de una mujer en los confines de la refinada domesticidad: Docilidad, adaptabilidad, serenidad. La belleza no era sólo adorables facciones y expresiones, un ideal estético; también hablaba acerca de las virudes consideradas esenciales en las mujeres.

En una mujer, la belleza es algo total, que la define como expresión de su yo creacionista, de manera limitada y muchas veces falaz. Para muchas tendencias filosoficas relacionadas con la definición del patrón sexual, la idealización de la belleza de la mujer sustituye en la imagineria popular al cáracter, posesión exclusiva de la imagen masculina. El concepto estético es también por supuesto, una actuación; algo deseado, diseñado, obtenido. Mirando un día un viejo álbum de fotografías, el escritor fránces nacido en Rusia, Andrei Makine, recordó un viejo truco usado para obtener ese particular destello de belleza que vió en los rostros de algunas mujeres:

"...Estas mujeres sabían que para ser bellas, lo que debían de hacer varios segundos antes que el flash las cegara, era articulas las siguientes misteriosas sílabas en fránces, cuyo significado pocas de ellas entendían: "Pe -tite - pomme" Y como por arte de magia, la boca, en vez de extenderse en una expresión de falsa felicidad o de contraerse en una sonrisa ansiosa, formaba un gracioso circulo. Las cejas se arqueaban ligeramente, el óvalo de las mejillas se alargaba. Tú decías "Petite Pomme" y la sombra de una lejana y soñadora dulzura cubría tu rostro, refinaba tus facciones..."

¿No es de una crueldad inaudita el hecho que la mujer sea resumida y condensada en una conceptualización de valores tan barata y circunstancial como la de la mera ilusión de la belleza? Una triste realidad, un críptica idea con reminiscencias demasiado antiguas como para otorgarles un sentido circunstancial.


La mujer que se retrataba aspiraba a esa imagen estándar considerada el refinamiento ideas de las características femeninas, como era transmitida a través de la belleza; y la belleza se entendía como un distanciamiento de lo ordinario, que al ser fotografiado se proyectaba como algo enigmático, soñador, inaccesible.Ahoa, la idiosincracia y franqueza de las expresiones es lo que hace que un retrato sea interesante. El refinamiento está passé y de hecho, la vitalidad y la fuerza expresionista han restado interés en el ideal de belleza propiamente dicho y más en la personalidad de la femeneidad.

Una indudable evolución, la reafirmación que el poder del misterio femenino se ha hecho cada vez más poderoso y contundente. La belleza del tiempo dual envuelto en la raquídea comunicación de la imagen y la idea.

La belleza - como ha sido fotografiada en la principal tradición que prevaleció hasta hace poco - nublaba la sexualidad de las mujeres. Y hasta en las fotografias que eran francamente eróticas, el cuerpo podía contar una historoa y la cara otra: una mujer desnuda acostada en una forzada posición "indecente" - los brazos y las piernas extendidas o presentando su trasero - con la cara hacia el espectador y mostrando esa expresión insípidamente amistosa de un retrato "respetable". Las nuevas formas de fotografiar a las mujeres ocultan mucho menos su sexualidad, aunque la exhibición de la antes prohibida carne femenina y las posturas sexuales todavía es perturbador como tema; están demasiado arraigadas las respuestas que reafirman la actitud de superioridad masculina hacia las mujeres disfrazadas de apreciación lasciva. La libido de las mujeres siempre es reprimida o usada contra ellas.

La identificación de las mujeres con la belleza es una forma de inmovilizarlas. Mientras que el carácter evoluciona, revela: la belleza es estática, una máscara, un imán para la proyección. En la legendaria toma final de la película Queen Christina, la reina, Greta Garbo, tras abdicar al trino en Suecia y renunciar a los privilegios masculinos de un monarca en favor de la modesta felicidad de una mujer, se sube a un barco para reunirse con su amante extranjero y partir con él al exilio, pero lo encuentra mortalmente herido por un vengativo pretendiente que ella rechazó en su corte; entonces la Reina, de pie en la proa del barco, con el viento azotándole la cara, parece un monumento al dolor desgarrador. Mientras la iluminación para esta escena estaba siendo preparada, Greta Garbo preguntó al director, Rouben Mamoulian, en qué debía pensar durante la escena. Nada, fue su famosa respuesta. No pienses en nada. Deja tu mente en blanco. Sus instrucciones produjeron una de las imágenes más cargadas de emoción de toda la historia del cine; mientras la cámara se acerca y mantiene un largo close-up, el espectador no tiene más remedio que observar la creciente desesperación de ese vacío e incomparablemente bello rostro sin lágrimas. El rostro, que es un máscara en la que se puede proyectar cualquier cosa que se desee, es la perfección consumada de esa cualidad de la mujer de "ser mirada".

La identificación de la belleza como la condición ideal de una mujer es, en todo caso, más poderosa ahora que nunca, a pesar de la evolución de los conceptos y la prioridad ambigua de la idea en general - la belleza como tópico de género - no obstante que la fotografia en la actualidad propone normas de belleza menos provincianas. Pero la belleza misma es un ideal de apariencia estable e inmutable, un compromiso para evitar y esconder las marcas del tiempo. Las normas del atractivo sexual de las mujeres son un indice de su vulnerabilidad. Un hombre envejece y mantiene sus poderes sociales. Una mujer envejece y deja de ser deseada, culturalmente hablando.

Joven para siempre, bonita para siempre, sexy para siempre: la belleza es todavía una fabricación, una transformación, un disfraz. No debería sorprendernos -aunque desde luego nos sorprende- que en la vida real, cuando esa corista de las Vegas, llamativa y brillante, no está vestida como el típico cliché del deseo, ella puede ser una mujer madura, de facciones comunes y presencia sobria. El eterno proyecto femenino del autoembellecimiento siempre ha sido capaz de obtener esta clase de triunfos.

Que las mujeres, en la misma medida que los hombres, puedan ser capaces de satisfacersu individualidad, es una idea radical. Y ha sido en esta forma que, para bien o para mal,el llamado de justicia para las mujeres, tradicionalmente feminista, ha llegado a ser más razonable.


Soy fotografa porque es mi medio de expresión más preciado, directo y congruente con mi manera de pensar. Cuando tomo mis retratos, intento crear una expresión del yo tan fuerte que sea ineludible de interpretación, de comprensión y aseveración. Un final abierto. Le toca al observador decidir que hacer con las imagenes que le ofrezco. Después de todo la fotografia no es una opinión.

¿O si?

C´la vie.

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