sábado, 27 de mayo de 2017

Danza en la tormenta y otras historias de brujería.



En la oscuridad, cierro los ojos. Invoco en voz baja, las palabras que recuerdo desde la niñez, tan puras, tan simples. No hay nada más personal que crear magia, que sentir ese poder intimo y radiante de construir una respuesta a lo que sueño, a lo que aspiro alcanzar.  Escucho el leve sonido del viento más allá de mi voz. El aire de montaña baja con rapidez, fresco y coloreado con el aroma de la montaña. Tan vivo. Y la Luna más allá, brilla en plata y gris, en púrpura y añil, en un cielo tachonado de estrellas tachonadas, de palabras olvidadas. De pequeños recuerdos a medio construir.

La primera vez que celebré la Luna llena no sabía lo que hacía. Me maravilló el circulo de velas, el caldero ardiendo en el centro, la voz cálida y firme de mi abuela invocando ese poder secreto y primigenio que aún no comprendía bien. La miré con los ojos muy abiertos, deslumbrada por el misterio, por la posibilidad de su existencia. Nos encontrábamos a solas en su jardin antipático, con la Luna parpadeando entre las ramas retorcidas del árbol de Mango. Levanté los ojos y la contemplé, como si fuera la primera vez que la veía. O quizás, la primera vez que asumía su real importancia en mi vida.

- ¿Todas las brujas venimos de la Luna? - pregunté. Tenía siete años y no tenía una idea muy clara sobre lo que era una bruja. Sabía que mi abuela se llamaba así misma de esa manera y que cuando lo hacia sonreía. Esa sonrisa toda dientes y arrugas cálidas, de manos abiertas, de mejillas coloreadas de alegría. Sabía también que una bruja era una mujer fuerte, con los ojos llenos de esperanza, que cantaba al cocinar y también al leer, que sabía cuando las ramas de las rosas feas del jardín debían podarse o cuando Capitán, nuestro perro, debía descansar. Una bruja era una mujer cálida, como mi abuela, que me arrullaba para dormir, que olía a galletas de avena. Una bruja era el Universo entero, con la noche entre los dedos y las estrellas en la mirada. O así me gustaba imaginarlas, con ese poder absoluto de la fantasía de la niñez.

- Las brujas venimos de todo lo bueno y bonito del mundo - me contestó mi abuela. Me extendió un trocito de pan dulce - donde haya algo que admirar, comprender y soñar, estará una bruja.
- ¿Por qué?
- Porque la bruja es una mujer con propósito. Una mujer que conoce hacia donde va y lo que quiere hacer. Y aunque no lo tenga, sabe que la vida fluye como el mar, como los ríos brillantes. La vida que se arremolina en las pequeñas experiencias, que sigue su curso, busca todas las salientes. Así es la mente de una bruja.

Encendió la vela dedicaba a la Diosa, La llamita chisporroteo, creció, pareció danzar entre sus dedos. Sonreí fascinada.

- Cada bruja es una Diosa, cada Bruja es una mujer valiente, cada bruja es una gran curiosa - me dijo - Cada bruja intenta los misterios de la Tierra, de cada árbol que nace, de las ramas que se elevan al cielo. Lo busca como simbolo de la vida, de todo lo que aspira encontrar. De la esperanza.

Ahora encendió la vela que se dedicaba al Dios. El olor de la albahaca me rodeó, me acarició las mejillas, me hizo pensar en prados verdes y llenos de vida. En la primera luz de la mañana, en el sabor de mi galleta preferida. Me pregunté, con esa inocencia irrevocable de la niñez, si  esa sensación de comprender el mundo a través de mis sonrisas, era una forma de magia. ¿Lo sería? me dije mientras miraba la llama de las velitas danzar y hacerse cada vez más grande, más brillantes. ¿Podría ser algo tan sencillo? Me hizo sonreír la idea, ese cosquilleo de pura maravilla que solía llenarme al pensar en la magia.

- ¿Y la Luna nos cuida? - pregunté. El humo del caldero se alzaba en espiral, se hacia extraordinario y brillante, se elevaba como si quiera rozar las estrellas, ese brillo púrpura que me dejaba sin aliento. Mi Abuela soltó una carcajada y arrojó al cuenco Romero, Laurel y un poco de menta. El olor pareció purificarme, un murmullo cálido y dulce que me envolvió como la seda.

- La luna representa todas las cosas que soñamos, la maravillas que podemos imaginar. La historia que te pertenece, la que crea cada cosa que aspiramos encontrar -  encendió el resto de las velas que nos rodeaban y de pronto, el mundo entero pareció brillar, iluminarse de maneras imposibles y asombrosas. ¿Me lo imaginaba o realmente las ramas de los árboles parecían más erguidas, el canto del viento mucho más claro, el calor del fuego casi infinito? Miré a mi alrededor, parpadeando de pura sorpresa. ¿Era la belleza de este jardín en sombras una forma de magia, un pequeño prodigio en una noche cualquiera? Pero claro está, una niña no piensa en lo sublime, en lo hermoso y en lo profundo de esa manera. Lo imagina más bien, como  colores rutilantes, como la bóveda celeste abriéndose interminable sobre su cabeza. Magia en todas partes, magia en la punta de los dedos iluminados por la luz del fuego. Magia en el sabor de la albahaca que llenaba el te de Azahar que bebíamos. Magia en esta sensación de paz.

- ¿Las brujas somos hijas de la Luna?
- Somos hijas de nuestro corazón indomable, de cada decisión que tomamos. De todos los errores que cometemos, de todo lo que aprendemos. Somos hija del camino que recorremos a diario, del que transitamos durante toda nuestra vida. Somos hijas de las noches de lágrimas, de los días de risas. Del olor del mar, tan profundo y antiguo. De los momentos exquisitos que vivimos y también los que nos hieren. Somos hijas de los días de Sol radiante, de las noches majestuosas. Del silencio de la montaña. Y sí, somos hija de la Luna, de todos los sueños por cumplir, de todo lo que nos hace sonreír, de cada idea que se creemos posible, real y cercana. Somos hijas de esa necesidad de crear, construir y creer que llamamos brujería.

Y la Luna pareció brillar, entre las ramas de los árboles enormes, como si sonriera al escucharnos, como si nos arrullara que con una voz secreta que sólo nosotras podíamos comprender. Sí y sí, son mis hijas por cada milagro diario, por cada palabra escrita, por cada imagen que se atesora, por cada aprendizaje que logran obtener. Son mis hijas al creer en el valor del corazón, el poder de las ideas, el pensamiento que abarca todo lo que somos, los que esperamos ser. Son mis hijas en la capacidad de soñar, en el tiempo de cada estrella, en todas las noches que llevan mi nombre. Mis hijas unidas por un hilo de plata infinito, por una misma historia.

Bailo, con los brazos alzados en la oscuridad, riendo a carcajadas, entre la luz y la sombra de las velas que me rodean. Bailo y aspiro a la belleza, bailo y aspiro a los sueños. Bailo y aspiro a la esperanza. Porque soy una bruja con el poder de soñar. Porque soy una bruja con el poder de equivocarme y aprender de eso. Porque soy una bruja nacida de mi experiencia, de todo lo que aspiro construir, del mundo que creo en mi mente y en mi espíritu. Soy una bruja que sueña con la esperanza.

Soy una hija de la Luna, que danza entre las estrellas

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